~ 𝑽𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒄𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 ~

~ 4 de diciembre de 2011, 10:28 a.m. ~

Me desperté como si tuviera una pequeña resaca, pero no me encontraba del todo mal. Lo que interrumpió mi sueño fue mi teléfono, que sonaba estrepitosamente.

 —¿Diga? —descolgué la llamada

 —¡Por fin lo coges! ¿Cómo estás? —Era Mikey.

 —Mejor, gracias, pero me has despertado.

 —Da igual, voy para tu casa.

 —¡Espera! —nada, que ya me había colgado.

Maldito enano.

Fui corriendo a darme una ducha y a ponerme algo decente. Mientras el agua caía en el baño, recordé todo lo de anoche y noté cómo mi cara se enrojeció. Qué vergüenza. A ver, no me extrañaba mi comportamiento, siempre había sido así, pero solía serlo con gente con la que tenía bastante confianza. Recordaba el tacto de las manos de Hanma acariciándome el pelo y lo bien que se sentía. Él tampoco parecía incómodo con la situación, es más, seguro que hasta le gustó, por lo poco que conocía de él, estaba segura de ello.

El agua seguía corriendo.

¿Qué me dijo de que me iba a quemar? Estaba medio dormida en ese momento y no lo escuché bien. Igual hasta me lo imaginé.

Salí de la ducha y enrollé una toalla en mi pelo y en mi cuerpo. Mikey ya estaba aporreando la puerta así que bajé tal como estaba para abrirle.

 —¡Mikey! Te tengo dicho que no te presentes así en mi casa.

Vi que Draken venía con él, quien, al verme giró la cabeza instantáneamente avergonzado de verme en toalla.

 —Menudo recibimiento —dijo Mikey.

 —¿Quieres morir? Esperadme en el salón, me cambio y bajo.—Me di media vuelta y antes de subir la escalera le hice un corte de manga a Mikey, quien se rio.

Me puse ropa cómoda y bajé, Mikey ya había asaltado la despensa de mi cocina y se había autoinvitado a desayunar.

 —Tú como en tu casa ¿eh? —sonreí mientras le veía comer. Fui a la cocina e hice café—. ¿Queréis café? — pregunté.

 —Sí, por favor —contestó Draken.

 —Bueno, ¿a qué habéis venido? —pregunté sentándome en el otro sofá y dejando dos tazas de café en la mesa para ellos, yo me senté con mi taza en las manos para beberla mientras hablábamos. Ellos estaban en el que yo había dormido y donde aún estaba la manta hecha una bola en una esquina.

 —Ken-chin, dile tú —balbuceó Mikey con la boca llena de pan.

—Ryoko —Draken me miró fijamente—. ¿Qué impresión te da Hanma?

Me atraganté con el café y tosí.

 —¿Estás bien? —ambos me miraron.

 —No parece mal tipo, ¿por?

 —Parece llevarse especialmente bien contigo y con Kisaki.

 —Ah, eso...bueno sí...¿Qué pasa? ¿Emma os ha dicho algo? —ambos se miraron extrañados.

 —¿Emma? No —dijo Mikey, que había terminado de comer en ese momento—. ¿Qué nos tendría que haber dicho?

 —Nada en realidad, el otro día Hanma me acompañó y ella lo conoció, solo eso.

 —Ah... ¿y Kisaki? 

 —No sé, no he hablado mucho con él, la verdad. Pero creo que es normal que se lleven bien, estaban juntos en Moebius ¿no? y él fue quien lo trajo a la ToMan ¿verdad? —pareció convencerles la respuesta.

 —Tienes razón, aun así me preocupa, pero bueno, serán imaginaciones mías —contestó Mikey.

 —No te preocupes, por si acaso estaré pendiente de él —contesté dándole otro sorbo al café—. Cambiando de tema, vamos a lo importante —dejé la taza en la mesa—. ¿Qué pasa con las fiestas? ¿Qué vamos a hacer? ¿Llamo ya al local para reservarlo en fin de año? 

Solo con pensar en una celebración me emocioné un poco. Ellos pudieron notarlo.

 —Sobre eso... este año no creo que hagamos nada en fin de año —comprendí al instante el motivo.

 —Mhm... —asentí, algo decepcionada—, ¿no están los ánimos para fiestas, no? —aunque intentaba no recordarlo mucho, la pulsera que llevaba me lo recordaba todos los días, lo de Baji aún estaba reciente y podía comprender que lo último que podía apetecer este año era celebrar una fiesta sin él.

 —La verdad es que no, además Chifuyu ha dicho que tampoco le apetece hacer nada en su cumpleaños —él cumplía años el diecinueve de este mes.

