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GARDE L'ÉQUILIBRE.
—El apartamento se siente muy grande...
Estaba aburrida y con sus pensamientos vueltos un remolino.
Y el clima no era su mejor aliado en esos instantes.
El lienzo pintado por la naturaleza le presentaba un cuadro que no ayudaba a su deprimente estado de ánimo, la lluvia golpeaba con fuerza los cristales y calles como si con odio tratara de limpiar la impureza humana, el cielo gris acompañando al llanto de las nubes ensombrecía—si cabía—aún más el ambiente y como cereza en un pastel, el viento helado se abría por cada rincón de su casa congelando hasta el último de sus cabellos.
No le gustaba el frío.
Mucho menos le gustaba la lluvia.
Podría decir que hasta odiaba ese clima pues todas las veces que era espectadora de un día como este la insatisfacción y hastía llenaban su ser, mentalmente se obligaba asociar sus sentimientos negativos con las muchas dificultades que la aquejaron en su niñez, mientras que para otros las imágenes de saltar divertidos en un charco o sentir el rocío suave sobre su piel llegaban a sus mentes, para ella, era correr bajo la tormenta con la comida a cuestas para alimentar a su hermano o para limpiar de su cuerpo la sangre de sus víctimas.
Otros fueron amigos de la lluvia disfrutando de su bella etapa de infancia, ella se vio obligada a convertirse en adulta con sólo once años y hacerse responsable del bienestar de su pequeño hermano, esforzándose a su vez para cumplir las expectativas de la sociedad y evitar que los separaran con familias de paso.
Y aunque tuvo un techo que los resguardo, comida caliente que ayudó a sobrevivir y no tenía ningún arrepentimiento de haberse convertido en la cabeza de su destruido hogar, el sentimiento egoísta de su niña disfrazada de adulta le hacía extrañar con gran magnitud los abrazos de su madre, las cosquillas de su padre y jugar junto a su hermano, todos riendo ante la magnífica paz que los rodeaba, la sensibilidad la aquejaba y se sentía encerrada en un dilema con su reflejo de doce años que con una mirada oscura le recriminaba por no haber sido una niña normal.
Era cierto que no fue la única persona en sufrir, la muerte no solo se había llevado a sus padres, también había recogido en su caravana a miles de personas inocentes gracias a la guerra dejando ríos de sangre y sollozos de miseria, era consciente de que no fueron los únicos huérfanos, que a diferencia de ella, otros niños estuvieron solos, sin un hermano o hermana con el que pasar frío, que la maldad los tomo entre manos al hacerlos la burla de adultos llenos de maldad con abusos y maltratos, y aun así sentía que la vida le había pedido mucho cuando su único trabajo suponía que era ser feliz.
Era recelosa con aquellos que tuvieron sus padres y los seguían criando, pero también era feliz y les deseaba la más bonita de las felicidades y rezaba para que esos niños no tuvieran que pasar lo que Yuri y ella pasaron, no disfrutó de juegos, de risas o de aprender a ser mujer con el paso de los años, en su lugar aprendió a manejar armas, endurecer su cuerpo y obtener eficaces reflejos con el fin de quitar vidas.
No sabía como era una mujer "normal", su maquillaje siempre se basaba en un bálsamo labial rosa cuando estaba fuera de su papel, y uno carmesí cuando entraba en su alter ego de Thorn Princess, pero tenía nulos—por no decir cero—conocimientos en rimel, base, mascara o demás productos de belleza. No sabía cómo ser sensual o coquetear con el sexo contrario sin ponerse roja como tomate y recurrir a dar un golpe mortal al ser consumida por los nervios.
No sabía cocinar, y por su madre, siempre había querido aprender para prepararles deliciosos platos a su futura familia, pero, basado en las palabras de su esposo, hija y colegas su comida no podía ser considerado eso, si tuviera que matar a alguien con un arma que no fueran sus estiletes, sus platillos serían un veneno mortal. No entendía como su hermanito nunca paso a mejor vida cuando comía lo que preparaba, se sentía terriblemente culpable por dañar el paladar de Yuri.
