𝐢𝐯. 𝚝𝚑𝚎 𝚜𝚊𝚖𝚎 𝚏𝚕𝚊𝚖𝚎𝚜

Voluntad de fuego

。゚゚・。・゚゚。
゚。 4 。゚ Minato seguía bombardeado
     ゚・。・゚ por el papeleo. La aldea de Konoha había sufrido grandes daños en la última guerra, y él todavía tenía que trabajar en cuanto al tratado de paz con Iwagakure. No estaba todavía acostumbrado a los deberes de Hokage, pero el Sandaime, Hiruzen Sarutobi, ayudó a Minato con la transición de poder aconsejándole sobre cómo manejar los asuntos de la aldea.

Luego de muchísimas horas de trabajo, decidió tomarse un respiro, abriendo la ventana de la habitación. El olor de una tormenta en ciernes lo saludó mientras que nubes oscuras se acumularon en el cielo. El estado temporal había cambiado más rápido de lo habitual, y eso no es normal.

Algo malo estaba a punto de suceder.

De eso estaba seguro.

Pronto, una persona desconocida irrumpió bruscamente por la puerta del despacho, y le sorprendió.

Minato miró a la persona que acababa de entrar y resultó ser uno de los shinobis responsables del mantenimiento de la barrera de detección en toda la aldea.

─¡Yondaime!─ Una tensión agobiante creció en el rostro del hombre. ─¡Algunos intrusos se han colado en nuestra aldea! Son ellos los que han provocado la repentina tormenta─

─Ya veo─ Respondió. Después de todo, sus teorías fueron confirmadas. ─¿Donde se encuentran? y ¿hacia donde se dirigen?─

El shinobi respondió con prontitud: ─Están aproximadamente a tres kilómetros de aquí, señor; al noreste. Al principio, se movían a una velocidad moderada, pero dejaron de moverse por razones desconocidas─

¿Al Noroeste?

Recordó que en esa dirección se encuentra el cementerio de los Namikaze.

Como Cuarto Hokage, podría haber ordenado a alguien que se enfrentara y detuviera a los intrusos, pero nadie era tan rápido como él, y sería arriesgado si avanzaban más.

Cuando estaba a punto de solicitar a su alumno, Kakashi, se percató de su presencia. El jōnin de cabellos color plata ya estaba listo para cumplir con su deber, de pie fuera del edificio.

Minato salió por la ventana, sacando su kunai especial. Quería teletransportarse de inmediato al cementerio de los Namikaze, pero nunca había dejado una marca en ese lugar.

Pronto, aquellas primeras gotas de lluvia otoñal cayeron sobre el suelo seco creando así un olor característico, ese aroma fresco y almizclado que rápidamente impregnó el aire.

Minato, junto con Kakashi, habían comenzado a moverse a gran velocidad. No les importaba que la lluvia empapara sus atuendos; ahora la misión era su máxima prioridad.

Cuando estaban a tan solo una milla de su destino, de repente, un destello de luz se disparó hacia el cielo.

Poco después, ese gran rayo de color blanco azulado, una forma de fénix hizo su aparición desde la más oscura de las nubes, dejando a los dos hombres estupefactos por un momento.

El fénix se desbocó violentamente antes de estrellarse contra el suelo, creando así una explosión ensordecedora, tan fuerte que el suelo vibraba hasta su ubicación.

Este chakra...

─¡Sensei!─ Kakashi llamó a su mentor, pues también sabía a quién pertenecía ese chakra.

Minato tuvo que calmarse para poder pensar con claridad.

Estaba muy convencido de que ese era el chakra de su hija. Y si ella había creado ese enorme jutsu, era porque debió haberse encontrado con los intrusos y no le había quedado más remedio que luchar contra ellos.

Qué momento más desagradable...

Minato aún se sigue culpando interiormente por las muertes de sus estudiantes.

Él era considerado el shinobi más rápido de Konoha, pero siempre llegaba tarde para rescatar a los que son importantes para él, y eso era irónico.

