9. Venganza
CAPÍTULO 9
Venganza
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—¿Cómo puedo invocar a un suriel? —preguntó Azriel a Feyre.
Su alta lady se mostró apacible por un segundo, meneaba la cuna dónde dormía el heredero noche, Feyre dijo —No sería justo preguntarte para qué, solo advertirte que tengas cuidado.
Rhysand salió a buscar a Mor, quien aún no volvía, lo que implicaba que fue hasta el dominio de la reina asesina. Cassian y Nesta viajaron a la corte verano para alertar a Tarquin sobre la llegada del ejército otoño. Después de que sus hermanos lo encontran herido en las montañas, Rhys considero que sería mejor para él quedarse.
Azriel necesitaba respuestas que nadie podía darle, por ello el deseo consistente de querer convocar algo que atendiera a sus preguntas, cosas que un suriel solo podría saber. Así que fue a los bosques de la corte noche para seguir las instrucciones de su gran señora. Armó su trampa, dejando como carnada una gallina muerta y un regalo para que el suriel aceptará contarle sobre lo que quería conocer.
Y, aunque esperó escondido a qué un suriel apareciera, nada sucedi por un muy largo rato. Así que se dió por vencido, recogió su trampa luego de un tiempo considerado. Rhysand le llamaba desde su mente para que volviera a casa.
—Es oficial, el otoño ha desplegado sus ejércitos contra el verano —informó a primera Rhysand.
—¿En serio, Eris se alió con la reina malvada?—dudó Feyre.
—Lo hizo, o eso muestran sus movimientos —explicó Rhys—, apoyaremos al verano en batalla, junto con la corte amanecer. Lo único que me preocupa es que no puedo encontrar aún a Mor.
—¿No logras conectar con su mente aún? —preguntó preocupado Cassian.
—Fue lo primero que hice, pero ella no responde. No puedo encontrar su mente, es como si estuviera ausenté, como si su mente no existiera.
—¿No creen que la reina la haya asesinado o sí? —inquirió Nesta.
—La tiene la reina —les dijo Azriel,—, mencionó que le mostraría algo.
—¿Mostrarle qué? ¿A dónde la llevaría? —preguntó Feyre.
—Lo que sea que planea la reina, está sucediendo como ella quiere —Rhysand estaba molestó, no se habia preparado para nada de esto. —No entiendo, no comprendo cómo es que ella... revivió.
Rhysand la había matado la primera vez, le quebró la mente. El cuerpo de la reina quedó sin pulso, sin respiración. Y aún así regreso con todo su poder. Azriel no entendía que clase de criatura o ser era la reina, solo podía asegurarse de que no era fae, ni mortal, o tan siquiera Ilyria. Era un ser prominente del caos y la destrucción..
—Llevame hasta Hybern, encontraré a Mor —se ofreció Cassian.
—No —decidió Rhys—, tú eres el general de mis ejércitos, te necesito al frente con el verano.
—Yo regresaré por Mor, transportame haya —declaró Azriel.
—Tampoco voy a arriesgarte a tí, la reina casi te asesina, no necesitamos eso —habló firme Rhysand. —Yo encontraré a Mor.
—Pero Mrrigan no está en Hybern —dijo la suave voz de Elain, había entrado en la habitación de manera tan silenciosa que apenas se notó su presencia.
—¿Qué dices? —le preguntó Nesta.
—Porque... —Elain se cuadro de hombros para decir sus palabras con firmeza —tuve una visión, y ella terminará haciendo algo que no les gustará.
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Inhaló el viento otoñal de la corte, a su espalda la mujer fae se retorcía, deseando zafarse del control de su magia. Lazos de oscuridad la retenían, le cubrían la boca para que no hiciera ruido. Aunque resultaba irritante que siguiera luchando contra ella, de cualquier forma no ganaría, Morrigan no podía semejarla en poder.
—Ya tranquilizate —le dijo la reina. —Hemos venido hasta acá por tí.
Creó y le colocó un hechizo de magia antigua, por eso Morrigan no podía transportarse, escapar o llamar a su familia con la mente. Sloanne sintió los hilos en la mente de la fae, queriendo llegar hasta alguien que le ayudará.