 —Comprendo... pero... —junté mis manos—, ¿iremos por lo menos a ver los fuegos artificiales en fin de año? —les miré.

 —Eso seguro —Mikey se acercó a mí y posó su mano en mi cabeza—. Y no te preocupes, que ya celebraremos alguna fiesta... el cumpleaños de Mitsuya seguro —me volvieron a brillar los ojos y abracé a Mikey por la cintura.

 —Supongo que para ese entonces ya estaremos todos algo mejor ¿no? 

Llevaba pensando un tiempo que igual una fiesta subía los ánimos de todos, pero si nadie tenía ganas no iba a forzarles. A mí me apetecía, pero me daba un poco de miedo plantear la idea y que me llamasen insensible... al fin y al cabo... estaba intentando pasar página cuanto antes. De seguro que Baji no quería vernos tristes por su culpa.

El cumpleaños de Mitsuya se celebraba siempre el 12 de febrero y también siempre lo juntábamos con San Valentín. Hacíamos una fiesta ambientada. Era un poco cursi, pero las chicas insistimos hace años en decorar la fiesta y, además, Mitsuya aceptó la idea tan bien la primera vez que ya se quedó como costumbre. Es más, él hasta nos ayudaba con la decoración y siempre nos hacía algún complemento a las chicas para que nos lo pusiéramos todas a conjunto; algo para el pelo, un cinturón, y cosas así.

 —¿Eso es todo lo que hablasteis ayer?

 —Básicamente, ¿y tú? ¿estás mejor? —Mikey, por raro que pudiera sonar, parecía estar preocupado por mí.

Yo me separé de él y me recosté en el sofá. De nuevo pensé en Hanma y cómo cuidó de mí el día anterior.

 —Sí, ya me encuentro bien.

 —Me alegro, cuando Hanma te cargó de aquella manera me preocupó que llegaras a casa en condiciones —espetó Draken, de mala gana.

 —Ya os he dicho, no os preocupéis por él, puedo encargarme yo solita —sonreí.

Ambos volvieron a mirarse y esbozaron una sonrisa de complicidad para luego volver a mirarme.

 —¿Qué? ¿Vamos a tener que molerlo a golpes ya o no? 

Me sonrojé, sabía perfectamente a lo que se referían.

 —Sois tontos, no ha pasado nada ni va a pasar, y si hay que darle una paliza a alguien puedo defenderme, ya lo sabéis —alcé mis puños.

Los tres reímos. Me encantaba la manera en que, a su modo, se preocupaban por mí, aunque yo les dijera que no hacía falta que lo hicieran. Un sentimiento de felicidad por tenerlos en mi vida invadió mi pecho y me abalancé sobre ellos para abrazarlos con uno de mis brazos a cada uno.

 —Ya sabéis que mi corazón es solo de vosotros, y de Mitsuya y los demás —ellos no se movieron pero los vi sonreír—. Os quiero mucho, de verdad, gracias por ser mis amigos.

 —¿Seguro que no sigues enferma? —contestó Draken mientras reía.

Los abracé aún más fuerte.

 —No, seguro.

Tardaron poco más en irse y me recosté en el sofá, otra vez sola en casa. Saqué el teléfono. Tenía varios mensajes preguntándome si estaba mejor; de Smiley, Mitsuya y Chifuyu. Les contesté a los tres y vi que tenía un último mensaje. Cómo no.

Hanma "Dios de la Muerte", recibido el 4 de diciembre a las 10:45

Buenos días, espero que mis cuidados hayan hecho efecto

Tú, enviado el 4 de diciembre a las 11:30

Estoy mejor, gracias por lo de ayer.

Hanma "Dios de la Muerte", recibido el 4 de diciembre a las 11:45

Bueno, me hubiera gustado que nuestra primera cita hubiera sido de otra forma, pero qué se le va a hacer

Tú, enviado el 4 de diciembre a las 11:50

¿Qué hablas? ¿A eso lo consideras una cita? No tengo el listón tan bajo, guapo

Hanma "Dios de la Muerte", recibido el 4 de diciembre a las 12:00

Acabaste entre mis brazos, aunque no sé si por que estabas mala o querías tenerme más cerca, así que solo por eso sí, para mi lo fue, bonita ;)

Empecé de nuevo a sentir mariposas en el estómago al leer sus mensajes, pero igual este juego ya estaba yendo muy lejos. Los demás tenían razón, ¿debería preocuparme por que me atraiga Hanma? Por el momento decidí que guardaría un poco más las distancias y quizá dejar que las cosas sigan su curso natural... aunque creo que iba a costarme... nunca me había sentido tan atraída hacía ningún chico.

