𝐗𝐈𝐈𝐈. Una leyenda sobre conquista y alianza

─━━━⊱ CAPÍTULO XIII ⊰━━━─

UNA LEYENDA SOBRE CONQUISTA Y ALIANZA

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Tᴏᴅᴏ ᴀʀᴛᴇ ᴅᴇ ʟᴀ ɢᴜᴇʀʀᴀ
sᴇ ʙᴀsᴀ ᴇɴ ᴇʟ ᴇɴɢᴀɴ̃ᴏ ❞.

───────•♧︎︎︎𒊹︎︎︎.• ERIS •.𒊹︎︎︎♧︎︎︎•───────


Eris recordaba que la última vez que había visitado el palacio de Adriata, este había sido arruinado por la gente de Amarantha, cuando poseía el dominio sobre Prythian.

Desconocía exactamente los propósitos de la reina, aparte de conquistar todas las cortes, la reina planeaba cumplir algún tipo de venganza contra la corte noche, no sabía cómo había iniciado eso, pero si estaba seguro de que acabaría fatal. Desde su punto de vista personal, el lord al que más simpatía le tenía era Kallias, y si Kallias era astuto, aceptaría a la reina cuando fuese a pedir su lealtad. Pero Tarquin era un asunto diferente, era orgulloso a su propia causa, sabía con toda certeza que rechazaría a la reina. Y rechazar a su majestad, solo dejaría como resultado una masacre.

—Mi lord, esperamos su orden —dijo el líder de su tropa.

Aún no se acostumbraba, a qué lo llamasen lord. Lo sentía impropio, pero era lo justo para el puesto que ahora poseía.

Estaba molesto con la reina, había convertido a sus soldados en bastardos ilyrios, la raza más impura en Prythian. Y aunque nunca en todos sus años de vida había visto a alguien convertirse en otra persona con un solo trago de una bebida, él sabía muy bien que la reina podía convertir a cualquiera en un animal con un solo chasquido, y por eso era mejor no oponerse a lo que fuera que le pidiera.

Él y sus soldados estaban en medio de la oscuridad, escondidos entre las sombras de las pocas ruinas que ahora quedaban de Adriata, parecía que arreglar su castillo había llevado más tiempo de lo esperado para el lord verano.

Su magia de fuego sentía el escudo que había sido puesto por el poder del verano, para proteger a su corte de cualquier enemigo. Eris no se atrevía a tocarlo, pese a que su magia había incrementado desde que la reina lo ascendió. Su poder se había fortalecido, lo sentía correr entre sus venas más fuerte que antes. Era como si al morir su padre, él heredará la verdadera fuerza de todo su territorio. Así que Eris invocó al fuego desde su interior, para derribar aquel escudo que protegía el palacio de Adriata. 

Presionó y presionó más su magia para pelear contra aquel poder de agua. Era luchar contra su enemigo natural, fuego y agua.

Su mano derecha, fue tocada por otra más, Eris se alejó al instante, deteniendo el ataque.

Era la reina, había llegado, pero está vez usaba una ropa típica de los ilyrios. La reina le extendió la mano para que se la tomará, sus soldados se quedaron en silencio.

—Conquistemos juntos está corte, mi lord —le dijo Sloanne, la magia azul irradiaba de sus ojos.

Y no sabía porque, pero el que la reina le mencionara aquello, le daba una empoderada satisfacción.

—A sus órdenes —le dijo Eris. Le tomó la mano, la cuál estaba fría y repleta de poder.

Así fue cómo el fuego rojo y la magia azul se mezclaron, fuego aliándose con el poder de las tinieblas, para derribar juntos el escudo del verano.

La tierra bajo el palacio comenzó a temblar, así como la estructura del castillo, sus soldados estaban ansiosos por ir a la lucha, sentía la emoción tras el. Sus soldados creían que ganarían, así como los de Tamlin, con la reina a su lado, tomarían la corte antes del amanecer.

