𝟎𝟎𝟐 - 𝐞𝐟𝐟𝐮𝐠𝐞𝐫𝐞 𝐧𝐨𝐜𝐭𝐞𝐬
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A la vuelta de los arbustos decorativos de la acera pudo visualizar el auto que la esperaba. Amelia corrió hasta la puerta trasera, abriéndola y dejándose inundar por el sonido de las risas del interior del coche. Sonrió grandemente al ver a la misma rubia con la que había compartido asiento en el avión que la había traído desde Francia; Stephanie Dunnings había viajado a Paris junto a sus padres durante su año sabático, y había coincidido con la Muller en su viaje de regreso a Nueva York, en el que hablaron durante horas y enterándose de que acudirían a la misma universidad el año entrante. Amelia había encontrado una amiga horas antes de incluso pisar América y no podía estar más contenta con eso; lo sentía como un buen augurio para su inicio de verano por definitiva.
—¿Por qué tardaste tanto? —exclamó Stephanie cuando el auto arrancó, alejándose de la propiedad en Hartford.
Amelia suspiró, echando su cabeza para atrás en un gesto de frustración.
—Ni me lo recuerdes. Mi prima y su hija vinieron a cenar, y al parecer es una cosa de siempre.
Era sorprendente como la casa de los Gilmore no se sentía diferente a su hogar en Francia; la misma gigantez y ostentosidad en la decoración, la misma impaciencia con la servidumbre, las mismas cenas incomodas de viernes por al noche.
Era decepcionante. Por algo había buscado irse de su ciudad natal, necesitaba un cambio. Pero aún poniendo un mar de distancia había cosas que no podían cambiar en la vida de Amelia, como sus usuales escapadas.
A penas despidió a Lorelai y Rory Gilmore en la puerta, mostrando una reluciente sonrisa como bien se le había enseñado, huyó a la habitación que sus tíos habían acomodado para su estancia, con la excusa de estar cansada y querer recorrer el distrito el día siguiente.
Ni siquiera Papaya quien se había puesto cómoda en medio de la cama, se había inmutado cuando cambió su ropa con avidez y tan solo tomando sus zapatos de tacón decidió salir por el balcón de la habitación.
Definitivamente no tenía contemplado encontrarse con el auto de sus familiares aún fuera de la vivienda, pero eso no detuvo la emoción que tenía gracias al tour por los mejores clubes de Connecticut que había propuesto Stephanie para esa noche.
—¿Y, a dónde iremos? —preguntó Amelia, sin poder contener la picara sonrisa que se abría paso en su rostro ante la ansiedad de poder relajarse fuera del rígido ambiente en el que se hospedaba.
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La primera parada de las muchas prometidas que harían esa noche, era un club de ambiente latino que solo logró aumentar el animo del pequeño grupo cuando fueron sumergidos por la rítmica música que les daba la bienvenida.
—Oh, quiero una margarita. —gimió Amelia con dramatismo, acercándose a la barra para pedir la bebida. Stephanie rio a sus espaldas y la siguió al instante.
—Te decía, —rio la rubia entre diente, apoyándose en el mostrador a un lado de la francesa. —conozco gente que frecuenta estos lugares, lo que puede ayudarte a hacer amigos. —exclamó, mostrando una dulce sonrisa que enterneció el corazón de la castaña, haciéndola hacer un puchero. —Me temo que no sé de personas que irán a Yale con nosotras.
—¡Steph, basta! —pidió Amelia, sonriendo. —No debes de sentir ninguna clase de responsabilidad por mi vida social aquí.
La Muller empezaba a sentir que la chica se presionaba porque ella se desenvolviera de la mejor manera en su estadía allí, ya siendo que abriese la conversación con datos curiosos sobre Francia o indicando cosas en común con la pareja que las acompañaba; hacia de todo para que Amelia se integrara de una manera u otra, lo cual la castaña adoraba, pero no quería ser alguna carga para Stephanie en su salida.
—No. —rio la chica. —No, no es eso, en serio. Solo quiero que te la pases bien. —sonrió suavemente, mostrándole a la francesa los hoyuelos que poseía su pálido rostro.
