𝐗𝐈. Sangre real, para conservar el poder
CAPÍTULO XI
SANGRE REAL, PARA CONSERVAR EL PODER
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────•✰ MORRIGAN ✰•────
Ella aguardó, quizá media hora fuera de la carpa de guerra, junto a ese ilyrio quien le vigilaba con atención. Poseía un rostro ligeramente simpático, no se le veía tan intimidante como otros ilyrios, aunque había escuchado por Azriel que él también había torturado gente junto a la reina. Sin embargo, el chico se veía perdido y enojado. De hecho, ahora que lo recordaba, él se le hacía conocido.
—¿Cuál... —pero apenas intentó hablar, la garganta se le cerró, sintió a sus cuerdas vocales sonar roncas. Tosió para lograr decir algo. —¿Cuál es tu nombre? —le preguntó Morrigan.
El chico le dió un vistazo, quizá a sus ojos lucía como una decrépita anciana, y fue por eso que en sus ojos hubo una pizca de discordia cuando rechazó su presencia, y volvió a ponerse alerta fuera de la carpa.
Su voz también había sido cambiada a la de una anciana. Se sentía tan aterrada de permanecer así, como una momia viviente. El castigo de la reina había sido cruel y brutal, algo inimaginable. No sabía cómo revertirlo, no sabía si quería escapar antes de saber cómo revertir está maldición que la hacía verse así, sentirse así. Se enterró las uñas en las palmas con fuerza, hiriendo sus manos. No hacía eso desde que era niña, cuándo suprimía lo que realmente sentía sobre ella, frente a su padre. Pero ahora no era tiempo para llorar por su castigo, necesitaba recuperarse, romper la maldición.
—¿Te sientes cómodo traicionado a tu gente? —le preguntó directamente.
Eso provocó mucho en el chico, pues dejó su alerta por enfrentarla.
—No crea que no la castigaré por ser una anciana, bruja —le replicó él.
No era ninguna bruja, y si realmente él se enterara de quién era ella, estaría besándole los pies en ese instante. Hasta ahora, era la primera vez que la insultaban de tal manera. Y aunque eso dolió dentro de Mor, se enfrentó a él para decirle —¿Así que no eres un bastardo traicionero?
Recordaba que la última vez qué estuvo en el campamento de viento, vió al chico ser molestado por otros machos mayores, ella no pudo defenderlo por el egoísta ego ilyrio, pero le dijo a Cassian le pusiera un alto a las cosas.
El hombre le tomó de la chaqueta gris, su mirada repleta en enojo. Morrigan cerró los ojos esperando el golpe de un ilyrio muy enojado. No podía defenderse, aunque sabía cómo hacerlo, sus huesos le dolían y los sentía extrañamente fríos. Era débil ahora.
En su lugar escuchó la voz de Eris decir —Sueltala.
Una simple palabra. Eris no necesitaba decir más para que las personas hicieran lo que él quisiera. El chico la soltó de la chaqueta y finalmente se atrevió a abrir los ojos.
Él le miraba fijamente, no le había cedido espacio —Le soy leal a la reina de Hybern —se defendió el chico.
Pero incluso en su rostro, no había verdad en aquello, por lo que vió ella.
—Regresa con tu señora —le ordenó Eris.
El chico dudó brevemente, y después de la mirada intimidante del ahora gran lord Otoño, él no tuvo más que objetar, se adentro a la tienda. Quizá con un poco de duda sobre su lealtad.
—¿Se encuentra bien, señora? —preguntó Eris.
Y si él no podía reconocerla, su familia tampoco podría.
—Estoy bien —gruñó Morrigan, le dió la espalda pensando que tendría una única oportunidad para salir de esto. Comenzó a caminar hacia enfrente sin ninguna duda, fingiendo que sabía lo que hacía, que todo estaba normal. Se alejó un metro de la carpa de guerra, luego dos...
—¿Vas a algún lado, Morrigan? —preguntó de nuevo.
Ella se detuvo y se giró, el corazón se le aceleró.
—¿Tú, me reconoces? —cuestionó.
—Reconocerte, si. La reina te hizo esto —dijo él.