Una sonrisa llena de amargura siempre aparecía en su rostro al reconocer lo inútil que era en ámbitos que no fueran el asesinato. Y ese peso se hacía más grandes con las palabras amables de su maridos, que si bien buscaban alabar lo buena esposa que era, el remordimiento e inseguridad hacían de las suyas colocando el frustrante pensamiento de: —Solo lo dice por pena.
No era normal, no era una mujer que la sociedad admiraria y no era una esposa de la que un esposo estaría orgulloso debido a sus deficiencias, no importa cuánto se esforzara, no podía cortar carne sin dañar la tabla, cocinar sopa sin que tomara un color morado o hornear un pastel sin quemar el horno. Domésticamente hablando, solo era buena limpiando y fue porque debía hacerlo cada vez que asesinaba, volviéndose experta en la materia con los años.
Quería creer que no era la esposa perfecta por su pasado, quería culpar a todo lo que venía detrás de su espalda, hacerse la idea de que si hubiera sido criada por sus padres tal vez habría conocido a su esposo en circunstancias normales y se había enamorado perdidamente de él hasta contraer nupcias, recibirlo de su largo día de trabajo con un beso y una rica comida, ser una madre ejemplar, poder abrazar a alguien sin romperle las costillas o mostrar su belleza con una maquillaje sutil pero sensual.
Pero no era así, era todo lo contrario de lo que un hombre buscaba en una mujer, y si bien es cierto que su pasado tenía que ver, también creía simplemente que era demasiado tonta para aprender habilidades tan básicas.
Se sentía asqueada de ver sus manos y notar sangre en ellas por muy limpias que estuvieran, sentir el olor penetrante de los cadáveres causando en ella ganas de vomitar, y la culpa ahogandola por quitarle la vida a alguien cuando no hace unos años le decía a su madre que quería ser enfermera para cuidar de las personas y que le dedicaran hermosas sonrisas de agradecimiento.
Y aunque era cierto que eran traidores a su patria, su niña interior nunca quiso tomar un arma entre sus manos y mancharse de sangre. Nunca quiso imaginarse a un humano como una mera plaga para poder eliminarlos sin errores, y tampoco quiso arrastrar un cuerpo para enterrarlo o desaparecerlos de otras maneras... bastante desagradables.
Ella era una existencia de alma oscura, las víctimas se aferraban a sus pies volviendo su vida más y más pesada. La sangre era su perfume, los estiletes eran sus joyas, y su alter ego las cadenas que la arrastrarían al infierno cuando llegara su hora. No era una abnegada esposa que se entregaba a su marido con la luna de testigo o la confidente de sus hijos.
Era una sicaria.
Un monstruo tal y como retrataban en los cuentos.
—Desearía tener una luz que me ayude a mejorar. —suspiró y dejo libre una carcajada burlesca ante tal idea ridícula, y se concentró en beber un bocado de su té embriagándose con el sabor agridulce—. Ay, pero ¿qué estoy pensando? No puedes ser más ilusa Yor Briar... —apretó sus labios—. Forger, Yor Forger.
Aunque no merecía ese apellido, quería resguardarlo con envidia. Los papeles decían que ella era la mujer de Loid Forger, no importa que tan falsos fueran, la sociedad así lo veía. Dejando la taza de lado ante el temblor de sus manos, entrecruzo las mismas tratando de calmar ese leve ataque de nervios cuando, ante el brillo de un trueno, en una de las esquinas de su casa la sombra de su niña la miraba con repulsión.
Odiaba el frío.
Odiaba la lluvia.
Odiaba ese clima gris que sin piedad la hundía en esos pensamientos negativos y le recordaba todo lo que hizo hasta la actualidad para vivir. Y que le mostraba sin piedad las cadenas que la atarían de por vida.
¿Por qué tenía que llover cuando estaba sola? No le gustaba recordar las muertes realizadas por sus manos, no le gustaba ver sombras llenas de odio que querían venganza, quería ver a Anya corriendo por la sala o a Loid leyendo en su silla, no quería sentir que se hundía en la oscuridad y soledad.