Y ahora, ¿qué clase de padre es, si no es capaz de protejer a su propia hija?

Tenía que llegar a tiempo. Tenía que hacerlo. No importaba lo que costara.

Itachi quería salvarla.

Pero, por primera vez falló y fue derrotado por unos extraños.

Si tan solo... fuera más fuerte...

Era tan débil, el pequeño Uchiha no fue lo suficientemente fuerte para protegerla.

El de ojos onyx apretó la mandíbula con fuerza.

Eso le dolía. La culpa y el arrepentimiento que sentía en esos momentos era muy grandes. No deberían haber ido allí. Tan solo si no lo hubieran hecho...

─Saory─ Se atragantó, sintiendo el dolor recorrer todo su pequeño cuerpo.

Saory estaba allí, tendida inconsciente en el suelo, mientras que las llamas crecían y llenaban el bosque con furia.

Itachi se negaba a morir en esa jaula de fuego con Saory.

Intentó levantarse, pero el dolor le apuñalaba por todo el cuerpo.

A Itachi no le gustaba el escozor metálico de la sangre en su boca, ni tampoco la culpa paralizante en su cabeza.

Con las piernas temblorosas, obligó a su cuerpo a levantarse. No hiba a permitirse morir incinerado. La única posibilidad de salir con vida era esforzarse al máximo.

Jadeando, sus pequeños pies se arrastran pesadamente por el suelo.

Un poco más.

Sólo un poco más y sería capaz de alcanzarla.

Mientras se sentía agotado y se tambaleaba, un credo se formó en su cabeza.

Era débil, muy débil, muy muy débil...

Lo soy... Soy myy débil, pero Saory... te prometo... que seré fuerte...

─Seré fuerte...─ Logró pronunciar; más que una declaración, era un deseo ardiente. ─Y la próxima vez, seré yo quien te salve...─

Sonaba trivial, pero esa era la determinación de Itachi, como si fuera un grito de guerra.

Su respiración había empezado a ser aún más agitada y el entorno se deformaba ante sus ojos.

No.

No permitirá que su conciencia se desvanezca.

A pesar de no poder más, no dejó de caminar hacia su amiga. Ya estaba a punto de alcanzarla...

Entonces, tras otro paso más, su cuerpo comenzó a colapsar como una marioneta con hilos rotos.

Antes de que el joven llegara al suelo, una silueta apareció ante sus pesados ojos.

Itachi no fue capaz de reconocerlo, pero se trataba del Cuarto Hokage, que casualmente escuchó su más sincero testimonio.

─Gracias, Itachi─ Murmuró, atrapando al chico entre sus brazos. No podía estar más agradecido, y conmovido por el corazón valiente del joven; su voluntad de hacerse más fuerte por su hija, le llegó al corazón.

Minato supo en ese mismo instante que estaba en deuda con el joven Uchiha.

Pudo llegar al escenario a tiempo, pues su hija tenía su kunai. Minato dio gracias a todos los cielos por haber decidido darle uno.

El rubio se giró para ver a su hija que estaba de bruces en el suelo. Entonces dobló las rodillas para levantar a Saory, tomándola en brazos.

─Kakashi─ Llamó.

─Señor─ Respondió Kakashi que estaba en espera de sus órdenes.

─Primero llevaré a estos chicos al Hospital, mientras tanto quiero que investigues quiénes son los intrusos, y si queda alguno, elimínalo─ Su voz salió como una espina gruesa y venenosa que sigilosamente intimidó un poco a Kakashi. ─Volveré enseguida, no te preocupes, también traeré algunos refuerzos para apagar el fuego─

El adolescente obedeció rápidamente, desapareciendo de la vista del Hokage.

Entonces, Minato concentró su chakra y localizó en su mente la ubicación del hospital.

Después de detectar el lugar, tan rápido como un parpadeo e incluso más rápido que un rayo, el Namikaze llegó al hospital con una velocidad digna de un dios. No tardó ni dos segundos en llegar.

El Namikaze dejó que las autoridades del hospital se hicieran cargo de Saory e Itachi, también les ordenó que se pusieran en contacto con su esposa -Kushina- y con los padres de Itachi.

