𝟎𝟏
𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐮𝐧𝐨
Rutinas Eternas
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Ninguno de los hijos adoptivos del Doctor Cullen amaba ir a la secundaria. La habían cursado tantas veces que Elliot habría perdido la cuenta si no fuera por los birretes de graduación que adornaban su hogar.
Su hermana lo interrumpió en su típico momento de reflexión dramática, lo que lo obligó a regresar al mundo real y seguirla escaleras abajo.
La mayoría de sus hermanos ya estaban fuera, subidos en el auto, y probablemente esperándole. Rosalie fue la primera en salir, y Elliot la siguió, pero antes de partir, tocó su cuello.
Al notar la ausencia de su preciado tesoro, con la velocidad característica de un vampiro, regresó rápidamente a su habitación y buscó su relicario. Cuando lo tuvo en sus manos, lo colocó alrededor de su cuello y volvió a bajar las escaleras para finalmente salir de su hogar.
Elliot se deslizó dentro del Mercedes rojo, tomando asiento en los asientos traseros. Rosalie arrancó el motor, y el Volvo de Edward se les adelantó. Antes de que la rubia pudiera poner en marcha el auto, Emmett se giró para mirarle.
—¿Dejaste algo más, Dori, o ya podemos irnos? —Dijo en un tono burlón, buscando romper el hielo de buena forma.
Elliot rodó los ojos y se cruzó de brazos, fingiendo molestia, pero la sonrisa de diversión que le sacaba Emmett era inevitable.
—Cállate, King Kong. —Respondió el menor, causando que ambos soltaran una risa.
Mientras Rosalie conducía, el sonido del motor llenaba el silencio en el auto. Elliot, distraído como siempre, jugueteaba con su relicario, pasando los dedos sobre el frío metal.
Un sentimiento incómodo se asentó en su pecho. No era raro que se sintiera así al volver a la secundaria, pero esta vez había algo más. Una energía extraña en el aire. Algo estaba fuera de lugar ese día y lo presentía.
El Mercedes se detuvo en el estacionamiento, y como era de esperarse, todas las miradas estaban fijas en ellos. Elliot dejó escapar un suspiro que no necesitaba y bajó del auto. Se pasó una mano por el cabello, acomodó su chaqueta de cuero y levantó la cabeza. Si tenía que soportar este día, al menos lo haría con estilo. Caminó junto a Rosalie, sincronizando sus pasos con los de ella, como si fueran los reyes de un desfile.
—Siempre tan modestos ustedes dos. —Comentó Emmett desde atrás, divertido por el aire de divinidad que ambos desprendían.
Elliot esbozó una sonrisa ladina pero no se molestó en responder. El espectáculo no era para él, sino para los demás.
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Las clases siempre habían sido la peor parte de repetir la secundaria. A veces pensaba que era un castigo de Carlisle por todo el tiempo que pasó siendo un neófito rebelde, y sin querer terminar su bachillerato.
Pero eso ya había quedado atrás; había terminado la secundaria junto a sus hermanos hace mucho tiempo, y aún así aquí estaba, en clases de Historia.
Historia siempre había sido su tortura personal, y la señora Myers no ayudaba mucho. Su charla sobre las traiciones de su segundo esposo y su colección de cinco gatos le resultaba tan interesante como el cuadragésimo tercer repaso de la Revolución Industrial.
—Y bueno, después de descubrirlo con mi prima en mi propio sofá, decidí que ya era suficiente... —Decía la maestra con una mezcla de resignación y dramatismo. Mientras contaba la misma historia de siempre.
Elliot reprimió una sonrisa. ¿Por qué necesitaría televisión si la señora Myers ya tenía suficiente material para escribir un bestseller?
Negó con ligereza mientras embozaba una sonrisa divertida, era un día promedio en las clases de Historia en la Secundaria de Forks. Suspiró y miró por la ventana. Amaba el clima de este lugar: frío, lluvioso, pero no tanto. Era esa lluvia suave que te calma los nervios, que te hace querer perderte en tus pensamientos por un rato. Simplemente perfecto para él.
Cuando la campana por fin sonó, Elliot le agradeció al mundo el final de su castigo mañanero. Observó a sus compañeros recoger sus cosas, reírse entre ellos e irse con sus amigos.
Y luego estaba él, ahí sentado, metiendo sus útiles en la mochila. No le molestaba estar solo; tenía a sus hermanos, claro. Pero de vez en cuando, deseaba tener a alguien con quien hablar de una forma... más humana, por decirlo de alguna manera.
