𝐎𝐍𝐄
"LA COSECHA"
NARCISSA SOLTÓ UN SUSPIRO MIENTRAS LE PINCHABAN EL DEDO, La Cosecha para los sexagésimos novenos Juegos del Hambre se llevaría a cabo en el distrito 4 ese día.
Ya habían pasado cuatro años desde la muerte de su hermana, y sin duda alguna ese año le marcó la vida a ella y su madre.
En especial a la mayor, Mariana cayó en una gran depresión luego de la muerte de su primogénita.
Luchó contra esta durante tres años, pero al final ella terminó suicidándose, dejando a Narcissa completamente sola.
Ya había pasado un año desde la muerte de Mariana, cuatro desde la muerte de Bellatrix y seis de la muerte de su padre, Orión.
Ella no tenía nada que perder, tampoco tenía ganas de vivir, y mucho menos ganas de ser seleccionada como tributo del distrito 4. Realmente solo deseaba poder dormir o estar entre sus libros todos los días.
Luego de que le pincharon el dedo y registraran su nombre, ella se dirigió a la fila donde todas las chicas de dieciséis años se encontraban. No tenía amigas, luego del fallecimiento de su madre todos se alejaron de ella, pensaban que terminaría igual que Mariana.
Narcissa empezaba a creer que ese sería el caso.
Fue minutos más tarde que todo inició, al escenario subió Eris, la escolta del distrito 4 desde hace casi diez años. La mujer del Capitolio usaba una extravagante peluca de cabello rosa chillón junto a un traje del mismo tono.
—¡Buenos días chicos y chicas! —saludó animada, Narcissa no sabía si temblaba de miedo o de furia, odiaba la emoción de las personas del Capitolio por los juegos—. ¡Hoy es un día importante! ¡Iniciaremos estos maravillosos juegos con La Cosecha!
Eris se acercó a la urna con todos los papeles de las jóvenes del distrito 4. Un tenso silencio se instaló, la mayoría de ellas deseaba que su nombre no fuera escogido.
—¡Las damas primero! —chilló Eris y entonces empezó a rebuscar, sacó un papel y entonces al leerlo exclamó—. ¡Narcissa Pollux! ¡Ven al escenario cariño!
No pudo evitar soltar un pequeño sollozo al escuchar eso, ella había sido la seleccionada.
Todas las chicas la observaron con pena y cierto alivio, Narcissa con pasos temblorosos se acercó al escenario, las personas la observaban fijamente.
La población de ahí tenía algo claro, Narcissa no sería la ganadora de estos juegos. Ni siquiera ella misma lo creía posible.
Luego de eso no prestó atención alguna, se sentía como en un trance, no escuchó quien sería el tributo masculino, ni tampoco se opuso cuando los llevaron adentro del Edificio de Justicia.
Los llevaron a una diferente sala a cada uno, la chica no pudo evitar soltar otro sollozo cuando supo que nadie vendría.
Ella no tenía a nadie, no tenía amigos, no tenía familia. Era Narcissa contra el mundo.
Cuando llegó el momento de irse, ella y el tributo masculino entraron al tren junto a Eris, ahí adentro estaban sus dos mentores.
Mags Flanagan era la ganadora de los onceavos Juegos del Hambre, actualmente era una dulce mujer que había dedicado su vida a ayudar a los demás.
Al lado de la mujer se encontraba Finnick Odair, el ganador de los sexagésimos quintos Juegos del Hambre, todos lo conocían por ser la persona más joven en haber ganado los juegos.
Narcissa lo conocía por haber sido el chico que fue salvado por su hermana.
—Hola chicos, soy F-
—Sabemos quienes son —le cortó el tributo masculino, eso provocó que un tenso silencio se formara.
—¿Por qué no van a descansar? La cena es hasta dentro de una hora.
Cross Lexus, un chico musculoso de dieciocho años y el tributo masculino de ese año, simplemente se fue sin mirar atrás.
Narcissa por su lado se sonrojó al notar las miradas de todos, huyó sin darle oportunidad a nadie de hablar.
Fue a la habitación que le correspondía, ahí adentro se ducho y se colocó un vestido verde muy bonito, observó el lugar con atención, era una bonita habitación.
—¡Narcissa cariño, la cena está lista! —escuchó que Eris le habló, eso provocó que ella dejara de estar absorta en sus pensamientos.
Al llegar al comedor, solo Finnick y Mags estaban ahí, no habían rastros de Cross. Narcissa no emitió palabra alguna, solo se sentó sin saber que decir, esperando a que uno de los mentores fuera el que iniciara la conversación.
Ninguno lo hizo, un silencio se prolongó en la habitación, o así fue hasta que Eris apareció con Cross detrás de ella, el chico parecía molesto, más no dijo nada.
Cenaron escuchando los comentarios de Eris y las respuestas divertidas de Finnick, de vez en cuando Mags decía algo.
Pero ninguno de los dos tributos emitió palabra alguna. Uno tenía el ceño fruncido y la otra tenía el miedo impregnado en su rostro, eso se notaba de lejos.