—Creo que solo hay una verdadera manera de pasarla bien. —sonrió la castaña ampliamente, inclinándose a la rubia. —Bailando.
Ambas chicas gritaron con júbilo, tomando sus bebidas con ellas en su camino a la pista de baile.
Si de algo disfrutaba Amelia era de las fiestas, solía salir constantemente de casa a escondidas de sus padres para acudir a las mejores fiestas en sus años en Francia; había algo en estar rodeada de diversión, traer unos tragos encima y portar un atuendo que adoraba que la envolvía en una adrenalina y satisfacción indescriptible, premiándose por sus esfuerzos, calificaciones, por soportar los anticuados y estrictos comentarios del plutócrata ambiente que la rodeaba.
En casa siempre dominaba un aire estirado, perfeccionista; Amelia sonríe, Amelia no grites, Amelia saluda, Amelia, Amelia, Amelia.
Era una orden tras otra, asfixiándola, arrebatándole el aire, quitándole la libertad.
Así que escapó. Sus deseo de salir de ahí fueron llenando un vaso que terminó derramándose. Escapar de las finas reuniones, de los gritos y exigencias de su madre, escapar de la decepción que causaba a su padre.
Amelia tenia tantas formas de escapar; una simple siesta, saliendo literalmente de casa por una noche, respirando el tabaco de los cigarrillos de la cajetilla que ocultaba debajo de su colchón. Y nada se lo impedía -pregúntenle a sus tantas mucamas y nanas-, siempre encontraba una u otra forma de divertirse. Y ahí mismo, en medio de la pista de baile, era feliz bailando sin descanso al son de lo que parecía ser un cover en español de Nirvana, siendo el espectáculo principal para un rubio con también alma fiestera en el otro lado del antro.
Logan Huntzberger había sido arrastrado al lugar por sus más fieles amigos, buscando iniciar de la mejor manera el fin de semana que abría paso al verano antes de su entrada a la universidad.
—Podrías ser un poco más sutil. —rió su amigo Colin, palmeando su hombro al verlo observar sin disimulo alguno a la castaña a unos metros de distancia. Logan sonrió ladino, guiñándole un ojo de forma cómplice antes de sumergirse al mar de personas que bailaban sin cesar.
Pero contrario a lo que parecía, no se acercó a la francesa que cantaba a todo pulmón la canción en español; el lugar estaba repleto, la música resonaba y la gente se movía de un lado para el otro, y aún así no perdió ni un segundo de vista a la desconocida que brincaba y giraba desvergonzada, como si el lugar estuviera vacío y ella fuera la dueña del lugar.
Se veía divertido.
Bailar con tanta libertad.
Era difícil apartar la vista de ella, su perfil brillaba contra las luces iluminado no solo su rostro sino su persona completa; parecía pasar la mejor noche de su vida. Ella parecía desprender ese coraje que Jean Paul Sartre describía, ese valor de no ser igual a todos los demás y solo dejarse llevar. Por un momento, Logan juró que sus ojos conectaron entre las tantas vueltas que la chica daba al bailar, pero incluso si fuera cierto no lo hubiera creído; Logan no la vio tan solo llegó al club sino cuando sus pies la llevaron al centro del montón de gente e irónicamente se convirtió en la única persona que los ojos azules de Huntzberger podían ver.
Y por mucho que pareciese imposible, Logan terminó perdiéndola de vista, por tan solo cinco minutos en los que su cabeza giro de derecha a izquierda tratando de identificar el mismo cabello castaño caoba en otra persona, hasta que un golpecito en su hombro llamó su atención, por fin sabiendo a dónde se había ido la bailarina que poseía toda su atención.
Amelia le sonreía al rubio frente a ella, podía sentir su rostro enrojecer y el sudor reunirse en su frente por la cantidad de tiempo que estuvo bailando, pero el cansancio no era el suficiente para no volver a querer hacerlo.
—No pude evitar escuchar tus gritos y vine corriendo. —dijo ella riendo cansinamente, apoyando su peso en uno de sus pies.
