Capítulo Siete.

07. donante de esperma

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—¿De dónde eres?— fue la primera pregunta que soltó Eros al subir al auto— ¿Eres rico? Tienes un muy lindo auto. 

—Nací en rusia, pero vivo aqui desde niño y estoy bien, gracias— contesto al recibir la ubicación del departamento por mensaje de parte de River. 

 —¿Hablas ruso?— continuó el niño. 

 —Sí, es mi lengua materna— comenzó a dirigirse al lugar indicado— vuestra madre también lo habla. 

 —siempre dice que nos pondrá en clases, pero no tiene mucho tiempo— admitió aún siendo Eros el único que le dirigía la palabra— ¿eres el novio de mamá? 

 —No digas tontería E— lo golpeó Hades aun dirigiéndole una mala mirada a Nikolaev.

 —Soy su jefe— fue todo lo que dijo. 

 —¿te gusta el fútbol? 

 —soy más fan de las carreras de autos, pero lo disfruto especialmente el Bayern y el Chelsea— el departamento no estaba tan lejos del hospital, pero había algo de tránsito—¿imagino que a ti te gusta?

 —¡Fan número uno del Bayern!— gritó con felicidad— un día jugaré para algún gran equipo, ¿has ido a algún juego? — Nikolaev no pudo evitar soltar una pequeña risa, no para burlarse del sueño del menor, si no por la emoción con la cual hablaba. 

 —Cuando era más joven fui a varios, pero llevo años sin ir, ¿y tu Hades?— preguntó al más rubio de todos con verdadera curiosidad—¿qué quieres hacer cuando seas mayor? 

 —¿qué te importa?— gruñó en respuesta recibiendo un codazo de su hermano— perdón— se arrepintió abriendo los ojos, sorprendido de sí mismo por cómo había sido, su madre lo había criado mejor que eso— no sé qué quiero hacer. 

 —Eso está bien— sonrió de lado— y no te disculpes por decir lo que piensas, aquí estamos. 

 —¡Señora Gallego!— Eros corrió fuera del auto hacia una mujer de unos cincuenta años que les sonreía amorosamente— Gracias Niko. 

 —Gracias Nikolaev— se despidió Hades. El ruso se aseguró que ambos subieran el ascensor de su edificio y arrancó el auto de camino a su departamento. 

 Nadie le llamaba Niko, bueno solo River cuando follaban y pues era más fácil que decir todo el nombre, pero fuera de aquello nadie más. No le gustaban los apodos y aun así no le había molestado que el menor lo llamara así. 

 River era madre. River era madre de trillizos. Jodidamente trillizos. 

 Subió a su departamento lanzándose sobre el sofá analizando todo lo que acababa de suceder. Era obvio que era madre soltera y asumió que el padre de aquellos niños no formaba parte de sus vidas por la simple razón de que estos no lo había mencionado, ahora quería saber por qué. ¿Casarse con ella seguiría sobre la mesa? No sería para nada tan fácil como lo imagino pues no estaría únicamente consiguiendo una esposa sino que tres hijastros. ¿Podría ser una buena figura paterna? Ya uno de los tres lo odiaba claramente, pero maldita sea si aun así le agradaban y había pasado tan solo diez minutos hablando con ellos. 

 Miró a su departamento recordando que era de hombre soltero, tal vez bueno para una pareja pero para nada apropiado para una familia. Tenía una casa un poco alejada del centro que contaba con cinco habitaciones y no usaba por lo sola que se sentía. Podría ser perfecta para una familia. ¿Estaría por hacer esta locura? 



 (...) 





 Una llamada a las dos de la mañana fue la razón de que River se despertará, apenas había podido dormir y al lograrlo alguien debía molestarla. —¿Quién habla?— gruño molesta. 

 —Que buenos modales tienes, veo que nada ha cambiado. Reconocería esa burlona voz donde sea gracias a todo el rencor que le guardaba.

