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Estaba rodeado de oscuridad.
Envuelto entre su propio cuerpo, lo único que Gaara experimentaba entre partículas de arena que viajaban con él a todas partes era la soledad; pero lo cierto es que esto lo tenía aceptado como su destino.

Desde su edad más temprana había intentando desafiar a su futuro solitario y oscuro, saber al menos cómo se sentiría que los otros niños del salón de juego le pasen la pelota, pero al mínimo intento todos huían aterrorizados. El mundo le tenía miedo, no era ningún secreto la existencia del demonio que poseía dentro de él, que cada día amenazaba con despertar y hacer daño a cualquiera que se encontrara por delante sin ninguna compasión. Con esa información, ¿Cómo no iban a huir de esa forma tan apresurada los demás niños?

Nadie quiere arriesgar su vida de esa manera, y la única persona que no quiso alejarse de él fue a unas de las que más daño hizo, que con el tiempo inevitablemente terminó con su propia tragedia, de nuevo por culpa del peligro que almacenaba en su interior.

La situación de Gaara no tenía remedio, refugiado en una tumba de arena, nunca nadie se acercaría a él incluso si trabajaba lo suficientemente duro para convertirse en el Kazekage y proteger a la gente de su Aldea, su gente.

Sin embargo, cuando la vida siguió su curso y se encontró atrapado entre la vida y la muerte, siendo sólo un pensamiento, escuchó una voz a lo lejos.
Al principio la ignoró, ¿alguien le llamaba o le necesitaba? Debía de ser una equivocación.

Pero la voz no se dio por vencida, y siguió llamándole, y Gaara no tenía ni idea de a qué se debía esto, por lo que la situación fue cada vez más confusa para él cuando levantó la vista y una oleada de esperanza recorrió su corazón y alma, haciendo que sus pupilas al instante captaran un mínimo agujero donde la voz había encontrado su razón de ser, y ahora le pedía que volviera con ella; que ella le entendía y que no iba a darse por vencida en su búsqueda.

Aquella voz era la de Naruto, y el corazón de Gaara sonrió ante esto.

Por primera vez en su vida, Gaara, al ver que la luz salía de Naruto mientras le devolvía a la vida en unos instantes cruciales, sintió verdaderamente lo que era la esperanza.
Nunca pudo imaginarse lo que era sentirse amado y querido por otros, pues durante toda su vida se había sentido rechazado y anclado a un pésimo futuro, del que no se habría liberado si Naruto no le hubiera ayudado a quebrarlo.
Y el destino, finalmente, se rompió, y comprobó que era posible enfrentarse a él siempre que tuviera a alguien que le sacara de un agujero inundado por la oscuridad, alguien como Naruto, que conocía lo que era el sufrimiento y vivir en una sombra de soledad.

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