THEO RAEKEN*

MÍA
original: @twjournals

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ADVERTENCIAS: Oral receiving, Unprotected Sex

NO SE SUPONÍA QUE pasara así. El plan está hacer que pareciera que estaban juntos, sin condiciones. Ambos lo acordaron solo para tener algo que mantener en la cabeza de Scott. Querías que Scott sugiera como él te hace sufrir. Theo quería poder sobre Scott y que mejor manera que al menos hacer que pareciera que te tenia a ti. Por supuesto, se besaban de vez en cuando cuando era necesario, pero todo había ido demasiado lejos.

Estabas demasiado metida y no sabías que más hacer que dejarlo. No podías enamorarte de alguien como Theo. Te avergonzaba admitir que ya lo habías hecho.

—No estoy seguro de entenderlo—. Theo te miro, echándose hacia atrás en su asiento cuando se apartó de la mesa para prestarte toda su atención.—¿Así lo vas dejar? ¿Así sin más?—

—Solo estoy cansada de intentar llamar la atención de alguien que no me quiere para empezar—. Se encogió de hombros. No todo era mentira. En parte era verdad, pero no toda. Sin embargo, no te atreviste a decírselo.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión?—

—Tiempo y pensar mucho—. Te encogiste de hombros, evitando mirarlo a los ojos.

Podías sentir sus ojos mirándote. Oía como tu corazón latía con fuerza. Noto como tus mejillas se encendían y enrojecían cuanto más te miraba. Le pareció gracioso que pensara que podías mentirle.

Se rio de repente, haciendo girar la pluma en su mano y negando con la cabeza.—De acuerdo, si eso es lo que quieres—.

Ahí estaba otra vez. Tu corazón perdiendo un latido mientras asentías con la cabeza.—Si, eso es lo que quiero—. Otra mentira. Arrastraste ligeramente los pies mientras te parabas frente a él.—Uhh, así que uh supongo que te veré por ahí?—

—¿Estas segura de que esto es lo que quieres?—. Enarcó una ceja y te quédate mirándolo un momento. No estabas segura de por qué le preocupaba tanto lo que querías.

—Segura—.

Dejó la pluma sobre la mesa cuando tú corazón dio un tercer salto, levantándose de su asiento y acercándote a tu. Su figura se alzaba sobre ti y tragarse saliva.

—¿Por qué intentas mentirme?—tus labios se separaron de los suyos y levantaste la barbilla para no apartar la vista de él.—¿Por qué no empiezas por decirme la verdad?—.

Te maldecías mentalmente por relacionarte con hombres lobos. A veces olvidabas sus habilidades, sus ventajas sobre ti.—No puedo. Por favor, solo...—

No tuviste que dar explicaciones. Podía sentir la tensión en el aire. Se dio cuenta, sólo por tu lenguaje corporal, de cómo ansiabas estar cerca de él y, sin embargo, se contenía. No necesitó que se lo explicaras antes de sentirlo él también. Atrajo tus labios hacia los suyos, besándote suavemente y, aunque todo fue una sorpresa, no pudiste evitar devolverle el beso.

Lo besaste larga y duramente, tus manos cayeron sobre sus bíceps y te apartaste del beso cuando te faltó el aire. La cabeza te daba vueltas.

Sus labios seguían salpicando los tuyos, presionando cálidos besos por tu cuello mientras sus brazos tiraban firmemente de tu cuerpo contra el suyo.

—Theo... no podemos... no puedo hacer esto...—Un suave gemido salió de tus labios mientras sus dientes rozaban los tuyos, mordisqueando tu piel.

—¿No puedes o no te dejas?—.

Se te quedó la respiración entrecortada cuando sus manos recorrieron la cálida piel bajo el dobladillo de tu camisa. Podías sentir cómo te relajabas.

—Las dos cosas—. Intentaste ser firme con tu respuesta, pero por supuesto, no lo lograste. 

—Pero tú quieres—. Te recuerda. Abres la boca para protestar, pero él te interrumpe.—Mírame a los ojos y dime que quieres que pare—.

Estaba demasiado cerca para que pudieras concentrarte. Su cálido aliento te roza la cara. Su gran mano te sujetaba la barbilla y te pasaba el pulgar por el labio inferior mientras separabas los labios.

—Sólo dilo y pararé—.Te tranquilizó.

Escuchó cómo se aceleraban tus latidos y esperó. Habías pasado tanto tiempo ensayando lo que le dirías, pero nunca pensaste que Theo estaría tan cerca cuando llegara el momento de decirlo. Tus labios se movieron para hablar, pero no podías pronunciar las palabras.

Él sonrió ante tu lucha y tú frunciste el ceño, tirando de él hacia ti por la nuca y besando sus estúpidos labios. Lo que era aún más estúpido era lo mucho que los disfrutabas. Él sonrió y te devolvió el beso al instante, mientras sus grandes manos te subían a la mesa después de apartar sus libros.