Se levantó y sus dedos rozaron sutilmente el relicario, esa pequeña pieza de metal que lo mantenía conectado con la parte humana que alguna vez tuvo. Un pequeño recuerdo de algo en lo que prefería no pensar mucho.
Sacudió la cabeza y salió por la puerta para buscar a sus hermanos. Era hora del almuerzo, lo que siempre consideraba su momento favorito del día.
La hora de la entrada dramática.
¿Y quién mejor que Elliot Cullen para hacer escenas dramáticas?
Al encontrar a sus hermanos, abrazó a Rosalie por el cuello, apoyando su mentón en el hombro de la rubia.
—¿Quiénes faltan? —Preguntó el muchacho, observando a su alrededor sin despegarse de su hermana.
—Jasper y Alice. —Respondió Edward.
El menor refunfuñó y enterró su cara en el cuello de su hermana como un niño malcriado. Rosalie hizo una mueca, pero no lo apartó; simplemente resopló.
—¿Siempre tienes que ser tan pegajoso? —Se quejó, aunque sin malicia.
—Lastimas mis sentimientos, rubia. —Respondió él con un tono melodramático.
—¿Tenías sentimientos? —Intervino Emmett, ganándose una mirada de fastidio de parte de Elliot.
Cuando los dos restantes llegaron, comenzó el momento que más le divertía a Elliot: la entrada dramática a la cafetería. Como ya era costumbre, se colocaron en fila y caminaron hacia el comedor.
Los primeros en entrar fueron Rosalie y Emmett, seguidos como una garrapata por el menor de los Cullen. Al entrar, un olor fétido les golpeó las narices.
Elliot arrugó la nariz y miró hacia el frente, buscando que Rosalie tuviera la misma expresión de desagrado. Y así era. Había un nuevo aroma, demasiado dulce para el agrado de la mayoría.
Supuso que era una persona nueva, alguien de relleno en la trama absurda de su vida. Y tenía razón, porque no muy lejos de allí, escuchó a Jessica presentarlos.
Se rió por dentro cuando notó que Jessica evitaba describirlo a él. Solo se limitó a darle dos detalles: llamándole grosero y arrogante. No era culpa de Jessica, o tal vez sí, dependiendo de cómo lo miraras.
La chica, hacía tiempo, se le había declarado, y él, de manera muy "amable", le había negado sus sentimientos. Y cuando digo amable, me refiero a que simplemente le dijo un muy seco: "No", para luego seguir su camino.
Elliot no era precisamente bueno expresando sus sentimientos desde que se transformó, y la chica le caía bastante pesada. Demasiado superficial, con una cara linda, pero una cabeza vacía. Se sentó junto a sus hermanos y observó cómo los demás hacían su entrada de película adolescente.
Ya todos sentados, la charla era amena como siempre: Emmett y Elliot bromeaban, Rosalie los regañaba, Alice se reía y Jasper... bueno, Jasper seguía siendo Jasper.
El menor de los Cullen miró hacia Edward, pues este no se había unido a las bromas como era su costumbre. Y ahí lo entendió. Su hermano estaba mirando fijamente a la nueva humana, y ella a él.
Conocía esa mirada, era la misma que se daban Emmett y Rosalie, Alice y Jasper, o Carlisle y Esme. Suspiró y apoyó su mentón en su mano, observando a Edward con una mezcla de incredulidad y diversión.
Genial. Drama romántico versión vampiro. ¿Será que puedo venderle los derechos a Hollywood después?
Pensó con diversión, y le causó aún más gracia ver que su hermano ni siquiera determinó sus pensamientos. Al menos la telenovela esta vez sería de su hermano y no de él, como siempre lo había sido.
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El trayecto de vuelta fue tenso, si le preguntaban a Elliot. Como de costumbre, iba en el Mercedes con Rosalie al volante y Emmett sentado junto a ella. Sin embargo, el aire en el vehículo estaba más incómodo de lo habitual.
Edward, en su muy típico estilo dramático, les había confesado que la nueva chica de la secundaria le generaba problemas con su sed de sangre. No "problemas menores", claro, sino del tipo "estuve a un segundo de atacarla en plena clase de Biología".
Como si eso no fuera suficiente, intentó culpar a Alice por no haberlo previsto en sus visiones, pero ella no se quedó callada. En su defensa, señaló algo aún más perturbador: la humana no aparecía en sus visiones. Nadie sabía el motivo, pero la conclusión general fue clara y desagradable: esa chica era la Tua Cantante de Edward.
Elliot no estaba seguro de cuál parte era peor: el hecho de que existiera algo como una Tua Cantante o el inevitable drama que se avecinaba. Aunque, siendo justos, en todo este tiempo, el drama era casi una forma de vida para él.
