ISAAC LAHEY*
SEMANA DE EXÁMENES
original: @sourwulf
☯︎︎
ADVERTENCIAS: Smut, Dirty Talk
SE SUPONÍA QUE IBA A SER UNA cita agradable y normal con Isaac después de no verse en una semana. La semana de exámenes finales era una mierda, y tenías la costumbre de aislarte del mundo durante ella. Y tanto si querías hacerlo o no, incluías a Isaac. Cada vez que había llamado en la última semana habías dicho que estabas ocupada estudiando.
Así que justo cuando sonó la campana del último de día de exámenes, el estaba en tu casillero. Básicamente te hizo meter todo y salir, haciendo todo lo posible para que dejaras de pensar en las vacaciones de invierno.
Y manejaron al bosque para pasar un rato a solas y cenar temprano en el auto.
En cuanto se inclinó para besarte, supiste que no sería una cita normal.
No pasó mucho tiempo antes de que los dos terminaran en los asientos de atrás de su auto, contigo encima suyo. No cabía bien ahí atrás, así que sus rodillas se apoyaron en los respaldos de los asientos delanteros, dándote algo en que sentarte.
Pero tú sabías que esto iba a pasar. Obvio, no habías previsto que te llevara al bosque, pero tenías el presentimiento de que los dos iban a tener sexo esta noche.
Así que te pusiste tu falda favorita: una roja oscura hasta la rodilla, que se ajustaba a tu cintura para poder mostrar tus caderas. Le facilitaba el acceso y te permitía saltarte la incómoda etapa de quitarte un pantalón mientras estabas encimas de él. Encima llevabas una camisa escotada, que habías cubierto con un jersey la mayor parte del día.
Tu cuerpo era para él, y no querías que nadie más mirara.
—Siento haberte ignorado durante una semana—, murmúrate en su boca.
—Está bien—.
Sentiste que un par dedos empujaban tu ropa interior a un lado y se instalaban en tu clítoris, haciéndote gemir con fuerza. Además de no ver a Isaac durante una semana, tampoco te habías tocado. Siempre tiendes a estar más sensible cuando había pasado tiempo.
—Estas mojada—,dijo, mirándote con ojos de corazón, admirando la forma en que tu cara se torcía y contorsionaba de placer bajo su tacto.—¿Todo esto por mi?—
—¿Quién más podría mojarme tanto?—
Fue su turno de gemir, siendo el suyo más ruidoso y excitado.
Te agachaste y le desabrochaste los jeans mientras sus dedos seguían trabajando, lo que te hizo forcejear un poco. Peor cuando metiste la mano en sus pantalones y rodeaste con tus dedos su dura longitud, vaciló y se detuvo unos segundos. Murmuraste con satisfacción antes de que deslizara dos dedos dentro de ti.
Tus caderas involuntariamente se apoyaron en su mano, tus cejas se hundieron y formaron un pliegue entre ellas. Sus dedos eran largos, y podían llegar a lugares en ti que no sabías que existían antes de que él se acercara.
—Mierda—,susurraste, colocando rápidamente tu mano contra su muñeca. Él te miró con un poco de preocupación en sus ojos.—Me encantan tus dedos, pero te quiero dentro de mí, por favor—.
No te diste cuenta de lo necesitaba que estabas después de solo una semana, pero a él no le importo. Metiste la mano por detrás y abriste la consola del auto, sacando un preservativo. Lo abriste y se lo pásate por encima de su longitud, haciéndolo respirar bruscamente.
Sin dudarlo, lo alineaste en tu entrada y lo miraste a los ojos antes de bajar, llenándote y conteniendo la respiración. Él murmuró un 'Dios', sus dedos presionando tus caderas.
Te colocaste primero, rozando y rebotando con tal velocidad que hacías temblar el coche. Estabas mareada por el placer y su lengua trazando círculos en tus clavículas y no hacía más que aumentarlo.
