3. Sueños

-¿Mikey?

La observé. Era hermosa. Parecía que tuviera alas de ángel y ella fuera a sacarme del mar negro en dónde estoy prisionero. Un mar negro en dónde los recuerdos son sus componentes, recuerdos que solo golpean mi cabeza como si se tratase del bravo oleaje que hay en las tormentas en alta mar.

-Los pude salvar y no lo hice. – Murmuré observando al ángel situado a pocos metros de mi.

-No, olvida eso. Solo céntrate en salir de aquí. – La escuché atentamente al igual que las voces de los recuerdos que me golpeaban.

-No, te dañare a ti también. – Murmuré sintiendo mis lágrimas desbordarse de mis ojos.

Entonces cerré los ojos para volver a abrirlos para pensar con más claridad adentro de aquel lugar en donde siempre estaba solo. Luego de eso la vi con más detenimiento, ella estaba cubierta del mismo líquido que formaba el mar de mis recuerdos solo que ella desprendía luz a mis ojos.

-No, no lo harás. Solo mírame. Yo también soy objetivo de la muerte, solo hay que aprender a luchar contra ella. – Vi como se acercó, con miedo me alejé. – Aislando tu dolor solo se hará más grande.

-¿Y tú que sabes? Haces lo mismo que yo, somos la misma mierda, no era quién para decirme nada. – Dije para de la nada sentir como algo me tiraba de mi pie ahogándome en el mar como era costumbre.


-Seremos la misma mierda, pero yo ya clame por ayuda y no la tuve. Tu tienes mi ayuda. – Escuché dormido en el segundo lugar al que solía ir.

Que me arrastrasen dentro del mar de recursos no significaba nada. Siempre volvía al mismo lugar sólo que en un lugar distinto. Unas veces la muerte de Draken, otras la de Shinichiro… Pero siempre que me sumergían y volvía al mar, estaba en una especie de espejo roto y con una foto mía que solía tener encima de mi mesita de nombre para recordar aquellos momentos felices de mi adolescencia.

-No sabes cómo ayudarme, así que no te empeñes. – Contesté para intentar moverme y no poder.

-Uf, Esos cristales deben de doler bastante.

Y Desperté.

Tenía la respiración agitada. Mis ojos tenían lágrimas que caían por mis mejillas a borbotones. No sabia cómo pero desde que leí aquella noticia, ella aparecía en mis sueños, era angustioso. Era como si fuera un guardia adentro de mi sueño del cual nunca podía escapar. Siempre había estado solo en ese lugar. Solo, con mis memorias acosándome y ahorcándome, pero ahora ella me acompañaba impregnada de los recuerdos sobre aquella fatiga noche de la que solo sabía la descripción de un periodista curioso.

Mire a mi izquierda y pude verla. Ella estaba en unas condiciones parecidas a las mías. Se notaba que había estado llorando pero ya no lo hacía. Estaba tranquila en ese sueño profundo seguramente.

Narra T/N:

-¡Aoi! ¡¿Dónde estás?! – Gritó mientras corría por el colegio buscando a mi antigua mejor amiga.

Sabía perfectamente que estaba pasando. Era ese fatídico 22 de febrero de 93. Recuerdo que no paraba de buscar a Aoi por todas partes. Era como si hubiera desaparecido. Ese día pensé que lo que estaba pasando era mejor que ir a casa todos los días y ver a mi padre borracho golpeando a mi madre, pero estaba confundida.

-Pequeña, ves donde las profesoras. No cometas otra vez el mismo error. – Susurré al oído de mi yo de pequeña.

De pequeña solía ver los abusos hacia mi madre constantemente. Mi madre siempre me decía que no interviniera pero no le hacía caso. Nos protegíamos la una a la otra. Había veces que ella recibía mis golpes y otras en las que yo los suyos. La gente de mi alrededor preguntaba porque llevaba vendas, tiritas o moratones por mi piel, yo no respondía pues para mi, lo que vivía en casa, era lo normal. No había tenido nada de cariño por parte de mi padre, y por parte de mi madre recibía hasta que ella acabó enloqueciendo y culpándome del cambio de actitud de mi padre. Ella solía contarme lo bueno que él era en su época de noviazgo pero con mi nacimiento todo se fue a la mierda al parecer.