—Nadie va a escucharte —retiró los lazos de su boca. —Tu mente ahora es mía.
—¿Qué buscas de mí? —espetó Mor.
—Quizá una compañera de tortura, ya sabes, las chicas necesitan una amiga fiable.
—Sigue soñando eso.
—Oh Morrigan, y yo qué iba a darte un regalo invaluable —dijo Sloanne. —De mujer a mujer.
—¿Y porque me retienes de esta forma?
—Solo es precaución. Primero te explicaré mis reglas —la reina sonrió. —Cuando te suelte no podrás escapar, puse un hechizo en tí que te ata a mí. Sé que aprecias tu bonito rostro, pero cada que pienses en deshacerte de mí, traicionarme o huir. Bueno... —liberó el control que la retenía— envejecerás poco a poco. Imagina verte en un espejo, en dónde solo encuentres qué tu belleza se ha marchitado por decisión propia, solo porque decidiste traicionarme.
—Tú no tienes el poder para realizar algo así —Mor la subestimaba.
—Cree lo que quieras. Solo ten en cuenta que ya te he advertido —Sloanne arrojó una horda de poder, que las rodeó y las transportó frente a la casa del bosque de los Vanserra.
—Tengo entendido que esta casa iba a ser tuya —dijo quisquillosa. —Fuiste prometida al heredero de esta corte.
Morrigan permaneció en silencio, le miraba de forma despreciable, pero también miraba a los alrededores para encontrar algo que le ayudará a escapar de su control.
—Acompañame —Sloanne le ofreció la mano, sabía que la fae la rechazaría. Pero ella esperaba eso.
Cuando Morrigan se negó, su magia la atrapó, la arrastró hasta ponerla a sus pies.
—Y yo que he sido tan considerada contigo —arrojó el cuerpo de la fae hasta las puertas de cristal, estás se rompieron en pedazos bajo el cuerpo dolido de Mor.
La levantó con su magia. Guardias otoñales comenzaban a rodearlas, de armaduras doradas con espadas afiladas.
—Vengo a ver a su lord —Sloanne le sonrió a todos los guardias. Entonces con un apretón de su mano, filas de guardias cayeron desmayados al suelo.
Fue entonces que Morrigan comprendió el alcancé de su poder.
Y así como su magia lo descubrió, ella llegó a la oficina principal del lord. El hombre estaba apaciguado, sentado en lo que parecía un trono de oro, luces de fuego iluminaban el lugar.
—Sabía que vendrías —dijo el lord, una sonrisa cruda en su rostro—, sabía que mi heredero se vendió a tí.
Sloanne avanzó hasta él, Morrigan a su espalda.
—Si sabes que venía, ya debes saber porqué.
—Así que es cierto, eres la hija de Hybern —se había colocado una corona dorada como todo soberano del fuego.
—Digna hija de mi padre —admitió Sloanne.
—Así qué tú nos gobernaras.
—Mi reinado fue predicho, y lo sabes.
—Pense que eras un rumor, un simple mito, una leyenda no existente —Beron aproximó su mano en silencio a la vaina de su espada, quería realizar un acto cobarde, de traición y deshonor.
—Las leyendas son eternas y la mía, recién comienza.
—En tal caso, debo jurarle lealtad, majestad —dijo Beron, desvaino su espada como el guerrero que anteriormente había sido, el fuego irradio en sus ojos.
Sloanne hizo aparecer su propia espada, retuvo la atacada del viejo.
—Esta oxidado en batalla, lord —respondió Sloanne. Su magia lo arrojó contra la pared, derribandolo.
Liberó a Morrigan —Sabes quién es ella—señaló a la fae.
—La bastarda que no merecía mezclarse con mi linaje —dijo con crueldad el lord.
Sloanne soltó una carcajada escalofriante. —Esta bastarda, será tu ejecutora.
Entonces los ojos de Beron destellaron con miedo y duda.
—Todo tuyo —le dijo a Morrigan. —Toma tu venganza, mujer.
El lord soltó una risa, —¿Qué planea, majestad? ¿Dejar en vergüenza a la chica?
Sloanne le sonrió con maldad. —Es tú juicio Beron Vanserra —dijo—. Y ella, dará el veredicto.