Logan sonrió ampliamente al verla de cerca, sus sonrojadas mejillas acentuaban su sonrisa, y no pudo evitar soltar una risa ante sus palabras, sabiendo perfectamente que su silencio y miradas hacían más ruido que la música del lugar.
—Hola. —saludó él tímidamente, diferente a la seguridad que solía reflejar.
—Hola. —correspondió ella.
El chico se aclaró la garganta para girarse a la barra.
—¿Qué tomas? —se dirigió a la castaña. Amelia levantó la margarita vacía, poniéndola enfrente.
—De fresa. —sonrió, observando con curiosidad al rubio, notando la sutil transformación de su expresión confiada a una más relajada y casi tímida. Logan pidió dos margaritas, asegurándose de que la música no ahogara sus voces.
—¿Te gusta este lugar? —preguntó Logan, entregándole una de las margaritas a Amelia.
Ella asintió, llevándose la bebida a los labios y saboreando el fresco sabor cítrico.
—Me encanta. —respondió ella, con una chispa de emoción en sus ojos. —Hacemos un tour por todos los clubes de la ciudad y no pudo haber una mejor primera parada. —jugó.
Logan rió ligeramente. —Debe ser un tour bastante interesante. ¿Quién es el genio detrás de la planificación?
Amelia se encogió de hombros con una sonrisa traviesa. —Oh, eso es todo mérito de Stephanie. Parece tener un radar para encontrar los lugares más divertidos.
Logan levantó una ceja con interés. —Stephanie parece ser una guía nocturna muy competente. Quizás debería unirme a sus futuros viajes.
Amelia sonrió con complicidad, jugueteando con el borde de su margarita antes de responder con tono sarcástico.
—Bueno, ¿quién dice que no puedes empezar ahora mismo? Considerando que ya has hecho la primera parada con nosotros, podríamos considerarte un pasajero clandestino en nuestro exclusivo tour nocturno por la ciudad.
Logan rió, apreciando la ocurrencia de Amelia. —¿Así que ahora soy un pasajero clandestino? Espero no ser arrestado por invadir el territorio de su club nocturno.
La francesa levantó las cejas, mirándolo con una expresión teatral. —Oh, no te preocupes. Tenemos contactos en lugares muy altos que pueden arreglarlo todo. Además, siempre es emocionante tener a alguien con un toque de rebeldía en el grupo.
Logan se unió a la risa, intrigado por la propuesta improvisada. —¿Y cuál es la próxima parada en este tour clandestino?
Amelia hizo una pausa dramática antes de responder. —Bueno, eso dependerá de nuestras habilidades de evasión y de cuánto nos atrevamos a desafiar las normas esta noche. ¿Estás listo para unirte a la rebelión, desconocido?
Y Logan cayó en cuenta, eran desconocidos. Y nunca antes había estado tan dispuesto a escapar de sus alrededores como en esa noche.
—Yo llevo las margaritas. —levantó su bebida en un gesto de complicidad, aceptando la aventura.
—Hope. —se presentó con su segundo nombre.
—Logan. —el rubio estiró la mano para encontrar la que la castaña le ofrecía. Amelia lo jaló de esta misma para acercarse a su oído.
—Logan, —llamó en voz baja, haciendo que la piel del chico se erizara. —hay un par de chicos viéndote ansiosamente desde hace rato.
Logan frunció el ceño y se giró para encontrarse con Colin y Finn recargados en una de las paredes cercanas, echándole ánimos demasiado obvios con ademanes. Huntzberger rodó los ojos, suspirando.
—Lindos, ¿Quiénes son? —preguntó ella, recargando su cabeza sobre el hombro del rubio.
Logan se mordió el labio, tratando de ocultar la sonrisa que el gesto de la chica le causaba. —Andando, te los presentó. —dijo, tomando su cintura para animarla a caminar frente a él.
La Muller sonrió al llegar delante del par de chicos castaños que los habían visto desde lejos por los últimos diez minutos.
Colin y Finn saludaron a Logan con una mezcla de complicidad y entusiasmo travieso, como si fueran un dúo cómico de alguna serie televisiva de los 90s que siempre se mete en problemas.
—¡Logan, amigo! —exclamó Colin, dándole una palmada en la espalda mientras Finn le guiñaba un ojo a Amelia.