Era terrible para los dos niños experimentar algo tan traumático como eso.

Los otros pueblos estaban jugando con astucia; y Minato era consciente de que estos problemas tenían que acabar lo antes posible.

De entre ambos, Itachi fue el primero que recuperó la conciencia. Despertó tras doce horas de sueño en el hospital, siendo recibido por su madre, que acababa de traerle flores.

Específicamente 'Ásteres rojos'.

─Itachi, gracias a Dios─ Su madre soltó al verlo despierto. No pudo ocultar la alegría en sus ojos mientras se sentaba, presionando su mano sobre su frente. ─¿Cómo te sientes?─

El pequeño observó a su madre mientras calculaba las necesidades de su cuerpo. ─Sediento..─

─Te traeré agua─ Respondió rápidamente Mikoto y alcanzó la jarra de agua colocada en la mesita junto a la cama de Itachi.

Mientras su madre llenaba el vaso de agua, él se sentó correctamente.

Mikoto le entregó el vaso a su hijo, que inmediatamente se lo llevó a los labios.

─Gracias mamá─ Murmuró y le devolvió el vaso a su madre.

Las ventanas de la habitación estaban abiertas, permitiéndoles escuchar el sonido de los árboles al moverse con el viento.

Los tiernos aromas de los ásteres rojos recorrían en la habitación y le traían calidez.

Ese agradable olor se entrelazaba con todos sus recuerdos de la infancia en los que su madre le demostraba amor, esos pequeños momentos de afecto que construyeron los cimientos de quien era hoy.

─Tu padre también estuvo aquí hace un rato, pero se tuvo que ir─ Informó ella.

Él sólo sonrió. ─Ya veo─

Entonces Itachi trató de recordar lo que había sucedido en el atardecer de ayer.

El último recuerdo que tenía era que estaba intentado alcanzar a Saory...

─¡Mamá!─ Medio exclamó; los recuerdos pasaban por su mente como una especie de obra de teatro. ─¿Y-y Saory...?─

Mikoto sólo se rió, divertida por las reacciones de su hijo. ─Saory-san está ingresada justo al lado de esta habitación. El Yondaime fué quien los trajo a ustedes dos─

Los ojos de Itachi se abrieron de par en par con asombro, para luego suspirar aliviado. ─¿Puedo ir a verla?─

No había nada malo en que fuera. Todas sus heridas ya estaban curadas y su fiebre había bajado.

─Mmm... me parece bien─ Su madre sonrió, dándole permiso para ir.

Itachi reflejó la sonrisa en el rostro de su madre.

Luego, contempló los ásteres rojos que aún estaban envueltos con un hermoso papel rosa rubor.

A Itachi no le gustaban especialmente las flores, pero cada vez que veía una se acordaba de Saory. Sobre todo si tenía el mismo color y la misma delicadeza de su cabello.

Itachi se preguntaba que si al llevarle flores se pondría feliz.

─Mamá...─ Llamó.

─¿Sí?─

Itachi se reconfortó con la voz de su madre, pues Mikoto ya sabía acerca de sus pensamientos.

─¿Puedo darle estas flores a Saory?─

Mikoto se limitó a asentir, su sonrisa era inalterable. ─¿Por qué no? Estoy segura de que Saory-san estará encantada─

Itachi sonrió también.

Antes de irse, se arregló primero. Y cuando estaba a punto de salir, tomó las flores en sus manos.

Su madre le acompañó, dirigiéndose al lugar donde se alojaba la joven Namikaze.

Segundos después, llegaron, ya que estaba a pocos metros de distancia.

Itachi llamó a la puerta y pronto, alguien respondió, indicándoles que entraran.

Cuando el Uchiha abrió la puerta, pudo ver a una mujer pelirroja dentro.

─Ara ara...─ Kushina sintió que su corazón se derretía al ver a sus visitantes. Levantándose, se adelantó a saludarles, sonriendo ampliamente. ─¡Mikoto-san, qué agradable sorpresa! Y sobre todo, me alegro de que Itachi-kun esté ya despierto─ Luego le acarició la cabeza al de cabellos negros como el azabache.

