Capítulo Uno.


01. un día tranquilo

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Si correr en tacones fuera un deporte River Wilde seria campeona mundial. Los pies habían dejado de dolerle a los tres meses de comenzar a trabajar en Morozov & Co. —¿Dónde está el idiota de Brian?— gruño cuando llegó a los cubículos de los abogados con menos tiempo en la firma.

 —No llegó todavía— informó su compañera. 

 —Parece que olvidó quien es su jefe, este es su segundo strike— miró el reloj en su muñeca, no tenía tiempo para irresponsabilidades de abogados que se creían demasiado listos— Elizabeth vienes conmigo.

 La chica castaña se levantó de su asiento nerviosamente tomando unos papeles de sobre su mesa para colocarse detrás de la rubia— por favor díganle a nuestro querido Brian cuando llegue que perdió su oportunidad, que esto les sirva como enseñanza para nunca llegar tarde.

 Comenzó su caminata hacia el ascensor saludando a algunas personas que encontraba en el camino.

 —¿debo tener miedo?— pregunto de la nada, la chica cuando las puertas del ascensor se cerraron.

 —No mientras sigas un par de reglas—tomó su celular para comenzar a revisar emails— uno, sé profesional— reviso que no hubiera nada muy importante para apagar el celular otra vez— dos, exprésate, a diferencia de lo que todos piensan si te estoy eligiendo para que asistas a la reunión es porque creo que tienes futuro y quedándote callada sin opinar no vas a probarle tu talento a nadie. 

 —¿solo esas?

 —y tres, no te metas en su vida personal.

 —¿okay?

 —Hablo en serio, no habloúnicamente preguntándole cosas sino que tampoco trates de coquetearle o cosa así. 

 —entendido. 

 —bien. —  Las puertas del ascensor se abrieron y ambas mujeres caminaron hacia una gran sala de reuniones donde había varios abogados esperando a su jefe. —Buenos días— saludo la rubia— hoy nos acompaña Elizabeth Johnson quien tiene la suerte de ser ayudante de uno de ustedes en su o sus casos de este mes. 

 Una tradición de la empresa era que había reuniones mensuales discutiendo los casos pues estos llegaban y luego se repartían entre abogados al menos que alguien pidiera a un abogado en específico. Fuera de la reunión también se aceptan casos, pero era una manera de mantener algún tipo de control sobre las cosas.

 River miro como en su reloj daban exactamente las nueve de la mañana y Nikolaev Morozov atravesaba las puertas con un saludo típico de él, frío. El hombre entregó un café a su asistente dejando el otro frente a él en la mesa mientras tomaba asiento. 

 —Este mes nos fue muy bien, ganamos mucho y eso es lo que me gusta— bebió de su café— pero debo felicitar especialmente a Peter por su victoria en aquel gran caso que por fin terminó en su favor.— Todos aplaudieron, Peter era un abogado de divorcio y llevaba meses trabajando en uno de una clienta muy adinerada con un esposo muy poco fiel. —también a Tania por su victoria en el caso Uvgal— otro aplauso por el caso de una compañía que también pagó mucho por los servicios de la firma. —Ya que terminamos con eso aquí tenemos los casos que estarán tratando... 

 Luego de dos horas la reunión había terminado y cada uno se había llevado sus casos más una abogada ayudante. 

 —Katerina insistió en probar un café nuevo— explicó Nikolaev al ver la cara de confusión de su asistente por el sabor nuevo del café— la convenceré de volver al viejo. 

 —Es una buena idea— ambos entraron a la oficina del ruso— tienes pocos casos grandes este mes.

 —Parece que me tocará aburrirme— se sentó en su silla— no me gusta aburrirme pues mis padres comienzan a molestar más y más.

 —Veré que puedo conseguirte. 

 —Perfecto. 

 —Tu hermana envío varías fotos de su viaje y espera que le respondas— le recordó tomando asiento frente a él— tienes dos eventos de caridad, uno con tus padres y otro solo.

 —¿recuérdame con quien estaba mi hermana en ese viaje?— pregunto viendo las fotos en la computadora. 

 —Es el novio nuevo, Daniel. 

 —¿y este Daniel durará? —  Nikolaev no lo decía para insultar a su hermana, pero nadie podía negar la tendencia de esta a conseguir las peores parejas, chicos que la engañaban, que luego de tres meses la dejaban o incluso en un caso muy particular un hombre quien resulto ser casado.

 —parece que sí, llevan ocho meses— sonrió mientras el castaño frente a ella negaba— el lado bueno es que parece ser un chico decente.

 —esperemos— comenzó a escribirle a su hermana—¿Zander tiene muchos casos? 

 —Sabes que toma muy pocos, tiene algunos de custodia, pero son fáciles—cuando vio que este solo asintió en respuesta continua lista para pedir algo— necesito tomarme el viernes en la tarde— aviso. 

 —considerando que no tengo mucho en mi agenda creo que está bien, quiero hacer un viaje dentro de poco— informó tomando por sorpresa a la rubia— es de trabajo claro. 

 —bueno, avísame a donde quieres ir y en qué fechas para poder organizar todo. 

