𝐓𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘-𝐅𝐈𝐕𝐄
ELLA SE SENTÓ Y OBSERVÓ A PEETA CON SERIEDAD, en estos momentos se encontraba tensa por cómo las cosas podrían ocurrir.
—Solo hablaras con ella ¿cierto? —cuestionó ella con duda en su voz.
—Eso haré, me has ayudado mucho Cissa, no intentaré matarla de momento —no le gustó lo que él agregó al final más no comentó nada.
—Voy a estar ahí —señaló la pared detrás de ella—. No dudes en decir mi nombre y entraré ¿Está bien?
Peeta asintió y entonces la pelirroja salió de la habitación, le dedicó una pequeña sonrisa a Katniss quien ya se encontraba ahí.
—Hola.
—Hola —responde Peeta.
—Haymitch me ha dicho que querías verme.
—Mirarte, para empezar.
—No eres muy grande, ¿no? Ni tampoco demasiado guapa.
—Bueno, tú tampoco estás en tu mejor momento.
Narcissa se golpea la frente, olvídaba a veces que los dos chicos frente a ella seguían siendo adolescentes.
—Y, encima, no eres simpática ni de lejos. Mira que decirme eso, después de todo lo que me ha pasado...
—Sí, todos hemos pasado por muchas cosas. Además, el simpático eres tú, no yo. Mira, no me encuentro muy bien. Quizá me pase mañana.
—Katniss, me acuerdo del pan.
—Te enseñaron la cinta en la que hablaba de eso —responde la chica.
—No, ¿hay una cinta? ¿Por qué no la usó contra mí el Capitolio?
—La grabé el día que te rescataron —responde ella—. Entonces, ¿lo recuerdas?
—Tú, bajo la lluvia —dice en voz baja—. Hurgando en nuestros cubos de basura. Quemé el pan. Mi madre me pegó. Saqué el pan para el cerdo, pero te lo di a ti.
—Eso es, eso es lo que pasó. Al día siguiente, después de clase, quise darte las gracias, pero no sabía cómo.
—Estábamos fuera al final del día. Intenté que nuestras miradas se cruzaran. Apartaste la tuya. Y entonces, por algún motivo, creo que recogiste un diente de león. Debo de haberte querido mucho.
—Sí —responde Katniss mientras se le rompe la voz y finge toser.
—¿Y tú me querías?
—Todos dicen que sí —responde, mirando al suelo—. Todos dicen que por eso te torturó Snow, para hundirme.
—Eso no es una respuesta. No sé qué pensar cuando me enseñan algunas cintas. En la primera arena es como si intentases matarme con aquellas rastrevíspulas.
—Estaba intentando mataros a todos —contesto—. Me tenían en el árbol.
—Después hay muchos besos que no parecían reales por tu parte. ¿Te gustó besarme?
—A veces —reconoce—. ¿Sabes que nos están observando en estos momentos?
—Lo sé. ¿Y Gale?
—Él tampoco besa mal —responde cortante.
—¿Y a Gale y a mí nos parecía bien que nos besaras a los dos?
—No, no les parecía bien a ninguno de los dos, pero tampoco iba a pedirles permiso.
Peeta se vuelve a reír con frialdad, con desdén.
—Ese no es el camino al éxito Haymitch —dice la pelirroja con una mirada preocupada.
—Bueno, menuda pieza estás hecha, ¿eh? —escucha que dice Peeta.
Pero entonces Katniss sale y la pelirroja suelta un suspiro para después entrar.
—¿Cómo te sientes después de esto? —fue lo que Narcissa preguntó mientras caminaba hacia el rubio.
—No me cae mejor —respondió el rubio—. Nos besaba a los dos y no le importó lo que sentíamos nosotros al respecto.
—Lamento que te sientas así —murmuró la pelirroja—. Pero que te dije hace poco, no vale la pena odiar a las personas.
—Tienes razón, ella no merece la pena —susurró el rubio.
Esas palabras no sabía si la alegraban o la preocupaban.
—Debo ir a dormir, volveré mañana luego de mi entrenamiento ¿Está bien?
—Duerme bien, saluda a Finnick de mi parte.
