𝟎𝟔
❛This is not love❜
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La noche había caído después de la coronación por haber derrotado a la Triarquía. Llamando a Daemon y a Tyanna los reyes de Mar Angosto. Tyanna disfrutó sin duda del banquete y de la atención de la gente; los pretendientes no dudaron en acercarse, pero fueron cordialmente rechazados y asustados por la mirada amenazadora de Daemon.
Consiguió aliados en batalla y protección, todo por un intercambio justo: protección de futuros enemigos.
Cuando inició el baile, Tyanna se levantó bailando con los demás invitados, riendo mientras danzaba con los niños. Tyanna seguía el ritmo de la música, dándole volteretas a los niños, quienes reían por la acción. En un momento, sintió un leve toque en su espalda y al mirar hacia abajo, encontró a un pequeño niño, observándola atentamente con sus ojos marrones llenos de ilusión. Tyanna no tardó en levantarlo, bailando con él en brazos.
Los presentes se quedaron impresionados por la calidez de la joven. Daemon, atento a cada una de sus acciones, no la perdió de vista, observando cómo entregaba al niño que tenía en brazos a su madre. Esta, aunque parecía apenada ante la princesa, fue ignorada mientras Tyanna peinaba el cabello del niño antes de despedirse de ambos. Una leve sonrisa se dibujó en el rostro de Daemon mientras desviaba la mirada. La guerra no fue capaz de cambiar el puro corazón de Tyanna.
Cansada de bailar, Tyanna salió de la pista mientras bebía de su copa, observando a la gente disfrutar de la vida después de una dura batalla. Le gustaba presenciar esa felicidad, esa alegría. Deseaba poder compartirla con alguien más...
—Ojalá durara para siempre —comentó una voz suave a su lado. Tyanna volvió la cabeza para observar a una mujer con cabello platinado que le sonreía levemente. Sintiéndose en un ambiente familiar, Tyanna no pudo evitar devolver la sonrisa.
—Astoria —la mujer se presentó, extendiendo su mano. Tyanna la miró por un momento antes de estrecharla. —Tyanna Targaryen.
La mujer no soltó su mano, sino que la apretó. Tyanna notó cómo sus ojos cambiaban a un leve azul para volver a la normalidad al segundo. Intentando zafarse de su fuerte agarre, Tyanna fue detenida por las palabras de la mujer.
—Liderar y reinar es su derecho, ganar o perder decae sobre usted.
La mujer soltó lentamente el brazo de Tyanna.
—¿Qué significa?
—Me temo que tendrá que descubrirlo por sí misma, majestad —la mujer sonrió, tomó la frente de Tyanna con la palma de su mano. Tyanna cerró los ojos y, como si fuera inmediato, los pensamientos de su mente cesaron. Sus ideas se aclararon, su mente se liberó, dejando un único pensamiento en su interior.
La mujer retiró su mano y Tyanna volvió en sí, viendo a la mujer que se giró para irse. Sin embargo, Tyanna la sujetó antes de que pudiera alejarse.
—¿La volveré a ver? —preguntó, sintiendo una extraña necesidad de la presencia de esa mujer.
—Estaré siempre que me necesite.
—¡Tyanna! — El grito de su nombre hizo que Tyanna se volviera para ver a Laenor acercándose con ceño fruncido, claramente confundido. Tyanna giró para observar el lugar donde estaba la mujer platinada, solo para encontrar el espacio vacío donde estaba antes. Sintiéndose confundida, se volvió para enfrentar a Laenor, quien había llegado a su lado.
—¿Todo bien? —preguntó Laenor. —Te vi hablando sola.
—¿Sola? Estaba hablando con la mujer a mi lado—exclamó Tyanna mientras señalaba el lugar donde estaba la misteriosa mujer momentos antes.