—¿Qué les parece si observamos las demás cosechas? Servirá para analizar a sus rivales.
Cross asintió de acuerdo con Finnick mientras que Narcissa simplemente los siguió. Como siempre habían algunos de los distritos 1 y 2 que se ofrecían como voluntarios, Narcissa los observó con atención, analizándolos, hizo lo mismo con los demás.
Al terminar de observar a los 22 jóvenes de los otros distritos, Finnick volvió a dirigirles otra sonrisa.
—¿Por qué no van a descansar? Mañana hablaremos un poco sobre todo.
Cross simplemente asintió y se fue, Narcissa por su lado les dedicó una pequeña sonrisa temblorosa.
—Buenas noches —murmuró y entonces fue a su compartimiento sintiendo la mirada de los otros en ella.
[...]
Cuando llegó al desayuno emitió un susurro diciendo buenos días y se sentó al lado de Cross, quien ya estaba comiendo, los mentores y Eris fueron los únicos en responder su saludo.
Ella tomó un vaso con jugo y comió un panecillo, no tenía mucha hambre y tampoco es que comiera mucho. Pudo sentir la mirada de alguien en ella, le sorprendió que Finnick Odair fuera el dueño de esta.
Los ojos verde mar del chico chocaron con los verde jade de ella. Narcissa de inmediato desvío la mirada, incapaz de sostenerla. No era buena manteniendo el contacto visual con las personas.
Comió en silencio, no tenía ganas de hablar, de hecho no tenía ganas de nada.
—Llegaremos a la estación dentro de unos minutos —anunció Finnick—. Cross, mantén ese semblante serio durante todo el rato. Narcissa, tú intenta sonreír tiernamente, las personas del Capitolio adoran eso.
—¿Y cuando nos dará consejos para sobrevivir en la arena? —no pudo evitar preguntar Cross.
—Todo a su debido momento, por ahora solo háganle caso a sus estilistas ¿Entendido?
Narcissa asintió mientras que Cross solo soltó un bufo y se cruzó de brazos mientras murmuraba unas cosas.
Pero hay cosas que ella alcanzó a escuchar, y por la mirada que le dieron, los demás también.
—....Y tengo a la loca huérfana de compañera —fueron las duras palabras del chico.
Los ojos de Narcissa se aguaron al escuchar eso, pero sus lágrimas no se derramaron, la pelirroja solo bebió un sorbo de su jugo intentando ahogar sus lágrimas, por suerte le funcionó.
Pero, sus lágrimas no eran completamente de tristeza.
También tenían algo de furia.
La pelirroja se prometió a sí misma hacerle a Cross pagar por sus palabras. Ella si era huérfana pero no estaba loca.
Mientras que el tren empezaba a detenerse, Narcissa observaba con una pequeña sonrisa a todas las personas que los esperaban en la estación de tren.
La actuación iba a comenzar.
¿Y ella?
Trataría de ser la mejor actriz de todas. Iba a ganar los juegos por su hermana, por su padre.
Aún recordaba cuando era niña y con su padre charlaba sobre que podría ocurrir si ella era cosechada. Agradecía que su padre no estuviera en estos momentos, así el no sufrió por el hecho de que sus dos hijas fueron cosechadas.
Una pequeña Narcissa de diez años miraba con cierto miedo a todo el proceso que se estaba llevando a cabo, su hermana Bellatrix iba a participar por primera vez, y eso no le agradaba mucho.
A ninguno de los Pollux les agradaba eso. Mariana estaba aferrada al brazo de su esposo mientras temblaba con fuerza y Orión aunque no deseaba admitirlo también estaba aterrado.
Ninguno de los dos padres fue cosechado, pero si que lo había sido el hermano menor de Mariana, quien había terminado falleciendo, desde ese momento la mujer tenía terror de que a algún familiar le tocara ser cosechado.
—Papá —decía la pequeña Narcissa presionando con fuerza la mano de su padre.
—Dime tomatito —cuestionó el hombre con un semblante preocupado y a la vez serio.
—Cuando sea mi turno ¿Crees que en algún momento sea cosechada?
Ante esa pregunta, el pelirrojo miró a su pequeña copia con sorpresa, no esperaba ese cuestionamiento.
—No sabría responder eso, pero realmente espero que nunca te toque eso —admitió con honestidad el mayor mientras acariciaba el cabello de su pequeña hija.
—Pero si me llega a tocar ¿Crees que ganaría?
—Es más que claro que sí tomatito —respondió el sin pensarlo—. Eres una niña muy inteligente y ágil, se que tu tendrías muchas posibilidades de sobrevivir, solo recuerda que muchas veces la astucia y la inteligencia pueden vencer a la fuerza bruta.
—Espero que a Bella nunca le toque, prefiero ser yo a ella —continuó diciendo la pelirroja con una mueca, realmente quería que todo esto terminara, que su padre pasara el día con ellas y al final del día su padre las arrope después de contar una historia.
—Y yo espero que no le toque a ninguna de las dos.
Narcissa esperaba honrar la memoria de su padre, quien nunca había dudado de las capacidades de su hija más joven.
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