Bondad
Minji tenía diez años y era tan sólo una cachorra.
Siendo mimada por aquellas dos cazadoras las cuales aún no pensaban en entrenarla para ser la cazadora que querían que fuera, siendo algo duras con ella pero demostrando su cariño en cada acto.
Hanni ya tenía doce años ahora y era toda una pequeña traviesa a la que le gustaba asustar a las gallinas y hacer rabiar un poco a la anciana pero tierna abuela Jeongyeon.
Era una omega pero eso no le impedía ser igual de temeraria que una alfa y hasta ágil al momento de jugar.
-¡Hanni, deja de asustar a las vacas! -Gritó Jeongyeon con el rostro rojo de molestia mientras agarraba a su pequeña diablilla del brazo -Te he dicho mil veces que...
Antes de que pudiese seguir gritando la omega abrazó una de las piernas de la alfa y escondió su rostro en esta, en un ingenioso plan para salvarse del castigo.
El rostro de la mujer volvió a su tono natural mientras intentaba seguir enojada, pero, al sentir los cariños de la omega le era imposible.
-Eres una tramposa, Hanni. -afirmó tomando entre sus brazos a la menor, abrazándola con cariño -Nunca me dejas estar enojada contigo.
Jungeun no tenía ninguna vergüenza en admitir que la omega sabía cómo manipularla y librarse de los castigos con facilidad.
-Te aprovechas de mi amor. -siguió diciendo.
-Eso no es cierto, abu. -se quejó la menor, sonriendo con travesura a tiempo que la alfa la bajaba.
-Ya, vete a jugar un rato mientras yo arreglo este desastre. -pidió a lo que Hanni ni lenta ni perezosa obedeció -¡No estés muy lejos y tampoco hagas más travesuras! -advirtió antes que la omega se fuese en su totalidad.
-¡Si, abu Jeongyeon! -gritó como respuesta, acercándose a los pequeños matorrales que eran propiedad de aquella amorosa anciana.
Con rapidez la menor se acostó en el pasto, cerrando los ojos y disfrutando los rayos del sol que acariciaba su rostro, le encantaba aquello, ese sentimiento de libertad que tenía cada vez que se encontraba entre la naturaleza.
Debió de quedar dormida porque cuando volvió a abrir los ojos una mariposa se encontraba apoyada justo en su pequeñita nariz.
Hanni carcajeo ante tal maravilla pero inconscientemente asustó al insecto, que con lentitud empezó a volar directo al bosque, revoloteando sus alas de una manera que parecía que invitaba a la menor a seguirla.
-¡Hey! -se quejó la niña haciendo un pequeño puchero para luego volver a reír, mostrando su bella y peculiar sonrisa -¡Espérame, linda! -pidió y de un salto se levantó, hipnotizada y confiando en su nueva amiga la siguió, balanceándose en una danza que solo ella y la mariposa compartían.
Minji estaba tomando un vaso de leche cuando la dulce fragancia llegó a sus fosas nasales.
Era un aroma peculiar, la combinación de lavanda, manzanilla y cananga odorata que dejó completamente cautivada a la pequeña alfa quién sin darse cuenta ya estaba buscando el lugar de donde provenía tal olor.
-¿Que sucede, niña? -preguntó Tzuyu al notar que Minji estaba saliendo de la casa sin siquiera avisar.
-¿No hueles eso? -preguntó la menor.
La mujer asintió.
-Momo-chan nos cocinará pollo con patatas -habló.
Minji negó, este olor era mucho más agradable que cualquier pollo con patatas.
-No, no es eso. -dijo aspirando el aire.
Tzuyu rió.
-Creo que en olores aún tienes mucho que aprender, Minji.
La menor torció la boca en una mueca, ella era terca y si pensaba que había un olor peculiar iría y lo buscaría.
-¿A dónde vas? -preguntó Tzuyu notando como la menor se levantaba de su asiento y se dirigía hacia la puerta.
-Solo investigaré un poco, vuelvo en un momento. -aseguró y sin esperar una afirmativa salió de la casa, dispuesta a adentrarse al luminoso bosque para la búsqueda de aquella cautivadora fragancia.
Hanni estaba moviendo sus pies descalzos al ritmo de la música que sonaba en su cabeza en el momento que aquella joven desconocida se presentó en su campo visual.
Sin pensarlo y con rapidez se escondió detrás de uno de los árboles y miró a la intrusa con curiosidad y algo de temor, suspirando de alivio al notar que su presencia no había sido detectada por esa pequeña alfa.
Los brillantes ojos de Hanni revoloteaban con nerviosismo, su abuelita siempre le dijo que nunca debía acercarse a unos desconocidos ni dejarse ver por estos y aunque no le dio la razón de aquella advertencia la menor obedecía al pie de la letra la orden, siendo cuidadosa y sigilosa al momento de estar en el bosque y despabilando con rapidez a las mujeres y hombres que se atrevían a entrar a los territorios de Jeongyeon, escapando antes de que ellos siquiera se dieran cuenta que no estaban solos.
Pero esta vez era diferente, no era un hombre el que se encontraba frente suyo, no era alguien intimidante ni que pudiese hacerle algún daño.