Laenor la miró incrédulo. Había visto a Tyanna minutos antes hablando sola, por lo que decidió acercarse para asegurarse de que estuviera bien. —Creo que fue suficiente por hoy —indicó Laenor, tomando su copa. —Deberías ir a descansar.
—¿Tú no deberías ir a disfrutar de la compañía del chico que no te quita la mirada de encima? —cuestionó Tyanna, señalando al joven que observaba a Laenor. Cuando hizo contacto visual con Tyanna, rápidamente apartó la mirada, provocando la risa de Tyanna. —Es lindo.
Laenor siguió su mirada y vio la espalda del chico mientras suspiraba, —Lo es.
Al ver la expresión en el rostro de Laenor, Tyanna no pudo evitar sonreír al reconocer esa mirada. Tyanna le dio un leve empujón en el hombro a Laenor, quien rió. —¿Tú no deberías irte a disfrutar de la compañía de ese príncipe? ¿Cuál es su nombre?
Tyanna golpeó la nuca de Laenor ante el comentario, mirándolo acusatoriamente, —Traidor.
—Tú iniciaste.
—Tendré tu cabeza por eso.
—Esta perfecta cabeza se quedará en su lugar —exclamó Laenor antes de besar la mejilla de Tyanna, dejando un rastro de saliva en su rostro antes de correr entre la multitud.
Tyanna gritó con cara de disgusto, —¡Cobarde!
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Tyanna decidió que era suficiente por un día y se retiró a sus aposentos. Al llegar, se dirigió al balcón que ofrecía una vista impresionante del mar. Las olas danzaban al compás de la brisa, y Tyanna nunca se cansaba de contemplar esa vista única que le ofrecía Marcaderiva.
La corona aún descansaba con gracia sobre la cabeza de Tyanna, aportándole un aire majestuoso. Disfrutaba de la sensación de poder que le aportaba, y aunque había atesorado la capacidad de influir en los destinos desde las sombras, ahora saboreaba el control inherente a su posición como reina. Sin embargo, las palabras de la misteriosa mujer platinada seguían resonando en su mente, sembrando semillas de duda.
Mientras Tyanna estaba inmersa en sus pensamientos, sintió unos brazos rodear su cintura desde atrás. La calidez de la respiración del hombre rozó su cuello, y sus labios dejaron un rastro de besos. Tyanna se relajó al reconocer el contacto familiar, permitiéndose dejarse llevar.
—Eres la reina más hermosa —susurró el hombre, sus palabras enviando escalofríos a través de Tyanna.
Movida por el deseo, Tyanna se dio la vuelta por completo, uniéndose a los labios del hombre en un beso apasionado. La intensidad del momento hizo que el deseo y la desesperación crecieran instantáneamente, y sus manos comenzaron a buscar deshacerse de las vestimentas que los separaban.
—Espera —detuvo Tyanna, la respiración de ambos agitada—. Tengo que irme.
—No te vayas —susurró el hombre, juntando sus frentes, deseando no separarse del otro.
—¿Por qué no? —preguntó Tyanna, anhelando escuchar esas palabras salir de sus labios. Deseaba que Daemon lo admitiera, que expresara lo que ella ya sentía.
—Tú sabes por qué.
—Dilo —pidió Tyanna, su voz llena de anhelo. — Admítelo y soy tuda tuya, Daemon.
Hubo una pausa tensa mientras Daemon la miraba a los ojos. En su mirada, Tyanna notó una emoción indescifrable, como si algo lo detuviera. ¿Qué era lo suficientemente fuerte como para frenar al príncipe canalla? Sin que ella lo supiera, había despertado no solo el deseo en el príncipe, sino también un fantasma de su pasado que no había cruzado por su mente en mucho tiempo.
Decidiendo ignorar sus profundos pensamientos, tomó su rostro en sus manos y la atrajo hacia él para unir sus labios en otro beso apasionado y rudo. Esta vez, Tyanna no hizo ningún movimiento para detener al hombre mientras deshacía las barreras de tela que los separaban. Se dirigieron a la cama, donde antes habían compartido momentos de intimidad. Daemon recorrió el cuerpo de Tyanna con sus manos y labios, como si quisiera memorizar cada centímetro de ella, como si fuera la última vez.