─Uhm...─ Itachi pronunció, sintiéndose un poco avergonzado. Entonces estiró los ásteres rojos hacia la dama. ─Esto... es para Saory─

Kushina se rió, iluminanda por la cortesía del joven. ─Gracias; son preciosas. Seguro que Saory se despierta enseguida para verlas─

Tras recibir las flores, le hizo un gesto a sus visitantes para que entraran.

Kushina estaba sola cuidando a Saory pues Minato tenía que volver a la oficina, pues, como Hokage, aún tenía muchos trabajos pendientes.

─¿Cómo está tu hija, Kushina?─ Cuestionó la pelinegra y ocupó el asiento junto a la cama del hospital.

─Ella está mejor...─ Hubo un suspiro oculto en la voz de Kushina. ─Los médicos dijeron que aún no ha despertado porque gastó una enorme cantidad de chakra en aquel gran jutsu, y es por eso que, de momento, está recuperando energías durmiendo, nada de qué preocuparse; pronto despertará─

Itachi se rió, recordando lo mucho que a Saory le gusta dormir.

Inclinándose hacia su cama, observó a Saory como si fuera una cosa muy exquisita. Cuanto más la miraba, más le parecía que estaba en un sueño, parecía una ángel.

Esa visión alivió su alma.

Era media tarde cuando Itachi recibió el alta del hospital. Ya podía mover su cuerpo sin ningún dolor.

Itachi tenía un lugar favorito dentro del recinto de los Uchiha: el muelle de madera frente al lago; ahí era el lugar donde su padre le había enseñado algunos jutsu.

El lago estaba tan tranquilo y plano como un espejo, reflejaba perfectamente el azul del cielo.

La mayoría de los cedros que habían en el lugar habían dejado caer las hojas que los llenaban, haciendo que ya no pudieran producir su típico sonido cuando el viento les chocaba.

Era el momento de reflexionar. Especialmente en el incidente ocurrido. Está claro que si no fuera por Saory, los dos se habrían enfrentado a un destino terrible.

Itachi no podía permitirse el lujo de seguir así. Debía mejorar, debía ser más fuerte para poder proteger a Saory.

Sus ojos se dirigieron al agua. Se agachó y con un dedo dejó un delicado toque en la cristalina agua, provocando ondas circulares que se hacían cada vez más amplias hasta que desaparecieron.

El de ojos oscuros miraba fijamente el agua, como si estuviera observando algo en específico, pero en realidad no veía nada en especial.

El Uchiha no tardó en notar que una sombra se extendía tras de él. Itachi arqueó el cuello hacia atrás, inclinándose para ver quién era esa persona.

Al discernir de quién se trataba, Itachi se quedó sorprendido y confundido a la vez.

─Yo─ Saludó la persona con una sonrisa amistosa, levantando una mano.

─Y-Yon...─ Itachi tartamudeó. ─Yondaime Hokage─

El Cuarto Hokage sólo se rió, sentándose al lado del chico. ─Parece que estás perdido en tus pensamientos, Itachi─

─Uhm, sí...─ Respondió tímidamente.

¿Cuál sería la razón por la que el Yondaime venía a verlo? ¿Lo iba a condenar, por causarle problemas a su hija? Lo único que pudo hacer en ese momento fue suspirar para sus adentros.

─No te he dado las gracias como es debido, Itachi─ Dijo Minato, esbozando una sonrisa aún más brillante que la anterior.

¿Eh?

¿El Hokage le estaba agradeciendo?

─¿Por qué...?─

─¿Por qué?─ Minato frunció el ceño. ─¿Por qué preguntas 'por qué'? Tú protegiste a mi hija ¿no es así?─

─N-No, es lo contrario, Yondaime─ Respondió Itachi. ─Es Saory quien me protegió─

─Sí lo hiciste...─ El adulto se encogió de hombros. ─Y es qué no sólo la protegiste, sino que también le diste las fuerzas para enfrentarse a esos matones. Y por eso te lo agradezco─

Itachi se sintió abrumado al escuchar los elogios del Cuarto Hokage. Y eso realmente disolvió toda la culpa que le pesaba sobre los hombros.

