𝐯𝐢. 𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚐𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚍𝚎 𝚘𝚝𝚘𝚗̃𝚘
Todo lo que quedó fue agonía y rabia.
。゚゚・。・゚゚。
゚。 6 。゚ La de ojos zafiros miró a la
゚・。・゚ luna llena. Saory se encontraba sola en casa, pues su padre y su madre habían salido desde hacía una semana. Había llegado la hora del parto, y ellos estaban fuera.
Saory nunca entendió por qué tenían que estar fuera de la aldea. Era solo un parto, ¿por qué tenían que dejarla?
La luz de la luna llena era deslumbrante, brillaba tan intensamente que opacaba a las estrellas circundantes. Verdaderamente, era una imagen hermosa, pero la melancolía de estar sola contaminaba su mente.
Una suave brisa le acarició las mejillas.
Su frente se arrugó al inhalarla. La brisa tenía un olor vagamente desagradable.
Saory comenzó a inquietarse, sintiendo los cambios en el aire. Se quedó mirando la luna en el cielo.
Sus manos empezaron a temblar. ─¿Qué es esta sensación...?─
El viento sopló una vez más. Esta vez, olía como animal salvaje.
Esto hizo que un escalofrío recorriera su columna vertebral. ─No me gusta esto...─
De repente, un terremoto sacudió los cimientos de Konoha. Las paredes empezaron a partirse y el interior de la casa comenzaba a caerse. Los cuadros también cayeron y los cristales se hicieron añicos.
Pronto, más ruidos detonaron en el exterior.
Gritos humanos, puros chillidos de terror inundaban la aldea, como si un demonio hubiera aparecido.
¿Qué está ocurriendo?
Tras otro violento estruendo del suelo, Saory subió al vértice del tejado.
Entonces fue testigo de algo fuera de lo común.
De la nube de polvo que se levantaba, se reveló una bestia de enorme con nueve colas con un cuerpo naranja quemado.
Se escuchó un rugido estruendoso de parte del zorro legendario, parecía querer tragarse la luna llena.
Una bestia sacada de una leyenda apareció aquí en Kokoha, sólo para causar estragos en este mundo, para dejarlo en ruinas.
Sus ojos se fijaron en el bestial zorro, mientras escuchaba los bramidos y los chillidos provenientes de todos los rincones de la aldea. Dado que la figura del monstruo era sin duda visible desde todas las zonas de Konoha, incluso los lugares que aún no estaban siendo atacados no estarían exentos de la confusión, una vez que divisaran a la bestia de cueve colas.
Pronto, los shinobi de Konoha aparecieron en el escenario, tratando de contrarrestar el ataque destructivo de la bestia.
Acercarse al temido zorro significaba poner un pie en la tumba. Algunos de los primeros ninjas que llegaron al lugar probablemente ya habían sido sacrificados y ya muchos de los civiles habían enfrentado al precio de la muerte. No era de extrañar que Saory estuviera aterrada.
Saory quería huir, pero decidió quedarse. Sus padres podrían volver en cualquier momento, no quería preocuparlos si huía.
─¡Tú!─ Un shinobi que estaba de pie en el carril frente a la casa se fijó en ella. ─¡Date prisa! ¡ve a los refugios! ¡¡YA!!─
─P-Pero...─ Las lágrimas empañaron su vista.
─¡Vete, ahora!─ Entonces se alejó rápidamente.
Por instinto básico debía huir de ahí, pero ella seguía allí de pie, inmóvil en medio del ataque del Zorro de Nueve Colas.
Todo lo que la rodeaba eran los gritos de mujeres y hombres, mezclados con el profundo y prolongado ruido de todo siendo destruido. La gente corría de un lado a otro, tratando de escapar, la mayoría sangrando. Un hombre que había perdido un brazo. Una mujer joven con la mirada perdida en una montaña de escombros. Un niño que lloraba, tratando de despertar a su madre ahora fría.