Odiaba la sensación de opresión en su pecho al ser consciente de esa espantosa sensación de abandono debido al apego de ella con los Forger, odiaba ser dependiente de personas desconocidas que algún día dejaría. No eran una familia de verdad, y aun así siempre se encontraba rezando para que los errores de su pasado no los separaran nunca, y luego pasar a recriminarse por lo egoísta que sonaba al desear que tanto Anya como Loid solo le pertenecieran a ella.
Era la villana de esa historia.
—Cálmate Yor, respira.
Se dijo, se levantó del sofá y empezó a caminar por la fría sala. Tranquila al menos, de que su hija estaba segura bajo la tutoría de sus docentes en Edén para evitar accidentes con el clima y mentalizándose en que Loid no llegaría hasta entradas las horas, así que ninguno de los dos la encontraría en ese estado tan deplorable.
Por primera vez agradecía estar sola. Cierto, no sentía aquella calidez que le habrían brindado los Forger desde que llegó, y eso la entristecía, pero no quería decepcionarlos al mostrarlos esa imagen tan débil y apagada de ella cuando estaban acostumbrados a verla sonreír, todos esos sentimientos revueltos en una confusa mezcla la mareaban, jamás podría descifrar como se sentía verdaderamente estando con o sin ellos.
El control que manejaba se estaba cayendo a pedazos.
Y no le gustaba.
Quería ser parte de la vida de Anya.
De la vida de Loid.
Se supone que la relación que ellos llevaban era un vano contrato de palabras y papeles falsos. Se suponía que no había sentimientos románticos, solo el respeto mutuo y el aprecio de convivir con otras personas que eran ajenas a su círculo social. Todo esto no era más que un negocio fríamente calculado para sacar ganancias mutuas.
Para ella, una tapadera para su alter ego como sicaria.
Para él, una mujer que hiciera el papel de madre para Anya ante los rigurosos ojos de Edén.
Lo sabía, entonces, ¿por qué la sensación de abandono no desaparecía? Aun dándose golpes ligeramente en su pecho para desaparecer la opresión o repitiéndose que estaba comportándose como una idiota, diciéndose que ellos no tenían la obligación de estar siempre con ella pero frustrandose porque ni con todas las verdades llegaba a la paz consigo misma.
No es real, no es real.
No hay amor, no hay amor.
No existían.
Su única y verdadera familia era Yuri, quién en realidad, tampoco estaría para siempre con ella, él tenía su propia vida, y pronto lo vería contrayendo matrimonio con la que esperaba, fuera una gran mujer que lo hiciera feliz. Mientras que ella lo observaría desde atrás, como siempre y conformándose con demostrar el aprecio por sus seres queridos. Dejaba su felicidad de lado por un bien mayor y es que sencillamente no sabía como abandonar su rutina.
Temía hacerlo, en realidad.
No sabía muchas cosas que hacía la mujer, no tenía verdaderas amistades, y su único propósito de ver a Yuri un hombre hecho y derecho ya se había cumplido, podría simplemente dar un paso y empezar, pero tenía miedo. Estar atrás era su zona de confort, no era tan fuerte emocionalmente y no tenía la valentía necesaria para abandonar su país e iniciar una nueva vida.
No quería que esa mentira de felicidad se acabara.
Realmente no se imaginaba que tal vez en unos años ella estaría conociendo a la pretendiente de su marido y dándole la bienvenida, era amargo pensar que él pronto la reemplazaría pero no era suyo así que no tenía derecho a pedirle que se quedara a su lado. De hecho, las imaginaciones de ella como íntima amiga de la compañera de Loid eran risibles, pero le daban cierto entretenimiento en su soledad.
Y luego, el desasosiego la golpeaba porque no quería ver a su esposo con otra mujer ¿sería buena esposa? ¿le agradaría su compañía? ¿sabría que los trajes de Loid necesitaban un lavado especial? No era una esposa perfecta, es verdad, pero la realidad era que ella no se podía visualizar lejos de Loid y entregarlo pacíficamente a otra cuando ella se esforzaba tanto por hacerlo feliz.
Ya se había acostumbrado a su presencia, a sus ojos, a las sonrisas casuales que ponía cuando algo bueno pasaba y a su perfume natural, a la paz que él le entregaba con solo estar en la misma habitación que ella. servir su café, hacer la cocoa de su hija o bañar a Bond eran actividades que no quería dejar de hacer pronto.