Cómo si el hubiese sabido que le haría esto, o algo parecido. Odiaba a ese maldito pelirrojo, pero estaba agradecida de que alguien pudiera reconocerla. Además de qué Eris era un supuesto infiltrado de su lado.
—Tienes que avisarle a Rhysand y Feyre —pidió Morrigan. —Diles lo que me ha pasado, diles que...
—Nadie contará nada de lo que te ha pasado, querida Morrigan —la reina apareció, ensombreciendo toda la atmósfera, extrayendo vida del ambiente. Era como sentir que la muerte venía. —Eris —lo llamó—, ve a prepárarte.
Él le miró un momento, la compadeció brevemente, después hizo una elegante reverencia a la reina y se alejó sin decir más.
—Así que deseas liberarte, y pareces estar dispuesta unirte a tus enemigos para lograr tu objetivo —la reina se burló. Avanzó con dominancia hasta ella. —Si deseas romper el hechizo, pudiste negociar conmigo. Yo te habría dado una solución.
Morrigan empezó a sentir mucho calor, el cabello se le empezó a pegar al rostro, sentía su corazón acelerado, fue ahí cuando empezó a sentir en sus venas el calor, su piel hervía y su sangre quemaba. Ella enloqueció, el calor dentro de ella era tan intenso que deseaba arrancarse la piel.
—Mi magia sintió tu traición, este solo es un ligero castigo —le aclaró la reina.
Ella sabía que era una ilusión, que la reina no la mataría porque deseaba algo de ella.
—Me gustaría qué en la historia se me recordara como una reina justa y misericordiosa —controló la magia en sus manos, revirtiendo la intensidad del hechizo en Mor. —Mi padre me enseñó que no se puede conquistar un reino sin dolor y miedo. Somos la sangre real, destinados aplicar la tiranía para conservar el poder. Ese es el destino de todos los reyes —se le acercó apaciguadamente.
Morrigan se había recuperado del hechizo, miró encorvada a la reina, está le colocó la mano al cuello.
—Y sí, aplicaré el consejo de mi padre, pero también tengo mis propios consejos. Y tú eres parte de ello —dijo la reina, sintió las garras de ella rasgar su cuello y cortar su piel.
Tres líneas eran sus heridas, y estás ardían al tocarse.
—La solución es simple. Te regreso tu belleza, poder y vitalidad. Así de fácil —ofreció la reina. —Y ya que tú eres una especie de inversión, no te dejaré ir sin haberme beneficiado de tí, a cambió requiero de tres favores en honor a mí.
La reina era una tramposa. Seguramente le haría cometer atrocidades en su nombre.
—Jamás te serviré a tí —replicó Mor.
La reina se le aproximó tomando entre sus dedos un mechón de su cabello reseco y platinado. —Sigues resistiéndote. Bien —su sonrisa se oscureció.
Morrigan ya sabía que algo malo le iba a hacer la reina, sabía que quizá la torturaría, o le pondría otro maleficio.
—Como ya te he dicho antes, debo de beneficiarme de tí —le dijo la reina. —Neherys, ven aquí.
Su más leal ilyrio se le aproximó, obediente.
La tierra empezó a temblar, lo que empezó con un movimiento sutil, se hizo más poderoso, la tierra a sus pies crujió y se desquebrajo. Morrigan retrocedió asustada de lo que podría salir del suelo, creyendo que la reina había invocado algo para dañarla. Las grietas de tierra empezaron a avanzar de nuevo a sus pies, la tierra se levantó como si intentaste respirar. Ella volvió a retroceder, pero terminó tropezando de espaldas con una rama muy crecida, tan oscura que parecía provenir de un árbol de sombras.
Las ramas salieron de entre la tierra, avanzaron tomando paso hasta ella.
Mor vió a la reina quitarle al ilyrio su cuchillo, se lo arrojó a los pies mientras una de las ramas retenía su brazo derecho. Intentó zafarse de las sarzas oscuras qué intentaban contenerla, pero al hacerlo solo atraía más las ramas para atraparla. La tierra se abría, creando un espació, haciendo una ruptura en el suelo dónde había un abismo de sombras.