Un día llegó una chica diferente a mi clase. Tenía las mismas cosas que yo, con la diferencia de que sonreía cómo si no sufriera nada. En el recreo, decidí irme a la zona de los cubos de basura dónde me escondía de las preguntas con tal de estar en paz por un rato. Ella vino y me consoló. Me ayudó a subir mi autoestima y a poder defenderme. Al tiempo nos hicimos mejores amigas a pesar de nuestras personalidades aparentemente distintas. Los profesores se sorprendían al vernos, ella era como la mismísima flor de la vida, en cambio yo parecía una flor marchita y seca.

Pronto llegó el último año que pasaríamos juntas y eso nos hacía estar en peleas constantemente. Ella se volvió más seria y yo más pesimista. Ese 22 de febrero peleamos como nunca. Ella terminó llorando. Nunca la había visto así. Me sentí culpable pero no salí tras ella cuando huyó de mi en ese recreo.

Entonces pasó.

Se escucharon las alarmas y se escuchó a la directora anunciar que un señor había entrado con un arma al edificio. Al rato, la profesora me estaba gritando que volviera pero yo la ignore pues tenía que buscar a Aoi. No podía abandonarla y menos en esta situación. Tenia que dejar nuestra pelea de lado y sacarla de allí.

Recuerdo que solo se escuchaban gritos y disparos. La planta más alta, en la que yo estaba, yacía vacía.

-¡Aoi! ¡Olvida nuestra discusión! Por favor hay que irse. – Me observé correr sin poder hacer nada para evitar lo que encontraría en la siguiente sala. - ¿Aoi? ¿Estás en la biblioteca? – Entré a la biblioteca y observé como mi yo iba corriendo entre las estanterías hasta qué la encontró en la esquina del fondo.

-¿¡Dónde estás!? – Gritó el atacante al abrir la puerta de la biblioteca.

Ya no recuerdo más. Solo tengo fotogramas de lo que pasó. Ese señor resultó ser el padre de Aoi. Nos secuestro a ambas llevándonos a una choza en la montaña. Me tenía atada mientras observaba todo lo que hacía su propia hija. Lo más horrible fue cuando ella se negó a hacer lo que él quería. Tengo la imagen en mi mente tan nítida como si no hubiera pasado años desde aquel día. Ella me miró con lágrimas y horror en sus ojos mientras el arma que sostenía su padre se apoyaba a sien.

Cerré los ojos y cuando los abrí me encontré con el rostro de formado de mi mejor amiga. Todo había sido culpa mía. Tenía que haberla sacado de allí. Tenía que haber aceptado lo que me dijo en el recreo. Pero no lo hice.

El siguiente fotograma que tengo es de cuando me tocó enterrarla en medio de la lluvia a petición de su padre. Luego de aquello, me tocó sustituirla a ella. Durante un mes estuve recibiendo golpes de su parte y, aparte, las noches en las que venía enfadado se desquitaba conmigo obligándome a hacer cosas que no eran para mi edad. Era simplemente asqueroso levantarse por las mañanas y ver mi cuerpo marcado por ese señor que mató a su hija por su forma de ser.

Una mañana escapé harta de mi vida. Ya no supe nada más de ese señor. Solo recuerdo que, pasé unas semanas en la calle, pasando frío hasta que me encontró un tipo de cabello violeta que iba acompañado de dos pequeñas niñas.

Me llevaron a la policía y de ahí, de vuelta a mi casa para recibir más golpes. La gran diferencia fue que dejé de comer, caí en una depresión horrible pues ella era lo único que tenía y solo por encajar en la sociedad la perdí.

-T/N.

Ahí estábamos. En ese mar de recuerdos. Ella estaba a un metro de mi. Tenía el cabello más largo y estaba sonriendo, como siempre.

-Hola de nuevo Aoi. – Solté tomándome de la camiseta que tenía.

-¿Porqué? – Me preguntó volviendo a su aspecto serio.

-Eso debería de preguntar yo. ¿Por qué no me lo dijiste? – De volví la pregunta.