Escuchó en su mente lo que planeaba, en la mente de la fae escuchó decir que todo esto estaba mal, que no era justo, que odiaba al lord otoño pero no quería asesinarlo por ella. Y aunque la oscuridad de su corazon pedían venganza a gritos, cobrar esa deuda que Beron tenía con ella no le daría satisfacción alguna.
—Yo sé lo que te hicieron Morrigan, por eso te entrego algo invaluable para una mujer. La venganza —dijo Sloanne, le entregó su propia espada oscura.
Mor tomó su espada dudosa, Sloanne hizo con su magia crecer el rencor dentro de la fae, hizo al egoísmo avanzar por su corazón, corromperlo.
—Nadie tiene que saber que fuiste tú —le ánimo la reina.
La magia azul se ató con el lord, reteniendolo en ese rincón sobre el suelo, como un sucio cobarde.
—Adelante Mor, cobra tu venganza —siseó Sloanne.
Morrigan avanzó un paso, luego dos. El lord sonreía, no le importaba que estuviese a punto de morir por su mano. Pero por un breve instante, por un segundo el lord le dijo algo con la mirada, y ella concordó.
Se giró y le enterró la espada a la reina. Beron alejó la magia que lo retenía con su fuego, se puso en pie.
Mor encajó con toda su fuerza la espada en el abdomen de la reina. Sloanne escupió la sangre que brotaba desde su boca, sus labios se mancharon de escarlata.
La reina comenzó a retroceder, se arrancó su propia espada del abdomen y sonrió.
—Aliandote con el hombre que tanto aborreciste —dijo Sloanne. —Tengo que hacer todo por mi misma.
Beron formó una barrera de fuego para protegerlos, las llamas alcanzaban el techo. Mor no entendía en que punto ahora se encontraba siendo aliada de Beron Vanserra. Ella corrió hasta agacharse y tomar la espada del lord para defenderse contra la reina.
La risa de la reina resonó por todo el salón, las llamas crepitaban entre ellos.
—El mundo y todos, aprenderán que jamás deben desafiar a una reina —Sloanne estaba molesta, tan molesta como para incendiar toda la corte otoño.
Fue entonces que tomó el control del propio fuego de Beron, lo direccionó contra ellos. Mor escapó de la barricada de fuego, Beron estaba confundido pues su fuego no respondía a él.
Sloanne presionó esa barrera de fuego, la transformó a un torbellino. —Como todo gran señor del otoño, sería emblemático que fuese consumido por su propio fuego.
Pero pese a la amenaza que ella implicaba, pese a la muerte inminente, el lord se burlo. —Estas destinada a perder, eres una mujer y ellas siempre son débiles. No nacieron para gobernar y nunca gobernaran.
—Te equivocas, no soy cualquier mujer, soy la reina —Sloanne se limpio la sangre de la boca. — Y mientras tú seas polvo, yo gobernaré las siete cortes y todos los dominios mortales —Sloanne avanzó hasta el lord. —Y mientras tu memoria se pierda entre todos tus conocidos, herederos y decendientes, lo único que ellos recordarán de tí es que fuiste vencido, humillado y asesinado por una mujer.
Los ojos de Mor se horrorizaron cuando vió el fuego del mismo Beron ser controlado por la reina, un remolino de fuego lo envolvió mientras él gritaba y su carne era calcinada por su propio fuego. Ella se sintió asqueada por el olor de carne quemada, hasta que entre fuego solo podía vislumbrarse el esqueleto del lord. El fuego fue rápido e intenso, tanto que consumió piel y huesos hasta hacerlos cenizas. Cuando se apagó, el suelo de mármol quedó manchado por un montón de cenizas. El unico objeto que no había sido alcanzado por las llamas fue la corona brillante de oro.
Sloanne se agachó hasta las cenizas y tomó esa corona, soplo el polvo lejos de ella y se la colocó en la cabeza con orgullo.
—La reina de Prythian —se llamó a si misma, le dió un vistazo con una sonrisa —Morrigan, te advertí que no me traicionaras—dijo ella—, ahora mírate al espejo y vé lo que has hecho.
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