Le sorprendió que su magia y la de la reina se acoplarán a la perfección, cómo si casi estuvieran hechas para derrumbar reinos enteros juntos, fuego y tinieblas siendo aliados, nada más.

El escudo del verano no duró, reververó en magia bajando las protecciones de Adriata. Dejándoles el paso libre al palacio.

—A sus órdenes, majestad —dijo Tamlin de nuevo, sonriendo por el triunfo de los escudos.

Sloanne le dió la cara, satisfecha, como si fuese una niña después de haber puesto una trampa perfecta.

—Soldados —los llamó ella—, las puertas a nuestra conquista han sido abiertas. Asesinen y torturen a cualquiera que intente detenerlos en su conquista, eliminen guardias y abran paso a su reina y señores. Pero, no le hagan daño a ningún miembro de la dinastía del verano, de lo contrario —el rostro de Sloanne se oscureció en sombras y provocando terror—, los haré pagar. Ahora vayan y tomen está corte bajo nuestro dominio.

Sus soldados y los de Tamlin levantaron sus espadas, ansiosos por la sed de sangre y muerte, en la guerra sus soldados dejaban de tener emociones, se volvían bestias hambrientas de sangre y gloria.

Avanzaron ingresando por las ruinas que aún quedaban, a este punto Tarquin debió sentir sus escudos derrumbarse, se estaba preparando seguramente.

—¿Listos para su misión? —les preguntó Sloanne a él y Tamlin.

—Lo estamos —habló primero Tamlin.

Eris asintió breve, sin asegurar un profundo deseo de conquista.

—Beban ésto, ustedes me acompañaran a mí —les dijo la reina, en cada mano portaba un frasco, uno era de líquido rojo como la sangre, otro era oscuro, tan oscuro como debió estar el corazón de su padre.

Era evidente, beber eso lo cambiaría a la forma que quisiera la reina, la forma que planeara ella. Eris destapó ese frasco, dudoso, mirando si Tamlin lo bebía primero.

E incluso Tamlin también dudaba, pero al ver la prisa en los ojos de la reina, Tamlin se apresuró para destapar su frasco y oler su interior.

—Hay una corte que conquistar, señores —les dijo Sloanne.

Tamlin se posicionó el frasco de líquido oscuro en sus labios y vertió el interior en su boca. Hizo una mueca de que el sabor era desagradable.

Eris al notar que la reina esperaba que hiciera lo mismo, tomó un breve trago, el cuál este sabía al hierro de la sangre, Eris se bebió todo el contenido, ignorando ese feo sabor a metal.

—¿Bien, y cuándo hace efecto ésto? —preguntó Eris.

Le empezó a doler la cabeza, un momentáneo aturdimiento le dió, extrañamente sus músculos comenzaron a doler. Era esto lo que les había hecho a sus soldados, así habían cambiado ellos.

La estatura de Tamlin se agrando por pocos centímetros, su cabello rubio cambio a uno completamente negro, sus ojos cambiaron así como su iris a uno violáceo y cubiertos de estrellas.

Eris sintió esa extraña sensación de cambiar de piel, su cabello tambien se había oscurecido, sus músculos se habían agrandado desgarrando carne, rompiendo así la ropa que se había puesto para la batalla.

Y el tuvo que sentir lo que sus soldados habían sentido antes, como los huesos de su espalda se rompían, cambiaban y se volvían a estructurar a una nueva forma. Era un dolor indescriptible. Eris aguanto el dolor, aguanto el fuego que buscaba protegerlo del dolor, se rindió al cambio que le pedía la magia de la reina. Respiró pesadamente, escuchaba a sus huesos moverse, sentía su rostro agrandarse, vió a su propia piel cambiar. Sabía que la reina lo había transformado en algo que no deseaba.

Lo transformó en Cassian, lo sabía sin mirarse en ningún reflejo.

—Lord noche y general de sus ejércitos —la reina levantó su mano para invocar su magia, que resplandecía con más fuerza. —Yo les daré el poder que necesitan para someter a los enemigos.