Está vez Mor se sostuvo de las ramas para evitar caer al vacío, se sostuvo con la fuerza delimitada que poseía.
—Suerte querida Morrigan, y evita sangrar, pues las bestias te oleran —dijo Sloanne.
No entendía a que se refería...
Las mismas ramas la arrastraron al fondo del abismo, bajo el suelo dónde oscuridad total habitaba.
───────•♧︎︎︎ ERIS ♧︎︎︎•───────
Tamlin había llegado con pocos soldados, como había predicho la reina. La última vez que le había visto, fue hace semanas cuando se vió con Cassian y la hermana Archeron. En la primavera el lord había conservado su forma bestial, ahora su aspecto era más como el de un gran señor, a excepción de que lucía una barba algo crecida, se extendía por sus mejillas. Era extraña casualidad que ahora Tamlin se viera justamente como su padre, siglos atrás, sanguinario y dispuesto a tomar venganza.
Eris se acercó —Lord primavera —dijo para llamar su atención.
—Lord otoño —Tamlin le sonrió, ciertamente no era el mismo hombre firme e ilegible de antes, había cambiado eso por ironía y una pizca de crueldad. Evidentemente por su rechazo de lady Feyre, el cual todos sabían. —Escuché que la reina lo puso en el trono, no se le ve triste por la muerte reciente de su padre —dijo.
Ciertamente Eris no se pondría a llorar como un niñito débil y ridículo. Y sería hipócrita de su parte fingir que no quería ver a su padre muerto, después de todo lo que le había hecho y a su familia. Quería con tanta decisión despojar a su padre del trono, y ahora que no estaba, se sentía culpable. Quizá el viejo tendría un plan para controlar a la reina, o pensaría en algún lugar dónde encontrar una debilidad para ella.
—Estamos a las órdenes de su majestad, y para ello tuvimos que sacrificar algo —le contestó—, solo me intriga ¿A qué debiste renunciar para servirle, Tamlin?
Él sonrió con burla—Solo te diré que no si la vida de mí padre.
«Eso decía el muy idiota ya que su padre estaba muerto desde hace años».
La reina volvió a ingresar a la carpa, a su espalda la seguía su guardia personal. La gente de la carpa se puso en silencio apenas ingresó.
No entendía como Morrigan había sido tan estúpida para caer en las manos de la reina, y lo que le había hecho era un castigo que nadie tenía el poder de adjudicar.
Excepto la reina. Eris le temía, sus soldados le temían, incluso Tamlin lo hacía. Rhysand estaba siendo un estúpido, trazando su pequeña guerra contra la reina. Todo estaba saliéndose de control y se estaban implicando las demás cortes. Eso solo significaba que era una conquista, para tomar las cortes bajo el yugo de la reina.
Ahora no estaba seguro de si continuar filtrando información para darle ventaja a Rhysand, no le importada perder el favor del lord noche. Exponerse a traicionar a la reina seguro le daría un terrible e impensable castigo, como hizo con Morrigan.
Él estaba dispuesto a traicionar antes a la corte noche, a traicionar a la reina de Hybern. Le daba escalofrío el solo pensar en que castigo le pondría si se enterase qué filtraba información para Rhysand.
El lord primavera se le acercó a la reina, le habló tan bajo que ni sus oídos fae identificaron lo dicho. Simplemente se sacó del bolsillo un pañuelo gris, lo desdobló y reveló algo tan transparente que no podía distinguirse al principio, cuándo se concentró más, identifico que lo que le entregaba era un cabello castaño y otro oscuro.
—Lo siento majestad, no logré conseguir la sangre —escuchó decir a Tamlin.
La reina le sonrió con complicidad, tomó el pañuelo y lo volvió a doblar. —Neherys —le habló a su guardia—, trae el vino.
El joven le dió una reverencia antes de salir de la carpa. No tenía idea de lo que habían hecho con Morrigan, seguramente la reina la había guardado en algún lugar dónde nadie la encontrara, dónde no tuviera escapatoria.
—Has servido noblemente, Tamlin —mencionó ella —De lo demás, me encargó yo.