 —Bien, ¿algo que esté pasando que deba saber?— se levantó para mirar por la ventana de su oficina. Era algo muy típico de oficinas, pared totalmente de vidrio. 

 —Brian Davies va por su segundo strike, no pienso que dure mucho— aviso al abrir su perfil en la Tablet que había en la oficina— lo contraté por su trabajo universitario, pero pienso que existe una posibilidad de que lo haya escrito otra persona por él. 

 —bien, habla con él y adviértele que en esta firma, solamente queremos lo mejor de lo mejor. La rubia asintió viendo una llamada entrante en su teléfono que decidió ignorar de inmediato. 

 —¿Desayunaste?— el ruso le daba la espalda, pero podía ver su extraña sonrisa aun así— no sé ni para qué pregunto— bufo levantándose— vamos. 

 —Son las once y diez de la mañana, un poco tarde para desayunar— se giró. 

 —Pues será un brunch— salió de la oficina— saldremos a resolver algo, sabes que hacer. Gracias Sally— se dirigió a la secretaria de su jefe quien asintió. Ella era la asistente personal y si bien manejaba casi todo no podía estar en un escritorio fuera de la oficina por lo que Sally había entrado a la imagen sesos meses después de ella.

 —Tu teléfono no para de sonar, es molesto— señaló Nikolaev cuando se dirigían al ascensor.

 —lo pondré en vibración— contesto, era su teléfono personal y sabía muy bien quien era.

 Nikolaev era una persona directa, fría y serio. En su firma casi todos le temían y en su familia se molestaban con él. Se dejaba llevar con una cierta cantidad de personas, tres para ser específicos. Su hermana menor, su mejor amigo y su asistente. 

 River llevaba cuatro años trabajando con él, fue contratada luego de que despidiera a la asistente número doce en un periodo de cinco meses. Ninguna podía con las exigencias que él pedía, ya que eran un poco complicadas. A Morozov le gustaban las cosas hechas bien, no le gustaba repetir y esperaba que las cosas fueran hechas de antemano. River tenía una memoria perfecta y era proactiva por lo que le tomo poco adaptarse a las exigencias del ruso.

 Su "amistad" vino con el tiempo al año y medio de trabajar juntos, la rubia jamás trató de ser más que su empleada pero solo sucedió. Nikolaev no era de tomar confianza en las personas, pero River le inspiraba eso, tal vez por lo parecidos que eran dentro de su ética de trabajo. 




 (...) 






 Al llegar al restaurante pidieron la parte más privada que les fue otorgada al instante pues sabían quien era el ruso. —¿Tienen sushi?— cuestionó la rubia al instante. 

 —¿esto no es un brunch?—dijo la palabra de manera algo burlona. 

 —te mentí, considerando que probablemente no comerás nada en todo el día esto será una comida pesada— informó tomando el menú— bingo, sushi. 

 —deberías apagar el celular, la vibración es molesta— señaló el aparato que no dejaba de moverse sin sonido. Quiso decir que no podía apagarlo, que tenía tres terremotos capaces de causar muchos desastres y solo podían comunicarse con ella por ese número, pero había un problema. Nadie en la empresa sabía de sus hijos.  No era como si fuera un secreto en sí, nadie le había nunca preguntado y había omitido hablar de estos.

 En la entrevista de trabajo no le preguntaron y asumió que era porque al ver a una chica de veinticuatro años apenas salida de la universidad asumieron que no podía ser madre. Por lo que con el tiempo simplemente decidió nunca mencionarlo, ya que muchas veces a las mujeres con hijos no les daban trabajo por "falta de prioridad" o eso le habían dicho donde había aplicado antes. Nikolaev tampoco se metía en su vida privada más de lo superficial, cuando pedía días libres no preguntaba para qué ni nada por el estilo.

 —Lo apagaré— asintió oprimiendo el botón con algo de nervios. Por el trabajo no pasaba el tiempo que quería con sus hijos, siempre hacia todo por estar presente en los momentos más importantes. Jamás se había perdido un cumpleaños o alguna actividad superimportante de la escuela, pero no podía salir al parque los sábados o llevarlos al cine los viernes. A veces debía quedarse hasta altas horas de la mañana en el trabajo y no podía desearles buenas noches en persona, pero siempre llamaba, cuando por fin llegaba siempre besaba sus frentes aunque estuvieran durmiendo.

 Pocas habían sido las veces que no estaba en las mañanas para llevarlos a la escuela y cuando podía trataba de buscarlos también, hacia lo que podía pues tenía un trabajo exigente, pero unos hijos que entendían. Ese trabajo les daba un buen apartamento y una escuela decente, les permitía uno que otro pequeño lujo.

—¿están listos para ordenar?— preguntó el mesero llegando a la mesa.

 —Sushi, tienen doce tipos quiero un poco de todos— le entrego los dos menús— y un Fabre Montmayou Chardonnay reserva dos mil diez. 

 —Perfecto— se retiró el hombre. 

 —Hoy es un día tranquilo, ¿puedo irme a eso de las 3? No será una tarde libre estaré disponible todo el tiempo solo que quiero hacer algo.

 —Está bien— fue todo lo que dijo el hombre para ambos adentrarse en una conversación sobre los casos que había tenido el mes pasado. 

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