𝟬𝟬𝟭━━ Una llamada 𝘁𝗲𝗹𝗲𝗳𝗼́𝗻𝗶𝗰𝗮

❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓞𝐍𝐄 ❜
༉‧₊˚. ♯ The 𝗽𝗵𝗼𝗻𝗲 call 🔪

          ━━━ «¡𝐋𝐋𝐄𝐕𝐎 𝐂𝐇𝐔𝐂𝐇𝐄𝐒!».

Esbocé una sonrisa al escuchar la notificación de mi teléfono móvil. El mensaje provenía de mi mejor amigo Ethan Landry. El mismo que me enseñó las calles de New York cuando me mudé aquí oficialmente para estudiar en la universidad. El mismo que me ayudó a quererme tal y como soy.

Él y yo todos los sábados por la noche quedábamos en mi apartamento para ver películas de terror aunque Ethan no era muy aficionado a ellas pero me moría de ganas de tenerlo a mi lado. Él nunca negaba el hecho de que disfrutaba más de la calidez y tranquilidad de un hogar que una fiesta de fin de semana. Cosa que a veces hacían Tara, Chad, Mindy y Anika. Sam siempre estaba de guardaespaldas con su hermana menor Tara y Quinn se iba con su novio. Estas tres últimas eran mis roomies y yo aprovechaba la ocasión para invitar a Ethan.

Aunque eso sí, solo veíamos y comíamos en el sofá, nada de alcohol, nada de drogas y, por supuesto, nada de sexo ni besos. Una vez terminaba el filme se marchaba a su casa y yo riéndome por no llorar entre las sábanas al no confesarle mis sentimientos hacia él.

Y diréis, ¿por qué no se lo cuentas si es tu mejor amigo? Bueno, el caso es que soy tímida para mostrar mis sentimientos y a eso se le suma que él es introvertido, inseguro y un santurrón. Spoiler: somos tal para cual. Además no sé exactamente si yo le gusto o no, lo he notado nervioso en mi presencia pero él es así con todos por naturaleza.

La última que fuimos a una fiesta fue por el cumpleaños de Chad. Nos pasamos toda la noche sentados en un sofá viendo cómo se desarrollaba todo como meros espectadores de un circo andante o lo que es lo mismo, personajes secundarios de una novela. Lo peor era cuando nos invitan a unos chupitos. Yo me negaba pero a Ethan le costaba responder con un «no» así que bebía con una sonrisa nerviosa mientras disimuladamente lo echaba todo cuando nadie lo veía, incluso atragantándose por el propio sabor que no estaba acostumbrado a probar. Me daba risa la cara que ponía pero también me apenaba.

Y entre todo, me gustaba que fuera así. No era el típico chico ligón ni el deportivo chulito. Era humilde y amable. Siempre intentaba ayudar a los demás aunque muchos ni se lo agradecían y yo veía en él una fuente de escape de la realidad, me divertía estar a su lado, no me sentía sola.

—«¡Oye! ¡Estoy haciendo popcorn!» —le contesté, sonriendo mientras veía que estaba en línea todavía. Las roscas estaban casi listas en el microondas haciendo ese pop pop de fondo que tanto me gustaba—. «Estoy leyendo el futuro y me dice que vamos a reventarnos en comer más que en rompernos las gargantas en gritar de puro terror».

«En otras palabras, creo que vamos a comer más que ver... pero quiero comerte a ti, Ethan», pensé. ¿Qué pondría si yo le mandara ese mensaje? No lo dejaría en visto porque no es propio de él pero estoy casi segura que se le caería el móvil del espanto. Y no tenía tanto dinero para pagarle uno nuevo.

—«Comida y gritos. Un final perfecto» (😁). —Mandó con un emoji sonriente. Le encantan los emojis. A mí también.

Le mandé varios. Una sonrisa nerviosa con una gota de sudor. Una sonrisa con lágrimas. Una sonrisa radiante. (😅😂😃🔥). Y se me escapó el dedo y le mande él emoji de fuego. Me invadió el espanto y puse los ojos como platos, automáticamente fui a borrar el mensaje pero ya era demasiado tarde: lo había visto.

—«Se me fue el dedo, perdón» —le respondí de inmediato. Maldiciéndome por lo bajo.

Si pudiera representar mi cara en ese preciso momento, este emoji lo haría a la perfección. (😱)

Tardó en responder. Me imagino que estará pensando qué poner ante una broma supuestamente hot, pero él sabía ligar tanto como yo, o sea, nada.

Mandó un emoji con una sonrisa nerviosa. (😅). Lo que me esperaba, claro.