La reina se le acercó, le colocó la mano de magia sobre el pecho, adentrando su poder azul a lo profundo de su ser. Eris sintió el chispazo de energía que le recorrió, era su imponente fuego y algo más. Vió su ropa transformarse a una diferente, su traje se acompleto con vibrantes sifones rojos.

Cuando fue el turno de Tamlin, la reina le colocó ambas manos a la cabeza, la magia se adentro a la mente del lord primavera, a éste le apareció aquel tatuaje que llevaba Rhysand en su brazo.

Eris estaba molesto, tanto sacrificio para conquistar las cortes con el rostro de sus rivales, esto era inaudito.

—¿Y usted quién será, majestad? —le preguntó, insatisfecho por cargar la piel de aquel bastardo.

—Buena pregunta, lord otoño —dijo Sloanne. Ella no tuvo que beber un frasco con sabor horrible, Eris lo supo cuando la reina subió las manos a su rostro, las paso por sus mejillas y sus rasgos cambiaron en un chispeante segundo.

La cabellera dorada le abarcó desde la raíz hasta las puntas, los ojos se le afilaron así como sus pómulos. Su apariencia era igual de inescrutal y fría como la misma Nesta Archeron.

—Una cosa más, Tamlin —dijo la reina. —Si debo apuñalarte frente a Tarquin, deberás aceptarlo. No me falles.




────•❍.*✰ MORRIGAN ✰*.❍•────

No sabía en que lugar se encontraba exactamente, solo sabía que había oscuridad y ese repulsivo aroma a carne podrida y humedad.

Sabía que árboles le rodeaban, que se encontraba en algún claro del bosque, pero todo el lugar estaba cubierto de niebla y bruma gris, tanto como para no adivinar la profundidad de aquel bosque.

No llevaba mucho tiempo allí, pero para ella se sentía largo, se había mantenido escondida tras el árbol después de escuchar un estruendoso rugido hacer temblar los árboles. Creyó que lo más sensato, sería permanecer allí escondida, dónde lo que moraba allá fuera no pudiera encontrarla.

La reina le había advertido, sobre las bestias. Aún tenía ese maldito cuchillo que le dió al abandonarla. Y ella se había debatido muchas veces en sí atreverse a avanzar en aquel bosque, esperando que muy en el fondo, aquello que rugía solo fuera una ilusión de la reina y nada más.

Pero sí permanecía allí, con las piernas entumecidas y temblorosas por el frío, jamás se enteraría si era verdad o todo una completa idea que había sembrado la reina en su mente. Y así, con la mente y el corazón frustrado, Morrigan soltó las lágrimas que amenazaban a sus ojos todo este tiempo, lloró en silencio por qué se sentía sola y no sabía que hacer.

Deseaba con todo su corazón que todo fuera diferente, deseaba regresar el tiempo, evitar ciertas cosas, muchas a decir verdad. Si tan solo ella se hubiese quedado en Velaris ese día, probablemente no estaría aquí, si no hubiera acompañado a Azriel aquel día, nada le habría sucedido. Tantas cosas se pudieron evitar, y ellos habían hecho todo mal. No sabía nada de su familia y amigos, ¿La estarían buscando? Solo la madre podría saberlo. Pero aún no la encontraban, y ella no sabía cómo volver.

Había intentando transportarse, por supuesto, pero cada que lo hacía sentía a la fuerza separarse de ella. ¿Y si nadie la estaba buscando? ¿Y si todos estaban...muertos, asesinados por la reina?

No. Debía alejar esos pensamientos negativos de su mente.

Además, siendo una anciana no la reconocerían si la tuvieran enfrente, y ella tenía prohibido mencionar su nombre, estaba atada por el hechizo de esa bastarda reina. 

—Mo...—intentó decir su nombre, pero simplemente la idea de su nombre se le fue al momento.

En su lugar, Morrigan apretó su mano en la empuñadura de esa arma.

—Mo...—volvió a decir, pero simplemente su nombre se trabó en su lengua.