—Espero que no te estemos arruinando el juego de la noche. —añadió Finn con una sonrisa pícara.
Logan rodó los ojos, acostumbrado a los comentarios de sus amigos. —Chicos, les presento a Hope, una nueva compañera de aventuras esta noche.
Colin y Finn saludaron a Amelia con gestos extravagantes y una energía contagiosa. Amelia les devolvió la sonrisa, disfrutando de la atmósfera lúdica que creaban.
—Así que eres lo suficiente valiente para unirse a nuestro salvaje amigo Logan. —bromeó Colin, haciendo una reverencia exagerada.
—Pareces alguien que aprecia la diversión. —agregó Finn, guiñándole un ojo.
La Muller rió, sintiéndose cómoda con el espíritu juguetón de los chicos. Mientras tanto, Stephanie se abrió paso entre la multitud, buscando a Amelia con la mirada. Al encontrarla, se acercó al grupo con una expresión entre divertida y preocupada.
—¡Amelia! Te he estado buscando por todo el club. —exclamó Stephanie, aliviada al encontrarla sana y salva.
Amelia le guiñó un ojo a Logan antes de dirigirse a Stephanie. —Steph, te presento a Logan, nuestro intrépido líder de la rebelión nocturna. Logan, ella es Stephanie, la mente maestra detrás de nuestras andadas.
Logan sonrió, encantado de presentar a Amelia a sus amigos más cercanos. La energía del grupo se fusionó, creando una dinámica juguetona y llena de complicidad.
—¿Y bien, qué dicen, chicos? ¿Seguimos con el tour nocturno? —propuso Amelia, levantando su margarita en un gesto teatral.
Colin y Finn asintieron con entusiasmo. —¨¡A donde sea que haya música y alcohol! —celebró Colin, haciendo reír al resto.
El grupo, ahora más grande y unido, se preparaba para explorar la siguiente parada de la gira nocturna, llevando consigo la promesa de una noche llena de risas, baile y sorpresas.
"Submundo Brillante" fue la manera en la que continuaron su excursión. Se trataba de un club con iluminación tan brillante que necesitaban gafas de sol incluso de noche, las cuales le proveyeron amablemente al entrar. Las paredes blancas, muebles claros y piso de mármol daban un efecto iluminante al lugar, permitiéndoles flotar en el cielo al compas de la música electrónica que resonaba tan fuerte que parecía un constante ruido blanco. Ahí Amelia y Steph descubrieron que Finn era australiano y que él pensaba que Amelia también.
"Espejismos" fue el que le siguió, enloqueciendo a Finn con sus trucos láser y paredes y techo de espejos. Se sumergieron en risas desinhibidas y una competencia de baila empezada por Stephanie. Pero Amelia buscaba entretenerse en la barra del bar, tratando de llamar la atención de bartender entre la multitud que se acumulaba alrededor de la barra.
—Eres una ladrona. —la acusó una voz a sus espaldas, una voz que empezaba a distinguir muy bien y que la hizo sonreír inmediatamente.
—No vi a nadie pedirlos. —se justificó ella, alejando la mano del rubio de un manotazo de los lentes de sol negros que colgaban del escote de su vestido.
—¡Los pidieron al salir! ¡Tenían una canasta y todo! —rió Logan, dando un paso más cerca de la castaña para poder oírla sobre la estridente música.
La francesa se limitó a encogerse de hombros de manera inocente, ensanchando la sonrisa en el rostro del Huntzberger.
—¡Hey! ¡La novia! ¿Qué vas a pedir? —gritó el bartender para llamar su atención, refiriéndose a su vestido blanco liviano.
Amelia le guiñó un ojo a Logan antes de pasar delante suyo para pedir lo suyo.
—Un Long Island, por favor.
—Y un martini. —pidió Logan a sus espaldas, pasando su brazo a su lado para pagar los tragos.
Amelia jadeó ofendida antes de volverse a verlo, saltando un poco en su lugar al descubrir que estaba extremadamente cerca.
—Interrumpes mi jugada. —le acusó ella.
Logan sonrió, alzando ambas cejas. —Tú jugada.
