❛A year.❜


[Si escuchan la canción seguro le entienden mejor, pero es completamente opcional.]


La primavera se encontraba en su máximo esplendor. El pasto estaba más verde que nunca, las flores del patio lucian colores brillantes y el cielo se pintaba de un azul agradable mientras Thom leía comodamente el libro que se encontraba en su regazo, disfrutando la sombra que aquel gran árbol proporcionaba.

No es precisamente la forma en la que quería aprovechar la hora libre que tenía, pero la siguiente hora tenía un examen importante, y lo bonito que el día se encontraba mejoraba un poco la situación.

Su lectura fue interrumpida cuando lo que parecía ser un avión de papel se estrelló contra su frente y cayó en el libro que se encontraba leyendo. Frunció el ceño por el leve dolor que aquello le causó y por la repentina situación.

Tomó aquel avión y lo extendió la hoja de papel, encontrándose con una caligrafía que jamás en su vida había visto.

Hola.

Alzó la vista buscando al emisor de aquel mensaje y se encontró con un chico de rizos despeinados a unos metros de él, con una sonrisa divertida en su rostro. El chico, al igual que él, se encontraba sentado debajo de un árbol, con varias hojas de papel hechas bola a su alrededor.

Tom le sonrió de regreso, pues parecía agradable y a decir verdad bastante lindo. Observó como el chico lanzaba otro avión de papel en su dirección y esta vez, logró alcanzarlo antes de que estrellara contra su rostro.

Soy Alan, llevo rato mirándote y aún no sé tú nombre.

Thom rió después de leer aquello y alzó la vista, encontrándose otra vez con la sonrisa del chico de rizos.

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La risa de Thom resono en los oídos del rizado siendo música para estos.

El silencio volvió reinar en ellos mientras sus miradas seguían fijas en el cielo estrellado sobre ellos.

Ninguno de los dos entendía lo rápido que las cosas habían sucedido. Algunos meses atrás estaban en el patio de la escuela lanzándose notas con forma de avión, y ahora se encontraban tomados de la mano mientras observaban las estrellas, acostados sobre el cofre de la camioneta del rizado, teniendo probablemente el mejor verano de sus vidas.

Thomas dejó de prestarle atención a las constelaciones para admirar el perfil tan fino del chico a su lado. Una sonrisa se colo inconscientemente en sus labios. Por supuesto que Alan notó la mirada sobre él y el calor subió a sus mejillas. Volvió también su rostro a su chico, quedando ambos tan cerca que sus respiraciones se mezclaban.

Alan también sonrió y froto su naríz contra la del moreno claro, ambos cerraron los ojos y se dejaron disfrutar de la caricia tan tierna.

La mano de Thom subió hasta la mejilla del rizado y la acarició como si de porcelana se tratara, aún ambos con los ojos cerrados, juntaron más sus rostros hasta que sus labios comenzaron a rosarse, para después encajar a la perfección.

La mente de Thomas se encontraba volando por algún lugar del espacio. Aún no entendía como las cosas habían pasado sin que se diera cuenta siquiera. Casi de un día para otro su mente sólo aterrizaba en Alan, en sus ojos hazel tan brillantes, en sus rizos despeinados, su sonrisa de niño pequeño y la forma en que cantaba sin parar.

Lo único que interrumpía sus pensamientos sobre el dueño de sus suspiros era reparar en lo rápido que pasaba el tiempo, y como se le iba cada vez más de las manos. Deseaba con todas sus ansias que el verano fuera eterno.

Ambos chicos se separaron sin aliento y juntaron sus frentes mientras intentaban calmar sus respiraciones.

Los segundos transcurrieron con ambos sintiendo una calma abrumadora, hasta que Thom habló:

— Tengo que decirte algo.

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Lo primero que hizo al llegar a su nuevo departamento fue dejarse caer en el sillón y suspirar con fuerza.

Las clases de aquel día lo habían dejado agotado y el tráfico de regreso había sido un total infierno.

Sacó su celular del bolsillo de su pantalón y reviso sus notificaciones, tenía algunos mensajes de su madre y también de algunos de sus amigos de Boston, pero ninguno de Alan.

Tiró su cabeza hacia atrás y otra vez el vivido recuerdo de su despedida en Septiembre -hace a penas un mes- volvió a golpearlo.

— Nueva York no está tan lejos, cualquiera de los dos puede tomar el tren y nos vemos los fines de semana —algunas lágrimas ya se le escapaban a Thom de la desesperación. Ya faltaba nada para que se fuera y aún no encontraban una solución para su relación.