Haberse vuelto madre y esposa sin saber como ser una fue una gran sorpresa, pero ahora ya no podía dejar de serlo.
La madre de Anya.
La dueña de Bond.
La esposa de Loid.
La señora Forger.
Los ruegos por seguir compartiendo cada día de su vida con ellos eran más frecuentes, ser espectadora de sus sonrisas y grabar cada momento en su alma ya era algo que hacía con total naturalidad y no quería que acabara.
Deseaba que esa mentira se convirtiera en verdad.
Y no separarse de ellos.
De él.
—Ay Yor, eso solo sucederá en otra vida...
La pesadez en su corazón volvió con sus últimas palabras, ya que actuaron como un doloroso pinchazo sin piedad que le hizo caer en cuenta de algo peligroso, se estaba negando a soltar algo que no era suyo y arraigándose a la idea de que si luchaba lo suficiente si lo sería. Si antes era su reflejo de niña el egoísta, ahora se sumaba el reflejo de una madre y esposa.
Anhelaba seguir viendo el crecimiento de Anya, pasar de verla de niña a señorita y finalmente a mujer.
Deseaba dejar de ser la parte B del contrato para Loid, quería que la viera como mujer.
Sus ojos escocieron, y esforzándose por alejar esas emociones que la aquejaban con violencia, respiró con brusquedad tratando de eliminar las terribles ganas de llorar al ser consciente de que sus sentimientos con respecto a su esposo estaban cambiando, y para mal. Cuando antes lo veía como un compañero, ahora lo veía como hombre.
Notaba cada vez más sus facciones, conocía cada vez más fácil sus expresiones y su corazón bailaba vigoroso cada que él le dedicaba palabras de aliento, se sentía insegura cuando Fiona los visitaba porque temía que ella fuera mejor y que Loid la reemplazará, no era solo su mascara, era el temor de verlo alejarse.
Empezaba a quererlo.
—No, no, no, todo está mal Yor. —se regañó—. No lo quieres, no lo quieres...
¿Empezaba a gustarle Loid?
—No puedes.
Solo debía estar confundida, ¿verdad? Todo este enredo solo era porque jamás había experimentado una vida de casada y los momentos felices estaban nublado su juicio, sí, tenía que ser eso. Caso contrario, ¿qué podría hacer? Era claro que él no tenía más que el sentimiento de aprecio y respeto, pues los dos habrían acordado no interponer sentimientos banales en sus planes.
Otro suspiro abandonó sus labios, estaba exhausta, estaba aburrida de pensar en tantas cosas que no debían importarle, no debía hacer más nudos en su cabeza, ella los quería, por supuesto, eran su nuevo motivo para seguir en su trabajo, pero nada más.
Ellos le regalaron momentos felices, así que se los devolvería con protección y siendo su escudo de forma voluntaria, pero eso no quería decir que estaba enamorada de Loid o que esperaba ser una madre perfecta para Anya.
No quería decir nada.
Porque jamás sucedería nada.
—... No es nada.
Dando unos pequeños golpecitos en sus mejillas para liberarse de su abstracción, se dirigió a la cocina para hervir agua y recibir a su esposo con un café cargado y bastante caliente, justo como le gustaba. Sería lo ideal para el ambiente tan congelante del apartamento. Se tomaría su tiempo, no lo esperaba en ese momento, sin embargo para su extrañeza se detuvo con un sobresalto cruzando el umbral de la cocina cuando la puerta principal se abrió de golpe.
—¡¿Loid?!
Justo frente a ella, se erguía la silueta de su esposo empapado de pies a cabeza, su abrigo chorreaba agua a borbotones y su piel lucía tan pálida que temía se desmayara ahí mismo debido a la hipotermia.
—Oh Yor, lo siento, no te dije que vendría más temprano. —saludó con su característica sonrisa—. El clima es terrible, ¿verdad?
—Sí... así es.
Musitó aún estupefacta, ¡¿qué rayos hacía en la casa?! Según tenía entendido le quedaba una hora para acabar su horario laboral y tenía la idea de que no llegaría sino hasta que el clima fuera estable. Fue entonces que su cerebro pareció reaccionar al decirle que lo ayudara en seguida, ¡Estaba mojado de pies a cabeza!
