𝐅𝐈𝐕𝐄

"JUEGOS DEL HAMBRE: PARTE UNO" 

MIENTRAS CAMINABA NERVIOSAMENTE, no se dió cuenta de que Finnick caminaba hacia ella, todo con la intención de halagarla. 

—¡Has estado increíble Cissa! —espetó el rubio mientras la abrazaba, tomando así por sorpresa a la pelirroja.

—Aprendí del mejor —respondió un poco aturdida por el inesperado gesto. 

—No has aprendido nada de mi, lo has hecho tu sola.

—Finnick, todos estos años lo he notado —murmuró ella—. Dices y haces lo que la gente del Capitolio quiere escuchar o ver, solo imité lo que hiciste en tus juegos.

Eso los mantuvo en silencio, Finnick no podía entender o creer como es que Narcissa había conseguido ver a través de él, muy pocas personas, por no decir ninguna, había logrado eso. 

—No soy tan bueno ocultando las cosas como creí —espetó finalmente, aunque el rostro de sorpresa aún no lo abandonaba. 

—Eres bueno, solo que yo soy realmente excelente al momento de leer a las personas —aclaró ella con una pequeña sonrisa. 

Estaban en la habitación de la pelirroja como las últimas noches, al parecer, Finnick ya se había acostumbrado un poco demasiado rápido a la tranquilidad que Narcissa le brindaba.

—Es mi última noche aquí —murmuró la pelirroja mientras miraba sus manos con tristeza.

—No digas eso, verás que estarás en este lugar cuando los juegos terminen, seremos mentores juntos, así Mags podrá descansar un poco.

—¿Por qué confías tanto en mí?

—Ni siquiera yo tengo una respuesta para eso —admitió el rubio.

—Vaya, gracias.

—Hablo enserio, no se porque, pero veo algo en tí, algo que posiblemente muchos notaron hoy, tus ojos, son como esas tormentas en el mar.

—No entiendo que deseas decirme con eso.

—Hay ferocidad en tus ojos, Cissa, eso quiere decir que lucharás, y estoy seguro que ganarás estos juegos.

—Gracias por confiar en mí, intentaré hacer lo mejor posible para regresar y brindarte tranquilidad.

—Que conste que no podrás librarte de mi luego —bromeó provocando que ella soltara una pequeña risa.

—Me tienes que devolver mi collar también —recordó ella.

—Tienes razón, tengo que devolver el collar.

—En la mañana, corre lejos del Baño de Sangre, intenta encontrar agua, yo haré lo posible para enviarte algo de comer —continuó diciendo.

—Está bien —murmuró ella.

Aunque ella no se lo dijo hasta meses después, los nervios de Narcissa disminuyeron gracias a las palabras de Finnick. Los dos consiguieron conciliar el sueño en paz, para sorpresa de Finnick, los últimos días no recibió ni una sola nota del presidente Snow.



[...]

—¡Qué inicien los Sexágesimos Novenos Juegos del Hambre! —se escuchó la voz del presentador de los juegos.

Sesenta segundos. Es el tiempo que se debe estar de pie en los círculos metálicos antes de que el sonido de un gong los libere.

Sesenta segundos para observar el anillo de tributos, todos a la misma distancia de la Cornucopia, que es un gigantesco cuerno dorado con forma de cono, con el pico curvo y una abertura de al menos seis metros de alto, lleno a rebosar de las cosas que  sustentarán en la arena.

Fue entonces que ella visualizó no muy lejos de su posición una mochila, esta no se notaba ya que era del mismo tono que el suelo, blanco.

La arena era un bosque de nieve, por eso todos llevaban chaquetas abrigadas, no deseaban que los juegos fueran aburridos como lo había sido hace unos años. 

Y entonces, cuando el gong sonó, ella salió corriendo hacia la mochila, por suerte nadie más se había fijado en ella, pues la mitad de los tributos corrieron hacia la Cornucopia y la otra mitad salió corriendo hacia los bosques.  

Narcissa una vez tomó la mochila, sin dudarlo salió corriendo hacia el bosque como notó que muchos hicieron, para su buena suerte ningún tributo reparó mucho en ella, la suerte de no haber destacado mucho le dieron ventajas. Pensaban que sería una presa fácil de matar. 

Ella corrió y corrió, deseaba estar lo más alejada posible a la Cornucopia, entre más lejos estuviera mejor, los profesionales seguramente ya se habían adueñado del lugar. 