Estaba un poco abochornada así que dejé el móvil a un lado para sacar un bol para las popcorn. En ese momento, el teléfono del apartamento sonó. Fruncí el ceño, dirigiéndome hacia la mesa de la cocina donde estaba depositado. Era de noche así que era extraño recibir una llamada que no fuera de móvil. Además, Sam y Tara no eran muy dadas a dar el número privado de nuestro hogar y estoy segura de que, si llamaran a alguien por una emergencia, usarían el personal. Lo peor de todo es que ni siquiera conocía ese número. Era bastante raro. Dejó de sonar pero al cabo de unos segundos, insistió.

—«Hay un número raro llamando desde el teléfono de casa. ¿No te parece algo extraño a esta hora?» —escribí lo más rápido que pude. Nerviosa al escucharlo de nuevo pero aliviada por poder continuar con la conversación y no haberla dejado en un momento incómodo.

—«Seguramente sean Sam o Tara. Puede que incluso Chad y los demás al perder el móvil. En las fiestas ocurren muchas cosas raras pero por suerte siempre habrá un teléfono fijo que sobreviva a una ola de bebidas».

Ojalá sea solo eso pero lo dudo, y de Sam más. Era la hermana mayor de Tara y siempre se preocupaba por ella, más después de los sucesos terroríficos que pasaron en Woodsboro cuando dos fanáticos de las películas de Scream, tomaron la identidad de ghostface y empezaron a masacrar a todos los conocidos de las hermanas Carpenter: Sam y Tara. Uno de ellos fue el novio de Sam: Richie Kirsch y el otro resultó ser una chica: Amber, que era la mejor amiga de
Tara.

Destrozadas, decidieron abandonar todo y empezar una nueva vida sin miedo en New York. Gracias a Quinn pudieron conseguir un apartamento más barato y luego, llegué yo. Y los conocí. Lo conocí. Ethan fue con el que más empaticé, no solo porque nos parecíamos sino porque también, me gustaba su sonrisa y todo lo que poseía en sus valores y modales. No era perfecto para muchas personas y mucho menos para las chicas pero para mí si lo era. Me gustaba así, con sus defectos y virtudes. Yo veía más virtudes en él que los demás.

El teléfono sonó de nuevo. Me invadió un calor repentino producto del miedo en el estómago. Dejé el chat de Ethan abierto.

Esperé oír alguna voz conocida pero solo escuché silencio y luego, una voz distorsionada con un aparato tecnológico. Era grave y daba muy mal rollo. Puede que sea la de un hombre.

            ━━━𝐇𝐎𝐋𝐀, 𝐄𝐕𝐄𝐋𝐘𝐍. —Sin verle la cara sospeché que estaba sonriendo maliciosamente.

—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién te ha dado este número? —pregunté recelosa. Ni siquiera me di cuenta de que no le había saludado. Tampoco iba a hacerlo.

—¿Qué te parece si las preguntas las hago yo? —No respondí y él continuó—: ¿Eso es un sí? Bien. Pensé que ibas a comportarte como una estúpida al igual que esas amiguitas tuyas, las perras Carpenter.

Hice ademán de colgarle pero antes de lo que hiciera, continuó:

Vaya... al final si eres como ellas... una verdadera lástima. Entonces probaré esta vez con tu novio. ¿Cómo se llamaba? —pausó intencionalmente—. Hum... ¡Ah, sí! Ethan. Está muy encantador para vuestra cita. Además esa camisa blanca le favorece bastante pero, personalmente, a mí me gusta mucho los colores oscuros. ¿Qué te parece si se la tiño de rojo? ¿Te gusta el rojo tanto como Ethan, Evelyn?

No sabía quién era pero él sí sabía muchas cosas sobre mí.

—Deja en paz a Ethan —le dije, intentando que mi voz sonara firme pero el miedo me paralizó. Mi voz tembló al final. Me estrujé los párpados a causa de los nervios que empezaban a amenazarme—. ¿Qué quieres? Haré lo que sea pero no lo toques.

Oh... ¡qué bonito! ¿Morirías por él o... matarías por él? Ambas acciones son tan... diferentes pero a la vez tan similares al compartir un sentimiento tan bonito y peligroso como es el amor. —No respondí. Sabía la respuesta pero no quise decírsela. Él volvió a pausar pero esta vez con una sonrisa ronca acompañada de pasos, si bien distantes—. ¿Lo oyes? ¿Te gustaría que acabara con la única persona que te aprecia desde que has llegado aquí? ¿Te gustaría que lo destripe como a un cerdo y dejara sus vísceras al descubierto y su cuerpo colgando en frente de tu ventana? ¿Recordándote que su muerte fue culpa tuya?

—¡Te he dicho que haré lo que sea! —exclamé. Mis nervios, la ira pero sobre todo el miedo estaban a flor de piel. Mi cuerpo temblaba y ya no poseía control ni dominancia en mis pensamientos—. No le hagas daño, por favor —le supliqué con lágrimas. Me sentía débil, no quería demostrarle que tenía miedo porque al fin y al cabo ese tipo de personas se regocijaban de ello pero no pude controlarme.