—Eso haré —dijo ella con una pequeña sonrisa, abrazó a su amigo y sin más salió del lugar.
Narcissa llevaba entrenando desde el tercer día en que fue rescatada, y debido a las buenas habilidades de la chica sin duda alguna ella se encontraba al mismo nivel que Finnick, pues su novio durante esas cinco semanas no fue el más atento a su entrenamiento.
—Me alegra escuchar que Peeta cada vez se encuentra mejor —murmuró el rubio mientras acariciaba la mejilla de su prometida.
Se encontraban con Annie, Tristán y Delly, una chica del distrito doce muy amable que también había estado ayudando a Peeta.
—Somos dos ¿puedes creer que lo dejarán salir? Todas esas horas de terapia han servido —respondió ella en el mismo tono de voz.
Luego se unieron Johanna y Katniss, la pelirroja les dedicó una gran sonrisa a ambas y les insistió en que se tomaran asiento. Eran un grupo curioso, cuatro chicos del distrito cuatro, dos del doce y una del siete.
Se la pasaron todo el almuerzo escuchando las historias de Finnick y Tristán, los cuales parecían más felices que nunca. Katniss, quien había visto la tristeza de Finnick, no podía creer lo transformado que estaba.
Este Finnick le caía muy bien, entendió porque Narcissa y él estaban juntos.
Pero entonces Narcissa y Delly, quien estaban sentadas juntas, notan a Peeta. Las dos sonríen al verlo.
—¡Peeta! —exclama Delly—. Qué bien verte... fuera.
—Al final si te dejaron salir solecito —espeta Narcissa con una sonrisa.
—¿Y esas pulseras tan monas? —pregunta Johanna observando las esposas de Peeta.
—Todavía no soy del todo digno de confianza —responde Peeta—. Ni siquiera puedo sentarme aquí sin vuestro permiso —añade, señalando con la cabeza a sus vigilantes.
—Por supuesto que puedes sentarte aquí, somos viejos amigos —dice Johanna dando unas palmaditas en el asiento que tiene al lado. Los vigilantes acceden y Peeta se sienta—. Peeta, tomatito y yo teníamos celdas contiguas en el Capitolio. Estamos muy familiarizados con nuestros respectivos gritos.
La pelirroja borra su sonrisa y Finnick lanza a Johanna una mirada asesina mientras toma la mano de su novia.
—¿Qué? Mi médico de la cabeza dice que no debo censurar mis pensamientos, que es parte de la terapia —contesta Johanna.
Todos guardan silencio por un rato.
—Annie —dice Delly, animada—, ¿sabías que Peeta decoró tu tarta de boda? En casa su familia era dueña de la panadería y él hacía los glaseados.
—Gracias, Peeta, era preciosa.
—Es un placer, Annie —responde él con un poco de dulzura.
—Si queremos que nos dé tiempo para entrenar, será mejor que nos vayamos —le dice Finnick a Narcissa quien asintió repetidas veces.
Recoge las dos bandejas con una mano mientras sostiene con fuerza en la otra la de la pelirroja.
—Me alegro de verte, Peeta.
—Pórtate bien con ella, Finnick, si no quieres que intente robártela.
La pelirroja abre los ojos sorprendida y toma con fuerza la mano del rubio.
Peeta intentaba provocarlo.
—Venga, Peeta —responde Finnick, como si nada—, no hagas que me arrepienta de haberte reanimado el corazón.
Entonces los dos se van, la pelirroja acaricia la mano de su novio quien se encuentra bastante tenso.
—Sabes que lo hizo para provocarte —espetó la pelirroja—. Siempre que ve a Katniss es como si un lado oscuro de él apareciera. Hace poco me dijo que era como una madre para él.
—Te creo, se que el verdadero Peeta sigue ahí —fue la respuesta del rubio—. Pero no quería saber de que era capaz si continuaba con sus provocaciones.
—Sabes que yo solo tengo ojos para ti —murmuró ella mientras dejaba un beso en la mejilla de su prometido.
—Y yo solo para ti —fue la respuesta del rubio.
Rodeó en un abrazo protector a su pelirroja y fueron camino al campo de entrenamiento.
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