Joder, Mierda y Dios llenaban el aire, sumándose a una perfecta armonía con gemidos, quejidos y suspiros que era suficiente para hacer que Afrodita y el propio Eros se estremecieran.
La mayor parte del tiempo, cuando tú e Isaac tenían sexo, temías que te desgarrara. Podías sentir que te estirabas tanto como era humanamente posible y que la punta de su miembro presionaba con dureza contra tu cuello uterino, pero ahora mismo esa supuesta incomodidad solo aumentaba el placer que corría por tus venas.
Separó un poco más las piernas para que tus movimientos no estuvieran tal limitados y evitar que tu trasero se apoyara tan duramente contra ellas.
Deslizó su mano entre tus hombros y acercó tu pecho a su boca, permitiéndole hacer chupetones descuidados en tu piel. Pero esa posición cambiada provocó fricción contra tu clítoris e hizo que tus piernas temblaran, e inmediatamente pudiste sentirte mucho más cerca de tu orgasmo.
—Mierda, Isaac—,jadeaste, clavándole las uñas en los hombros.
Le encantaba oír su nombre en tu boca durante el sexo. Era uno de sus mayores placeres: saber que era él quien te hacía sentir así de bien. Que te hacía correrte, que te hacía gemir y gritar. Nadie más, él. Que eras suya, toda suya, y que todo lo que hacía te hacía sentir bien.
—Dime lo bien que se siente—.
—Muy bien. Me voy a correr pronto—.
—¿Si?—Asistente a su pregunta.—¿Te vas a correr para mi?—
—Si—,gritaste, aumentando tu velocidad a niveles inhumanos.—Mierda... por favor—. No sabías realmente lo que estabas suplicando, ya que eras tú la que estaba encima, pero sabías que a él le encantaba oírte suplicar, esperando que eso le ayudara a llegar al límite.
Usó su otra mano para acomodar tu cabello, inclinando tu cabeza hacia atrás y dándole acceso completo a tu cuello. Y fue entonces cuando te desmoronaste. Inconscientemente cambiaste a rozarte contra él en lugar de rebotar, prestando especial atención a tu clítoris y permitiéndole golpear tu punto G.
Las gotas de sudor resbalaron por tus sienes y tu pelo, tus piernas se agitaron lo suficiente como para doler, y los ruidos que salían de tu boca sólo le hicieron sonreír.
Dejaste salir tu orgasmo, apoyando tu frente contra la suya mientras recuperabas el aliento. Los zumbidos de éxtasis eran el único sonido que podías reunir mientras le mirabas.
—¿Estás bien?—,preguntó con una sonrisa, a lo que tú asentiste.
—¿Terminaste?—
Negó con la cabeza.—Casi—.
Inmediatamente, tus caderas volvieron a moverse hacia arriba y hacia abajo, y tus labios encontraron el camino hacia su mandíbula.
—Isaac—,susurraste,—sé un buen chico y córrete para mí—.
Como si fueras una profesora pidiéndole que diera lo mejor de sí en un trabajo, o como si fueras un entrenador de perros enseñando suavemente los trucos a un cachorro, lo cual era un poco irónico.
Y realmente funcionó. Sus puños apretaron tu camisa en dos bolas, haciendo su mejor esfuerzo para no hacer lo mismo con tus caderas.
Su cabeza se echó hacia atrás y se apoyó en la parte superior de los asientos, sus cejas subieron lentamente por su frente y sus caderas comenzaron a agitarse.
Seguiste besando su cuello mientras él recuperaba el aliento.
—Maldita sea—,murmuró, soltando tu camiseta y deslizando sus manos bajo ella, acariciando suavemente la piel con el pulgar. Volvió a inclinar la cabeza hacia arriba para poder mirarte.—Dios, te quiero—.
Te reíste débilmente, apartando sus rizos, ahora ligeramente sudados, de su frente.
—Te quiero—,respondiste.—Y te he echado de menos—.
—Te he echado más de menos—.
Tu sonrisa no hizo más que crecer mientras te inclinabas para darle otro beso, esta vez más profundo y dulce.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top