Todo aquello la abrumó aún más. Quería ver a sus padres, tal vez para aliviar el miedo que se intensificaba cada vez más en su corazón.
La bestia enfurecida se retiró un breve momento de su desbocamiento, como si se hubiera percatado de algo. Su mirada se dirigió hacia donde estaba la Roca de los rostros de los Hokages. De forma rápida, el Nueve Colas abrió la mandíbula de par en par, haciendo que un enorme chakra se concentrara en una esfera violeta oscura.
Fué tan solo en cuestión de segundos cuando se liberó, yendo directamente a los rostros de los hokage. Sin embargo, en vez de impactar contra ellos, extrañamente se detuvo en el aire, entrando en un vacío dimensional, para luego reaparecer no muy lejos de ahí.
¿Barrera de tele-transportación?
Saory sabía de quién era ese justu.
─Papá está cerca...─
Ella deseaba verlo... a su madre también... e incluso a su hermano pequeño...
Ella deseaba eso con todo su ser.
Sin embargo, una joven y débil niña como ella no podía hacer nada, sólo podía rezar por ello.
La crueldad de la bestia era enorme, rugiendo, pisoteaba todo a su paso, ya fueran humanos, animales, plantas o casas.
Saory corrió hacia la Roca del Hokage, sin importarle los montones de hormigón y los tablones de madera rotos que había esparcidos. Incluyendo los cuerpos humanos sin vida. Intentó hacerse la de la vista gorda, ignorando cuántos cadáveres había pisado.
Un dolor constrictivo acudió a su pecho.
Un desamparo sin fin la devoró y sus fuerzas empezaron a flaquear dentro de tanto caos.
Ella no se detuvo a pesar de los restos voladores que impactaron contra el suelo. Al caer provocaban ondas de choque que vibraban en todas las zonas de la aldea. La bestia de Nueve Colas estaba justo detrás de ella, y no hubo segundos en los que no mirara hacia atrás.
El zorro de nueve colas otra vez había reunido una gigantesca esfera de chakra púrpura negruzco.
Otra vez no.
Pero se detuvo de inmediato cuando apareció un gran sapo, que derribó al zorro al ser convocado. Era de un color rojo apagado y llevaba una pipa kiseru.
Encima de él había alguien que ella conocía muy bien.
─Papá...─ Jadeó queriendo llamarlo, pero su voz le falló.
No pasó mucho tiempo y Minato desapareció una vez más.
Pronto, una gigantesca explosión resonó desde un lugar lejano.
Provenía de la dirección opuesta a la que ella se dirigía.
Eso le frustró, toda esperanza en su ser comenzó a fallar. Y de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas, sintió que todo su mundo comenzaba a desmoronarse.
¡¿Por qué rayos tuvieron que abandonarme?!
Gritó su alma.
Su cabeza estaba totalmente atormenta y aturdida. Pero eso no la detuvo, de nuevo corrió, persiguiendo desesperadamente su esperanza.
Corrió, corrió y corrió.
Mientras seguía por el camino con un ritmo agotador, su alma se quejaba, y su determinación se cansaba.
Saory necesitaba alcanzarlos. Tenía que hacerlo. Lo deseaba. Ansiaba sentirse segura en los brazos de sus padres.
No importaba si su coraje era pequeñito, o si sus piernas empezaban a sentirse doloridas, o si la espesa pena se atorase en su garganta.
Pero sabía que a este ritmo nunca los alcanzaría.
Tenía que hacer algo... Pero, ¿qué podía hacer?
Estaba débil, delicada como una flor.
Montañas y montañas de presión habían surgido dentro de su estómago, amenazando con arrancar la repugnante verdad de que era impotente.
Sólo si...
Entonces, una idea cruzó por su mente.
Hiraishin...
Su padre tenía su marca, esa era su única oportunidad. Pero ¿como lo haría? nunca, ni una sola vez logró hacerlo bien.
Pero no podía rendirse tan fácilmente, si cedía a sus propios miedos, probablemente nunca lograría nada.
