~ 𝑼𝒏𝒐 (𝑹.) ~

~ 27 de octubre de 2018– POR LA TARDE ~

  —¿Podemos parar un momento? —dije, sintiendo un poco de quemazón y aguantándome las lágrimas que desde hace un rato estaba conteniendo —. Necesito un poco de aire. — Él me miró con cara de preocupación.

  —Podemos continuar otro día, si prefieres.

Negué con la cabeza, haciéndole saber que solamente necesitaba un respiro para tomar aire y él asintió, dejando lo que estaba haciendo y preguntándome si necesitaba que me acompañase. Volví a negar, cogí un cigarro y el mechero de mi bolso y me dirigí a la entrada, salí por la puerta y, apoyándome en la entrada del establecimiento, me solté la coleta que llevaba desde hace un rato, dejando que mi pelo -el cual estaba ya demasiado largo y pensé en cortar tantas veces- se deslizara por mi nuca y por mi cuello, cayendo a lo largo de mi espalda y dándome también un respiro de la tirantez que tenía en la cabellera. 

Encendí el cigarro, dándole una larga calada y expirando después el humo en un profundo suspiro.

  —Qué tonta...pensar que esto me iba a doler más emocionalmente que de forma física —susurré mientras dejaba caer un par de lágrimas y me miraba las muñecas, en donde tenía dos pequeños tatuajes, uno en cada una de ella, los cuales para mí tenían el mayor significado del mundo y me recordaban a una época pasada de mi vida. 

Pero, hacía ya tanto tiempo que me los hice que, con el paso de los años, se habían ido borrando, perdiendo ese color negro brillante que tenían al principio.

No pude contener una pequeña risa irónica al pensar cómo, junto con el transcurso del tiempo, estos tatuajes habían ido desapareciendo, igual que algunos de los recuerdos de entonces. 

Esos tiempos fueron hace demasiados años.

Me había preguntado muchísimas veces qué habría pasado si las cosas no se hubieran torcido de aquella manera, cómo sería mi vida actual, ¿sería diferente a esta mierda? Intentaba explicarme a mí misma la razón de todos los actos y decisiones, tanto mías como de los que me rodeaban por aquél entonces.

En especial, los de aquella persona.

Sin embargo, hasta la fecha de hoy, no conseguía saber qué fue lo que nos llevó hasta este punto, y si en algún momento lo supe, supongo que lo olvidé para no hacerme más daño a mí misma.

Continué fumando por un rato más, mirando hacia el cielo.

Recordando todo lo que estaba a punto de dejar atrás.

~ Ese mismo día en la mañana ~

  —¿Estás despierto? —le pregunté mientras lo zarandeaba un poco. Se había quedado dormido en el sofá de casa. Seguramente se quedó viendo vídeos antiguos hasta las tantas de la noche y le dio pereza ir para la cama.

Sólo me respondió con un pequeño gruñido y se giró para darme la espalda. Evidentemente estaba cansado y, por lo que pude ver, tenía las ojeras coloradas. 

  —Otra vez has estado llorando ¿Verdad? —dije casi susurrando para no despertarle. 

Le tapé con una manta que teníamos por el salón, le di un beso en la frente y fui hacia la puerta de la calle, no sin antes dejarle una nota escrita para que no se preocupase por mi ausencia cuando se despertara.

"¡Buenos días! Estabas dormido y no quise despertarte. Voy a estar fuera todo el día, igual vengo a la hora de comer, pero no sé si me dará tiempo. Por si acaso te he dejado algo de las sobras de anoche en el horno para que comas...pero come, por favor, sabré si no lo has hecho, ya sabes que soy como el chavalito de aquella serie que veíamos de pequeños, el detective que se volvía pequeño por una droga...¡agh! no me acuerdo como se llamaba, ¡si me acuerdo te lo diré más tarde! Bueno, que me voy de lo que te iba a decir, estaré donde Takemicchi y Hina por la mañana y por la tarde iré a lo que te comenté... ¡A ver si no me hacen un destrozo! Jaja, bueno, me voy. Ten un buen día, te quiero Ken"

Mi idea era sólo la de decirle que le había dejado comida y que iba a estar fuera, pero al final, como siempre, escribí de más al divagar en otras cosas. Es algo que siempre me pasaba. Sin embargo, sabía que a él no le importaba. Es más, me decía que es de las pocas cosas que le hacían muchísima gracia hoy en día. 