Era una niña, con el pelo negro azabache, largo y lacio, ojos pequeños y piel medianamente morena.
Una niña con el cual podía jugar, jugar de verdad no como lo hacía con Yeo y Heekki siendo estas ya adolescentes las cuales aunque lo intentaban no tenían tanta imaginación o paciencia para soportarla mucho tiempo.
-¿Qué haces? -no pudo evitar preguntar Hanni al notar que la chica parecía estar oliendo algo, saliendo de su escondite gracias a la curiosidad que sentía.
-Estoy buscando algo. -respondió la pelinegra de inmediato, muy inmersa en lo que olía para prestarle atención a la omega o siquiera darse cuenta de que esta le acababa de hablar.
-¿Qué buscas? -volvió a preguntar Hanni con una pequeña sonrisa en los labios.
La alfa se acercó al rostro de la castaña y al tener casi sus narices juntas lo noto. Abriendo los ojos desmesuradamente sonrió.
-¡Eres tú! -gritó para luego aullar con alegría.
Hanni la miró sorprendida.
-¿Por qué haces eso? -preguntó curiosa.
-Las alfas hacemos eso al encontrar lo que estábamos buscando. -respondió recitando las mismas palabras dichas hace un tiempo por Tzuyu, al fin pudiendo admirar a su "tesoro" en su totalidad.
Minji quedó petrificada y sus mejillas se colorearon.
Estaba segura que la niña que estaba frente suyo era de su edad pero también estaba segura que la belleza de esta no era algo normal.
Con sus labios de un color rosado que se igualaba a algunas flores en el bosque, cabello castaño que parecían pequeñas cascadas de caramelo líquido y una caperuza roja que le quedaba excesivamente grande, tapando con esta todo su cuerpo.
Parecía una muñequita de porcelana, demasiado hermosa para ser real.
-¿Qué eres? -Preguntó y sin poder detener sus instintos se acercó al cuello de la omega, haciendo que esta de la sorpresa cayera al suelo con Minji sobre ella -Hueles muy bien. -susurró con sorpresa, provocando que la castaña se sonrojara con intensidad.
-Soy una omega y me llamo Hanni, ¿y tú? -pregunto, exponiendo su cuello para que la menor pudiera olerla mejor, Hanni no se sentía incómoda y estaba feliz de complacer a quién esperaba sea su nueva mejor amiga.
Omega.
Minji podía recordar haber escuchado esa palabra antes pero no sabía de dónde.
-Soy una alfa y me llamo Minji.
-informó, hundiendo inocentemente su rostro contra la piel de la castaña.
Hanni sonrió, observando el cielo mientras una agradable sensación le recorría el cuerpo.
-Minji, ¿quieres jugar a las escondidas conmigo?
La menor aún hipnotizada por el olor asintió, inconscientemente acariciando con la nariz el cuello de la omega.
-Pero si uso mi olfato te encontraré de inmediato.
Hanni negó.
-Yo me encargaré de que no me encuentres.
La pequeña alfa sonrió, dudaba de las palabras de la castaña pero aun así se alejó y cerró los ojos.
-Uno, dos, tres...
Con rapidez la mayor se escondió pero antes impregnó su olor en otras partes del territorio, en un intento de confundir un poco a su nueva amiga.
-¡Salí! -gritó Minji.
Levantándose con rapidez se dispuso a encontrar a la castaña, siguiendo su olfato camino hacía unos árboles y su decepción fue grande al notar que la mayor no se encontraba ahí, pero, no se rindió, vagando por el terreno en búsqueda de su "presa". Se detuvo de golpe al captar finalmente la verdadera dirección, fue como si una voz le susurrara dentro de su cabeza donde se encontraba la piel acaramelada, un instinto imponente.
Se agacho con lentitud y con cuidado de no hacer ruido miró entre los matorrales.
Por un segundo la respiración de la pequeña Minji se detuvo y su corazón empezó a resonar con fuerzas.
Desde los matorrales unos grandes y rasgados ojos color miel le devolvieron la mirada, tan profundos que parecían tener estrellas adheridas en las pupilas y la noche dibujada en sus iris.
Y aún a su corta edad Minji supo que la mayor obra de arte estaba justo frente a sus ojos.
-¡Me encontraste! -Gritó Hanni causando que la menor lograra al fin salir de su ensoñación -¡Fuiste muy rápida, Minji!
Ante el halago la nombrada sonrió, sintiéndose orgullosa.
-Otra vez. -pidió la pelinegra haciéndole entretenida la idea de buscar a la castaña, cerrando los ojos con fuerzas para volver a jugar -Uno, dos, tres, siete...
La omega rió mientras corría a esconderse de nuevo, siendo encontrada siempre por Minji momentos después, aunque algunas veces eran más complicadas que otras.
Y así jugaron toda la tarde, aquella omega y aquella alfa sin ser conscientes de sus diferencias y solo disfrutando de sobremanera pasar tiempo juntas, creando una amistad tan pura como la que solo unas niñas pueden tener, sin prejuicios ni penas.
Aunque claramente eso no duraría para siempre.
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