Decidió no rendirse y hacerle frente a la calamidad.
Inhaló profundamente.
Con el corazón hundido y un temblor nervioso, se acercó a una enorme casa y se situó en lo alto de la misma. Cerrando los ojos, trató de localizar dónde estaba su jutsu-shiki.
De repente, recordó ciertas frases.
[...] Combina tu chakra con los elementos de la naturaleza. Siente el chakra que fluye en tu interior y ponlo todo en tus movimientos. Cada toque, cada sonido, el curso del viento, el cambio constante en el espacio... Acompáñalo [...]
[...] Si puedes combinar tu chakra a través del espacio, es entonces cuando entras en el vacío dimensional llamado Tiempo. El tiempo [...] es relativo, y puede variar dependiendo de los diferentes observadores y de tu velocidad a través del espacio [...]
Finalmente, llegó la esperanza a su corazón.
Con los ojos abiertos la niña, extendió los dedos.
─Voy a llegar a ustedes dos...─
Ahora tenía la dirección calculada y un enfoque perfecto.
Como un relámpago, apareció una brillante descarga de rojo en el cielo, zigzagueando silenciosamente hacia el suelo. Y los estruendosos rugidos de la bestia resonaron por toda la aldea.
Viajar a través del espacio y el tiempo era sin duda espantoso para un niña tan pequeña.
Cuando llegó a donde estaba su familia... fue terrible...
La sangre salió a borbotones después de que la carne y los huesos de sus padres fueran perforados por las garras del Kyūbi.
Era totalmente una tragedia.
Mientras la niña se hundía de rodillas ahogándose con el nudo en su garganta, sus padres morían frente a ella. La sangre brotaba de sus bocas y los ahogos guturales se mezclaban con un rugido agónico.
Abajo había un bebé envuelto en una manta. Las garras del Kyubi casi alcanzaban el pequeño cuerpo del infante, mientras la sangre de sus seres queridos goteaba perezosamente.
En ese momento, Saory se preguntó qué distinción había entre la ilusión y la realidad. Eso no debía ser cierto, seguro estaba sufriendo el efecto secundario del Hiraishin, por no haberlo ejecutado bien.
Ella estaba inmóvil. Era como si la imagen de sus padres siendo atravesados por la despiadada garra de la bestia hubiera eliminado toda pizca de aire en sus pulmones.
Se arrodilló allí, luchando por inhalar y exhalar, por hacer algo.
Estaba tan en shock que se había olvidado de respirar. Era incapaz de hablar. Se encontraba totalmente aturdida mientras esas imágenes se grababan en su mente.
Estaban diciendo algo, pero su mente estaba llena de angustia desgarradora.
No oyó nada; ni el lamento de su madre, ni el silbido del viento, ni el siseo de la hierba, ni el balanceo de los árboles. Podía ver el movimiento de la boca de su madre, pero no podía oír las palabras que pronunciaba. Sus palabras podrían ser profundas como los océanos o altas como las crestas de las montañas; podrían ser significativas y estar llenas de emociones... Sin embargo, no lo pudo escuchar.
─S-Saory...─ Era la voz de su padre, que por fin logró escuchar.
─No-─ Ella trató de ser firme con su voz.
─Saory─ Ahora era su madre, sonando como si estuviera a punto de morir.
La joven observó a su madre y a su padre con un par de ojos sin emoción. Cada rastro de brillo en su rostro parecían ensombrecerse, comiéndose la fuerza vital que les quedaba.
─E-Escucha... Saory─ Gritó Kushina, intentando llamar la atención de su hija.
En cambio, se puso en pie como pudo. Luego extendió la mano, tirando de los brazos de su madre y su padre. ─Mamá, papá... vamos a casa, ¿si?─
Las lágrimas seguían cayendo por el rostro de Kushina, una tras otra, sin dar señales de detenerse. Esa escena le destrozaba hasta el alma, mientras el mundo en su perspectiva se convertía en algo borroso, al igual que todos los sonidos que comenzaban a desaparecer gradualmente.