—Dios, ¡Estás empapado Loid!
—Oh sí, cuando salí del hospital para buscar el carro tuve que recorrer un largo tramo y la lluvia estaba muy fuerte, también me mojé un poco cuando entraba.
Comentó como si nada sacándose el sombrero y los guantes, dejando ambas prendas en una canasta que había sido puesta para esas ocasiones en el pasillo de entrada. Yor no creía lo tranquilo que se veía cuando sus labios tenían un ligero tinte azul.
—Me confíe del pronóstico en la mañana y no lleve paraguas.
—¡Déjame ayudarte!
Yor sin esperar respuesta de su esposo se acercó presurosa hasta estar a menos de un metro de distancia, empezando a quitar los botones de su abrigo con rapidez y conteniendo su fuerza para no romper la prenda de un tirón por culpa de la preocupación.
—Yor, no es necesario...
—Silencio, por favor. —ordenó con cierto enojo, ¿por qué era tan irresponsable? ¡No era un niño! —Mira cómo estás.
Poco le importó mojar sus medias en el pequeño charco que él había dejado, y claro que era su despiste también por no traer sus pantuflas al recibirlo, simplemente continuó concentrada hasta ayudarle a quitar el gabán beige para arrojarlo a la canasta. Sin escuchar el posible comentario de su esposo corrió los pasillos del apartamento y llegó hasta el cuarto de baño de dónde saco una toalla, con la acolchada tela entre sus manos llegó de nuevo donde había dejado al hombre quién ya se estaba quitando su chaleco y entonces colocó la toalla sobre su cabeza, empezando a secar su cabello.
—¿Yor?
—Puedes agarrar un resfriado, fue descuidado de tu parte. —aunque trataba de sonar con enfado, su reprimenda parecía más un reclamo lleno de angustia. —Justo te iba a preparar café para cuando regresarás, te adelantaste. —carcajeo.
—Lo siento.
—No te estoy culpando, deberías cambiarte mientras preparo todo. —finalizó ingresando a la cocina—. Por cierto, Anya sigue en Edén.
—Sí, el profesor Henderson también llamó al hospital.
—Oh, eso es bueno. —Loid se asomo por el umbral viendo como la mujer se desplazaba con total naturalidad por el espacio—. Deberías tomar un baño caliente.
Loid no supo cómo reaccionar ante lo que veía, y le ponía nervioso ver cómo Yor se mezclaba tan bien con el ambiente, como si siempre hubiese sido parte de este llamado "hogar", su cabeza aun sentía ligeros hormigueos cuando sus manos viajaron con rapidez pero con cuidado sobre su cabello para secarlo, encerrandolo en esa agradable sensación de cuidado y relajándose ante el mensaje no pedido pero bien recibido.
Olvidándose de toda la falsedad que era su relación y entregándose a ese sentimiento de sinceridad que ella le brindaba.
Yor bien pudo pasarle la toalla y dejar que se secara, pero no, se había tomado el tiempo de ayudarlo, la sensación de confort lo envolvió y no se quejaba, la cercanía de ella tanto sofocante como placentera, y su aroma natural lo embriagaba, sentir nuevamente la preocupación de alguien hacia su persona lo había descolocado pero no estaba defraudado o mucho menos lo odiaba. Hasta había cerrado sus ojos en ese breve lapso empezando a divagar en diferentes futuros sin quererlo.
Y ahora verla ahí, en la cocina como una verdadera esposa lo golpeaba de una forma violenta al verse envuelto en preguntas que con otras mujeres no se había hecho, ¿Cómo sería si todo fuera real? Si él y Yor se hubiesen conocido en situaciones totalmente diferentes, si él no fuera espía y se hubiera enamorado de ella con el tiempo, si Anya fuera su hija legítima.
¿Qué pasaría sí...?
Pero hasta ahí llegaba todo, siempre quedaba en esa pregunta que, con los días empezaba a resonar cada vez en su cabeza y con molestosa repetición.
—Sí, iré a tomar un baño.