—Mi jugada.
—¿Y a qué exactamente estás jugando?
—El juego donde pido un Long Island batiendo las pestañas, luciendo bonita y termino con un Long Island gratis.
Longan silbó impresionado. —Interesante. Pudiste implementarlo antes con las margaritas, ¿sabes?
—Solo funciona con Long Islands. Lo siento. —sonrió la castaña con dulzura antes de girarse para recibir su bebida y caminar a una de las pocas mesas que había cerca.
Logan no pudo evitar reír ante la astucia y encanto de Amelia. Tomó su trago del bartender y se unió a ella, disfrutando del juego y la complicidad que comenzaba a tejerse entre ellos.
—Así que, ¿eres una experta en conseguir tragos gratis? —preguntó Logan, brindando con su martini.
Amelia le dirigió una mirada juguetona por encima de su Long Island. —No es lo que hago todo el tiempo, pero de vez en cuando es divertido jugar un poco.
El rubio asintió, admirando su desenfado. —Tendré que recordar eso la próxima vez que estemos en un club.
—Solo si me prometes no arruinar mi estrategia. —respondió ella con una risita traviesa.
La noche finalizó en "La Tetera" un club travestie con muebles vintage y lámparas tenues que creaban una atmósfera íntima. La temática del lugar se centraba en la cultura del té junto a la repostería que servían, contratando graciosamente con la música de musicales de Broadway que gente gritaba a todo pulmón.
—Bienvenidos a "La Tetera", el refugio secreto de los amantes del té y los exploradores nocturnos. —anunció un camarero vestido elegantemente, acentuando la temática del lugar.
El grupo se acomodó en una sección acogedora, rodeada por estanterías repletas de latas de té y teteras de distintos diseños. Logan, intrigado, miró a Amelia con una sonrisa.
—Parece que hemos llegado a un lugar interesante. ¿Te gusta el té?
Amelia asintió, curiosa. —Sí, mucho. Pero esto es inesperado. ¿Quién hubiera pensado que un club llamado "La Tetera" sería tan chic?
Logan rió, disfrutando de la atmósfera única del lugar. —Supongo que aquí la noche se sirve con una infusión de elegancia.
Amelia levantó el vaso de agua de cortesía, improvisando un brindis. —A las noches elegantes y a las sorpresas inesperadas. Que nuestra rebelión nocturna siga siendo tan intrigante como este lugar.
Todos brindaron, y rápidamente Stephanie obligó a Colin a bailar una canción de Mamma mía con ella, mientras que Finn se dedicaba a buscar al DJ con el fin de convencerlo de poner algo "menos tormentoso".
—¿Entonces? —le dijo Logan ansioso.
La castaña lo miró confundida. —¿Entonces?
—Muévete, es el lugar perfecto para un Long Island gratis. —la ánimo divertido.
—Ja, ja. —rió ella falsamente.
—Bien. —cedió él, levantando los brazos con rendición. —Así que Hope, ¿eh?
—Así es. —sonrió.
—Pero Amelia para todos los demás.
—Todos los demás.
El rubio sonrió de lado. —¿Eso me hace especial? ¿Ser el único que te dirá Hope?
La Muller arqueó una ceja con una expresión juguetona. —Dependerá de cuántos Long Island me consigas esta noche.
Logan rió, disfrutando de la respuesta ingeniosa. —Supongo que tendré que ponerme al día con la competencia.
—La oferta es válida solo esta noche, ¿de acuerdo? —bromeó ella, tomando un sorbo de su bebida.
El camarero se acercó con una tetera y comenzó a servir té en tazas elegantes para el grupo. Logan miró el montaje con curiosidad y después a Amelia.
—Bueno, parece que el té también tiene su encanto aquí. ¿Lista para probar algo diferente?
Amelia levantó su taza en un gesto dramático. —A la inesperada pero bienvenida incursión en el mundo del té.
Logan chocó su taza con la de Amelia, y ambos tomaron un sorbo. La mezcla de sabores exquisitos y la atmósfera peculiar del lugar añadieron un toque único a la velada. Mientras disfrutaban del té, Stephanie y Colin regresaron a la mesa, con Finn aún en su misión de cambiar la música.