Contrólate o sino, mi cuchillo dejará estar en calma. Me imagino que ya sabrás qué significará cuando esté agitado y en movimiento. —No respondí como quise pero afirmé con un hilo de voz mientras me secaba las lágrimas con la manga de mi pullover rosa—. ¿Vas a responder debidamente de una puta vez?

—Yo... haría ambas cosas.

Sonrió.

No recuerdo qué te dije en esas preguntas. ¿Podrías repetirlas? —Estaba claro que quería más que una afirmación, quería que las formulara tal cual las preguntó.

—Yo... moriría para salvarlo y...

—¿Y?

—...mataría por él.

Soltó una carcajada escalofriante.

—¿Matarías a las zorras Carpenter, entonces? Porque no me dirás que te has sentido a gusto con ellas. Sí, aceptaste el apartamento pero solo para pagar el cuarto del precio final. No hay amistad de por medio. Eres la nueva, la inocente, la indiferente. Te sientes débil, estúpida, invisible. Eres la jodida sombra de ellas. Tratan de hacerse las heroínas tras haber matado a aquellos dos fanáticos de Scream. La inmortalidad se les ha subido por la cabeza y en las historias siempre he odiado a ese tipo de personajes. ¿Sabes? Y creo que tú también, solo necesitas un empujón.

Era verdad que con Tara, Sam y los demás no había empatizado tanto, no los conocía mucho y a veces me sentía excluida como Ethan pero tampoco entraba en mis planes matarlas. A nadie, para ser correctos.

—No las voy a matar porque ellas no le van a hacer daño. El pasado que tuvieron lo dejaron atrás —me defendí mientras escribía en el chat de Ethan para advertirlo. Puse el altavoz. Sería arriesgado llamar a la policía o mandar un audio. Él podría darse cuenta pero necesitaba hacerlo para escribir lo más rápido posible con ambas manos libres.

¿Y qué pasaría si esas películas continuaran con la franquicia?

¿A qué te refieres? —Arrugué la frente. Escribía desesperadamente.

Ya sabemos que Billy Loomis es el padre de Sam y los genes de psicópata están con ella. ¿O es que acaso Samantha o su grupito no te han contado cuánto disfrutó apuñalando muchas veces al aficionado de su ex novio Richie antes de rebanarle el pescuezo?

Solo me habían dicho que había muerto pero no me explicaron el motivo de su muerte.

Volvió a reír.

—«ETHAN. VEN YA. CORRE»

Por supuesto que no. No confían en ti. No te dicen nada. Quiero advertirte de que tu querido Ethan está en peligro junto a esas putas locas porque si estáis cerca de Samantha, estáis cerca de Ghostface. Estaréis cerca de la muerte. La franquicia se renovará y esta vez no cometeré la misma estupidez que Richie y su putita. Pienso hacer que Sam se vuelva loca, que chille, que llore para que finalmente mate, que se convierta en la viva imagen de su padre, que la gente le tema y vea quién es ella. Y si Ethan y tú estáis en el medio y sois una carga ten por seguro que os matará y ni siquiera dudara en el acto.

No tartamudeaba. Su voz fría era como el hielo y su acento distorsionado era como estalactita que incrustaban en mi cabeza, amenazándome con perforarla.

—¡Ya basta!

Bastará cuando yo lo diga porque el juego solo acaba de empezar.

—«¿Qué pasa, Eve? ¿Estás bien?» —Oí la notificación de Ethan. Landry pensaba que la que estaba en peligro era yo pero la realidad era que el que estaba al borde de la muerte era precisamente él. No le respondí. Me sentía mal por ello pero sabía que si se preocupaba por mí y no contestaba, llegaría más deprisa y se alejaría de ese malnacido.

Tu amiguito está acelerando el paso. No te tenía por chivata. Puta ingenua, ahora tendrás que contestar más rápido a las preguntas. ¿Pensabas que estabas ahorrando tiempo para que se librara de mí? El caso es que te has quitado tiempo a ti misma para contestar y si no contestas bien y con ese margen de tiempo a mi juego, Ethan será el primero en encabezar mi lista de asesinatos.

Había contestado a una de sus preguntas y parece que en parte le gustó la respuesta. ¿Qué probabilidades había de que siguiera siendo así? Además mi miedo aún no había desaparecido pero gran parte de el se había convertido en ira. Caminé hacia la zona de cubiertos y cogí un cuchillo y con la otra mano, el teléfono. Mi voz sonó tan firme como el método de fijación que había usado en el pomo de lo que ahora era la única arma que poseía para defender a Ethan.

—Juguemos.

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