8. Fuego y Tortura

CAPÍTULO 8

Fuego y Tortura

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Rhysand no tenía total confianza en Eris, por lo que envío a Mor con él para que los transportara hasta Hybern, Azriel sabía que la última vez que estuvo ahí, la reina le había advertido que no volviera.

Se despidió de Mor entre el bosque antes de ingresar a terrirorio del castillo oscuro. Al ver qué su amiga no se iba le pregunto.

—¿Vas a esperar?

—¿Porque no?, Rhysand me ha enviado contigo —dijo Mor cruzándose de brazos.

—Para transportarme, no es necesario que esperes. Estaré bien, podría tardar.

—¿Acaso no quieres qué esperé? —inquirió Mor.

No era el caso, pero creía que se mantendría un rato espíando a la reina para averiguar que tramaba.

—Bien, te veré aquí.

La fortaleza de la reina seguía igual de oscura y vacía que la última vez, aúnque algunas puertas eran vigiladas por guardias impertubables, o eso creía Azriel hasta que se aproximó a uno, tenía una armadura de hierro completa, incluido yelmo y todo.

Azriel se había desvanecido entre las sombras, los guardias solo eran armaduras en su interior solo había oscuridad, parecían seres hechos del vacío, no alertaron de su presencia.

Fue el leve cosquilleo del lazo, lo que le hizo dirigirse a la parte oeste del castillo. Cuando estuvo ahí hace un año espiando a Hybern, solo hubo una parte en el que jamás pudo adentrarse a espiar, la parte oeste donde se encontraba la oficina de Hybern y quizá las habitaciones donde dormía.

Estaba seguro que la esencia de la reina se denotaba ahí adentró en la oficina principal, sus sombras no podían traspasar los muros, pues la energía que se sentía eran tan diferente, como un espació corrompido por la naturaleza.

Escuchó la risa de la reina, sus sombras se emocionaron e intentaron aproximarlo hasta los muros para llegar con ella, pero su lado ilyrio repulsaba la magia que presentía.

—Solo es un cumplido, majestad —escuchó la voz de Eris.

La desición se volvió definitiva, intentaría ingresar a esa sala de cualquier forma. Forzó a las sombras a que transpasaran cualquier barrera, tenía que llegar hasta ella.

La oficina no tenía ventanas al exterior, algo muy poco ordinario, y ya que sus sombras no lograban alcanzar su objetivo, avanzó a otras partes del castillo para hallar una manera de ingresar.

—Tiene una belleza inalcanzable, majestad ¿Quién fue la mujer afortunada de ser su madre? —escuchó decir a Eris.

—Sabe que no voy a contestarle, así que evite las indagaciones.

Vió al ilyrio que le ayudaba aproxumarse a la puerta, la tocó con firmeza esperando la respuesta de la reina, la puerta fue abierta por magia azul. No sabía si los hechizos habían sido revocados, pero la energía se apagó, cuando el ilyrio ingreso, Azriel se adentró tras él, materializado en sus sombras.

—Solo buscaba conocerla —dijo Eris.

En la sala habían dos mesas, una contenía libros y hojas dispersas, mapas y anotaciones con lo que parecía la caligrafía de la reina, leyó bajo un libro de pasta oscura "Grimorial". Esta era su mesa de guerra, todos estos debían ser sus planes para lo que tramaba. Pero aún así la reina había sido astuta colocando sus papeles al azar, ninguno mostraba su contenido siendo ocultado por objetos como pergaminos vacíos y frascos de tinta. Una pared entera había sido diseñada como un librero, ahí se encontraban libros de otro idioma, Azriel no podía traducir sus titulos. En la mesa más pequeña se encontraban Sloanne y Eris, a una distancia muy corta, bebían vino en cálices de plata.

—Si me permite darle un buen consejo, majestad —sugirió Eris.

—Adelante. Sin intrigas.

—¿Que está esperando para tomar la corte verano o el invierno? Creí que deseaba expandir su reinado.

—Paciencia Eris. Hoy tengo una agenda muy ocupada.

