★彡[ꜱᴜɢᴜʀᴜ ɢᴇᴛᴏ]彡★

Universo Canon / Angst / Año 2007 / Violencia

《 Porque hoy viendo un reel en instagram gané inspiración para escribir algo triste 》

EL VIENTO sopló, moviendo su cabello ligeramente. Una brisa suave de verano.

Yukari estaba ahí, riéndose de algo que él no había escuchado; o no había entendido. Porque últimamente, reír era lo que menos hacía. En otras circunstancias, quizás hubiera disfrutado ese momento, pero Suguru no podía darse ese lujo. No en ese momento; no después de lo que hizo. No después de lo que iba a hacer.

Porque Yukari, la chica de la que se enamoró casi medio año atrás, no era una hechicera.

A pesar del poco tiempo que tenían de conocerse, lograron formar un vínculo; lo cual fue sorprendente por sí sólo. Siempre pensó que gente como ella era por la que él trabajaba, pues no eran capaces de defenderse por sí mismos. Los hechiceros existían para proteger a los débiles, pero los no hechiceros no eran conscientes ni tenían idea de lo que la gente como él hacía; de lo que pasaban todos los días para que ellos pudieran vivir vidas tranquilas. No obtenían ni un "gracias" a cambio la mayor parte del tiempo, pero era su trabajo.

Y por eso no era feliz.

Pronto se dio cuenta de la solución al problema. Si todas las personas normales dejaran de existir, ya no habrían maldiciones ni nadie a quien proteger. La vida sería mucho mejor para todos; pues los hechiceros no crean maldiciones. Entonces todo lo que tenía que hacer era deshacerse de esos monos. Era simple y sencillo. Un mundo así era lo ideal.

Excepto por esto.

Yukari.

La conoció antes de pensar así; cuando aún pensaba que su propósito era proteger a los que no podían protegerse. Se encontraron de casualidad y ella siempre fue atenta con él. Cuando se sentía impotente, triste, enojado y lleno de rencor, Yukari estuvo ahí.

— Suguru, tienes los ojos llenos de ojeras. ¿No has dormido bien? ¿Te sientes mal?

Y ahí estaba, haciendo las cosas difíciles incluso en el presente.

— Es el estrés, creo. Ha sido un verano largo.

"No hiciste una excepción con tus padres".

Seguía repitiéndose eso una y otra vez. Sería un poco hipócrita de su parte despreciar y asesinar a todos los no hechiceros excepto a su novia. Así, ¿quién lo tomaría en serio? Nadie. No podía hacer que la gente viera sus ideales como algo serio si hacía excepciones como esa. Si dejara a Yukari con vida, se vería como alguien que sólo se beneficia de dichos ideales cuando le conviene, y eso no lo podía permitir. Si no, no podía formar su mundo ideal, y quería hacerlo más que nada en el mundo.

— Mentiroso. — su voz lo tomó por sorpresa. Sintió miedo por un momento, como si le hubiera estado leyendo la mente. Pero después de todo, era una persona normal.

— ¿Por qué dices eso? — sonrió, incómodamente, tratando de disimular su intriga por aquella respuesta.

— No te ves sólo estresado. Pareces desgastado emocionalmente. ¿Hay alguna razón por la que no quieras decirme la verdad? ¿Qué es lo que tanto te preocupa?

— Eso... — no podía decirlo. No había manera en que pudiera decirle a su novia "asesiné a una aldea entera y a mis padres; ahora haré lo mismo contigo para cumplir mis ideales. Mi sueño".

Un mundo sin no hechiceros.

Un mundo sin Yukari.

Con razón se sentía tan raro al respecto y dudaba de su capacidad para continuar. Podía imaginarse un mundo donde la energía maldita estuviera perfectamente controlada por los seres humanos que son capaces de hacerlo. No podía imaginarse un mundo donde Yukari no estuviera para abrazarlo cuando llorara, o donde no pudiera verla reír, donde no volvería a ver su rostro ni escucharía su voz nunca más. Un mundo sin su amor era doloroso.

Pero, ¿era más doloroso que la vida que ya estaba llevando?

— Sé que es difícil para ti hablar sobre lo que te molesta a veces, pero sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, Suguru. Porque soy tu novia, y te amo. Quiero que seas feliz.

Ella colocó su mano sobre la de él, y su corazón se aceleró.

¿Lo que estaba en su estómago eran mariposas o culpa?

Por un instante, maldijo todo en su interior. ¿Por qué la mujer que amaba tanto era uno de ellos? ¿Por qué una de las personas que más le importaba no podía controlar su energía maldita? ¿Por qué? Si pudiera enseñarle... si pudiera hacer que Yukari aprendiera, quizás lo podría evitar. Podría tener su mundo ideal junto a su chica ideal.

— Yo... quiero...

— Suguru, estás llorando. — sus manos pasaron a su rostro. A limpiar sus lágrimas. — ¿Qué sucedió? ¿Qué tienes? Dime, ¿hay algo en lo que te pueda ayudar?

— No es... no es eso...

— ¡Geto-sama! — el pánico lo invadió de nuevo al ver a las niñas que recientemente había rescatado correr hacia él. Supuso que, al verlo llorar, Nanako y Mimiko se habían preocupado.

Suspiró.

— Estoy bien. Les pedí por favor que esperaran por allá, así que vuelvan mientras termino, ¿sí? Iré pronto.

— Pero...

