DEREK HALE*

PUEDES GUARDAR UN SECRETO?
original: @twjournals

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ADVERTENCIAS: Friends w/ benefits on the low, Smut, Some dom/ sub play, fingering, lots of teasing

INTENTASTE QUITARTE EL sueño de los ojos mientras mirabas la pantalla de tu computadora. Miraste la hora en la parte superior de la pantalla y suspiraste. Las 12:32 de la mañana. Habías estado trabajando en algunas tareas desde que te bañaste llegando a casa.

Con los exámenes finales acercándose, intentaste no prestar mucha atención a la hora. Solo querías quitarte de encima las últimas tareas para tener tiempo de estudiar.

Tatareaste la canción que salía de los altavoces mientras escribías en teclado.

Solo esta última parte... yyyyyy hecho.

Tras guardar rápidamente, cerraste todo antes de cerrar la computadora. Mañana volverías a revisar tú trabaja cuando estés descansada. Te levantaste de la cama, mirando la ventana abierta al pasar junto a ella para volver a dejar la computadora sobre el escritorio.

¿Donde estará? Ya te imaginabas que Derek estuviera aquí, pero la verdad es que nunca sabías cuándo esperarlo. Normalmente sabías donde estabas, pero no podías decir lo mismo de él. Derek Hale era el tipo de persona que te decía que te alejarás. Siempre había sido un poco raro, pero también un poco curioso. Aunque momentos como este te hacían darte cuenta de la verdad que había en lo que decían, nunca importaba cuando él estaba cerca.

Comprobó su teléfono cargándose, pero no había nada. Ningún mensaje. Pensaste en enviarle un mensaje, pero rápidamente te negaste. No querías molestarlo. Además, no estaban juntos. Solo se veían. O tal vez 'Amigosconderechos' era un terminó más adecuado para describir la relación que tenían, pero te costaba trabajo aceptar que utilizabas a Derek solo por su cuerpo. Había más de lo que ambos querían admitir.

Independientemente de lo que fueran, no querías molestar.

Dejarse de nuevo tu teléfono en la mesita ante de cerrar la ventana. No dejabas de preguntarte si estaba bien. Si no mandaba un mensaje por la mañana, Urías a ver cómo estaba.

Duerme ahora, preocúpate después.

Vacilaste un momento. Estabas en guerra contigo misma por cerrarla por si aprecia. Sabía que cuando aparecería, te regalaría por dejarla abierta.

Los podías oír.

¿Sabes cuantos pervertidos hay ahí fuera?

Sonreíste un poco. Probablemente bastante, pero solo había uno que sabía que tu ventana siempre estaría abierta. Estaba dispuesta a discutirlo.

Volviste acostarte en tu cama y te cubriste con las sábanas. Agarraste un poco de la camisa oversized que traías puesta y te la acercaste a la nariz sofá sentir su olor. Tal vez te habías pasado un poco con ella puesta o tal vez debería haber tenido cuidado donde dejaba sus cosas. De todas formas, quien lo encuentra de lo queda. Te acostaste cómodamente bajo las cobijas rodeada de su cálido aroma, dejando que el sueño te ganes lentamente.

Pocas horas después, Derek estaba frente a tu ventana. Sabía que llegaba tarde, pero se le había atravesado algo. Pensó en mandarte un mensaje, pero algo le dijo que al menos lo intentara. Ese algo era su propia necesidad de verte. Después de un tiempo separados, tuvo que admitir que te extrañaba.

Esperaba que la ventana estuviera cerrada y que ya estuvieras en la cama. Dada la hora, no le sorprendería. Lo que a otros les habría parecido un viaje en vano, a él le parecía una seguridad. Empujó hacia arriba la ventana, deteniéndose un momento cuando la ventana se movió bajo sus manos. Quizá estabas despiertas después de todo. Ahora no sabía que esperar, pero a pesar de todo guardo silencio para no despertar a tu roomate.

Derek levantó la ventana lo suficiente como para meterse en tu habitación antes de darse cuenta de que estabas profundamente dormida bajo las sábanas. No podía creer lo angelical que te veías simplemente durmiendo.