—Quizá pueda brindarle ayuda con sus obligaciones.

—Quizá, si.

La voz de la reina le hizo ponerse en guardia, su lazo lo alarmó de una latente amenaza.

—Esta noche, en tu corte reúne a tu ejército —dijo ella.

-¿Mi ejército? ¿Planea algo?

—La caída de tu padre.

Eris sonrió seductoramente, un gesto que la reina también le devolvió.

—Mi ejército no se levantará así de fácil, tienen que aceptarme como su lord —dijo Eris. —Despues de unos días de la muerte de mi padre, podré desplegar mis ejércitos.

—Eso no me importa —le replicó la reina con dureza. —Hacer que el ejército te siga es tú trabajó, acatar mis órdenes es tú trabajo, y matar a tú padre es el mío ¿Comprendes nuestros términos?

—Prometió darme poder.

—Y te lo daré cuando vea a tus ejercicios atender mis peticiones.

Azriel levantó la tapa del Grimorial ocultando el sonido con el reclamo de Eris.

—Nuestro trato no era así.

—Mi trató es así, yo pongo las reglas. Aún puedes negarte a servirme, no me opondré a tu retirada —dijo ella.

—Si hiciera eso, no me dejaría opción. Me asesinaria.

Sloanne sonrió maquiavélica y dijo —Eris, he conocido sobre destinos peores que la muerte, y créeme, el infierno no se compara en nada con el lugar al que planeo enviarte. Así que si me me obedeces, tendras privilegios. Si me traicionas o te niegas a mis órdenes, bueno, sabrás que tengo experiencia con la tortura inimaginable.

Eris hizo lo mejor que pudo, fingir que tenía todo bajo control —Escucharla hablar sobre dolor, tortura y traición es altamente atractivo, majestad.

Eris parecía una auténtica puta, tratando de insinuarse a la reina.

Pero los celos irremediables le inundaron los sentidos, cuando la reina deslizó su dedo sobre el rostro de Eris, se detuvo en sus labios.

—Podría hacerte mi rey, —dijo ella, acortó la distancia entre ellos— el rey de Hybern.

Azriel sentía una furia intensa, quería golpear a el idiota de Eris, si se atrevía a tocar a la reina, lo acabaría en esta habitación.

—Hacerte el rey de todo Prythian.

Los ojos de Eris se escendieron, y el aroma que despidió hizo a enloquecer a Azriel, pues Eris deseaba verdaderamente a la reina.

Ella acercaba su rostro a él, se veían a los ojos oscurecidos por la pasión del momento, Azriel no iba a tolerarlo más, él debía saber que ella le pertenecia, que ella era su pareja.

Sloanne hizo aparecer una daga cerca de la garganta de él, Eris quedó inmovilizado en su lugar.

—Prepara tu ejército y házlo avanzar está noche contra la corte verano —dijo ella a su oído. —De tú padre y tú trono, me encargaré yo.

Desapareció la daga y le dio un beso en cuello, Eris tragó saliva conteniendose, Azriel estaba empezando a materializar su arma para atacarlo.

Pero de pronto Eris desapareció en un abrir y cerrar de ojos, Azriel se había apartado de las sombras para reclamar a la reina.

Aquella magia azul de muerte lo inmovilizó en su sitió, se había expuesto.

—Creí haberte advertido de si volvías aquí —dijo la reina con un gesto desdeñoso. —Ahora tendré que mostrarte que mis palabras no son en vano.

—¿Quiere que lo acabé por usted, majestad? —dijo su ilyrio.

—No —sonrió ella, levantando su cáliz para beber —Llevalo al lugar favorito de mi padre. La mazmorra de tortura.

Los ojos de Azriel fueron nublados por sombras y la magia de ella.

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Sintió una orda repleta de frío, cuándo intento abrir los ojos las pestañas se le pagaron, le habían tirado un balde de agua helada. Estaba suspendido desde el techo, sus manos estaban atadas sobre su cabeza a un arpón. Su traje ilyrio había sido despedazado pues su torso estaba descubierto.