Y un rato después, cuando el Baño de Sangre culminó, contó los tiros que hicieron. 

 Cinco, esa era la cantidad de tributos que ya habían fallecido.  

La pelirroja continuó el resto de su trayecto caminando, no debía cansarse tanto si debía sobrevivir, mientras lo hacía se dedicaba a observar que no hubieran huellas cerca, y para su suerte, no habían. 

Después de llevar un buen par de horas caminando, se sentó en el frío suelo, en ese momento aprovechó para observar todo lo que estaba en la mochila. 

Había un saco para dormir, un pañuelo,  una  botella vacía, un paquete de galletas saladas, una botella con yodo y una caja con cerillos.

No tenía con que defenderse, eso sin duda alguna sería un problema, por eso mismo cuando la tarde empezó a caer dando cabida a la oscura noche, escaló un árbol para conciliar el sueño al menos un par de horas. 

Se acurrucó en el saco de dormir con el cuidado de no caerse y con ayuda de su cinturón se amarró al árbol, no caería gracias a esa idea. No lo pensó dos veces y se durmió, necesitaba descansar pues debía buscar una fuente con agua lo más rápido posible. 

El cuerpo humano solo resiste de tres a cinco días sin agua, ya había pasado uno. No podía perder tiempo. 

Ganaría esos juegos, haría sentir a su familia orgullosa donde quiera que estuvieran. 

Haría sentir a Finnick, Eris y Mags orgullosos. 

Por otro lado en el Capitolio, Finnick observaba con mucha ansiedad  a Narcissa, a pesar de que el rubio ocultaba bien sus emociones, está vez no pudo ocultarlas al notar como la pelirroja no tenía armas. 

 Le aliviaba que ella había conseguido una mochila la cual por suerte tenía todas las cosas básicas que necesitaría. Pero el que no tuviera armas lo tenía nervioso y ansioso, rogando para que nadie se acercara tanto a ella. 

Y así fue, durante la primera semana murieron catorce tributos, cinco en el Baño de Sangre, tres por falta de alimento y seis a mano de los tributos profesionales. Quedando así diez tributos restantes. 

Cuando la segunda semana estaba terminando, ya solo quedaban siete, cinco tributos profesionales, un chico del distrito siete y Narcissa. 

Fue entonces que, durante el  veintidós, el primer día de la cuarta semana,  el chico del distrito siete logró asesinar a uno de los profesionales, pero claro que fue asesinado después de eso. 

Quedaban cinco, cuatro profesionales y Narcissa. Todos se sentían emocionados por eso. 

Estaban en el día veintitrés, la comida escaseaba para todos y se morían de frío. 

 Narcissa por suerte había conseguido encontrar un lago congelado en el cual se sumergió y consiguió pescar algunos peces. Sin embargo, no tenía fuego, algo que en definitiva era un problema. 

Finnick se encontraba nervioso pues la pelirroja parecía estar caminando hacia la Cornucopia, los profesionales se encontraban ahí, esperando a que ella diera señales de vida. 

¿Que tenía pensado? Sin duda alguna tenía un plan. 

Una media hora lejos de la Cornucopia Narcissa finalmente se detuvo. 

—No es bueno que estes tan nervioso, Finnick —mencionó Eris. 

—Está yendo hacia la Cornucopia, Eris, los profesionales se encuentran ahí.

—Tiene un plan, Finnick, sabes que Narcissa no iría a la Cornucopia por nada.

A Finnick le sorprendía que fuera Eris quien le dijera eso, la mujer nunca había parecido tan interesado en otros tributos, Narcissa parecía ser la excepción.

¿Pero por qué?

Tenía ramas de árboles en sus brazos, llevaba días cargándolas y no entendía el porque, fue entonces que durante la noche encendió una fogata. 

—¿Está loca? —murmuró el rubio sorprendido.

No entendía porque ella había hecho una fogata, le estaba dando a los profesionales su ubicación. 

Pero entonces notó como ella empezó a marcar huellas en muchas direcciones mientras que dos pescados que atrapó se cocinaban. Sin duda alguna no quería que los profesionales supieran a donde se dirigían. 

Luego de que los pescados se cocinaran y ella se calentara por unos minutos,  apagó la fogata e inmediatamente abandonó el lugar mientras se comía uno de los pescados con el cuidado de no tragarse alguna espina. 

Por lo que Finnick notó, iba hacia la Cornucopia, pero no entendía el porqué.

¿Había encontrado la manera de poder asesinar a los profesionales y salir ilesa?

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