Se quitó su camisa blanca antes de meterse en tu cama a tu lado. Sus fuertes brazos te rodearon la cintura por debajo de las sábanas y te atrajeron hacia él. Tu cuerpo parecía encajar perfectamente con el de él.

Su nariz se pegó a tu pelo para hundir aún más su cara en tu cuello. Siempre olías tan bien. Era una de las cosas que más le gustaba de ti.

Tatareaste.—Llegaste tarde—.

Sonrió casi al instante.—No me escuchaste—.

—¿Que hay de nuevo?—frotaste tu mano sobre su brazo, rodando sobre tu espada para quedar de frente a él.

Su sonrisa se ensanchó cuando sus ojos se encontraron con los tuyos antes de que tu camisa captara su atención. No era una camisa cualquier, no, era una camisa de él.

—Eso es nuevo—. La comisura de sus labios se curveó en una mueca.—¿Te pusiste una de mis camisas?—

Tus mejillas se sonrojaron de un rojo intenso. Habías olvidado por completo que te las habías puesto.

—¿Está cosa vieja?—intentaste disimular tu vergüenza, acurrucándote juguetonamente bajo la camisa holgada. Podrías morirte por dentro si a él no le hubiera causado Gracias, pero teniendo en cuenta la sonrisa que tenía en los labios, debía de estar disfrutando del espectáculo.

Puso los ojos en blanco. Por muy linda que te vieras con ella puesta, había algo en la forma en que te veías con una de sus camisas. ¿Como podía una acción tan inocente excitarlo tanto?

—Te queda mejor—.

—Me alegro de que te guste—. Volviste a girar sobre la cama para darle la espalda de nuevo, apretando rápidamente los labios para contener la risa cuando sentiste su bulto contra tu espalda. Te sorprendía lo fácil que era excitarlo.—No llevo ropa interior. Pensé que te gustaría saberlo—.

—¿Sí?—Derek enarcó una ceja ante tus palabras. No había nada inocente en ti.—Tendré que verlo por mí mismo—.

Le echaste una mirada inocente por encima del hombro.

Un grito ahogado salió de tus labios cuando sentiste que sus dedos separaban tus muslos para deslizar su mano entre ellos. Rápidamente se dio cuenta de lo ciertas que eran tus palabras.

—Niña traviesa. ¿Es ésta tu forma de disculparte?— bromeó, refiriéndose de nuevo a la ventana.

Suspiraste de placer cuando sentiste dos de sus dedos deslizándose por tus resbaladizos pliegues. Su otra mano rozaba la cara interna de tu muslo para asegurarse de que mantuvieras las piernas separadas.

—¿Funciona?—Tu voz era tranquila.

Tarareó, haciendo círculos con sus dedos alrededor de tu clítoris antes de volver a deslizarlos por tus pliegues hasta que los empujó contra tu entrada.

—Tendré que pensarlo—.

Con eso empujó sus dedos dentro de ti, metiéndolos y sacándolos de tu agujero ya empapado. Siempre le sorprendía lo mojada que te ponías. Apenas te había tocado y ya estabas en un charco de tu propia excitación. ¿Habías estado pensando en él? ¿Estabas pensando en esto tanto como él?

Sus labios te besaron cálidamente en el cuello. Su mano libre subió por debajo de la camisa que llevabas puesta para rozarte los pechos, jugueteando con tus pezones entre sus dedos.

Jadeaste de placer. A pesar de su delicadeza, tenía las manos lo bastante callosas como para que incluso las caricias más suaves te provocaran dolor.

Podías sentir tus jugos chapoteando mientras sus dedos entraban y salían de tu zona con rapidez, curvándolos dentro de ti mientras te acariciaba el montículo. Los enroscaba lo justo para tocar ese punto. Derek conocía muy bien tu cuerpo.

Un gemido se escapó de tus labios antes de que pudieras evitarlo.

Derek te hizo callar con un beso, aunque sus gruesos dedos seguían acercándote a donde necesitabas.—No quieres despertar a tu compañera de piso, ¿verdad?—.

Negaste rápidamente con la cabeza. Eso era lo último que querías cuando ya estabas tan cerca.