—También prepararé algo de sopa, toma tu tiempo.
Sintió un escalofrío y no supo si por la idea de imaginar a su esposa cocinando o porque su cuerpo estaba congelado. Ella pareció notar eso y dejó libre una carcajada que viajó melodiosa hasta sus oídos, ¿ella siempre tuvo una risa tan armoniosa? ¿estaba alucinando por tener la presión baja?
—Sé que cocino fatal Loid, pero tranquilo, esta vez no será así. —declaró—Un vecino me enseñó cuando Yuri una vez enfermo, fue la primera receta que aprendí y es bastante fácil, así que,¿puedes confiar en mí?
Loid observó a su esposa, analizando su lenguaje corporal, el cómo balanceaba sus pies haciendo que su cuerpo se moviera ligeramente de un lado a otro y como sus manos se enredaban sin fin en espera de una respuesta positiva, como mordía su labio inferior con inseguridad y cómo sus ojos subían y bajaban a su rostro y al suelo.
Negó con la cabeza, ¿Por qué la miraba tanto? ¿Por qué tenía la intención de grabarse con precisión cada uno de sus gestos?
—¿No?
Loid se asustó ante la voz compungida de su esposa, había malinterpretado su acción. Y él se sentía realmente nervioso al notar un brillo parcialmente apagado en sus ojos y ver como su sonrisa nerviosa pasaba a ser una mueca de tristeza.
—No, no, perdona Yor, sí confío en ti, solo estaba disperso por unos asuntos con el hospital.
—Ah, ya veo. —Twilight observó nuevamente brillar los orbes de ella como un mismísimo rubí. —Entonces, ¡Me esforzaré!
El falso psiquiatra sonrió. —Bien, espero con ansias tu platillo.
Su esposa le dedicó una última sonrisa antes de entrar a la cocina, mientras que él se dirigió al baño después de haber conseguido una muda más relajante en su cuarto. Se despojó de sus últimas prendas e ingresó a la bañera una vez el agua estuvo en el punto exacto. Ese día en especial, su trabajo había superado su nivel normal de estrés, y ni siquiera era por desempeñar un papel falso y fingir ser un amable doctor que entendía el dolor ajeno, sino por el conflicto de sus sentimientos.
Estaba tan distraído desde que empezó a llover que Fiona le preguntó si se encontraba en mal estado o si necesitaba ayuda con algo, y eso lo alarmó, era conocido por no ser alguien fácil de leer ante sus compañeros de agencia, que ella lo haya hecho con tal facilidad le ponía de los nervios porque significaba que su guardia con cada día era más baja.
Se podría decir que hasta inexistente.
No recordaba ni que patética excusa dijo.
Pero claramente no daría su verdadera razón, la cual era estar pensando en el bienestar de su esposa e hija, ¿estarían abrigadas? ¿sí tenían comida suficiente? ¿se habían empapado acaso? ¿debería llevarles un postre para que entraran en calor?
Él, Twilight, el mejor espía de Westalis estaba pensando como un esposo y padre verdadero, como si Loid Forger fuera real.
Eso no le gustaba nada.
—Cada día es más difícil mantener este teatro.
Murmuró con cansancio, colocando una toalla pequeña sobre sus ojos para descansar. ¿Pero, en realidad era difícil ser un espía? ¿O su problema en realidad radicaba en tratar de mejorar como esposo y padre por temor a las opiniones de su familia? ¿Qué tan sensible se había vuelto con ellas?
No sólo Fiona.
Franky.
O él mismo habían notado sus cambios.
Su supervisora Sylvia también, mentía cada vez peor, su ansiedad aumentaba a la par que su preocupación por no saber si Anya se encontraba íntegramente bien, se encerraba en la constante pregunta de si cumplía con su deber como cabeza de familia de forma correcta o no.
Lo más angustiante era saberse cada vez más conocedor del lenguaje corporal de su hija y esposa. Se habían hecho parte de él como él parte de ellas. Al punto de que no podrían ocultarle algo por mucho tiempo porque sabía cuándo mentían o decían la verdad. Y no eran sus habilidades de espía reluciendo con un gran análisis, era él conociendolas con mayor facilidad.