No entendía que planeaban aquellos dos, pero su intuición le decía que no era nada bueno.
—Escuchen bien, soldados —la voz de la reina alcanzó mágicamente los oídos de todos los presentes. —Esta noche tomaremos la corte verano bajo nuestro dominio. No pelearé junto a nadie que no acepte servir a mis órdenes. Pueden pelear junto a mí o en mi contra, será su decisión, pero una vez que acepten, ustedes jamás podrán contar la historia sobre lo que sucederá está noche. El mundo jamás podrá enterarse de lo que hoy sucederá. Si no pueden vivir con eso, vayanse ahora mismo.
Los hombres se quedaron en silencio, sí antes se habían quejado que no servirían bajo el yugo de una mujer, y después de escuchar todo lo que hizo, incluso el más fuerte de sus soldados se mearía encima si la reina le mirase directamente. Por eso nadie alzó la vista, y nadie dijo nada, ni un solo reclamó.
Su fiel caballero ingresó, cargando dos jarrones repletos de vino y un cáliz. La reina le quitó el cáliz, soltó magia azul para duplicar el mismo cáliz, su guardía le sirvió el vino del jarrón izquierdo a uno, sin embargo el líquido era casi tan oscuro, que todos sospecharon que no era solo vino.
La reina se le acercó, su poder de fuego presentía la oscuridad que ella irradiaba—¿Tus hombres harán lo que tú les ordenes? —preguntó.
—Por supuesto.
La reina le sonrió, entregándole el cáliz —Que beban un solo trago de ésto, no más.
—¿Qué es? —desconfió Eris.
—No te concierne cuestionar a tu reina —dijo con voz gélida.
Eris lo pensó un momento, ¿qué podría ser aquello que estaba a punto de darle a sus soldados?. Y tuvo que acceder a dárselo, pensando que no podría dañar a los soldados que conquistarían una corte para ella.
La reina sonrió mientras Eris le acercaba la copa a el primero, esté le preguntó con la mirada si era lo correcto, él asintió y le acercó la copa para que bebiera. Después de todo si una calamidad venía con un tragó del vino de la reina, era su obligación responsabilizarse por sus soldados.
Cuando era momento de rellenar la copa, la reina sirvió en el segundo cáliz y está se la dió a los hombres de Tamlin. No sabía la diferencia entre ambas bebidas, pero no se pondría a adivinar en que atrocidades intervenían.
Escuchó el quejido de un soldado, seguido por otro, cuando se giró uno se sostenía el abdomen, como si le doliera, el otro se acarició la cabeza. Quien rompió cualquier seguridad que había entre los soldados, fue el grito de uno, cuando la carne de su espalda se abrió en morbidos agujeros, le salieron huesos deformados que poco a poco de transformaron en alas, su cuerpo así como sus músculos, crecieron.
Todos quedaron impactados, porque era algo que jamás se había presenciado. Un soldado del otoño se había transformado en un ilyrio.
—¿Qué... nos has hecho? —reclamó uno de los que habían bebido del cáliz. Comenzó a desgarrarse con fuerza la espalda a dónde sus manos alcanzarán, gritó cuando los huesos de sus alas salieron.
—Esto... Esto no era el trato —se quejó Eris, furioso de ver cómo sus soldados eran transformados en bastardos ilyrios.
—Querido Eris —dijo la reina con voz suave—, esto solo es el principio. Ni Hybern, ni la corte otoño, ni la primavera someteran está noche al lord verano. La corte noche, lo hará.
Hola a todos, he aquí la actualización que tanto habían esperado. Lamento mucho el haberme demorado en actualizar, pero les tengo unas sorpresitas. 💖
Cómo primera, les quería enseñar el bellísimo gráfico que realizó la editorial -TriskelionSquad y a la increíble editora teetona , les agradezco el bellísimo inicio de Netflix que nos realizaron. Se ve como una serie de verdad ✨.
Y también por si no lo habían notado, se actualizo la portada de esta bella historia. Edición realizada por mí, con mucho cariño.
¿Qué opinan de los nuevos gráficos?
Nos vemos en la próxima actualización, les envío muchos besos de Sloanne para ustedes.💙
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