— Con el tiempo va a ser agotador, Tommy —el rizado acarició su mejilla e intentó limpiar sus lágrimas con su pulgar—. No quiero verte sólo dos días a la semana.

— ¿Y si buscamos algo para ti allá? Así podemos irnos juntos —sabía que no podía pedirle algo así.

— Sabes que no puedo rechazar la beca en Berklee, es una oportunidad enorme —ahora las lágrimas se le escaparon también a él. Amaba a Thom con todo su corazón y la idea de separarse le estaba rompiendo el corazón, pero tampoco quería renunciar a su sueño.

— ¿Qué opciones nos quedan? —Thomas ya sonaba más que derrotado.

El rizado no dijo nada. Simplemente lo acercó más a él y ambos juntaron sus frentes, con sus respiraciones irregulares y las lágrimas mojando ambas mejillas.

— Tal vez si podamos seguir a larga distancia, no creo que sea difícil...

— Tommy, es como salir con un fantasma, no vamos a poder y no es justo para ninguno —el nudo en su garganta a penas le permitía hablar.

— ¿Este es el final? —un sollozo salió de sus labios y rompió el corazón de Alan.

— Eso creo —el chico de ojos hazel soltó el rostro de Thomas para rodearla fuertemente con sus brazos, ambos aferrandose al otro—. Te amo, Tommy, eso no va a cambiar.

— Tal vez debería quedarme, irme no es buena idea...

— Ni siquiera lo pienses —otra vez se separaron y Alan tomó rostro para asegurarse de que lo viera a los ojos—. Escuchame bien, Thomas Kinkle, vas a ir a Nueva York, vas a ir porque es tu sueño y no soportaría saber que lo perdiste por mi, ¿si?

— No quiero dejarte, no es justo.

— Yo te voy a esperar, Tommy, toda la vida si es necesario.

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— Adivina a quienes invitaron a una fiesta de Halloween está noche —Eric, su compañero de cuarto, alardeo entrando al dormitorio e interrumpiendo toda la paz con la que estaba componiendo.

— A muchos idiotas, menos a mi.

Eric rodó los ojos—. Vamos, Alan, va a ser divertido, es de disfraces —Eric se dejó caer al lado de él—. Además, me dijeron que a ese chico pelirrojo que toca el violín le gustaste, va a estar en la fiesta —el rubio le lanzó una mirada socarróna, pero el rizado sólo lo ignoró.

— La fiesta no suena tan mal, pero sabes que los chicos no me importan —Eric rodó los ojos ante el comentario de su compañero y le arrebató lo que estaba escribiendo.

— Es por ese chico Tobby, ¿no?

— Es Tommy —le corrigió Alan.

— Como sea, amigo, se separaron hace meses, es hora de seguir adelante, probablemente él ya lo hizo —el de ojos hazel hizo una pequeña mueca de dolor. Por más que no quisiera tal cosa, sabía que Eric podía estar diciendo la verdad.

— No me importa —le arrebató las hojas a su amigo—. Thom es el amor de mi vida, no quiero a nadie más, no puedo siquiera pensar en alguien más.

Eric bufó.

— Algún día vas a tener que seguir adelante amigo.

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Si había algo que definitivamente no esperaba era recibir un mensaje de Thom. Mucho menos uno pidiéndole que lo recogiera en la estación de tren.

Alan ni siquiera tuvo tiempo de pensar las cosas. Simplemente tomó las llaves de su camioneta, le avisó a sus padres que salía y se llevó consigo su abrigo antes de irse.

Un mar de emociones lo llenaban cuando bajo del auto. Estaba emocionado y nervioso a la vez. Después de casi seis meses volvería a ver a Thom, tantas preguntas rondaban en su mente, ¿estaría cambiado? ¿Lo habría olvidado? ¿Lo extrañó tanto como Alan a él? ¿Ya tiene a alguien más?

Su mente dejó de máquina tantas preguntas cuando lo diviso caminando entre el mundo de gente. No había cambiado tanto. Su cabello estaba un poco más largo y despeinado, ya no tenía esa cara de adolescente y se veía unos centímetros más alto, pero seguía quitándole el aliento al rizado.

El chico se encargó de hacerle señas hasta que el otro distraído lo vio, y enseguida una sonrisa se instaló en ambos rostros ante el contacto visual.
De la nada Thom perdió el control de su cuerpo y caminó cada vez más rápido. Ambos se congelaron cuando estuvieron a menos de un metro de distancia, y sin pensarlo se dejaron envolver en un fuerte abrazo, que fue como un respiro para ambos corazones.