Ambos se entregaron de nuevo, cayendo juntos en el abismo de la noche. La luna y las estrellas, testigos silenciosos de la pasión que se desataba en aquella habitación. La conexión entre Tyanna y Daemon se manifestaba no solo en el deseo físico, sino también en la vulnerabilidad compartida y la búsqueda mutua de consuelo que no encontraron más que en el otro.
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Un par de días habían transcurrido, y Tyanna se despertó en su habitación, completamente sola. No había rastro del hombre que solía compartir su cama noche tras noche. Estaba cansándose de la constante evasión seguida de la búsqueda cuando se sentía solo. Suspiró con pesadez y se recostó nuevamente en su cama. Sabía lo que tenía que hacer en ese momento.
Había decidido quedarse unos días en Marcaderiva, disfrutando de la paz que sorprendentemente parecía flotar en el aire. No obstante, también sabía que llegaría el momento de irse. La ausencia de Daemon una vez más le dijo todo lo que necesitaba saber: él no lucharía para que se quedara. Y, siendo honestos, ella no le rogaría. Al final, lo que realmente necesitaba no era a Daemon. El príncipe era la última de sus preocupaciones, porque si todo salía como ella quería, no se volverían a ver en mucho tiempo.
No malinterpreten sus sentimientos. Por supuesto que Tyanna experimentaba algo por él, tal vez cariño y atracción, pero no amor. El amor implica que ambos estén dispuestos a luchar para permanecer juntos, y Tyanna llegó a la conclusión de que, ciegamente, había considerado la posibilidad de dejarlo todo por él, mientras que él no. Eso no era amor; era una distracción, una patética excusa para refugiarse del mundo.
Ya no más.
Salió de su habitación lista para partir. Rhaenys ya la esperaba y no dudó en abrazarla, consciente de la decisión que estaba a punto de tomar. Desde que habló con esa peculiar mujer, la mente de Tyanna no dejó de dar vueltas, y cuando Rhaenys notó el comportamiento inusual de la pelinegra, no tardó en preguntar por su bienestar. Así fue como Tyanna terminó contándole todo lo que bullía en su mente, y la matriarca de la familia no dudó en alentarla, asegurándole que era la decisión correcta. Tyanna se dejó relajar en los brazos de la persona que se había convertido en su madre con el paso de los años.
—No bajes la guardia —le advirtió Rhaenys. Pese a su acuerdo con la decisión, la seguridad de Tyanna estaba por encima de todo.
—No seré tan fácil de matar —bromeó la de ojos índigos, pero ante la mirada seria que le dedicó la mujer frente a ella, se arrepintió de la broma.
Tyanna odiaba las despedidas, especialmente cuando se trataba de separarse de ellos. No había tantos problemas cuando viajaban al Desembarco del Rey, ya que muchas veces iban con ella y eran mínimas las ocasiones en que viajaba sola. Sin embargo, después de años de guerra sin ver específicamente a Rhaenys, era casi una tortura. Lo que más anhelaba era dejarse arropar a la hora de dormir, permitir que trenzara su cabellera pelinegra o escuchar sus historias de adolescencia.
Laena, que estaba al lado de su madre, le dedicó un asentimiento de cabeza. —Espero que tengas un buen y próspero viaje, Tyanna.
—Gracias, Laena.
La relación entre ambas jóvenes nunca fue la mejor. Desde su infancia, solían pelearse con frecuencia por la atención de Rhaenys y Corlys, lo cual inevitablemente terminaba con ambas castigadas. Laenor, por su parte, se refería a sí mismo como el favorito, argumentando que nunca causaba dolores de cabeza a sus padres. Sin embargo, esta afirmación no duró mucho, ya que la llegada de Hansen a sus vidas despertó en Laenor un deseo de travesuras que, eventualmente, llevó a que los cuatro fueran regañados.