— ¿Quiénes son estas niñas? — Yukari preguntó, haciendo el intento por sonreír dulcemente al ver que las había asustado un poco.

—...Nanako y Mimiko. Estaban solas en una aldea. No tienen padres, así que las cuido. Niñas, esta es Yukari. — hizo una pausa, dudando de si sería buena idea decirlo. — Es mi novia.

— Es un placer, niñas. — al querer tocar sus cabezas, retrocedieron, aferrándose a Suguru con miedo. — No voy a hacerles nada malo, tranquilas. — no muy convencida, Mimiko fue quien dejó a la muchacha poner su mano sobre su cabeza. — ¿Ves? Son sólo caricias.

Fascinada por el tacto suave y cálido de su mano, Mimiko cedió y abrazó a la mayor mientras recibía más caricias.

— ¡Ahora yo, ahora yo! — Nanako se acercó también al ver que era completamente seguro, y ella misma puso la otra mano de Yukari sobre su cabeza.

— Jajaja, está bien, está bien. ¡Las caricias en la cabeza no se acaban! Que niñas tan buenas. — ellas también se rieron, contagiándose de su buen humor.

Suguru esbozó media sonrisa, y luego la borró.

— Se está haciendo tarde. Ya tenemos que irnos, niñas.

— ¿Tarde? Si aún ni almuerzo. — se levantó de su asiento, estirando los brazos. — Pero supongo que tienes cosas que hacer. No hay más opción.

— Aw, ¿no podemos quedarnos con ella un ratito más? — Mimiko preguntó.

— ¿Puede venir con nosotros? ¿Por favor? — Nanako siguió.

Eso quisiera él también.

— Díganle adiós a Yukari.

Esa era su señal para saber la razón por la que la había visitado ese día. Porque ella no podía seguir en este mundo.

— ¡Adiós! — las pequeñas se despidieron, regresando al lado de Geto.

— ¡Adiós, niñas!

— Cierren los ojos un momento. No los abran hasta que les diga. — les pidió a las menores, quienes le hicieron caso al instante.

Era ahora o nunca. Una vez muerta Yukari, no había vuelta atrás.

— Sé que lo tratas de disimular frente a las niñas, pero si algo te está molestando, habla conmigo por favor. Haré lo que necesites para que te sientas mejor. — susurró.

Geto no la dejó hablar. Había una última cosa que debía hacer antes de no volver a verla.

Un último beso.

Pero despedirse no era su único propósito. El escenario pasó miles de veces por su cabeza antes de ir con ella ese día. ¿Cómo podía matar a Yukari? Si trataba de pensar en ello sólo podía ver en su mente el rostro de su amaba llorando, destrozada, desangrándose en sus brazos mientras las heridas de su corazón dolían más que las físicas.

"¿Por qué me harías esto? Pensaba que me amabas."

Entonces, la única manera de evitar ver a Yukari sufrir era cerrar los ojos al momento de asesinarla.

Al juntar sus labios, sin saber lo que le esperaba, cerró los ojos también. Amaba a ese chico con todo su corazón, y haría lo que fuera por él.

"¿Incluso morir?"

Se detuvieron.

"Para que tu amor sea feliz, ¿morirás para formar el mundo de sus sueños?"

A Yukari no le dio tiempo de abrir los ojos de nuevo.

Mientras estaban sumergidos en las sensaciones del beso, no se dio cuenta, pero al separarse fue devorada por una de las maldiciones de Geto. Una sola mordida.

Suguru no abrió los ojos tampoco. Sólo escuchó.

Una muerte rápida e indolora. Pensaba que al menos eso le debía.

Las mordidas llenaron el silencio. Crujidos; probablemente sus huesos. Líquido salpicando en el suelo y en su ropa; su sangre. Sólo se alegraba de no haber oído un solo grito o quejido.

No hubiera podido soportarlo de haber escuchado a Yukari gritar en agonía o suplicar por ayuda. Él no podía ayudarla, así como ella no podía ayudarlo a él.

Silencio.

Sus párpados se levantaron con lentitud; un desastre sangriento frente a él. Un suspiro que había estado reteniendo por un rato salió de su boca. Un latido de su corazón golpeó su pecho.

Estaba hecho.

Su garganta se anudó. Lágrimas mojaron sus mejillas.

— Adiós.

Una despedida fue todo lo que le dejó, y con las niñas aún con los ojos cerrados, tomó sus manos y caminó lejos.

Sus huellas manchadas de sangre marcaron el camino a su nueva vida.

🫀 Está medio cortito pero es que estoy enojada. Compré un tinte según color morado (me lo dijeron las empleadas de la tienda y en la caja también dice que es color tanzanita) pero al aplicarlo terminó azul. No se ve feo, es teóricamente lindo, pero lo estoy odiando porque no era lo que buscaba ni lo que quería.

Quizás estoy siendo yo dramática llorando porque el tinte de mi cabello terminó azul y no morado, pero es que me desespera que gaste casi 150 en eso y no se ve como yo quería. La ropa que uso es normalmente blanca y negra, y la suelo combinar con morado o rojo. Así que siento que me voy a ver rara combinando azul con morado y rojo (?

No sé, me dejó eso de mal humor. Quiero llorar.

Y como quería llorar terminé de escribir esto.

Es probable que mañana esté de mejor humor y escriba otra versión de este escenario con un final feliz.

Besitos en las manos, cuídense y tomen mucha agua.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top