El camino a la casa de Thom fue silencioso. Ambos chicos llevaban una sonrisa en sus rostros y las mejillas coloradas -y no precisamente por el frío-, pero ninguno se atrevía a decir palabra alguna.

Cuando alcanzó a divisar su casa los ojos de Thom se iluminaron y su sonrisa fue aún más grande. Las luces de Navidad ya adornaban el patio de enfrente y el techo, haciéndolo recordar tantas Navidades y sentirse por fin en casa.

Se quedaron en el auto aún después de aparcar, y fue cuando por fin uno de ellos se atrevió a hablar:

— ¿Cómo es Nueva York? —preguntó el rizado.

— Es increíble, de verdad me encanta —contestó sincero—. ¿Qué tal Berklee?

— Es genial, todos son tan buenos que no sé cómo logre entrar —sé mofó.

— ¿Qué dices? Eres buenísimo, apuesto a que de los mejores.

Alan rió, para después abrir paso a una mueca por la pregunta que estaba quemándole la garganta.

— Te extrañé mucho, Tommy —se atrevió a decir.

— Y yo a ti, no sabes cuanto.

— Entonces... entonces tú no...

— No, Alan, no estuve con nadie si es lo que quieres saber —Thomas rodó los ojos. Todo lo que hizo fue pensar en él, ¿cómo siquiera podría estar con alguien más?—. ¿Tú sí?

El rizado negó repetidamente—. Te dije que iba a esperarte toda la vida.

El moreno le sonrió y se acercó tímidamente a dejar un beso en su mejilla antes de bajar.

               ════ ⋆★⋆ ════

Navidad y Año Nuevo habían sido como un sueño. Se vieron tanto como les fue posible y no faltaron los besos y el amor. Pero después la realidad los golpeó cuando ambos tuvieron que regresar a sus respectivas escuelas.

Ahora, un mes y medio después, Alan ya no podía esperar más.

Después de discutirlo tantas veces con Eric y darle tantas vueltas al tema, se encontraba bajando en la estación de Nueva York, con los nervios de punta por lo que estaba a punto de hacer.

Los papás de Thom no tuvieron problema en proporcionarle su dirección -obviamente el moreno no sabía nada-, así que pedir que un taxi lo llevara no fue un problema. El único problema eran sus nervios y su miedo. ¿Y si no funcionaba?

Inhale y exhalo varias veces en el elevador del edificio en que su chico se encontraba. Estaba a tan sólo unos metros y ya sentía sus manos sudar.

Cuando estuvo frente a la puerta tomó valentía para tocar la puerta y se dedicó a esperar mientras acomodaba sus ideas y preparaba lo que diría.

Aunque por más que ensayó, en cuando Thomas abrió la puerta con clara sorpresa en su rostro, se le olvidó todo.

— ¿Alan? ¿Qué haces aquí?

El chico comenzó a temblar.

— Sé lo que dije antes sobre las relaciones a larga distancia, pero después de todo lo que pasó Navidad y Año Nuevo siento que con cada segundo así me cuesta más respirar —el moreno frunció el ceño con confusión—. Lo que quiero decir es, que no quiero dejarte ir otra vez, Tommy. Te necesito tanto que estoy dispuesto a viajar tres horas todos los Viernes para verte.

Aquello si tomó por sorpresa a Thomas. Aún trataba de asimilar el simple hecho de que el rizado estuviera ahí.

¿A quién iba a engañar? El también lo extrañaba como loco, las vacaciones sólo empeoraron todo. Pero aún le daba miedo intentar una relación a distancia y fallar rotundamente, prefería estar separado de Alan a terminar mal con él.

— Sé que va a ser difícil, pero prefiero eso a no poder llamarte para decirte que te amo —las lágrimas se acumularon en los ojos del rizado—. Estoy dispuesto a intentarlo, y decidas lo que decidas, quiero que sepas que siempre te voy a esperar a ti, Tommy, así pase un año o mil.

— ¿Y si no funciona? —la voz de Thom tembló y se regaño mentalmente por aquello.

— ¿Y si funciona?

El de los hazel dio unos pasos más buscando cercanía, y se atrevió a tomar el rostro del moreno entre sus manos.

— Podemos restar los kilómetros si sumamos mucho amor —Thom rió porque Alan nunca fue bueno con las palabras, sin embargo seguía sorprendiendolo.

El moreno limpio sus lágrimas con el dorso de su mano y se acercó un poco más, juntando sus frentes chocando sus narices, con su corazón latiendo al mil ante tal decisión.

Aunque no había más que decidir. Ya no tenía dudas.

— Así pasara una vida mi respuesta sería que sí.



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