La verdad sobre la relación entre ambas chicas era que si alguien se interponía en el camino de la otra, estaban dispuestas a librar una verdadera batalla. Poseían una lealtad y un respeto profundos mutuos; ambas sabían cuán valiosas y amadas eran para su familia. No se permitirían morir sin luchar por la otra. Aunque ninguna estaba dispuesta a admitirlo por terquedad, ambas habían logrado ganarse el cariño de la otra.
Tyanna y Laenor caminaron hacia afuera juntos, dirigiéndose hacia Skycleles estaba listo para partir. Con un gesto cariñoso, Tyanna tomó el rostro de Laenor y depositó un beso en su mejilla. La guerra los había unido aún más, si eso era posible, y siempre que Tyanna partía, Laenor se sentía casi perdido. Amaba tener a sus dos hermanas a su lado.
—No hagas ninguna tontería sin mí —le advirtió Tyanna con falsa seriedad. —Y no hagas algo que yo no haría.
Laenor soltó una carcajada mientras rodaba los ojos, —No puedo prometer nada.
Tyanna le sonrió sinceramente al muchacho frente a ella antes de alejarse, dándole una última mirada antes de subir a Skycleles. El dragón dejó escapar un chillido emocionado cuando Tyanna le indicó volar. Así, Tyanna se alejó de Marcaderiva, su hogar, en busca de su prometido. Aquella mujer, al entrar en su mente, lo cual aún no entendía como había sucedido, le había mostrado el rostro de su prometido: Asger Blackwood.
Asger se vio obligado a abandonar la Fortaleza Roja por orden de Tyanna, quien se enfureció solo con su presencia. Él era la persona designada para tener todo el control sobre ella, y eso bastó para que Tyanna lo odiara. Para la princesa, Asger Blackwood representaba el vívido recordatorio de la unión que no podría tener con Dimitri, ya que ella ya estaba comprometida a unir su vida con otro hombre. A lo largo de los años, Tyanna nunca se atrevió a visitarlo o incluso a reconocer su paradero. A pesar de haber madurado y reconocido su error, nunca tuvo la valentía necesaria para pedir disculpas. Pero todo cambió cuando la misteriosa mujer lo trajo de nuevo a su vida.
No estaba segura de lo que esto significaba, pero su mejor suposición era que tenía que casarse y que Asger Blackwood era el elegido para ser su esposo. Quiso darle a Daemon la oportunidad de escogerla, de amarla, pero eso no sucedió. Y tenía un presentimiento de que él nunca sería capaz de admitirlo. Existía una fuerza mayor que lo detenía cuando se trataba de ella.
A lo lejos, Tyanna divisó las viviendas y lo interpretó como una señal para descender, ya que se acercaban cada vez más. La gente se alertó al divisar al imponente dragón que se aproximaba. Cuando Skycleles aterrizó, los guardias se miraron de reojo desde el muro de la fortaleza, observando a la princesa descender de su dragón.
—Deseo ver a Asger Blackwood —vociferó la princesa con determinación. Los guardias asintieron de inmediato ante su orden y abrieron las puertas para dejarla pasar. No se negarían cuando tenían frente a ellos a un dragón que, con una simple palabra, podría matarlos antes de que pudieran procesarlo.
Tyanna acarició a Skycleles complacida por una última vez, asegurándole que estaría bien, y avanzó entre las viviendas. Observó cómo la gente dejaba sus actividades para verla mientras era guiada por los guardias. No era algo común ver a un Targaryen caminando por esas tierras. No tardaron en llegar a la fortaleza que suponía pertenecía a los Blackwood, ya que irradiaba elegancia y estaba custodiada. Recorrió los pasillos junto a los guardias mientras inspeccionaba el lugar, hasta llegar a lo que suponía era la habitación del heredero Blackwood.