En su vida ella había sido rescatada, por Rhysand, Cassian y Azriel. Pero quizá ya era hora de que no esperase ser ayudada, quizá era hora de que se enfrentará a todo por si misma, que se armara del suficiente valor como para atreverse a salir de ese bosque.

Ella se levantó, con el fechazo de fuerza que le había impulsado la supervivencia. Avanzó, mirando a los lados que la rodeaban, con el arma lista para luchar, caminó a pocos pasos, tan silenciosos que le evitarán un enfrentamiento con algo indeceable.

Cuando encontró más confianza, avanzó más cuidándose la espalda a ratos, avanzó directo hacía la luz pasando la densidad de la bruma. Aún olía mal, pero estaba más concentrada en cuidarse.

Un ligero estruendo abarcó todo el bosque, un sonido indistinguible le hizo detenerse, y mirar los extremos. Pero está vez sentía a algo acechar tras su espalda, giró levemente la cabeza percibiendo nada más que bruma.

El rugido resonó de nuevo, y está vez hizo a la bruma empujarse contra ella, incluso los árboles temblaron. Mor se giró en todas direcciones, revisando si algo se acercaba, escuchó una respiración densa rodearla, una respiración cómo el breve bufido de un animal.

Dos luces azules brillaron entre la niebla gris. Ella retrocedió, pensando en la posibilidad de quién era, pero antes de tener espació para correr, tropezó de espaldas. No perdió tiempo y se arrastró más lejos de aquellas luces azules, se apoyo en la rodilla para levantarse, empujándose del piso con sus manos.

El rugido de nuevo le inundó los oídos y tan cerca como para sentir a su espalda un fuerte soplido. Pronto, una bestia se abalanzó contra ella evitando que escapará. Morrigan gritó cuando sintió las garras penetrarte la piel de la espalda.




────•𖦹•̀.☦︎ NEHERYS ☦︎•̀.𖦹•────

Había entrado en la segunda línea de batalla, al derrumbar los escudos, ingresaron por las ruinas del palacio. Previamente habían memorizado los planos del interior, sabiendo que caminos transcurrir para facilitar dispersarse en el interior.

Iban sigilosos, era de esperar, el objetivo principal era someter a la familia verano para que su majestad tuviera acceso directo a ellos.

La simpleza de avanzar, le hacía temblar en breves ratos, estaba nervioso por el enfrentamiento, pues aún que en el campamento de viento no fue un ávido luchador, después de entrenar con la reina había mejorado, e incluso había tenido que matar a tres personas por la señora a la cuál ahora le debía devoción. Pero este sería su primer enfrentamiento sin ayuda de la reina, este sería el primero en el qué o mataba o moría.

Gritó un soldado del otoño en la línea del frente. —¡Nos descubrieron! ¡Peleen!

Eso fue suficiente para cambiarlo todo, los soldados avanzaron al frente, armas desenfundadas para el ataque. Neherys sentía a su pulso golpetear en sus oidos, el estómago se le revolvía. Y antes de acobardarse, preparó su espada bendecida por su reina, le besó la empuñadura dando una breve plegaria para cualquier dios o divinidad que lo escuchará. Pues lo que estaba apunto de hacer, no sabía completamente si era lo correcto.

Se desplegó con los soldados, en el pasillo largo de las ruinas. —¡Dividanse! —gritó Neherys para que abarcaran más espacio.

Los hombres aceptaron su orden. Quizá porque sabían que era el único soldado de la reina, y ella les daba miedo a todos.

Los guardias del verano, no estaban preparados, descuidados por un inminente ataque, sus refuerzos eran escasos, y la reina les había dado a ellos el poder de ser más fuertes, más poderosos. Fue así que todos se atrevieron a atacar sin piedad, los sonidos de choques de acero se mezclaban con los gritos de los hombres al luchar, los gemidos de esfuerzo y los de dolor, los gorgoteos de gente muriendo ahogada con su propia sangre. No era diferente a lo que se había hecho en su campamento, ninguno de estos soldados sabía que era mejor morir en la lucha por los soldados del otoño y la primavera, que morir a manos de la reina. A eso él le llamaba piedad.