Era fácil olvidar dónde estabas con Theo, pero en ese momento, no te importaba. No te importaba que estuvieras en la biblioteca a deshora. Sólo rezabas para que no se detuviera.

Sus manos agarraron el dobladillo de tu camisa, tirando de ella por encima de tu cabeza. Se apresuró a desabrocharte el sujetador, dejando que se deslizara por tus hombros y bajara por tus brazos.

Tus manos pequeñas empujaron su chaqueta fuera de sus brazos. Se inclinó hacia abajo, dejando que sus besos recorrieran tu pecho y besando tus pechos mientras arqueabas la espalda, empujando tu pecho contra su boca.

Theo frotó sus manos sobre tus pechos, chupando tus pezones rozados mientras su pulgar rozaba el pezón opuesto, haciéndolo rodar entre sus dedos.

Recostó tu cuerpo sobre la mesa, dejando besos esparcidos por todo tu cuerpo mientras acariciaba tu suave piel.—Mía—.Murmuró entre besos.

Tus piernas colgaban alrededor de su cintura mientras sus manos se movían entre ustedes, trabajando para desabrocharte los pantalones y tus manos necesitadas ayudaban a deslizarlos junto con tus bragas. Te mantuvo las piernas abiertas, besándote y chupándote los muslos.

Te estremeciste cuando sus labios estaban por todas partes, aparte de donde más lo necesitabas. Aspiró tu aroma y sonrió por lo dulce que olías. Era suficiente para que se le hiciera la boca agua.

Podías sentir su aliento contra ti. Estaba tan cerca, pero a la vez tan lejos que no podías soportarlo más.

—Por favor...—Gimoteaste, tirando de su pelo para acercarlo, pero él no se movió.—Theo, te lo suplico... Por favor, haz algo—.

Él sonrió ante tus palabras, pasando su lengua por el valle entre tus pliegues y arremolinando su lengua contra tu clítoris. Tu cabeza cayó hacia atrás contra la mesa mientras tu cuerpo se arqueaba en su boca.

Tus dedos pellizcaban y jugaban con tus pezones mientras su lengua jugaba con tu zona.

Le pasaste los dedos por el pelo con la mano libre mientras él te abría los muslos, sorbiendo tus dulces jugos mientras te acariciaba el agujero con la lengua.

Tus paredes se estrecharon ante la provocación, haciéndote gemir mientras sus ojos oscuros te miraban por encima de tu cuerpo desnudo.—Sabes como un puto caramelo—. Te alabó mientras te rodeaba los muslos con los brazos y hundía aún más la cara entre tus piernas.

Una retahíla de gemidos caía como miel de tus labios mientras Theo te comía como un muerto de hambre y ésta fuera su última comida.

Había despertado todos los nervios de tu cuerpo y tu clímax se acumulaba en la boca del estómago, ansiando ser liberado. Tus paredes se agitaron alrededor de su lengua, pero Theo se retiró justo a tiempo para impedir tu orgasmo.

—Eso sí que es cruel—.Hiciste un mohín y él sonrió, con la barbilla y la boca brillando con tus jugos.

—Tengo otros planes para ti—. Asegura mientras frota sus dedos burlonamente sobre tu clítoris y tus caderas se agitaron ligeramente contra su mano.—A menos que prefieras acabar alrededor de nada. No hay problema—.

Negaste rápidamente con la cabeza y él sonrió satisfecho ante tu reacción, frotando tu clítoris en círculos y masajeando tu sensible nervio. Tu cuerpo se estremecía ligeramente con cada movimiento de su pulgar.

No te habías dado cuenta de que tenía los pantalones desabrochados ni de que se los había quitado de las caderas para dejar que su endurecido miembro se clavara en tu zona.—Tienes tanta suerte de que apenas pueda esperar a entrar, si no tendrías que suplicar—.

Jadeaste cuando la punta de su miembro atravesó tus pliegues, presionando contra tu entrada. Todo lo que necesitaba era un pequeño empujón, sólo un empujón de sus caderas y estaría dentro.

Como si te hubiera leído la mente, sentiste cómo su miembro te penetraba centímetro a centímetro hasta llenarte. Gemiste mientras te aferrabas a su cuerpo, empujando su camiseta a lo largo de su pecho y tirando de ella por encima de su cabeza mientras tirabas de él para besarlo.

Tus pechos rebotaban contra su empuje con cada embestida lenta y profunda, preparando tu cuerpo para lo más que estaba por venir.

—Voy a follarte tan fuerte que olvidarás que conociste a ese imbecil—.Murmuró, sus labios se posaron en los tuyos mientras rodeaba su cintura con tus piernas.

Se hundió hasta el fondo, viéndote girar los ojos mientras sus embestidas se aceleraban. Con cada embestida, te acercabas más y más a ver las estrellas.

—¡Sí, sí, por favor!—Gritaste, tus gemidos resonaron en la biblioteca vacía mientras Theo te penetraba sin piedad.

Querías todo lo que él pudiera ofrecerte. Con tu cerebro vacío de todo y tu cuerpo abierto para que él lo usara, estabas lista para olvidar.

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