Tú, enviado el 4 de diciembre a las 12:05

Fue por la fiebre, ya te dije una vez...no te montes películas, ¿dijiste algo de quemarme o algo así? estaba medio dormida y no lo escuché y llevo toda la mañana intentando acordarme.

Hanma "Dios de la Muerte", recibido el 4 de diciembre a las 12:10

No dije nada

Tú, enviado el 4 de diciembre a las 12:12

Vale, entonces me lo soñaría, lo que yo pensaba. En todo caso, gracias por cuidar de mí, Hanma. Al final va a resultar que de verdad eres amable.

Hanma "Dios de la Muerte", recibido el 4 de diciembre a las 12:15

Contigo me sale serlo.

Si me decía esas cosas definitivamente no iba a poder alejarme fácilmente.

Tú, enviado el 4 de diciembre a las 12:15

No sé qué decirte a eso. ¿Gracias? ¿Perdón?

Hanma "Dios de la Muerte", recibido el 4 de diciembre a las 12:15

No hace falta que me digas nada. ¿Has hablado ya con Mikey de lo de la reunión de ayer? Me gustaría enterarme de lo que dijeron.

Tú, enviado el 4 de diciembre a las 12:16

Sí, Draken y él acaban de estar aquí hace un momento. Nada cosas de las fiestas y poco más.

Hanma "Dios de la Muerte", recibido el 4 de diciembre a las 12:17

Aún así me gustaría saberlo. Mañana paso a por ti a las 7 de la tarde y me cuentas.

Tú, enviado el 4 de diciembre a las 12:18

¿No me preguntas si he quedado o si tengo algo que hacer? Así tal cual

Hanma "Dios de la Muerte", recibido el 4 de diciembre a las 12:20

Mañana es lunes y trabajas por la mañana, que yo sepa no tienes planes para por la tarde de momento ¿no? Pues ya los tienes, conmigo

Tú, enviado el 4 de diciembre a las 12:25

Cierto, ¿me estás controlando? punto negativo

Hanma "Dios de la Muerte", recibido el 4 de diciembre a las 12:30

Sabes que no ¬¬, puedes hacer lo que quieras pero deja de ser tan cabezota, mañana paso a por ti.

~ 5 de diciembre de 2011, 19:05 p.m. ~

Estaba en la puerta de fuera de casa esperando a Hanma. Ya habían pasado las siete de la tarde y no aparecía, supongo que se retrasará un poco. Encendí un cigarro y escuché una moto al final de la calle. Le di un par de caladas al cigarro mientras él llegaba hasta donde estaba.

Hanma paró la moto justo enfrente de mí. En comparación a la mía, aquella moto era enorme.

 —Hola —me saludó—, ¿me das uno? —dijo señalando al cigarro.

 —Toma este —le di el que tenía encendido y él inclinó la cara. Se lo puse en la boca y cogí el casco que traía colgando del manillar para ponérmelo.

 —¿A dónde vamos? —pregunté mientras abrochaba la cinta del casco.

 —Ahora lo verás, venga, móntate, doña impaciente —movió la mano señalándome el asiento de atrás.

Hice un puchero y me monté en la moto. Me quedé con los brazos cruzados esperando que arrancase.

 —¿No te vas a sujetar hoy? —se giró y me dedicó una sonrisa burlona. 

 —Estoy bien así, arranca —la idea de intentar enfriar un poco las cosas seguía latente en mis pensamientos. Aunque mis manos no pensaban lo mismo, deseaban tocarle.

Arrancó y empezó a manejar por las calles. No sabía muy bien a dónde estábamos yendo. Cuando llevábamos un rato circulando la moto pasó un bache que hizo que finalmente tuviese que apoyar mis manos en él y terminé abrazándolo por la espalda.

 —Así mejor, ahora puedo ir más rápido —acarició una de mis muñecas.

Aunque él no me veía, yo sonreía y dejé que mi cabeza se apoyara en su espalda. Tal vez no era tan malo sentirme así.

Al cabo de otra media hora llegamos al destino. Estábamos a las afueras de la ciudad, en un parque donde las familias solían ir a pasar los días juntos; había mesitas de madera con bancos a los lados y muchos árboles alrededor.

 —¿Para qué me has traído tan lejos? 

 —Solía venir aquí con mi madre, es tranquilo y quiero hablar contigo —no respondí. Él estaba serio ¿Qué me pasa? Me había puesto nerviosa de repente y sin ningún motivo para hacerlo.