Minato continuó ─Sabes... Saory era una niña muy desmotivada. Lo único que hacía era dormir, leer y perderse en su propio mundo. Pero hizo grandes cambios al conocerte. Te convertiste en su inspiración, Itachi. Y realmente me tranquiliza que esté contigo, me hace sentir que su seguridad está garantizada─

Itachi no era capaz de decirlo pero, Saory también era su inspiración, ella podía transmitirle la ferviente llama del optimismo de que cualquier sueño era posible de alcanzar.

Debería ser Itachi el que le diera las gracias al Cuarto Hokage.

Antes de que Itachi pudiera hablar, Minato ya había inclinado la cabeza hacia el joven, no sólo para expresar su gratitud, sino también para pedirle un favor. ─Saory sigue siendo un poco ingenua, por favor, cuida de ella─

Los ojos de Saory se sintieron tan refrescados cuando se abrieron.

La pequeña Namikaze soltó un suave quejido, estirando los brazos hacia arriba y retorciendo un poco su cuerpo para despertar las fibras dormidas de su ser.

Sus orbes claros se encontraron con un techo blanco.

¿Dónde estoy?

No era del mismo color que el techo de su habitación, y eso le llamó la atención.

Parpadeando, su mente aún seguía en las nubes. Una vez miró a su izquierda, divisó a su madre, durmiendo con la cabeza apoyada en la cama.

Ella sonrió, sin importarle las confusiones que tenía en su cabeza.

Apoyando su pequeña palma en la mejilla de su madre, se inclinó hacia delante y le dio a Kushina un tierno beso en la frente.

Después soltó una risita, y eso despertó a Kushina. ─¿Saory?─ Murmuró, levantando la cabeza. ─¡¡¡Saory!!!─ Gritó y abrazó a su pequeña hija.

Saory casi quería desmayarse de nuevo.

─¡Menos mal que estás despierta, 'ttebane! ¡No sé cuántas veces has estado a punto de matarme por culpa de la preocupación! ¿No te digo siempre que no te alejes demasiado?... ¡Por favor Saory, por tu bien y por el mío! Escucha a tu madre─

Consternada por la súplica de su madre, su mente se trasladó al pasado.

─¡M-MAMÁ!─ Se quedó boquiabierta, con los latidos del corazón acelerados. ─¡Intrusos! ¡Kirigakure! ¿Dónde? ¡Itachi!─

Fue un espectáculo para Kushina, ver a su hija perder la calma. Su vocabulario, incluso, la abandonó.

Pero Kushina también estaba perdiendo la calma. Estaba frente a su hija, y ni siquiera le preguntó cómo estaba.

─¡Oi, dattebane! ¡Yo también estoy aquí! ¡No me ignores!─

─¡Pero, mamá!─ Saory gruñó, poniéndose de pie en su cama, y comenzó a rebotar. Por ahora, su mente sólo había podido procesar que estaba en el hospital. ─¡Tú estás bien! ¡Pero Itachi estaba en un estado terrible hasta donde recuerdo! ¡Necesito verlo y saber como está!─

─¡¿Cómo que estoy bien?!─ Kushina salió disparada, sin mantener ya el hilo de su paciencia y su pelo empezó a desafiar la gravedad, acercándose a Saory con un aura monstruosa. ─¡¿Cómo puedes estar tan segura de que estoy bien, 'ttebane?! ¡Vine corriendo hacia aquí cuando me enteré de que te habían atacado! ¡Casi me da un infarto!─

Los ojos de Saory comenzaron a nublarse un poco por las lágrimas que se formaron. ─P-Pero... Ita-─

─¡Nada de peros!─ Kushina era consciente de que Saory estaba a punto de llorar, pero, tenía que soportarlo, aunque le destrozara el corazón verla así. No podía ser considerada esta vez con hija. ─¡Sé que quieres ver a Itachi de inmediato, pero esa no es la cuestión, tú me prometiste que te cuidarías, que no me hibas a preocupar de nuevo, pero has hecho todo lo contrario!─

En ese momento, Saory se dio cuenta de que su mamá estaba profundamente afectada por el incidente.

