Capítulo Once.

11.Prometido.

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La llegada de lunes significaba dos cosas, una reunión con Nikolaev y otra con el director de la escuela de sus hijos.

Cruzar los pasillos del edificio en el que trabajaba desde hace años se sentía diferente, tal vez por el hecho que dentro de poco no sería solamente River Wilde asistente personal de Nikolaev Morozov, pronto sería la prometida de su jefe y poco después su esposa.

—Café y desayuno— colocó sobre la mesa del ruso quien soltó los papeles frente a él—¿Caso Keller?— preguntó.

—Es un grano en el culo, O'malley cree que puede mandar a Keller a la cárcel por esta tontería— bufo dejando caer los papeles— pero no estás aquí por eso, gracias por cierto— bebió de su café— necesito que entiendas que nada de lo que acordemos puede hacerse legal, este trato es una promesa.

Claro que lo sabía, no solo llevaba años trabajando en una firma de abogados, había estudiado leyes, cosa que siempre quiso ejercer, pero no pudo, ya que era mucho más fácil conseguir un trabajo como secretaria.

—Confió en ti lo suficiente y espero que tú también confíes en mí— aseguró— los niños están a favor de casi todo, pero quiero aclarar algunas cosas antes— al ver que el castaño únicamente asintió decidió continuar— mis hijos son la razón por la que vivo y por desgracia tienen un padre de mierda, no planeo que el primer hombre que forme parte de su vida sea igual.

— River, no sé cómo ser un padre o una figura paterna en general y no te puedo prometer que no cometeré errores, pero sí que voy a hacer todo lo posible por ser lo que tanto tú como tus hijos me permitan ser— aseguró y supo en ese momento que no era una promesa solo para River, era para el mismo.

Podía no estar enamorado de la hermosa mujer frente a él, pero definitivamente la quería y saber que todo este tiempo había estado sola, que nadie la había apoyado, le rompía el corazón que no sabía tenía.

Planeaba romper todas sus barreras y las de River por hacer que su vida tanto como la de sus hijos fuera lo más jodidamente feliz que podía.

— Planeo ser tu esposo en todo los sentidos de la palabra, tal vez este matrimonio no sea por amor, aun así nos queremos de alguna manera u otra.

River jamás había escuchado a alguien realmente preocuparse por ella, claro tenía a Taylor, sin embargo, esto no era igual y sabía que para evitar decepciones tendría que poner sus barreras todavía más altas.

—Está bien— asintió levantándose— esta semana podemos comenzar con la mudanza y arreglar los detalles finales, ya que me esperan en la escuela de los trillizos— miro su reloj confirmado que debía irse.

—Iré contigo— tomó su chaqueta para abrir la puerta de la oficina— podemos ir en mi auto.— ofreció.

River pensó en negarse, poner otra barrera más y evitar que Niko tirara abajo la protección de su corazón, ¿pero quién era para rechazar a una persona que tenía interés en la felicidad de sus hijos? Podría pelear contra la suya mil veces, pero jamás evitar que sus hijos fueran felices.

—Está bien.






(...)





Las miradas de las madres de los otros niños se dirigieron rápidamente al auto extremadamente caro de Nikolaev, podían tener dinero pero no para una Maybach.

—Estoy muy segura de que Amelia le contó a todas lo qué pasó y las puso en mi contra— gruño sin salir del auto— Amelia es la madre de él engendró que causó el accidente de Atenea— explicó al ver la cara de confusión de su acompañante.

—Entonces es enemigo número uno, entendido— salió del auto para abrir la puerta de River quien le agradeció con una sonrisa, siempre lo había hecho, no obstante lo que hizo después era nuevo, tomó su mano— solo para ponerlas más celosa— comenzaron a caminar juntos.

Al llegar frente a la oficina del director, los trillizos se encontraban sentados fuera de esta y frente a ellos los endemoniados Brown, parecía que el esposo de Amelia había venido a dar la cara.

—Niko— gritó Atenea corriendo a abrazar, como podía con el yeso, las piernas del hombre quien le sonrió.

—Hola— saludo con una sonrisa, no muy acostumbrado a aquel contacto.

Los dos niños lo saludaron manteniendo sus miradas en el hombre pelirrojo que hablaba al teléfono mientras su esposa usaba el suyo y su hija bufaba.

