𝐓𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘-𝐎𝐍𝐄
LUEGO DE LA ENTREVISTA, algo cambió pero ella sin duda alguna esperaba que Finnick estuviera más aliviado al verla esa noche, no quería que se preocupara o pensara lo peor, él tendía a hacer eso muy seguido.
En todos esos días no fue a ninguna reunión, por eso se encontraba mucho más delgada y pálida de lo normal. Pero eso no era lo que le preocupaba.
Las torturas de Peeta no culminaron, ella pensaba que con las palabras dichas en la entrevista al menos lo dejarían en paz. No fue así, ella creía que incluso lo torturaron más.
Ella se hacía una idea de lo que podría estarle ocurriendo y el porque gritaba tanto, podía escuchar como intentaban poner a Peeta en contra de Katniss, pero él se resistía.
Se resistía con mucha fuerza, y admiraba eso de él.
Fue días después que los dos volvieron a ser llamados. Ella notó como Peeta lucía mucho más demacrado y delgado que en un inicio, y no pudo evitar sentir lástima por él.
—¿También te dejaron solo una comida? —cuestionó Peeta mientras observaba a la pelirroja.
—Así es —respondió la pelirroja—. ¿Cómo te encuentras tú?
—No es mi mejor momento, eso debo admitirlo.
—Somos dos —murmuró ella.
Volvieron a ducharlos y cambiarlos, pero por más que lo intentaran se notaba que los dos no tenían la mejor salud. Fueron vestido de colores oscuros pero al final los dos terminaron separados.
Ella no iba a asistir a la entrevista, así que antes de irse abrazó al rubio.
—Ten cuidado con lo que dices, no deseo que te lastimen más —fueron las palabras de la pelirroja—. Cuídate mucho solecito —él sonrió ante el apodo de la pelirroja.
—Lamento lo que tendrás que haces Cissa.
—Me he acostumbrado, no lo lamentes, procura preocuparte por ti ¿Está bien?
Ella le dió una pequeña sonrisa a Peeta, y sin más se fue de ahí con los agentes detrás de ellas.
Soltó un suspiro lastimero al no poder abrazar y consolar a Peeta, pero ella no podía hacerlo, ya no podía hacerlo.
Por mucho que lo quisiera, terminaría llorando si alguien la volvía a tocar, no importaba si era un toque malicioso o uno tierno.
No le gustaba que la tocaran, y Peeta notó eso cuando se reunieron en una ocasión, Johanna también lo notó la vez que se vieron hace un par de días, pero ninguno de los dos comentó algo.
Ellos notaron lo mal que se encontraba la pelirroja a pesar de lo fuerte que intentaba parecer.
Cuando llegó al lugar volvió a colocarse esa máscara que siempre usaba cuando iba a esos lugares.
—Lo haces por Johanna —murmuraba la pelirroja—. Lo haces por Jo.
En la gran mansión de un hombre del cual no recuerda su nombre, ella se mantuvo callada y siempre con una sonrisa amable, contestaba lo que tenía que contestar y listo.
Durante la cena observaron con tranquilidad la televisión que estaba ahí, pero entonces una transmisión del Capitolio empezó.
—Tú eres amiga de Peeta Mellark ¿Cierto? —fue lo que el hombre le preguntó.
—Así es señor —contestó la chica con una pequeña sonrisa.
La transmisión entonces se vió interrumpida por una canción que claramente Katniss cantaba, eso provocó que el corazón de la pelirroja se acelerara, más no mencionó nada.
No iba a mencionar nada, era mejor quedarse callada.
—¿Te gustaría tomar una copa de vino en mi habitación? —ofreció el hombre sin importarle lo que ocurrió en la televisión.
—Por supuesto —respondió ella con una fingida sonrisa.
Horas más tarde, se encontraba llorando mientras abrazaba sus piernas, lo único que se escuchaba eran los gritos de Peeta, a quien estaban torturando por lo que había dicho en televisión.
Una vez los gritos cesaron y los torturadores se fueron, ella se secó las lágrimas y le dijo a Peeta.
—No debiste haberlo hecho, te dije que te preocuparas por ti, solecito.
—Debía salvarla.... —murmuró Peeta demasiado adolorido.
El corazón de Narcissa sufrió por su amigo, ella ya conocía los detalles de lo que le estaban haciendo, se trataba de la técnica de Secuestro.
Era un tipo de alteración de la memoria y método de condicionamiento basado en el miedo, creado por el Capitolio como una forma de tortura.
La técnica utiliza veneno de rastrevíspulas para asociar el miedo con ciertos recuerdos, y para alterar esos recuerdos con alucinaciones.
Narcissa se esentía muy mal por él.
Durante los siguientes días ella no salió, y como siempre solo le daban una ración de comida, los gritos de Peeta le daban ganas de llorar por lo que siempre se la pasaba dormida mientras que tapaba sus oídos.
Solo deseaba que el dolor de sus amigos acabara.
Deseaba que Peeta dejara de sufrir al intentar resistirse contra el Capitolio.
Anhelaba que Johanna ya no fuera torturada por saber del plan rebelde.
Ella esperaba que no volvieran a llamarla para tener que ir a reunirse con hombres muchos años mayores que ella.
Narcsissa se encontraba mirando el techo mientras se tapaba los oídos debido a los gritos de Peeta, por lo menos a Johanna la dejaron de torturar ya que ninguna de las dos había hecho algo malo.
Pero Peeta si que lo había hecho, y al parecer los torturadores querían que Peeta estuviera totalmente en contra de Katniss.
Al terminar el sufrimiento la chica no se destapó los oídos hasta que observó a los torturadores irse, ella de inmediato empezó a hablar sobre la historia sobre otros de los libros que había leído. Este hablaba sobre dioses y seres místicos.
Sin duda alguna la historia que más le gustó fueron las de Eros y Psiqué, la de Afrodita y Ares, y por último la de Persephone y Hades.
—Entonces Ares protegió a Afrodita con su cuerpo luego de haber sido descubiertos —estaba terminando ella el relato—. Pues él no iba a permitir que su amada fuera avergonzada.
Antes de que la chica pudiera continuar, abrieron su celda y pudo escuchar como abrían la de los demás, Narcissa estaba tan concentrada en su historia que no se dió cuenta del gas que se había empezado a propagar.
Ella de inmediato observó a las dos personas frente a ella, no eran Agentes de la Paz.
—¿Quiénes son? ¿Son rebeldes? —cuestionó ella empezando a maquinar muchas cosas en su mente.
—Señorita Pollux, venimos a rescatarla —empezó a decir uno de los hombres—. Venimos del distrito trece.
—¿Nos llevarán a todos cierto? ¿A Peeta también no? ¿Y qué hay de J-
—Venimos a rescatarlos a todos, ahora sígannos —fue lo que el hombre respondió, pero cuando hizo el amago de tomar a la pelirroja del brazo ella se apartó.
El hombre lo entendió y sin más le guió. De inmediato Johanna y ella se reunieron, Peeta estaba desmayado pues él había sido la víctima más reciente de los torturadores.
Y una vez en el aerodeslizador las dos vencedoras cayeron en un profundo sueño provocado por el gas lanzado por los rebeldes.
Pero había algo que dejó a Narcissa dormir sin ninguna pesadilla.
Y fue el pensamiento que sus amigos estarían a salvo, Johanna estaría a salvo, Peeta estaría a salvo.
Todo estaría bien.
La tortura de cinco semanas llegó a su fin.
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