—¿Te gusta el té, Logan? —preguntó Colin, alzando una ceja.
Huntzberger asintió, tomando otro sorbo. —Es una sorpresa agradable. Pero sigo pensando en ese Long Island pendiente.
Amelia sonrió, jugando con su taza. —La competencia no se detiene, ¿verdad?
—Nunca se detiene, Hope. —respondió Logan con una mirada cómplice.
En ese momento, Finn regresó con una expresión triunfante. —¡He logrado convencer al DJ! Pondrán algo menos aburrido. ¿Listos para un cambio?
Todos festejaron, Amelia levantando su tasita jubilosa, y la música cambió, llenando el lugar con el ritmo característico del Fantasma de la Opera, haciendo reír a muchos y animando el ambiente. El grupo decidió aventurarse a la pista de baile. Mientras se dirigían allí, Logan se inclinó hacia Amelia con una sonrisa traviesa.
—Si gano la competencia del Long Island, ¿puedo pedirte un baile?
Amelia le devolvió la mirada pensante. —No.
Logan retrocedió un poco, sorprendido. —¿No?
Negó ella. —No. Prefiero que me saques a bailar antes de que pierdas.
Logan sonrió ampliamente, contento. —De acuerdo.
Ambos llegaron a la pista justo a tiempo para cuando la letra empezó a sonar. Logan se acercó a la castaña, tomándola suavemente de su cintura, enredando apropósito sus dedos en el delgado cinturón que formaban un tierno moño en su espalda baja.
—Debo admitir que me tomó por sorpresa verte observándome mientras bailaba. Ya sabes, en el primer lugar. —confesó Amelia en voz baja, con una risa suave.
—No pude evitarlo, eras la única que pronunciaba correctamente el español. —sonrió con admiración, haciendo reír a la francesa. —Quedé encantado.
—¿Encantado?
—Completamente. —admitió sin tapujos y sin poder borrar su sonrisa. Amelia sonrió, desviando su mirada con timidez. El gesto trajo aún más orgullo y diversión al chico, usando una de sus manos para tomar su mentón y que los ojos verdes más hermosos que había visto en su vida encontraran los suyos.
—Espero que no sea la única sorpresa agradable de esta noche. —comentó Amelia con una chispa traviesa en sus ojos.
Logan, disfrutando del momento, respondió con complicidad. —Cuento con ello.
La distancia entre ellos se acortó mientras bailaban al compás de la música. Las risas, la complicidad y la química que compartían llenaron la pista de baile. Logan, sin dudarlo, guio a Amelia en un suave giro y la atrajo hacia sí, cerrando la brecha entre ellos.
Sus labios se fusionaron en un apasionado beso, sincronizando sus movimientos con la música que resonaba en el club. Pero Amelia y apenas podía escuchar la música en ese momento, apenas podía percibirla, toda su atención se centraba en el cálido toque que el rubio frente suyo estaba más que dispuesto de proporcionar. El Huntzberger estaba decidido a que quería eso, podría dedicarse a besar a Amelia Hope por el resto de su vida sin poner objeción alguna. Sus pechos se rozaban y sus manos se prendían del otro, buscando más cercanía de la que ya tenían, no teniendo suficiente.
Logan perdió esa noche, no consiguió ningún Long Island. De hecho, ambos se habían olvidado de dicha propuesta al final de la noche, y también de sus amigos. Porque Amelia y Logan salieron del club sin ninguno de ellos, dirigiéndose al pequeño apartamento que Logan tenía en la ciudad. La escapada perfecta.
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Segundo capítulo de HOPE!! POR FINNN!!
Una disculpa por la tardanza con este libro, me tiene emocionada aunque no lo crean. Es un capítulo corto pero completamente original en el que al fin se conocieron Amelia y Logan y vemos la química entre ellos. Y vaya química!! UFF
¿opiniones?
Aún tienen los dos un largo camino que recorrer, apenas es el inicio del verano.
No soporto esperar a que entren a Yale.
Nos leemos en el siguiente capitulo, chau!
(effugere noctes: noches de escape).
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