—¿estamos todos?— pregunto la secretaria haciendo acto de presencia.

Los Brown prestaron atención por primera vez y River hubiera querido tener una cámara para tomar una foto del rostro de Amelia al ver a Nikolaev.

Todos se dirigieron hacia el interior de la oficina.

—Director Collins— saludó antes que todos Amelia— decepcionante estar en esta situación.

—Richard— le siguió su esposo con una sonrisa— no te vi el sábado en el campo de golf, espero verte este.

Y ahí estaba la razón por la que Kathleen Brown no recibiría ninguna advertencia.

—Mis nietos me secuestraron— río para dirigirse a la rubia— Señorita Wilde, no conozco a su acompañante.

—Prometido— aclaró Nikolaev mirando al hombre de manera seria, una mirada que River conocía, modo abogado— Nikolaev Morozov— y la reacción que se esperaba sucedió, Richard inmediatamente le ofreció su mano.

—¿Estás comprometida?— el tono de burla saliendo de Amelia no pasó desapercibido.

—No sabía que tenía problemas para escuchar— respondió Hades sin siquiera mirar a la mujer al rostro.

— Esa no es manera de hablarle a los adultos— reprochó el esposo de Amelia.

—Me parece que estamos aquí por otra situación— interrumpió Morozov.

—Queremos aclarar que lamentamos la situación con Atenea,  Kathleen ya le ofreció una disculpa a su compañera— explicó el director— esto no volverá a pasar, pero tampoco consideramos que deba haber consecuencias mayores.

—Perfecto— los Brown trataron de levantarse.

—Creo que no quedó clara la situación aquí— negó con la cabeza River— mi hija de ocho años terminó en el hospital con no solo un brazo roto sino que también una contusión, ya la escuela estaba al tanto de la situación y no se tomaron las medidas adecuadas para evitarla, por lo tanto— sonrió falsamente— ya pasamos la etapa da de los perdones, quiero consecuencias.

La mirada orgullosa de tanto sus hijos como su jefe la hicieron sentir segura —Esto es una tontería— se molestó William— sus hijos no tienen modales, están constantemente en problemas y nuestra Kathleen es un ángel.

River podía sentir la ira subir por sus venas, ¿se atrevían a ofender a sus hijos? Le dio una mirada a su acompañante, quien asintió dándole a entender que la apoyaría en todo lo que dijera. —Me parece que por su reacción reconoció el nombre de mi prometido— le sonrió al director.

Amelia miró a su esposo en busca de respuestas— Morozov...— susurró el esposo de la mujer dándose cuenta de quien era.

—Resulta que no es solo eso, es mi abogado— colocó una mano en su hombro con cariño— si quisiéramos demandar habría muchas opciones, ¿negligencia tal vez?

—muchas cosas más, las atenciones médicas o el mismo tiempo o trauma emocional— enumeró— puedo continuar, pero no creo que quiera eso.

—No hay necesidad de ninguna demanda— respondió rápidamente el director— podemos arreglar esto aquí mismo.

—Pienso que ya no será necesario, ¿os parece la idea de una escuela nueva?— preguntó a los trillizos que asintieron, ya al tanto de esta conversación, pues River les había preguntado en día anterior— Perfecto, imagino su secretaria podrá encargarse de los papeles.

Los cuatro se levantaron.

Y sucedió también lo que supuso, el director los trató de convencer de buscar una solución, pero no por River, sino por su nuevo rico prometido.—¿Mamá, puedes comprarte un auto así?— pregunto Eros subiendo al auto.

—Mamá no es multimillonaria como Niko— explicó, una vez más el apodo simplemente escapando de sus labios.

—Niko— canturreó Atenea alargando la última letra— ¿estás feliz de casarte con mamá? ¿Nuestra nueva casa es grande? ¿Tienes perros? Nosotros tenemos a Z, ¿conoces a Z?

—Oh si por cierto, tenemos un perro— recordó que nunca lo mencionó— tiene unos días en el veterinario, por eso olvidé mencionarlo, ¿será un problema?

Nikolaev negó restándole importancia— y ¿por qué no respondo todas vuestras preguntas mientras vamos al lugar favorito de sushi de vuestra madre?— ofreció el ruso a lo que todos gritaron de felicidad.

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