Nos sentamos en una de las mesas, uno frente al otro. Él había comprado un par de cafés en lata de una máquina que había allí. Abrí mi lata y saqué un cigarro que encendí de inmediato. Joder, me temblaba la pierna.

 —¿De qué quieres hablar conmigo? 

Hanma se quedó pensando por un momento hasta que separó los labios para decir algo, aunque volvió a cerrarlos. Sin embargo, al poco habló.

 —Es solo que me parece raro que nos llevemos bien. Al fin y al cabo, antes nuestras pandillas eran "enemigas" por así decirlo, no sé, tengo un lío hecho en la cabeza y además, lo estuve pensando ayer, y casi no sé nada de ti, ya no puedo decir que no te conozca...de hecho...en cierto modo puede hasta que me importes un poco —vi que él también sacaba un cigarro.

 —¿Eso era? Hanma, no sabes que susto me has dado.

 —¿Qué pensabas que iba a decirte? 

 —¡Yo qué sé! Tanto misterio con lo que has dicho me ha asustado —sonreí—. Pero si querías saber de mí solo me tenías que haber preguntado, ¿qué quieres saber?

 —Varias cosas.

 —Tú solo pregunta, te aviso que hablo por los codos —bromeé dándole un sorbo al café.

El Sol aún estaba fuera, aunque ya algo anaranjado y cada vez más en el horizonte, por lo que los tonos añiles se iban haciendo notables en la parte más alta del cielo.

 —¿Por qué vives sola? ¿No tienes familia? —preguntó en primer lugar.

 —No, al menos que yo sepa no tengo a nadie —me coloqué mejor en el banco, subiendo uno de los pies al asiento—. Cuando era pequeña iba en el coche con mis padres de vacaciones —noté una presión en el pecho, lo tenía más que superado pero hablar del tema siempre me ponía algo nerviosa—, tuvimos un accidente y ellos murieron. A mí no me pasó nada más aparte de unas heridas y golpes, al menos, eso me contó mi abuela. 

Hice una pausa.

 —La casa donde vivo es de ella. Estuve viviendo con mi abuela hasta hace unos años, que ella murió y me quedé sola en la casa —terminé.

 —¿Por eso los altares que vi en la esquina del salón? —asentí.

 —La próxima vez que vaya a tu casa les daré mis respetos a tus padres y a tu abuela.

 —No tienes por qué hacerlo.

 —Quiero hacerlo.

 —Si insistes... —saqué otro cigarro del paquete—. ¿Qué más? 

 —Bueno...¿por qué el tatuaje? No creo que sea por algo de la pandilla, ¿estoy en lo cierto?

 —Es por ellos; mi madre, mi padre, mi abuelita y bueno, no lo conoces, también por el hermano de Mikey, Shinichiro. Todos ellos son mis ángeles y... —llevaba un tiempo pensando en aquello—. Quizá ahora también pueda decir que es por Baji, aunque yo ya tenía el tatuaje cuando todo pasó.

Mis nervios aumentaron y mis ojos empezaron a humedecerse.

 —Desde aquello... noto que el peso en mi espalda es mayor, por lo que seguramente sea él, que también está ahí para mí, para siempre.

 —¿Te llevabas muy bien con él por lo que parece no? —se puso algo serio y le dio un sorbo al café.

 —Sí... más de lo que te imaginas... ya te dije.

 —Si —se rozó la cara con la palma de la mano— recuerdo que me dejaste bastante claro que no era tu novio.

 —Eso es, digamos que era un amigo especial 

Él pareció entender a lo que me estaba refiriendo y su mirada se enfrió.

 —Oye, enana... —bajó la mirada hacia aquella mesa de madera— sé que no sirve de mucho que vuelva a pedírtelo, pero lo siento, aquello no debería haber pasado.

 —Lo sé, no te preocupes, yo intento seguir adelante con mi vida, es lo mejor que puedo hacer.

Él estiró una de sus manos y tomó la mía. 

 —¿Sabes? Me gustaría que, aunque eres una cabezota, si en algún momento necesitas algo sepas que puedes llamarme... no puedo compararme a todos tus otros amigos, pero tengo la sensación de que quiero protegerte como ellos hacen y que algún día puedas verme como alguien digno de tu confianza.

Alcé una ceja, confusa.

 —¿Quién eres y qué has hecho con Hanma Shuji? —pregunté algo sorprendida por la sinceridad con la que me dijo aquello.

 —Yo no he hecho nada... —agarró mi mano con más fuerza y se quedó en silencio.

 —Hanma, me caes bien, aunque me pongas de los nervios y deseé matarte a golpes a veces.