—¡Despertó! —escuchó decir al ilyrio.

—Espera afuera —la reina le sonrió —Yo me encargaré de él.

Se le aproximó, en su mano sostenía un cuchillo curveado.

—Az, Az —lo llamó ella— No debiste haber venido hoy.

—¡Liberame! —le exigió él.

—Claro que lo haré, pero antes voy a mostrarte que mis palabras no deben ser ignoradas.

Le clavó poco a poco el cuchillo al costado, Azriel gruñó al sentir el filo deslizarse en su piel. Sintió como ella lo retorció, él gritó cuando le arrancó el cuchillo.

—Az, Az —volvio a decir, levantó el cuchillo y lo posicionó en su pecho. —No debiste desobedecerme.

Hizo el corte desde su pecho, arrastrando el arma verticalmente entre su piel hasta el epigastrio.

—Az, Az —dijo de nuevo, el tono de su voz revocaba el dolor, sus oídos querían escucharla mencionar su nombre de esa forma. Sintió la respiración de ella en su pecho, sus hebras de cabello oscuro rozaban su piel. —Puedo sanarte, solo ruegame y lo haré.

Sus músculos se tensaron al sentir la reina tan cerca de él, tanto que podía inhalar su exquisito y peculiar aroma.

—Az, Az, ruegame. Un beso mío puede sanarte. —levanto sus ojos azules hasta él, tenían destellos de peligro y ferocidad. —Az, Az... Pídeme que te besé, pídeme que me detenga.

Le encajó el cuchillo de nuevo, justo en el abdomen. Azriel gritó, sus manos estaban atadas y se sentía débil, no podía escapar, no quería intentarlo.

Lo que sí quería, pese al dolor y sus heridas, quería aceptar lo que la reina le decía, por un sentimiento totalmente egoísta, él quería que ella lo besara porque necesitaba probar sus labios, no solo para descubrir a qué sabían o como se sentían, él necesitaba comprobar que ella era solo suya, solo para él.

—Por favor —se rindió, no podía controlar el aullido en su interior, aquel que le pedía que la reclamará. —Saname. —No admitiría que quería que lo besara. —Saname, por favor.

Sloanne se le aproximó, su aliento era frío y olía a vino fresco, su rostro no poseía algún defecto o cicatriz, ella era completamente hermosa, tan bonita como la maldita muerte.

—Ruega más —le susurró ella. —Admite tus deseos y te sanaré.

Él no podía acercarsele, estaba atado. Las cosas dependían totalmente de ella. Y su voz, su voz hacía a cada célula suya vibrar.

—Besame, por favor —rogó él, su autocontrol se había ido al carajo. Era la primera vez que rogaba por tal cosa, se lo pedía a ella, su enemiga. —Besame —repitió, porque no podía tolerarlo, un segundo más sin saber lo que sentiría cuando ella lo besara por primera vez.

Ella abrió sus labios, soltando una bocanada de aliento que choco contra la boca de él, se estremeció ante tal sensación.

—Az, Az —siseó su nombre, hizo a sus emociones revolotear, estaba enloquecido, quería reclamar su boca, besarla sin sutileza. —Tú me dijiste que jamás sentirías algo por mi porque era cruel y vil.

Ella se separó, todo su cuerpo perdió energía al sentir la esencia de ella alejarse. Sonrió con astucia y le dijo —Voy a mostrarte que tan cruel y vil puedo ser. Y no te preocupes por tu amiga Morrigan, tengo un regalo que quiero mostrarle.

Le clavó de vuelta el cuchillo, pero está vez cuando cambio de ambiente, sus manos se habían quedado atadas por la fuerte cadena de hierro. Sloanne lo arrojó a las invernales montañas ilyrias, herido y sin nada para protegerse del viento.

Era ella, estaba completamente seguro, a quien quería, era la otra parte de su ser, quien le pertenecía.

Sloanne era suya y nadie podía cambiarlo, mataría a cualquiera que quisiera arrebatarsela, de eso ahora estaba seguro.

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