─Lo siento mucho, Saory...─
¿Qué siente? ¿Por qué mamá no hace ningún movimiento? ¿Por qué papá no hace ningún esfuerzo por irse de ese lugar? ¿Por qué no se levantan?
─¡Mamá! ¡Papá! ¡Muévanse! Por favor... ¡Hagan algo!─ Gritó la niña, conteniendo las lágrimas.
A Minato le dolía ver a su familia en esa situación. Especialmente porque va a dejar sola a su amada hija, sin ser capaz de cumplir su promesa.
Pero ya era imposible dar marcha atrás.
─No hay mucho tiempo...─ Minato dijo con calma, aunque su respiración comenzó a entrecortarse. ─Presta atención Saory, este es mi consejo como padre...─
Saory comenzó a sollozar, todavía, sus manos se aferraban a los brazos de su madre y de su padre. Los sostuvo en silencio, manteniéndose valiente para respetar la orden de su padre.
─A partir de ahora, te esperará un camino cruel─ No era una advertencia para asustarla. Era un simple y honesto hecho: la consecuencia de sus actos. ─Así que fortalece tu determinación, cariño... sé valiente, pero nunca imprudente. Se amable y compasiva. Mantente saludable y vuélvete más fuerte cada día... Ten el espíritu de un niño, pero la nobleza de un verdadero guerrero. Recuerda siempre que tu madre y yo te amamos─
Su boca estaba obstruida por una profunda agonía. Se mordió los labios con fuerza para no gritar.
Entonces Minato pronunció sus últimas palabras: ─Sello de Ocho Trigramas...─
Ella no supo lo que ocurrió a continuación. Su cabeza estaba inclinada hacia abajo, tan desesperada por no dejar salir su desesperación que apenas podía comprender lo que sucedía.
En un abrir y cerrar de ojos, la garra del zorro desapareció y dejó un agujero en medio de sus cuerpos sin vida.
Ella se arrodilló otra vez, tratando de atraer a su padre y a su madre con sus pequeños brazos.
Saory quería demasiado a sus padres, no quería que murieran, no quería que la dejaran sola. Quería pensar que solo era una pesadilla, que no era real...
Pero, lamentablemente si lo era.
Cuando vio que el suelo en el que yacían su querido padre y su madre ya no era de color marrón; era carmesí caliente y humeante, era un mar de rojo que crecía rápidamente, se dio cuenta de que ella también estaba arrodillada en él, un profundo charco de sangre.
Pronto, un grito salió bruscamente.
Y luego otro y otro.
Su corazón palpitaba demasiado rápido y estaba lleno de miedo y angustia.
El dolor y la agonía aumentaba cada vez más. Los largos minutos de sollozos eran interrumpidos por breves pausas para recuperar el aliento.
Ella gritó y gritó, cada vez más fuerte, sin parar hasta que su voz se volvió ronca. Las lágrimas cayeron por sus mejillas sin intención de detenerse. Su corazón estaba completamente destrozado, y su espíritu había muerto junto con el de sus padres.
Sin que la niña lo notara, el viento corrió como si no lo hubiera hecho durante un tiempo. Vívidas nubes negras comenzaron a unirse en el cielo.
Una tormenta comenzó a gestarse en la fría noche. En poco tiempo, la lluvia golpeó el suelo y los árboles se lamentaron. El terrible dolor de la Namikaze era arrastrado por el viento. Llegaron grandes rayos, lanzándose sin piedad con una furia consumidora, resonando sobre la lamentable escena.
El sonido de la tormenta era como una extraña melodía llena de melancolía.
La conciencia de la pelirroja divagaba en un espacio lleno de estática aguda.
Su corazón latía con tanta fuerza que resonaba en sus oídos.
Poco a poco...
Su energía se agotó.
asta que finalmente, todo se volvió negro.
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