La guerra era algo inumano, era asqueante y le hacía temblar, pero debía luchar o si no morir, y él le había hecho una promesa a su reina. Contó cuatro, cinco y seis, más muertes en sus manos. A este punto, ya no podía dudar de si mismo, su único enfoque era estar alerta en oídos, vista y mente, esquivar ataques, contraatacar. Ignorar el peso que implicaba su espada y la fuerza con la que la usaba.

Así acabaron a la primera orda de guardias del verano, avanzaron ingresando a los pasillos blancos del interior del palacio dejando su rastro de sangre, los sobrevivientes se dividieron las áreas del castillo. Él se fue por la parte oeste, dónde quedaba la ruta a las habitaciones más cercanas de la familia verano.

Pronto Neherys se detuvo, presintiendo algo raro, hizo a los soldados que lo acompañaban detenerse. En definitiva, escuchó a las paredes crujir, apunto de subir una escalera de mármol vió desde el inicio como el agua se deslizó.

—¡Retrocedan! —les advirtió.

Lo que parecía ser un pequeño frujo de agua bajar por las escaleras, se convirtió en un río. Justo en la cima de la escalera, una mujer de cabello plateado se asomó desde la cima, solo para dirigir su poder de agua a ellos.

El agua estalló, callendo a mares por la escalera, empujando a los soldados con fuerza, Neherys se sostuvo de un pilar cercano, evitando que el agua lo empujara.

No conocía a los príncipes de Adriata, pero estaba muy seguro de que ella era la princesa Cresseida. Neherys sacó de su cinturón el brazalete que le había dado la reina, era plateado y extrañamente flexible, dijo que cuando fuera el momento indicado para usarlo, lo sabría.

Una idea le llegó a la mente, se dejó empujar por el agua, direccionandose a su izquierda para colocarse bajo la escalera, el lugar se estaba inundando, nadó hasta llegar a una posición que le permitiera escalar hasta la parte superior. Guardó su espada en la vaina y preparó el brazalete.

Debía interceptar a la princesa, por su reina. Preparó a sus alas para ascender, voló hasta la cima tomando a la princesa en sus brazos, deteniéndola de usar su magia. La princesa se intentó liberar por instinto, Neherys la soltó, solamente sosteniéndola del brazo, dónde adentró el brazalete de la reina.

—Sloanne —dijo él en voz alta. —Sloanne, Sloanne...

El agua rugió y reververó, soltando grandes burbujas.

Y quién apareció no era su reina, era una mujer que no se parecía nada a su reina.

—Has hecho bien tu trabajo, mi caballero —dijo, incluso su voz era distinta.

"Usa en la princesa éste brazalete, mi caballero" le había dicho antes de la pelea.

«Era ella, si, era su reina, escondida en otra apariencia».

Neherys dejó en el suelo a la princesa, está sacó un cuchillo de algún lugar y lo amenazó, retrocediendo para alejarse de ellos.

—Si intentan acercarse los... —intentó expulsar su poder, pero no salió nada de sus manos.

—¿Los...? ¿Ahogare, lastimare? Bueno, ya esperaba que dijeras algo así linda princesa —dijo la reina. —Ahora, vas a decirme dónde está tu lord.

La princesa se negó a responder, arrojando con destreza su cuchillo, direccionado a la reina, Neherys se puso frente a su majestad para evitar que fuera herida, esperando el cuchillo. Pero este se detuvo a un centímetro de penetrar su piel, magia azul lo había retenido, descendió repiqueteando en el suelo.

La princesa Cresseida sacó decididamente otro cuchillo, preparada para cualquier enfrentamiento.

—No importa —dijo su reina, palmeandole el hombro, como un agradecimiento por defenderla. Lo rodeó para enfrentarse a la princesa. —Lo haré venir a mí.