Con cada día, una fracción de Twilight desaparecía y se instalaba permanentemente una de Loid Forger. Ser tan consciente de ellas lo estaba hundiendo a un punto desconocido sin retorno y no le agradaba, no le gustaba no tener información de la situación porque así no sabría cómo actuar o cómo defenderse.
Sentirse impotente le frustraba.
Obligándose a salir de su desasosiego, terminó su baño y salió del cuarto encontrándose con un atrayente aroma proveniente de la cocina. Caminando con bastante curiosidad, encontró la atractiva imagen de su esposa concentrada en cortar con cuidado las verduras para luego echarlas a la olla detrás de ella.
Se quedó inmóvil en su lugar, reposando su cuerpo en la pared detrás de él admirando cada movimiento de ella, importándole bastante poco que tal vez la mujer ya sabría de su presencia, gracias a sus afilados sentidos, había encontrado bastante relajante ver a Yor cocinar, y notaba que no le molestaría ser más consciente de sus movimientos a futuro.
Podría considerarlo un nuevo gusto que no sabía que tenía.
—Concéntrate Twilight, ¿A futuro? no pienses tonterías. ¿Necesitas ayuda en algo Yor?
—Oh, Loid, no te había notado.
Fue totalmente sincera, se había acostumbrado tanto a su presencia que tenerlo al lado no afectaría el mínimo de sus nervios, era satisfactorio y aterrador, ella una asesina, sin notar la presencia de un posible enemigo. Claro que Loid no era para nada su enemigo, era su esposo.
—No, estoy bien, puedes dejar la ropa y ya te sirvo.
—Bien, gracias Yor.
No pasaron ni diez minutos cuando Loid regresó y notó el agradable olor y color de su plato de sopa, muy saludable a su parecer aun ya conociendo las habilidades de su compañera en la cocina; ella colocó los platillos sobre una bandeja y con una mirada le indicó que se dirigieran al sofá.
—Espero que te guste. —declaró orgullosa de su creación—. Debo decir que quedo muy bueno viniendo de mí. —ambos rieron por sus palabras—. No temas por favor, también corrobore todo en un libro de cocina tuyo.
Loid sonrió tomando su plato. —Gracias Yor, buen provecho.
No sin inseguridad llevó la cuchara a su boca, saboreando a ver si encontraba algún componente tóxico, empero, para su gran sorpresa los sabores se mezclaron en su boca de forma deliciosa, la sopa era cremosa y todos los vegetales estaban cocinados en el punto exacto.
—Tienes razón Yor, esta delicioso. Gracias.
Giró hacia ella encontrándola pendiente de su reacción, lo que lo hizo soltar una carcajada que la avergonzó y sonrojó como un tomate. Con timidez giró la cabeza al lado contrario, tratando de ocultar el color rojizo de sus mejillas en tanto el espía trataba de encender su raciocinio y calmar su risa, no recordaba reír así desde hace mucho tiempo.
Y aunque se sentía bien, no era propio de él.
—No, no hay de qué. —sonrió sintiendo su corazón latir apresurado—. Me alegro mucho que te guste.
La comida paso entre charlas por parte de ambos, era extraño no contar con el bullicio y juegos de Anya con Bond, pero tampoco era desagradable solo escuchar sus voces y encontrarse en la compañía únicamente del otro.
—Loid, Umm...
—De nuevo juega con sus manos. ¿Qué pasa Yor? ¿Quieres que te ayude en algo?
—No es eso, más bien, te quería pedir autorización para... Eh, hacer algo, bueno, proponerte en realidad.
¿Proponer algo?
¿Por qué estaba tan nerviosa?
Loid sintió su pecho pesado y su cuerpo tensarse de manera desagradable, ¿Acaso le pediría permiso para tener una cita con un pretendiente? No, no, no, y si así fuera, ¿por qué se sentía traicionado? Ellos no eran nada. Ofreciéndole una agradable sonrisa, y evitando que ella observará como apretaba sus puños, contestó.
—Oh, seguro.