—Quieres correrte, ¿verdad?—

Dios, sí que querías. Asentiste con la cabeza, sintiendo cómo sus dedos entraban y salían de tu zona más rápido. Apretaste los labios para no dejar escapar otro gemido. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo. Era sólo cuestión de tiempo que te deshicieras, que te derrumbaras. Sólo que Derek no permitiría que eso sucediera. Todavía no. No cuando tú quisieras, sino cuando él pensara que estabas bien y preparada.

—Derek... no...—Te quejaste cuando sus dedos se deslizaron fuera de ti. Tu cabeza rodó hacia atrás contra su hombro, derrotada, mientras intentabas empujar sus dedos de nuevo, pero él sólo tiró de ellos otra vez.—Por favor...—

Sus dedos se cerraron sobre tus mejillas, apretándolas mientras te obligaba a mirarle.—Te hice una pregunta, ____—.

Levantaste los ojos y asentiste con la cabeza a pesar de su agarre.—Quiero correrme, Derek. Por favor—. Suplicaste, tratando de mantenerte callada a pesar de lo desesperada que estabas.

Sus dedos acariciaban tus labios y sonreían ante tu respuesta. Por ti haría cualquier cosa.

Sus dedos frotaron perezosamente tu clítoris mientras se bajaba los pantalones de chándal y los bóxers para liberar su erección. Frotó la punta dolorida a través de tus pliegues para cubrir su longitud con tus jugos antes de deslizarse dentro.

—¿Quieres correrte? Puedes correrte en mi—.

Derek te miró con un suspiro de placer mientras tu cuerpo se arqueaba hacia él. Su mano se aferró a tu culo cuando lo empujaste más hacia su pelvis para meterlo más adentro. Después de darte poco o nada de tiempo para adaptarte antes de que él empujara sus caderas contra las tuyas.

Las cosas que este hombre te hizo. ¿Cómo ibas a parar si era tan adictivo? No podías. Estabas completamente a su merced.

Usando su mano libre, metió sus dedos en tu boca para mantenerte callada. Los únicos sonidos que llenaban la habitación eran tus gritos ahogados y el golpe de sus caderas contra las tuyas, ansioso por hacerte caer sobre él.

Sus ojos no se apartaban de ti mientras tu lengua se deslizaba desesperadamente sobre sus cálidos dedos, chupándolos y gimiendo a su alrededor. Como si sus ojos no pudieran ser más oscuros, sentiste que lo eran.

—No se me ocurre nada más bonito—. Murmuró contra tu oído.—Probablemente ni se te pase por la cabeza—. Sonrió satisfecho al darse cuenta de la razón que tenía.

Tus manos más pequeñas se aferraron a su muñeca, amortiguando tus gritos en sus dedos. Ni un solo pensamiento. Sólo querías que se sintiera orgulloso. Derek trabajó en tu clítoris con la otra mano mientras tus muslos temblaban alrededor de su mano. 

Te lloraban los ojos por la intensidad del orgasmo. Cualquier parte que quedara de ti se desmoronaba hasta que no eras más que un revoltijo tembloroso goteando sobre él.

—Eso es, nena. Mierda, qué desastre estás haciendo—. Sus dedos untaron tus jugos cuando bajaste de tu subidón antes de llevarse los dedos a los labios para chupárselos y limpiarlos de tus jugos. Lentamente sacó sus dedos de tu boca.

Tarareaste alrededor de sus dedos mientras los limpiaba, encontrándose con tus ojos cuando se dio cuenta de que le mirabas.

—¿Así que ahora está todo perdonado?—Bromeaste, incapaz de contener la risita que se escapaba de tus labios.

—No estoy muy seguro de eso—. respondió.

Derek se movió bajando entre tus piernas y abriéndolas alrededor de su cabeza mientras sus dientes mordisqueaban el interior de tus muslos. Se te cortaba la respiración al verlo. Aunque no fuera la primera vez, no creías que pudieras acostumbrarte a esto.

—Creo que voy a necesitar que me convenzan—.

Tu cabeza rodó hacia atrás contra la almohada para luchar contra un gemido. Sabías que te tocaba. Iba a ser tu muerte.

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