𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀 𝐈

NARCISSA ESTABA OBSERVANDO SU NUEVA CASA YA ORDENADA, le gustó como se miraba todo. Se adentró a la cocina y decidió hacer un buen almuerzo.

Ya habían pasado meses desde que ganó los Sexagésimos Novenos Juegos del Hambre, y por suerte las pesadillas rara vez aparecían.

De hecho, los Septuagésimos Juegos del Hambre estaban cerca. Todos los habitantes del Capitolio se encontraban emocionados por eso.

La pelirroja pensaba en la historia que estaba leyendo mientras cocinaba, estaba haciendo el platillo favorito de Finnick, quien básicamente casi vivía ahí.

Finnick Odair, su mentor y ahora amigo, visitaba a Narcissa todos los días, incluso habían noches en las que él se quedaba a dormir.

Se habían vuelto mucho más cercanos, conocían a mayor profundidad los gustos y temores del otro, pasaban gran parte del día juntos y a pesar de que eran un poco opuestos, se complementaban bien.

Ciertamente Finnick en un inicio había temido por la estabilidad mental y emocional de Narcissa, quien no se veía tan afectada por los sucesos ocurridos durante sus juegos, pero ella estaba acostumbrada. 

Desde que su padre había fallecido, su vida se había resumido en desgracias y muerte. 

Cuando estaba terminando la comida, escuchó como tocaban la puerta de su casa. La pelirroja sabiendo de quien se trataba, fue a abrir con alegría. Para ella, las visitas de Finnick lo eran todo. 

El rubio por otro lado se encontraba bastante nervioso, tenía un ramo de flores de narciso en sus manos, ni siquiera el mismo podía creer lo que estaba a punto de hacer. 

Iba a confesar lo que llevaba reprimiendo desde que ella salió viva de sus juegos. En un inicio Finnick no había querido agobiarla con los sentimiento que él tenía por ella, después de todo la pelirroja había pasado por un suceso bastante traumático.

—Finnick —esa dulce voz lo sacó de sus pensamiento, frente a él estaba su dulce pelirroja, esos bonitos ojos verde jade observándolo con alegría y cariño. 

—Hola Cissa —se tragó sus nervios y por suerte su voz no tembló—. Toma, son para ti. 

La pelirroja sonrió mientras tomaba el ramo de flores, sin duda alguna Narcissa le tenía un cariño grande a estas flores, después de todo estás eran las flores preferidas de su padre. 

—Pasa, el almuerzo esta listo —respondió ella mientras se hacía a un lado. 

Finnick, con un claro atrevimiento pasó y no dudó en besar la mejilla de la pelirroja, quien se sonrojó ante el gesto. 

A veces, él pensaba que Narcissa también gustaba de él, pero habían otras veces que su lado pesimista y negativo provocaban que él pensara que la pelirroja simplemente estaba siendo buena amiga. 

Los dos se dirigieron a la cocina, mientras que Narcissa servía la comida, Finnick tomaba dos vasos y los llenaba de jugo, pues ninguno tomaba alcohol. 

A Finnick le traían recuerdos del Capitolio, y Narcissa quien había notado eso, había optado por nunca volver a ofrecerle una bebida alcohólica.

Los dos se sentaron en la mesa, uno frente al otro, mientras almorzaban, tenían una breve conversación sobre lo que habían hecho después de verse en la playa en la madrugada. 

—Bueno, no me sorprende que todas ellas te persigan apenas te ven —dijo la pelirroja luego de escuchar como un grupo de chicas se acercó a Finnick y no lo dejó ir, esa fue la razón de su retraso y el porque no pudo ayudar y acompañar a Narcissa con la elaboración del almuerzo. 

—Es irritante —bufó el rubio—. Aunque no lo creas, no me gusta recibir mucha atención, suficiente tengo con el Capitolio. 

—Quién lo diría, Finnick Odair cansado de la atención —se burló ella divertida mientras tomaba su vaso y tomaba un trago. 

—Cuesta ser yo Cissa —dramatizó el rubio provocando una risa en ella. 