 —Es normal que alguien esté de mal humor al recibir una llamada a las dos de la mañana— explicó con obviedad— nadie te enseño a no ser molesto, veo que nada ha cambiado. 

 —Imagino que estás en el hospital. 

 —¿Cómo sabes tú donde estoy?— salió de la habitación pues no quería despertar a Atenea quien aún dormía. 

 —Estoy al tanto de la vida de mis hijos y, por lo tanto, de la tuya. Ira comenzó a subir por todo su cuerpo al escucharlo atreverse a decir que eran sus hijos, desgraciado, pensó. 

 —Dejaron de ser tus hijos en el momento en el que me acusaste de dormir con Fred y embarazarme de él. 

 —Error de juventud, ahora soy un hombre maduro que está listo para tomar responsabilidad— no podía verlo, pero podía imaginarlo restándole importancia con una sonrisa estúpida— considerando el mal trabajo que has hecho tú en estos años. 

 —¿Perdón? 

 —Lo que escuchaste, vengo a librarte de tus problemas Iv— mofo— quiero custodia. La que rio fue la rubia por la locura que estaba diciendo el donante de esperma, pues eso era todo lo que había hecho, donar su esperma. 

 —te seré muy clara kusok der'ma— lo insultó en ruso— mis hijos no son y nunca serán un problema para mí— recalcó el "mis"— y si crees que puedes simplemente venir luego de ocho años reclamando un derecho que no tienes entonces estás mucho más loco de lo que pensé. 

 —Te recuerdo que llevan mi sangre y hace años cometí un simple error que espero arreglar, estoy tratando de hacer esto fácil, podrás verlos cuando podamos, pero van a irse a vivir conmigo— pudo escuchar algo de molestia en su voz— es tiempo de que estén con su padre. 

 —Pero ahí es donde te equivocas porque, tú, no eres su padre— negó con la cabeza aun sabiendo que este no podía verla— tú no eres más que el donante de esperma. 

 —¿quieres hacer esto por las malas entonces? Perfecto— una vez más una jodida molesta risa que hacía que River quisiera atravesar el aparato electrónico y golpear al inglés muy fuerte— llevémoslo a una corte, tengo unos abogados magníficos, una relación estable, gano mucho más y mucho apoyo político. 

 —Te veo en la corte William. 

 La llamada se cerró y el mundo de River se vino abajo. ¿De verdad estaba pasando? ¿Quería quitarle a sus hijos? Estaba avisada, pero no pensó que llegaría a volverse a realidad, menos tan rápidamente. Con manos temblorosas dejó un mensaje a Zander de que necesitaba hablar con él urgentemente y esperaba hacerlo mañana, pero una vez más su teléfono sonó. —¿Estás bien? ¿Sucede algo?— la voz preocupada del ruso habló del otro lado de la línea. 

 —Necesito tu ayuda— dijo con la voz rota. 

 —Sabes que estoy a tu servicio, ¿alguien te hizo algo River?— murmuró. 

 —Quiere quitármelos Zander. 

 —¿Quién quiere quitarte que? ¿Dónde estás?— se escuchaba el movimiento de unas llaves. Dijo el nombre del hospital y pudo escuchar un "voy de camino" antes de que se cerrara la llamada. Consideraba a Zander más que un jefe, pero jamás se imaginó que se preocupara tanto por ella para dejar todo a estas horas e ir al hospital. 



 (...) 




 —¿cómo te dejaron pasar?— preguntó sorprendida al verlo en él área de las habitaciones, las visitas estaban prohibidas a estas horas. 

 —Soy Zander cariño, mi encanto hace que lo imposible se vuelva posible— le dio una de sus mejores sonrisas que se esfumó al ver los ojos llorosos de su compañera de trabajo y para él, su amiga—¿qué está pasando River?

 Y allí comenzó a contarle toda la verdad, una verdad que le sacó lágrimas pensando en la posibilidad de que ese pasado no tuviera futuro.  

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