El silencio se rompió finalmente cuando Rosalie, con una tensión evidente en el rostro, habló:
—Esa humana nos traerá problemas.
—Amor, no empieces... —Intervino Emmett, tratando de calmar las aguas.
—No, Emmett, es la verdad y lo sabes. Esa niña nos va a traer muchos problemas. Como si no hubiéramos tenido suficientes ya con...
Rosalie se interrumpió bruscamente, mordiéndose la lengua al darse cuenta de lo que estaba a punto de decir. Su mirada se dirigió al retrovisor y se encontró con los ojos de Elliot. Él había dejado de juguetear con el anillo que llevaba el logo del clan Cullen grabado.
—Lo siento, Elli —Se disculpó ella, visiblemente apenada.
—Está bien, Rose. De todas formas tienes razón. —Suspiró y se cruzó de brazos, apoyando la cabeza contra el asiento. Su tono, aunque relajado, tenía un deje de resignación. —Ya hemos tenido demasiados problemas, y si la humana es la Cantante de Edward... bueno, esta situación será un desastre.
Emmett, optó por quedarse callado. Sabía que cualquier intento de mediar solo lo convertiría en un blanco para ambos. La última vez que lo intentó, Rosalie y Elliot lo habían hundido en una discusión conjunta, con la precisión y coordinación de un dúo madre-hijo conspirando contra el padre. No iba a repetir la experiencia.
Cuando finalmente llegaron a casa, el ambiente ya era un hervidero de tensión. Sin siquiera quitarse los abrigos, todos se apresuraron a invadir la sala de estar. Pasaron unos minutos en un caótico intercambio de opiniones hasta que Carlisle apareció.
Edward, que parecía más ansioso de lo normal, explicó la situación. Narró con detalle cómo casi perdió el control en Biología, una confesión que hizo que Esme lo mirara con una mezcla de preocupación y decepción. Alice también intervino, reafirmando que no podía ver a la chica en sus visiones, lo que complicaba aún más las cosas.
—Así que... ¿qué significa esto? —Preguntó Emmett, rompiendo el silencio incómodo mientras jugaba con una almohada.
Carlisle, con su característico tono paciente, confirmó lo que todos ya sospechaban. La chica era, efectivamente, la Tua Cantante de Edward.
Elliot, quien había estado apoyado contra la pared con los brazos cruzados, dejó escapar una carcajada sarcástica que atrajo la atención de todos.
—Perfecto. —Alzó las manos con fingido entusiasmo. —Justo lo que nos hacía falta.
—Elliot... —Empezó Edward, con el ceño fruncido.
—No, en serio. —Continuó Elliot, ignorando por completo la mirada seria de su hermano mayor. —Yo digo que nos saltemos todo el drama y vayamos directo a lo inevitable: el desastre monumental que esta chica va a traer.
Rosalie, aunque intentó contenerlo, dejó escapar una sonrisa, mientras Emmett soltó una carcajada. Jasper simplemente negó con la cabeza, acostumbrado al sarcasmo afilado de su hermano menor.
Carlisle, sin perder la compostura, desvió la atención:
—Sea lo que sea lo que depare el futuro, debemos ser cuidadosos. Esta situación es inusual, incluso para nosotros.
Elliot suspiró, dejando caer los hombros en un gesto teatralmente cansado.
—Claro, cuidado. Porque si hay algo que define nuestras vidas, es lo normales y tranquilos que somos, ¿no?
Mientras todos volvían a discutir el asunto con seriedad, Elliot se quedó observando el relicario que llevaba en el cuello, jugueteando con él entre los dedos. Lo abrió por un momento, dejando que la fotografía de su interior lo distrajera de los problemas que se acumulaban en la sala.
En su mente, solo había una certeza: la humana no era solo el problema de Edward. Inevitablemente, acabaría siendo el problema de todos. Y eso, más que molestarle, le resultaba ridículamente predecible.
—Apuesto cinco dólares a que esto termina en lágrimas. —Murmuró, lo suficientemente alto como para que Emmett lo escuchara.
—Apuesto diez a que las lágrimas son de Edward. —Respondió Emmett, conteniendo la risa.
Elliot sonrió de lado, dejando escapar una risa seca. Sí, definitivamente iba a ser entretenido... en el peor sentido de la palabra.
Buenas tardes, volví con otro fanfic porque...¿Por qué no?
¿Qué tal les parece? Comenten por favor o les quemo la casa.
Pd: Acuérdense del relicario, es clave importante.
Gracias por leer 🐾
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