Con los labios curvados hacia abajo, la culpa le pateó en el pecho. Saory se dio cuenta de que había sido egoísta, dando por sentado a su madre.

─¡Por ahora, 'ttebane, descansa!─ Añadió Kushina en breve, con los puños colocados en las caderas. ─¡Y no puedes salir de esta habitación a menos que el médico lo diga!─

Saory no tenía idea de cómo disculparse, pero tenía que hacer algo para calmar su ira.

Mientras Kushina era consumida por su rabia maternal, Saory se abalanzó sobre ella, dándole un abrazo.

─Lo siento mucho mamá, te he decepcionado...─

Kushina suspiró, calmándose. ─Saory, escucha─ Empujó suavemente a su hija para poder mirarle a los ojos. ─Nunca me has decepcionado, ni una sola vez. Sé que eres una niña valiente; pero ese hecho me asusta. Eres mi hija y te quiero tanto que no te lo puedes imaginar, no puedo pensar que sería de mi si te perdiese. ¿Lo entiendes, 'ttebane?─

─Sí...─ Respondió ella, asintiendo. ─Te quiero mucho mamá─

La mujer adulta rió, apartando con delicadeza los cabellos en su frente para implantarle un tierno beso.

─Por cierto─ Musitó, señalando los ásteres rojos contenidos en un jarrón. ─Itachi te trajo estas flores esta mañana─

El entusiasmo recorrió toda la piel de Saory. ─¿Itachi? ¿Eso significa que-?─

─Sí, el está bien─

Estaba muy contenta por lo que acababa de oir. Cuando estaba a punto de tocar los delicados pétalos de los ásteres, la puerta de la habitación se abrió.

Era Minato.

─¿Qué ha pasado, Kushina?─ Preguntó. ─Pude sentir tu aura hasta afuera del hospital─

Kushina se rió con cansancio, rizando su cabello con los dedos. ─Saory me insistía en que la dejara salir para ir a ver a Itachi, y le dije firmemente que no─

─¿A Itachi?─ Repitió Minato. ─Él está aquí conmigo─

El rostro de Saory se iluminó al escuchar esas palabras. La pequeña, emocionada, comprobó si las palabras de su padre eran ciertas; y si, lo eran, pues un joven estaba de pie junto al Cuarto Hokage.

─¡Itachi!─ Chilló tan frívolamente como pudo. Bajando torpemente de la cama, corrió hacia él.

Itachi no dudó en abrir los brazos y recibió su cálido y fuerte abrazo.

─Saory─ Sonrió. ─Veo que estás llena de energía─

La niña se rió, soltando sus brazos alrededor de él. ─¡Sí! Aunque tengo un poco de hambre, estoy bien. ¿Y tú? ¿Te sientes bien? ¿Sin heridas? ¿Golpes? Uhm... ¿algún hueso roto?─

─No, estoy bien, y todo es gracias a ti.─

Saory estaba esperando.

O ella siempre llegaba temprano o Itachi siempre se retrasaba.

La pelirroja estaba sentada en el borde del muelle extendido sobre el lago. Ese era su lugar de encuentro. Saory tenía que empezar a entrenar y aprender a controlar sus emociones lo antes posible, ya que si no lo hacía, volvería a ocurrir lo mismo.

Sin que Saory lo supiera, Fugaku Uchiha -padre de Itachi y jefe de la Policía- estaba fuera de servicio y paseaba cerca del lago.

El Uchiha vió a una conocida niña de pelo carmesí sentada en el muelle. Sólo había dos personas en esta aldea que tuvieran ese tono de cabello: la esposa y la hija del Cuarto Hokage.

