Capítulo Seis.

06. nunca preguntaste

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—Voy a explicarte todo, pero no ahora— fue todo lo que dijo cuando subió al auto del ruso.

Sabía que estaba molesto con ella, sabía que estaba mal que se enterara de esa manera y planeaba contarle todo solo que no era el momento pues lo único que pasaba por su mente era que su pequeña estaba en el hospital. El camino fue silencioso y River no había parado de jugar con sus manos de manera nerviosa pensando en Atenea.

 Cuando se es madre por todo se cree lo peor y este caso no era diferente. ¿Cómo estaría? ¿Estaría asustada? 

 —Llegamos. La inglesa no tuvo que pensarlo demasiado pues se encontraba ya corriendo dentro del hospital.

 —Atenea Wilde, ¿dónde está?— preguntó al hombre detrás de la recepción— soy su madre. 

 —Debo confirmar señora deme un minuto— tomó el teléfono hablando con alguien que River no pudo distinguir. — necesito un documento de identificacion.

 —¿No te dejan entrar?— la profunda voz de Morozov pregunto.

 —¿Sigues aquí?— frunció el ceño mientras le entregaba su licencia de conducir — supuse que volverías a la oficina, entiendo que estés molesto y sé que no debo mentirte, pero no tengo tiempo para explicarte nada. 

 —Estoy aquí acompañándote como tu amigo River, no como tu jefe— fueron las palabras que tomaron desprevenida a la inglesa— ahora, ¿por qué todavía no sabemos el número de habitación de la niña? 

 —Debo confirmar el parentesco, es protocolo pues no puedo dejar a cualquier persona pasar— explicó.

 —River Wilde, soy la madre— repitió desesperadamente, no era como si llevaran más de diez minutos dentro del hospital o como que lo entendía el protocolo, pero los nervios de no saber nada la estaban volviendo loca.

 —Habitación doscientos cinco, tercer piso— dijo cuando colgó el teléfono. 

 —Gracias— se encontraba corriendo una vez más, pero me sorprendía ver a Nikolaev corriendo detrás de ella, hacía ejercicio, pero jamás lo había visto hacer algo así. 

 —Debes respirar y mantener la calma— le susurro cuando entraron al ascensor. 

 —Es horrible— murmuró en respuesta— no saber nada, no entiendo por qué la jodida profesora no te dijo nada. 

 —¿Estás maldiciendo?— abrió los ojos por lo extraño que era eso, al menos en el trabajo frente a él casi nunca lo hacía. 

 —Cuando se trata de mis hijos, soy otra persona Morozov— salió corriendo una vez más cuando llego al piso correcto. El castaño iba detrás de ella, pero algo lo hizo detenerse un poco, ¿hijos? ¿En plural? ¿Qué tanto no sabía de River? 

 —¡Oh cariño!— el grito de River hizo que retomara la velocidad y entrara junto a ella a la habitación. 

 Cada vez que Nikolaev pensaba que no podía sorprenderse más o algo por el estilo, pasaba otra cosa. Tres pares de ojos conocidos lo miraban con expresiones totalmente diferentes. Los ojos verdes de quien recordaba como Hades lo miraban de mala manera, se podía imaginar el por qué. El que rubio no tan rubio lo miraba confundido más que nada. Y unos ojos grises que parecían haber llorado lo miraban con ¿emoción? Eso se imaginó por la sonrisa que le ofrecía Atenea. Los trillizos de nombres extraños eran los hijos de River, por eso se parecían tanto. 

 —¿Cómo sucedió esto?— preguntó River aun abrazando a su hija con un brazo enyesado.

 —Sucedió un incidente con una compañera de clases justo antes de la presentación— explicó la maestra. 

 —Kathleen Brown empujó a Nea de una escalera alta— corrigió Hades. 

 —¿Qué?— subió un poco el tono la rubia— pensaba que el tema con Kathleen se había resuelto. 

 —Se habló con su madre del comportamiento de la niña y hemos estado trabajando con ella, no creíamos que llegaría a este nivel. —  Hace meses que la "niña endemoniada" (como la habían apodado los trillizos y su madre) estaba molestando a Atenea, su madre había hablado con la escuela para resolver el problema y hasta ahora las cosas se habían calmado. 

 —Mi hija tiene un brazo roto y un golpe en la cabeza, ¿le parece que se resolvió?— señaló a la pequeña castaña. 

 —Mamá tengo sueño— se quejó la castaña.

 —Duerme cariño— beso su frente— y ustedes, ¿por qué no van a la cafetería a buscar algo de comer? — les dio unos billetes.

 —Yo puedo llevarlos— se ofreció la enfermera que le había contado la situación de Atenea. 