Le lanzó una bruma de magia azul. La princesa inhaló aquella nube, obligada por algún tipo de encantamiento previo. Así quedó aturdida, dando traspiés para mantenerse bien, aún sosteniendo su arma para protegerse.

—Quitale sus armas —le ordenó la reina.

Él avanzó para revisar a la princesa, está retrocedió amenazando con herirlo, pero simplemente el hechizo de la reina no le permitía cordinar su fuerza. Así Neherys la contuvo, quitándole aquella arma, y revisando que no tuviera más. La princesa forcejeó, sin ningún arma en sus manos, le encajó las uñas en el rostro como último recurso.

Neherys la empujó con fuerza, haciéndola perder el equilibrio, y la contuvo sin ninguna indulgencia.

—Linda princesa —se acercó su majestad, después de que le confirmara que no tenía más armas. —No debiste salir de tu cama a media noche, ¿Qué no sabes que las tinieblas acechan?




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Era una habitación extensa, creada con una copula de piedra color perla y paredes de vidrio verdoso que dejaban vista a la corte verano y su abastecido mar oscurecido por la noche. Soldados contrarios se formaban alrededor de su lord. Se había cesado el fuego al combate, y todos se habían reunido, solo para enfrentarse aquí y ahora. Más bien para completar la obra dirigida por la reina Sloanne de Hybern.

—Me alegro otra vez de verte, Tarquin —dijo la oscurecida voz de Rhysand.

Pero aquel hombre frente a él no era Rhysand, aunque actuaba con total determinación a cómo lo hubiese hecho el lord nocturno. Tenía las manos en sus bolsillos, el gesto sosegado y aburrido que siempre mostraba. Parecía que Tamlin hubiese admirado con detenimiento cada rasgo del macho para interpretarlo de semejante forma.

—Suelta a la princesa —advirtió el macho de cabello plateado. Tarquin no se atrevía a atacar, pese a que había un buen ejército de soldados de su parte, no se atrevía a actuar diferente por miedo a lo que le hicieran a su preciada princesa. —No hace mucho nos ofreciste tu ayuda y ahora, nos atacas.

—¿Porqué haces ésto? ¿Porqué nos asedias? —preguntó confundido Varian, el principe de Adriata. —Somos aliados... y amigos. 

—Tenemos una historia que contar, lord aliado —habló Rhysand, señalando con el mentón a Cresseida.

Nesta subió aquel cuchillo a estar próximo a la piel de la muchacha, amenazando con cortar profundo. Incluso la reina se había adaptado a su propio papel. Y parecía que el único que se sentía incómodo con tal acto era Eris.

—Matamos al último rey —dijo Rhysand. Incluso esa propia magia nocturna le rodeaba. O el hechizo de la reina había funcionado a la perfección, o Tamlin hacía un grandioso trabajo de actuación, junto a sus poderes de transformación. —¿Has escuchado los rumores? ¿Sobre la reina de Hybern?

Tarquin estaba furioso, sus ojos turquesa lo expresaban, pero aún se mantenía apacible, aún guardaba sus armas. —Los hé escuchado, todos ellos —respondió. —Escuché que tú te oponías a ella.

—No me malinterpretes, yo me opongo a esa tal reina —Rhysand avanzó un paso, así mismo como el gran lord Tarquin, sin ceder espació ante su oponente. —Porque la corte noche debe gobernar Prythian.

Después de eso, no quedo más que decir cuando la princesa de Adriata estrelló su codo contra el rostro de Nesta, hizo una maniobra que desarmó a la reina y recuperó el arma.

La reina tardó en reaccionar cuando la princesa direccióno aquel filo al rostro, Nesta le tomó las manos evitando el ataque, pero eso solo le dió espacio a la princesa para patearle el estómago y separarse de ella.

Nesta, o más bien su reina, cayó de espaldas sobre su trasero, levantó los ojos mirando nerviosa a Tamlin, luego a Eris.

¿Qué? ¿Pero porque hacía eso? ¿Porqué la reina actuaba así?