Fugaku no sabía porque, pero se encontró caminando hacia donde estaba la chica. Aunque no pareciera él quería de alguna manera: agradecerle por haber salvado a su hijo en el incidente que ocurrió.

A él le resultaba difícil creer que Itachi tuviera una amiga, dado que lo suyo era el entrenamiento.

Sus pasos sonaron al hacer contacto con la madera del muelle, llamando la atención de la chica.

Saory miró hacia atrás, pero miró hacia delante en breve, sin inmutarse por la presencia del hombre. Es extraño, pero ella no sentía ninguna sensación de amenaza.

─¿Pasó algo? o ¿Hay algo que te moleste?─ Preguntó, pensando si era un buen comienzo de conversación.

Su voz es tan estoica. Dijo Saory dentro de su cabeza. Y en lugar de alarmarse, se rió. ─No, señor. Sólo estoy esperando a alguien─

Fugaku quiso quedarse de pie, pero se sentó de todos modos.

─¿Y usted, señor?─ Esta vez, fue Saory quien preguntó. ─¿Hay algo que le moleste? o ¿algo que quiera decir?─

─¿Hmm? ¿Por qué lo dices?─

─Oh... es que usted no se sentaría aquí para hablar con cualquier niña al azar, señor─

Inteligente, pensó Fugaku.

─¿Serías capaz de ayudarme si lo hay?─

Saory sonrió alegremente: ─Depende de lo que sea, pero trataré... ya veremos─

Se rumoreaba por la Aldea que la hija del Cuarto Hokage era una genio. Al igual que su hijo.

─Entonces... tengo un escenario de problemas para la bella hija del Cuarto Hokage─

Saory esperó en silencio a que el hombre continuara.

─Hay cierto hombre que dedicó todo su corazón a la aldea donde vivía. Hizo todo lo posible para ganarse la aprobación de los aldeanos, pero no recibió nada de lo que quería obtener. En cambio fue todo lo contrario, le despreciaron y lo apartaron, ignorando su existencia; pues ese hombre es portador de una maldición. Sus hirientes palabras ensuciaron su alma, pero a pesar de ello, el hombre siguió brindando su mano al que no le necesitaba, aunque ahora, él ya no es más que escombros─ Fugaku hizo una pausa, mirando fijamente al frente con los brazos cruzados. Luego añadió brevemente: ─Entonces, jovencita; si alguna vez te encuentras con este hombre, ¿qué le dirías?─

Saory parecía estar sumida en un laberinto de pensamientos, reflexionando.

Fugaku le dio tiempo para pensar.

Y los segundos se habían convertido en minutos.

El empezó a dudar.

Tal vez no es tan inteligente como dicen, pensó.

El hombre suspiró, dispuesto a disculparse con la niña por haberle planteado un problema impropio para alguien de su edad.

─Bueno...─ Habló Saory, enderezando la espalda mientras permanecía sentada. ─Yo le diría al hombre que, en primer lugar, debería saber cuál es la diferencia entre compasión y sacrificio─

Fugaku entrecerró los ojos cuando la primera frase de la joven salió de su boca tan rápido como un rayo.

─Las personas siempre tienen algo que decir, siempre le buscan defecto a todo; mira, te pongo un ejemplo... en una gran hoja blanca hay una pequeña mancha, cuando tu la muestras ¿en que se fija la gente?, la mayoría se centra en la pequeña mancha, osea en lo malo, por muy buenas que sean las intenciones de ese hombre; lamentable ésa es y será la naturaleza de la humanidad, siempre se fijan en lo malo─ Habló la pequeña pelirroja. ─Lo que la humanidad no sabe es que lo único que necesita es compasión y misericordia, nada más─

─La dulce misericordia es el símbolo de la verdadera grandeza, en efecto─ Reconoció el líder del clan Uchiha.

─Así es, señor─ Replicó ella. ─Porque no todos pueden ser misericordiosos, sólo aquellos gallardos que llevan la voluntad del fuego─

Tal como le dijo su hijo Itachi, ella hablaba con sabiduría, y la palabra noble es la que la describe.

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