 —Usted y yo, afuera— señaló a la mujer— ¿podrías acompañarme? Necesito que alguien evite que cometa asesinato. Los tres adultos fueron a los pasillos del hospital.

 —Queremos pedirle perdón en nombre la institución, pero son cosas que suceden entre niños y no podemos controlar, se tomarán medidas para la joven Brown. —¿Qué medidas? 

 —Se hablará con sus padres y ellos decidirán el castigo...  

River la miro totalmente ofendida por tal tontería— la madre de Kathleen no la castigará y ambas lo sabemos— exclamo molesta— espero una suspensión al menos. 

 —Son niños nosotros... No hacemos eso con frecuencia— trato de explicar nerviosamente la mujer. 

 —¿no? Si mal no recuerdo el año pasado, Eros peleó con un compañero, mientras jugaban al fútbol, nadie salió herido— recalcó la última parte— y aun así mi hijo recibió una advertencia de que la próxima vez que suceda sería expulsado. — La mujer no supo qué contestar y River sabía el por qué, no era culpa de la maestra que el padre de Kathleen Brown fuera un benefactor de la escuela, que fueran la típica familia clase media-alta que todas las escuelas querían. 

 —Avísele al director que el lunes tendré una reunión con él, gracias por acompañar a Atenea— se despidió de la mujer.

 —Puedes demandarlos y lo sabes— le recordó Nikolaev cuando la maestra estuvo fuera de su vista— y tienes a los mejores abogados de Londres a tu servicio. 

 —No quiero llevar esto a legal, no tengo tiempo para eso— negó con la cabeza. Un silencio volvió a invadir su alrededor, solo se escuchaban los típicos sonidos de hospitales y era más que incómoda la situación. 

 —¿Trillizos?— River podía notar el humor y el asombro detrás de esa palabra. 

 —Trillizos— contestó con una pequeña sonrisa para recostarse contra la pared del hospital. 

 —¿Por qué nunca lo dijiste? 

 —Nunca preguntaste— la verdad de tan solo haberle preguntado lo hubiera dicho. 

 —No es exactamente un tema de conversación— se defendió— pero tienes razón, sabes más de mi vida que yo de la tuya. 

 —Considerando que mi trabajo es organizar tanto tu vida como tu trabajo, no esperaría menos— le regaló una sonrisa de lado— ¿vas a despedirme? 

 —Claro que no— negó rápidamente— pero me parece que cuando puedas deberíamos tener una reunión, debo decirte algo importante... pedirte algo importante. 

 —Hoy debo dormir aquí, Atenea debe quedarse en observación. ¿Mañana te parece? 

 —¿Estás segura? Me parece correcto que te quedes con tus hijos— todavía le sorprendía el hecho de que River tuviera hijos— mañana es jueves, tómate el día. 

 —¿Estás seguro?, H y E irán a la escuela mañana por lo que puedo ir sin problemas. 

 —No quiero verte antes del viernes en el trabajo— le advirtió— ¿con quién piensas dejar a los dos rubios?— Se imaginó que los dejaría con su abuela, alguna tía o algo por el estilo, pero un pequeño recuerdo de River mencionando la inexistente relación con su familia pasó por su cabeza. 

 —Tengo una niñera, pero no sé cómo llevarlos a casa, porque no quiero dejar a Atenea sola— bufo. En estos momentos odiaba lo sola que estaba, su mejor y una amiga estaba en un viaje de trabajo a Australia. No tenía familia luego de la muerte de su abuela. 

 —Si quieres...—tosió ligeramente, aclarándose la garganta— puedo llevarlos a tu departamento.— River confiaba en él, aunque cuando se trataba de sus hijos jamás terminaba de confiar en nadie, pero necesitaba ayuda y él era la única persona allí.

 —te estaría confiando mi vida— lo miro directamente a los ojos—¿estás seguro? Hades es un poco... complicado y Eros algo atrevido. 

 —No hay ningún problema. 

 —Gracias Niko— el apodo se escapó de sus labios sin pensarlo, no lo llamaba así al menos que estuvieran en una situación especifica— mis príncipes— besó sus mejillas sonoramente—¿listos para ir a casa? 

 —¿y Nea?— preguntaron al unísono. 

 —Se quedará esta noche, yo me quedaré con ella— los calmó— el señor Morozov los llevará a casa, es el jefe de mamá así que necesito que se comporten bien. —Hades le dio una mala mirada mientras que Eros asentía examinándole. —La señora Gallego los espera en casa, nos vemos mañana. Los amos— beso sus mejillas una vez más a los que ambos se quejaron causando la risa de su madre— otra vez, gracias Nikolaev.

El ruso solo asintió caminando a su auto en mucho silencio junto a los dos rubios.  

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