 —¿Solo a golpes? —me dijo mirándome pícaramente. Volvía a ser el de siempre.

 —Vale, el Dios de la Muerte ha vuelto —reí. Él imitó mi acción, esbozando una enorme aunque pícara sonrisa.

Por algún motivo me sentía cómoda tal como estábamos, él no había soltado mi mano y de vez en cuando, acariciaba el dorso de esta con su pulgar, ese hecho hacía que los nervios que tenía se me calmasen un poco. Pero, que a la vez, otro tipo de nervios surgieran en mí, unos de los que el roce de sus dedos eran los culpables.

Estuvimos hablando un buen rato más; me preguntó sobre los chicos de la ToMan, cómo los había conocido, con quiénes me llevaba mejor, si alguna vez me había peleado con ellos, le hablé también de Emma y su relación con Draken y de cómo este, por lo duro que parezca, tiene un corazón tan enorme que no le cabe en el pecho. 

Él no parecía del todo de acuerdo con ello, es como si tuvieran un pique interno entre ellos y siempre que estaban juntos el aire se volvía tan espeso que podía cortarse con un cuchillo.

El Sol hacía un rato que se había ido y estaba empezando a refrescar. La única luz que allí alumbraba era la de los extremos de los cigarros que de vez en cuando encendíamos y la de los mecheros que les daban llama.

 —Oye, y al final, ¿qué te dijo Mikey de la reunión de ayer? —preguntó mientras se abrochaba la chaqueta hasta el cuello.

 —Pues nada, que no vamos a hacer fiestas por lo menos hasta febrero, nadie tiene ánimos, la verdad —le dije—. Aunque yo tengo unas ganas locas de emborracharme.

Imité su acción y abroché mejor mi chaqueta.

 —Joder, qué frío —me quejé. Él sonrió tras el borde del cuello de aquella chaqueta. Se le estaban empezando a colorear las mejillas de rojo debido al frío.

 —Entonces no era nada importante por lo que parece, hicimos bien en irnos de la reunión.

Me sonrojé recordando todo aquello una vez más, y notaba que la punta de mi nariz se estaba helando.

 —Venga, te llevo a casa, no quiero tener que cuidarte una vez más —guiñó un ojo.

Nos levantamos de aquella mesa, tiramos las latas de café vacías a una papelera y nos montamos en la moto. Esta vez me abracé a él sin que me lo pidiera, más por el frío que por otra cosa. Él estaba callado. Miraba al frente aunque de vez en cuando tocaba mi brazo con la mano, asegurándose de que estaba bien sujeta. No condujo muy rápido y la verdad que lo agradecí, de esa manera el frío que se notaba era menor. Durante el camino mi mente se puso a divagar pensando nuevamente en mi relación con él. Estaba a gusto con él, y no me costaba contarle cosas sobre mi vida, supongo que ambos tuvimos esa conexión desde que nos conocimos en julio.

Con ese último pensamiento, la moto se detuvo y vi que habíamos llegado a mi casa. Bajé del vehículo y me empecé a quitar el casco con cuidado.

 —¿Cómo pasa el tiempo, no? —pregunté y él pareció algo confuso.

Rodé los ojos.

 —Ya hace casi cinco meses que nos conocimos en aquella nave, aunque aquel día no sabía quién eras, y mira ahora —me reí—, podría decirse que hasta somos amigos, el destino vuelve a hacer de las suyas —miré hacia el cielo quitando ya del todo el casco de la moto de mi cabeza.

 —Mira... —se acercó a mí y puso su cara al lado de mi oído— yo no creo en el destino, enana.

Sin venir a cuento, dejó un suave beso en mi mejilla y, sin decir nada más, se montó en la moto y arrancó.

Me quedé tocándome la mejilla.

 —¿Esto qué es? ¿por lo del día de Emma? —le dije riendo.

 —No —la moto empezó a avanzar, pero se detuvo y giró su cuerpo hacia mí—, eso ya me lo cobré hace dos días —rio y continuó alejándose.

 —¿¡Cuándo!? ¡Serás guarro! ¡Vuelve aquí! ¡Hanma! ¿¡Qué me hiciste!? —gritaba para que me escuchase, pero solo podía oír sus risas. Eso, y ruidos que venían de la casa de al lado, sería la vecina, de nuevo cotilleando.

Me encanta cuando se mandan mensajitos jajajajaj

Gracias a tods de nuevo ♡

No olvidéis votad la historia y dejar vuestros comentarios de qué os está pareciendo y como van avanzando estos dos.

Tengo muchísimas ganas de escribir los próximos capítulos, ya se van a ir viniendo cositas^^



















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