-¿Él que? ¿Lo de que mi padre era un drogadicto malnacido y que me violaba cada que tenía oportunidad? – Asentí. - ¿Tu se lo hubieras dicho a la persona que te gusta? – Suspiré sintiendo como mis entrañas se revolvían.

-No empecemos con lo de siempre. – Hablé bajando mi mirada.

-¿Aún no lo has aceptado? – Cerré mis ojos con intención de contener las lágrimas que luchaban por salir.

-Estás muerta. Eres producto de mi imaginación. – Murmuré intentando relajarme.

-T/N. – Escuché como el agua se movía ya que combinaba hacia mi. – T/N escúchame. – Sentí su mano en mi mentón la cuál me obligó a subir mi rostro y verla a los ojos. – T/N. Sí fue tú culpa. – Abrí los ojos para ver su sonrisa a la vez que mis manos temblorosas se dirigieron a sus mejillas que parecían de porcelana. – Pudiste evitar aquella pelea diciéndome la verdad. Diciéndome lo que hasta hoy sigues guardándote. Podrías haber detenido a mi padre. Pero no lo hiciste. – Por mis mejillas corrían lágrimas imparables mientras que mis labios estaba entreabiertos con intención de encontrar palabras que decir a pesar de que no las hallase. – Pero, esta bien. Porque ahora se que me mentiste. – Sentí una puñalada en mi estómago. – Y no me vale de nada tus lamentos porque como has dicho… - Miré hacia abajo y observé el cuchillo en mi vientre. – Estoy muerta.

Entonces se alejó de mi a paso lento mientras que yo caí en ese mar sintiendo cómo poco a poco me ahogaba.

-¿Porqué lloras? – Me preguntó Mikey el cual, al abrir los ojos lo encontré observándome.

-No te importa. – Contesté levantándome con la respiración agitada por lo vivido que, a mi parecer, había sido el sueño.

Entre al aseo de la habitación y me lavé la cara con intención de relajarme. Si mal no recuerdo, estaba en la cama de Mikey por que me ofreció dormir con él ya que se había hecho muy tarde así que no había pasado nada en teoría.

-Si pregunto es porque me importa. – Le escuché a mi espalda por lo que al mirar él espejo de enfrente lo vi asomándose por la puerta. Él también había estado llorando.

-Tabaco. – Él me miró extrañado. - ¿Tienes? – Observé como salió del allí y al rato volvió con una caja de cigarros junto con un mechero.

Tomé uno del paquete y lo prendí para sentarme en la cama y mirar por la ventana. Apenas eran las cinco de la mañana por lo que seguramente seríamos los únicos del edificio despiertos.

-Lloro por muchas cosas. – Confesé llamando la atención del albino pues se había instalado en la habitación un silencio como mientras fumaba. – Lo peor que puedes hacer en esta vida es repasar lo que has vivido. Eso me lo dijo mi novio. – Reí soltando el humor. – Pero esta claro que no le puedo hacer caso. Hay demasiadas cosas de las que me arrepiento pero tengo algunas que son de lo peor. Esas son las que me atormentan cada cierto tiempo. – Expliqué para mirarle y sonreír con el cigarro entre mis dedos. – Es lo mismo que te pasa a ti solo que a mi me pasa cada cierto tiempo además de que una vieja amiga me enseño a ignorarlo en base a una buena sonrisa en la cara.

-¿Puedo preguntarte algo? – Dijo mientras yo apagaba el cigarro y nos volvíamos a acostar dándonos las espaldas.

-Di.

-¿Qué pasó después del tiroteo? – Solté una risita, se había tomado en serio lo de investigar.

-Eso da para mucho de que hablar, además el paciente es el que le cuenta sus penas al psicólogo, no al contrario.

Vale, antes que el buenos días… No pago terapias.

A punto es he estado de llorar :v por favor que mierda de imaginación tengo para hacer esto. En fin que le voy a hacer. Aun ahí incógnitas respecto al pasado de T/N jajsjsjajaja. Esto da pa bastante. Yo creo que el siguiente cap se lo pasarán mejor.

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