Se levantó, fingiendo que no se sentía avergonzada.

Cresseida corrió hasta su bando, Tarquin la sostuvo al llegar a encontrarse, pronto la colocó tras él y su hermano Varían la consoló, protegiéndola con sus guardias.

—¿Quién te has creído osando atacar mi corte y mi familia? —juraría que una tormenta cruzó los ojos marinos de Tarquin.

Rhysand sonrió, —Solo es el principio, lord aliado.

La princesa de Adriata chilló con fuerza, tomándose la cabeza con ambas manos y dejándose caer de rodillas. Tamlin usaba el poder de la reina y el suyo propio para causar semejante efecto.

—Aleja tu sucias garras de ella —y está vez, Tarquin invocó el poder del mar contra la noche. —Lo que has hecho hoy, jamás será perdonado por la corte verano.

—Detente, para ya —pidió el principe por su hermana.

Eris se abrió espació para equilibrarse cuando el palacio empezó a temblar. Cualquier forma de razonamiento y neutralidad se había esfumado, nada podía evitar que el gran lord verano invocara la magia de su corte. Pronto el aroma salino del mar le agotaba los sentidos, sabiendo que era la misma magia de Tarquin la que provocaba tal cosa.

Las ventanas que les rodeaban estallaron en pedazos de vidrio verde, salpicando todas partes, Eris se cubrió la cabeza agachándose. La reina se había colocado tras Tamlin, para que esté la protegiera. Todas las ventanas habían sido rotas, pedazos de cristal en todos lados, algunos habían alcanzado a sus soldados y otros a los del verano.

No paso mucho, cuando la niebla azul comenzó a ingresar por todos los lados, serpenteando entre el ambiente, Tarquin y Rhysand detuvieron su enfrentamiento. La reina se materializó ahí mismo, frente a ellos, en medio los lores. Sloanne de Hybern miró a ambos con detenimiento, salida de los lazos de su poder, miró con audacia. Su cabello oscuro le caía en ondas sobre la armadura oscura.

—Rhysand, tú de nuevo —dijo ella, sonriendo pues su plan se estaba llevando al pie de la letra.

Tamlin había parado la magia que torturaba a la princesa Cresseida, lucía igual de impactado que Eris, cuando ambos se giraron a ver a la mujer que lucía justo como Nesta Archeron. Pero ella solo se limitó a sonreír maquiavelicamente a ambos. Tomó ferozmente del brazo a esa falsa Nesta Archeron, atrayendola hacía él.

Tarquin retrocedió dándoles espacio para la batalla mientras atendía a su prima, la princesa. Los guardias del verano se posicionaron al frente, levantando sus escudos con filas para proteger a sus gobernantes, Varían tomó a la princesa llevándosela lejos para protegerla.

La reina desvaino su espada de acero enegrecido, contra Rhysand. Tamlin parpadeó, sin poder creerlo, se alejó de la tajada imprevista de la reina, retrocedió esquivando una estocada punzante.

Eris dejó a un lado a la impostora Archeron, preparó a su propia espada para ayudarle a Rhysand, ese era el plan. Se enfrentó a la reina chocando sus filos, estalló en sus oídos por la fuerza con la que iba dirigido el ataque. Él se apartó de la reina, retrocediendo para llegar con Rhysand y quién sea que fuera aquella chica que los había acompañado todo el tiempo. Ambos tomaron la mano de Tamlin para transportarse lejos, muy lejos de la corte verano, junto a todos sus soldados.







  ────•♛༄ SLOANNE ࿐☆•────

Inhaló el salado aroma del mar, le gustaba está corte, era hermosa y por eso no había querido destruirla, por eso era mejor conseguirla de otra forma más persuasiva. Los soldados transfromados se habían desaparecido junto con Eris y Tamlin, Sloanne se dió la vuelta para enfrentarse a Tarquin, el gran lord del verano.

Y aunque ella hubiese conocido al anterior, sabía que Tarquin no era tan ingenuo como todos decían, y quizá, ella recurriría a otro tipo de encantamientos que lo hicieran su aliado, si se negaba.