Las puertas fueron abiertas, un guardia entró primero y cerró la puerta detrás de él, dejando a la pelinegra con el otro guardaespaldas por unos minutos. Luego, el mismo guardia abrió la puerta y murmuró un pequeño "puede pasar, princesa". Tyanna miró una última vez a los guardias antes de entrar a la habitación, la puerta cerrándose detrás de ella. En el interior, la princesa localizó rápidamente a Asger, quien la observaba desde la otra esquina de los aposentos en silencio, recorriéndola con la mirada. Tyanna copió esa acción, tomándose su tiempo para observar al hombre frente a ella. Estaba claro que ambos habían madurado y cambiado desde la última vez que se vieron; ya no eran unos niños.
—¿A qué se debe el honor de su visita, princesa? Si no me equivoco, fue muy clara en que no quería estar relacionada conmigo —recordó Asger amargamente las últimas palabras que le dijo antes de marcharse cuando eran niños.
—Estoy aquí para hacer un trato, —declaró sin titubear. —Tómeme como su esposa y ambos obtendremos lo que queremos. Obtendrá el respaldo de las casas Targaryen y Velaryon, y yo la seguridad de una buena unión beneficiosa para ambos.
Y así fue.
Esperaba protestas y negaciones, ya que ella fue quien se negó a casarse con él, descartándolo por completo de su vida. Aun así, Asger se mostró sereno y aceptó la propuesta. O estaba demasiado desesperado por casarse, o definitivamente había algo mal en él, porque Tyanna, en su lugar, no hubiera desaprovechado la oportunidad de echarle en cara lo sucedido años antes.
La boda se llevó a cabo ese mismo día. Los sirvientes le proporcionaron un vestido adecuado para la ocasión, nada extravagante pero tampoco simple. La ayudaron a prepararse para la ocasión. Todo fue apresurado, por lo que solo asistieron los únicos dos hermanos de Asger. Sin embargo, cuando Hansen apareció en su campo de visión, Tyanna pudo jurar que nunca había estado tan feliz de ver su rostro. No lo admitiría, pero se sentía bastante sola casándose sin ningún familiar a su lado, y la llegada de Hansen la sorprendió, pues pensó que tardaría más en llegar después de negarse a viajar con ella. Su presencia fue capaz de tranquilizarla.
La boda había comenzado, y la pareja estaba frente al alto septon, quien recitó, —En presencia de los siete, enlazo estas dos almas, uniéndolas como una sola para la eternidad.
—Mírense el uno al otro y digan las palabras —pidió el alto septon.
Ambos se colocaron frente a frente, sus manos unidas por un manto, recitando en sincronía, —Padre, herrero, guerrero. Madre, dama, anciana, desconocida.
Asger sostuvo la mirada de Tyanna mientras decía, —Yo soy de ella y ella es mía.
Tyanna, por su parte, recitó: —Yo soy de él y él es mío.
Ambos continuaron: —Desde este día hasta el último de mis días.
Tyanna lo miró sin decir nada antes de unir brevemente sus labios, sellando su unión bajo la atenta mirada del alto septon. Los hermanos y Hansen aplaudieron por ellos, y Tyanna les sonrió ligeramente cuando se acercaron a abrazarlos. ¿Podría acostumbrarse a eso? Tendría que averiguarlo. Solo esperaba no haber cometido la peor de las decisiones.
·˚ ༘₊· ͟͟͞͞꒰➳
Estamos de vuelta con un nuevo capítulo y un nuevo, pero importante personaje. ¿Una boda? No se vio venir, pero todo sea por la trama. ¿Qué piensan sobre Asgen? ¿Será un buen esposo? ¿Qué creen que pasara ahora con Tyanna y Rhaenyra? Solo puedo decir que la reunión se avecina. No se olviden de seguirme en tiktok aparezco como valwritesss.
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