𝑻𝑬𝑵

La tarde había caído más rápido de lo esperado y ahora Jungwon se encontraba caminando hacia las profundidades del bosque.

Mientras caminaba miró hacia el rosado cielo que se formaba gracias al atardecer, se encontraba curioso de lo que pudiera estar planeando Jongseong.

Detrás de él se encontraba la pandilla de Jaeyoon junto a Shim, quienes le seguían desde muy lejos intentando no hacer mucho ruido para llamar su atención.

Al llegar al lugar de siempre, Jungwon pudo visualizar a Jongseong sentado en el tronco de algún viejo árbol, sin esperar más corrió a los brazos ajenos y se abalanzó para abrazarle y llenar su rostro con besos.

— Valla forma de saludarme — comentó Jongseong con una sonrisa mientras dejaba que Jungwon continuara repartiendo sus besos — Me encanta —.

A lo lejos, el grupo de chicos que les espiaba estaban totalmente disgustados con ver esa escena.

— Joder, que asco — exclamó K.

— No puedo mirarlos — dijo Geonu mirando hacia otro lado.

— Son tan repugnantes — susurró Jaeyoon.

— Youngbin, Heeseung — llamó a los dos muchachos y estos pusieron atención — Vallan con papá y traiganlo aquí, si se puede también traigan al padre de la iglesia — ordenó.

— Entendido — dijo Youngbin y salió corriendo junto a Heeseung.

La pareja había decidido dar un paseo alrededor del lugar, la tarde era bastante hermosa ese día.

Ambos chicos se encontraban tomados de la mano mientras que Jungwon tarareaba alguna canción, el sonido del viento chocar con las hojas de los árboles y el sonido de los pájaros sólo transformaban aquel tranquilo ambiente en un escenario digno de un cuento de hadas.

— Jungwon — llamó Jongseong al menor mientras detenían su camino.

— ¿Si? — contestó Yang mirando a su amado ponerse frente a él.

Jongseong tomó las dos manos de Jungwon y dejó un beso en el dorso de cada una, el menor no pudo evitar sonrojarse y miró con sus ojitos curiosos al mayor.

— El amor no conoce barreras... Se salta obstáculos, se salta muros, penetra en las paredes para llegar a su destino... Jungwon, tu eres mi destino — dijo Park con un tono tan dulce en su voz que Jungwon sintió que iba a llorar — Sin ti, las emociones de hoy no serían más que la piel muerta de las de ayer. Sin ti, no sé qué hubiera sido de mi cuando el pueblo me rechazó, lo que quiero decir es que te amo, Yang Jungwon, te amo tanto que nisiquiera aquella frase podría expresar con certeza cuanta es la intensidad de mi amor... — Jongseong llevó su dedo a la mejilla de su novio para limpiar la lágrima que corría por su mejilla.

— También te amo tanto, Park Jongseong, eres lo mejor que me ha pasado en esta vida — sinceró Jungwon con una sonrisa en su rostro.

— Hoy quiero darte un regalo: quiero regalarte mi corazón, mi sonrisa y mi vida entera, quiero regalarte mis sueños y construir una vida juntos... Yang Jungwon, ¿Te quieres casar conmigo? — finalizó poniéndose de rodillas frente al chico que tenía su mirada cristalizada por las lágrimas — No tengo un anillo para darte, pero te estoy entregando mi alma entera, solo para ti —.

No habían palabras exactas para que Jungwon explicara cómo se sentía en esos momentos, estaba muy feliz, Jongseong lo hacía sentir cómo nadie más lo hacia.

— Y-Yo.... — empezó diciendo, costándole sacar las palabras debido al llanto que se estaba aguantando — J-Jongseong... Yo- Yo si q-quiero... Si quiero, si quiero ¡Si quiero! —.

El chico se abalanzó al cuerpo del mayor para envolverlo en un abrazo, uno que instantáneamente fué correspondido. La euforia de ambos era muy grande.

Sabían que jamás iban a poder casarse de manera oficial, pero sus corazones ya tenían en claro a quienes le pertenecían.

Como una muestra de su amor, ambos jóvenes unieron sus labios con los ajenos, deleitandose con el sabor bucal del otro, transmitiéndose todo el afecto posible. Sentían paz, el miedo y las preocupaciones habían desaparecido rápidamente...

Pero a veces la vida se encarga de hacer sufrir a las personas en sus mejores momentos.

— Valla, valla, valla... Pero si son dos maricones los que se encuentran en el pueblo — exclamó el señor Shim.

Detrás del hombre habían llegado los guardias y el padre de la iglesia junto a sus seguidores, por supuesto Jaeyoon también estaba ahí y todos tenían la misma expresión que mostraban disgusto hacia la pareja.

— Park Jongseong y Yang Jungwon, quedan arrestados por incumplimiento a las normas que dicta la comunidad y por desobedecer a las sagradas creencias religiosas que en nuestro pueblo se práctican —.

— No... No pueden... — susurró Jungwon mientras se aferraba al cuerpo de su amado.

— No dejaré que lo lastimen — dijo el pelinegro mientras protegía el tembloroso cuerpo que yacia entre sus brazos.

— No es algo que tu puedas decidir, Jongseong, se les dará lo que merecen quieras o no — contestó de forma burlona Jaeyoon.

— Eres un maldito Shim Jaeyoon, ¿Oiste? ERES UN MALDITO — gritó Park mientras forcejeaba con uno de los guardias para que no le separaran de Jungwon, quien sólo se mantenía en silencio mientras lloraba.

Jaeyoon sólo se limitó a reir. El guardia ya estaba fastidiado con Jongseong, así que le dió tremendo puñetazo al muchacho y este porfin soltó al otro chico.

Otros dos hombres tomaron a Jongseong antes de que fuera a buscar el cuerpo de Jungwon y cuando tuvieron aprisionados a ambos jóvenes, comenzaron a caminar de nuevo hacia el pueblo.

Jongseong miró hacia tres hombres delante suyo, y vió a Jungwon con la cabeza gacha, siendo jaloneado de vez en cuando para que apresurara su paso.

Sentía que aquellos estúpidos guardias tenían en sus sucias manos un pedazo de su corazón.

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