—No he venido a dañarlos, bajen sus escudos —habló Sloanne.

—Tú eres la reina, la torturadora, las corte hablan de tí —dijo Tarquin, abriéndose espacio entre sus guardias.

—No he venido a torturar a nadie, solo quiero ayudar, puedo sanar la mente que ha dañado el lord noche, puedo curar la mente de la princesa —se ofreció ella, con un tono persuasivo.

—No queremos tu ayuda —respondió él—, no confiaré en la hija de Hybern.

—Es muy juicioso de su parte culparme por algo que hizo mí padre en el pasado —dijo Sloanne. —¿Se juzgan a las personas por sus actos, o por lo que hicieron sus padres.

—Escuché que asesinó a gente inocente, soldados y niños —contó Tarquin, sin dar una sola migaja de confianza.

—Mentiras de la corte noche, jamas en mi vida e asesinado a niños —explicó ella—. Respecto a sus soldados, no puedo decir que sean inocentes. Yo jamás he matado a un inocente.

—¿Entonces ha venido a qué? ¿Pedir mi lealtad? —la enfrentó el lord.

—No he venido a pedir nada, Tarquin. Pero ya que lo mencionas me gustaría que te unieras a mí y mi reinado.

—Si es la legítima reina, ¿Porque ha venido a pedir mi permiso?

—Por que quiero proteger a la corte verano, quiero proteger a todas las cortes, a todo Prythian —expresó Sloanne—. La corte noche se ha hecho poderosa, ella alberga tesoros de magia antigua y poder, se ha proclamado para tomar el trono. No debemos permitir que eso suceda, por ello Tarquin, te quiero de mi lado en este enfrentamiento contra Rhysand. Para hacerlo pagar por la traición que te ha hecho a tí, tu familia y tu corte.

Pero Tarquin no era cualquier tonto, no, el sospechaba muy bien.

—¿Qué pasará si me niego? —se atrevió a preguntar, aún sabiendo la respuesta.

—Únete a mí y te protegeré, pelea en mi contra y no tendré misericordia gran lord. Es tú elección.

—En ese caso, por favor sane a la princesa de Adriata. Y mi lealtad será completamente suya —concedió Tarquin.



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¿Quién eres? —Eris agitó a la chica de sus hombros para sacarle la verdad.

—Basta, suéltame. A la reina no le gustará esto —chilló la chica, empujándolo. —Y por cierto, no tengo permitido decirles mi verdadera identidad.

—Tú vas a decirnos ahora quién eres y porqué la reina te puso juntó a nosotros —reclamó Tamlin.

—Ya basta ustedes dos, dejen a la chica —les advirtió la voz de la reina. No había tardado mucho en aparecer entre su niebla azul.

—Su majestad —se le aproximó su guardia ilyrio, haciéndole una reverencia.

—Todos ustedes hicieron un trabajo excelente, pero eso no es todo lo que tenemos que hacer por ahora —dijo la reina. —Debemos planear la verdadera guerra.

—Usted nos oculta todo tipo de cosas, ahora díganos quién es esta mujer y porque no nos dijo que estaría con nosotros todo este tiempo —dijo Tamlin, estresado por la situación.

La reina sonrió, —Puedes decirles quien eres —permitió a la muchacha.

Está también sonrió, divertida por la situación. —¿No logra reconocer a su antigua sacerdotisa, lord Tamlin? —finalmente admitió ella.

Tamlin se quedó pasmado por unos segundos, solo para preguntar después —¿Ianthe?







Y he aquí con ustedes otro capítulo de esta emocionante y oscura historia. Me encantaría saber que les ha parecido, ¿Tienen algunas teorías conspirativas y locas, o posibilidades que pueda hacer Sloanne?
Los leo en los comentarios.

Muchísimas gracias por mantenerse aquí conmigo en cada actualización.

Les envío todo mi cariño y buenos deseos, atentamente está escritora. 💞

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