El rostro de la mujer se puso tan rojo que Loid se preparaba para presentar una excusa aceptable para decirle que no, no porque ella no fuera libre, sino porque un posible amorío pondría en cuerda floja a Strix, y con tantos problemas ya no quería otra cosa de qué preocuparse. Sí, era eso, y no ese angustiante pinchazo de ser reemplazado.
—Bueno, verás quiero...
—No creo que sea correcto Yor, verás... —Loid se adelantó, no estaba preparado para escuchar la palabra cita viniendo de los labios de su esposa y que no fuera con él, por muy patético que sonara.
—... ¡Que te acuestes en mi regazo!
Silencio.
—¿Eh?
Loid observó a su esposa con sus ojos cerrados y sus puños a la altura de su pecho, su rostro rojo y temblando de nervios. ¿Así que no iría a una cita? ¿Por qué eso le otorgaba una aterradora calma?
—¡Si no quieres no, por supuesto! E-es que eso hacía Yuri cuando llegaba cansado del colegio, y pu-puede que estés estresado entonces podrías descansar mejor... —Yor soltó un chillido, pensando por primera vez en lo atrevido que sonaba su solicitud— ¿Sa-sabes? ¡Ahora que lo digo es una tontería! ¡Olvida lo que dije por favor!
El espía observó con cierta gracia como ella reía nerviosa ante su atrevida idea, no mentiría, quería realizar un comentario que le pusiera aún más fuera de sí pero no era tan cruel y, siendo sincero, quería aprovechar ese ápice de valentía de su esposa y aumentar la confianza entre los dos.
Adueñarse de esa aterradora calma de no escuchar que iba a salir con otro hombre por un buen momento y sentirla suya.
—¡¿Qué estas pensando Yoru?! ¡Es claro que te vería como si fueras una loca! ¡No somos nada! ¡¿D-de donde vino esa idea en primer lugar?!
—Entonces, sí me disculpas...
Loid en un movimiento rápido se acomodó sobre el sofá y dejó descansar su cabeza sobre el regazo de su mujer, cerrando sus ojos en el proceso y sintiendo el cansancio por fin atraparlo, se sentía tan relajado en esa posición que no se negaría a repetirla en un futuro si se daba la oportunidad, aunque conociendo a la mujer, ese momento tardaría en repetirse.
—Ah... ¡¿Qu-qu-qué está pasando?! ¡Lo-Loid está acostado en mi regazo! ¡No, no, no, cálmate Yor Briar, quiero decir, Forger! ¡No lo golpees!
Yor salió de sus pensamientos al percibir la respiración algo pesada de su esposo, bajando su mirada, lo encontró con cierta tensión lo que la hizo sonreír viendo que ella no era la única nerviosa en esa comprometedora posición. No importaba que tan falso fuera su matrimonio, siempre tenían en cuenta la comodidad del otro antes de hacer algo, lo que demostraba el importante papel de respeto que había entre los dos.
Con cuidado, acercó su mano al cabello de su esposo y empezó a repartir ligeras caricias con la intención de ayudarlo a relajarse, esto le recordaba a la situación del bar cuando le dio una patada dejándolo inconsciente por un malentendido entre Fiona, él y ella. Luego de ser echados y haciendo alarde de su fuerza descomunal, lo cargo hasta ubicarse en un banca del parque cercano y dejarlo en la misma posición.
Dejándose llevar por la comodidad y los recuerdos, empezó a tararear de nuevo la melodía, Loid entreabrió sus ojos encontrándose con la hermosa imagen del rostro de su esposa moviendose al son de la canción y completamente alejada de la realidad, sin nada que objetar se dejó llevar por la tranquilidad que ese momento le otorgaba, quedándose dormido en poco tiempo.
Yor al sentir la serena respiración de su esposo abrió sus ojos grabándose la hermosa imagen durmiente del hombre. Eran pocas las veces que lo podía apreciar completamente tranquilo y con una guardia baja o sin desconfiar de su alrededor.
—No sé sí Loid empieza a gustarme, ni entiendo por completo estos sentimientos, pero... Todo esto se siente tan bien, tal vez... no sea tan malo desear algo de vez en cuando.
Sí, era realmente bueno estar en casa con su familia.
Con él, con su esposo. Loid Forger.
Todo estaba bien.
Corregido: 28/08/2022
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