Al terminar de comer, los dos se dirigieron a la cocina para lavar todo lo ensuciado, y mientras lo hacían Finnick hablaba sobre diversas cosas, intentando calmar sus nervios. 

—¿Estás bien? —le interrumpió la pelirroja—. Te ves realmente... nervioso y ansioso ¿Pasó algo malo? ¿Es sobre el Capitolio? 

—Este año decidí no ser mentor —admitió el rubio provocando que Narcissa abriera los ojos sorprendida. 

—¿Enserio? —cuando Finnick asintió, ella soltó un suspiro—. Bueno, me alegra un poco, así no estaré tan sola. 

Ella no notó que Finnick se acercó más a ella, y cuando se giró a verlo para preguntarle el porque de su decisión, sus rostro quedaron demasiado cerca. 

Tanto que ella podía sentir la respiración del rubio. 

—Pero eso no era lo que me tiene así —murmuró el rubio. 

—¿Y entonces que es? 

—Tú —respondió—. Eres tú quien me tiene así, desde que saliste viva de la arena hace unos meses, me dí cuenta que me gustabas, todo este tiempo, las madrugadas en la playa, los tiempos de cocinar juntos, todo eso ha provocado que esté completamente enamorado de tí, Narcissa Pollux. 

—Y-yo....

—Entiendo si no me correspondes —continuó diciendo el rubio—. Pero aunque me rechaces, mi corazón, mi cuerpo y mi alma te pertenecen, todo de mi te pertenece, y puedes hacer lo que quieras con ello. 

—Pensé que era la única que estaba sintiendo algo más que amistad —fue lo único que respondió Narcissa para después acercar sus labios a los de Finnick. 

El rubio sorprendido por la declaración, tardó en corresponder el beso, pero al hacerlo, ciertamente entendió que él no iba a poder separarse de su pelirroja nunca más. 

—Entonces.... —espetó el rubio cuando se separaron—. ¿Ya puedo decirle al mundo que tengo a la novia más sexy, inteligente y bonita? 

Narcissa se rió, pero asintió con un bonito brillo en los ojos y una sonrisa realmente deslumbrante. 


[...]


—Realmente no tienes muchas cosas —espetó Narcissa acomodando la ropa de Finnick en el armario. 

Después de un buen par de meses siendo pareja, casi un año, los dos habían decidido vivir juntos, cosa que no iba a ser mucha diferencia pues Finnick casi que se la pasaba todo el día con la pelirroja. 

—Bueno, eso al menos aligeró la mudanza. 

—Finnick, vives cerca de mi casa  —declaró con diversión la pelirroja—. La mudanza no iba a costar nada.

—Es nuestra casa ahora —replicó el rubio dando un beso en la mejilla de la pelirroja, ella sonrió ante tal gesto. 

Los dos se acostaron en la cama, después de todo habían pasado toda la tarde trayendo las cosas de Finnick y ordenando estás. 

—Nunca pensé que esto se haría realidad —murmuró Narcissa mientras se acomodaba encima de su novio, quien rodeó la cintura de su novia sin pensarlo. Luego con su otra mano acarició el cabello rojizo.

—¿Qué cosa? 

—Volver a sentirme viva, feliz, tener a alguien de mi lado —respondió ella—. Pensé que todas las historias de mis libros eran simple fantasías, que nunca me iba a ocurrir a mi, sin embargo, aquí estás. 

—Aquí estoy, y no me pienso ir de tu lado, princesa —murmuró el rubio mirando con devoción a su novia. 

—Más te vale cumplir eso —amenazó en broma, los dos se sonrieron. 

Sin duda alguna ambos estaban completamente felices con lo bien que su vida estaba transcurriendo. 

Y deseaban que así fuera, por muchos años más. 


Author's note: 

Bueno, esté es un extra que no había terminado y cuando recordé que lo tenía, decidí culminarlo. 

Espero les haya gustado, y ojalá poder publicar más extra's sobre la relación de Narcissa y Finnick a lo largo de los años, ya sea en alguno de los Juegos del Hambre antes de Vasallaje o cuando ya tienen a Regulus y Sirius. 

Les invito a pasar por mis otras historias, puede que haya alguna que les llame la atención o les guste :D

Cuídense. 

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