A mí me salía natural el escribirlas de esta manera, así que por lo menos sabía que tendría algo de alegría cada mañana gracias a mí, y eso me relajaba un poco.

Sin entretenerme mucho más, me puse mis zapatillas, cogí mi bolso asegurándome de llevar todo lo necesario, que no era mucho; mi paquete de tabaco, algún mechero, la cartera, un par de gomillas para el pelo y las llaves de casa. 

Salí y cerré con el cuidado de no hacer ningún ruido.

Caminé unos cuarenta minutos por las calles de Tokio, nuestra ciudad de siempre. 

Take y Hina no vivían muy lejos de nosotros, considerando que unos cuarenta minutos andando no eran mucho en comparación a cuando quería ir al centro de la ciudad, que perfectamente podía tardar dos horas a pie. Sin embargo, a mí no me importaba caminar, me servía para despejarme y tener un tiempo para pensar en mis cosas.

Distraída, y sin darme cuenta, llegué a la puerta de la casa de los dos tortolitos. Piqué al telefonillo y, como siempre, vino mi pequeñita a recibirme con los brazos abiertos. 

  —¡Tita! —La abracé como siempre, cargándola en mis brazos y saludando a Take y Hina con una sonrisa. Pasamos al salón y tomamos un café mientras charlábamos.

 —¿Cómo que no ha venido Ken contigo? — preguntó Hina.

  —Ya sabes cómo es, se ha pasado la noche entera despierto y estaba frito en el sofá, he preferido dejarlo durmiendo.

 —Nada raro en él —dijo Takemicchi desde una esquina del salón mientras jugaba con su hija pequeña.

  —Bueno, cambiando de tema, ¿Dónde vas esta tarde que te lo tienes tan callado? —asaltó Hina.

  —Os lo enseñaré en unos días, solo Ken sabe a dónde voy porque ya sabéis, —hice una mueca —, "nunca ir a ningún sitio sin decir a dónde vas por lo menos a una persona" —miré fijamente a Hina, intentando no reírme, ya que, al fin y al cabo, ella actuaba como una madre para todos nosotros y siempre nos decía cosas por el estilo, o al menos, los que seguíamos en contacto, y eso me producía muchísima ternura.

Pasamos el resto de la mañana charlando y al final se me hizo tarde, así que decidí quedarme a comer con ellos.

Miré el móvil, pero Ken parecía que aún no despertaba...

¿Hasta qué hora se quedó despierto este imbécil? 

Sin darle más importancia me despedí de mis amigos después de comer y salí de su casa.

Cuando estaba a punto de girar la esquina escuche una voz aguda detrás de mí 

 —¡Tita! ¡Vuelve pronto a verme y a jugar conmigo! ¡Y dile al Tito Ken que venga y que me deje peinarle la trenza como a las princesas! ¿Me lo prometes?

Esta niña me mataba de ternura. Tuve que volver corriendo hacia ella para darle un abrazo y llenarla de besos por la frente.

  —¡Claro que se lo diré! Ya verás como a la próxima venimos los dos juntos. ¡Oye! Que a la tita se le hace tarde y tiene que ir andando muy muy lejos, te llamo mañana por teléfono ¿vale mi vida? —miré a la carita de la pequeña y ella me sonrió .

   —¡Vale Tita! Te quiero mucho —canturreó.

   —Yo también te quiero mucho, Emma.

~ Presente, ese mismo día por la tarde ~

Miré de nuevo mis muñecas, las cuales empezaron a soltar un poco de sangre y tinta, eché un vistazo dentro del establecimiento y vi que él me estaba esperando para continuar tapando aquellos tatuajes que habían significado tanto para mí y que, hace solo unos días decidí cubrir con otros, intentando dejar algo del dolor atrás.

Sin pensarlo mucho más, le di una última calada al cigarro. Aún le quedaba la mitad, pero lo tiré.

Fumar solo la mitad de los cigarros era una de las pocas costumbres que no había perdido desde aquél entonces.

Justo cuando iba a cruzar la puerta, noté cómo una silueta, quizá demasiado alta, se paraba detrás de mí.

Desde el rabillo del ojo pude comprobar que estaba mirando hacia la colilla que había tirado al suelo. 

Y, de repente, rompiendo todos mis esquemas, habló.

Nunca creí que volvería a escuchar esa voz de nuevo.

 —¿Enana? 

¡Hola!

Bueno pues aquí el primer capítulo de la historia.

Cualquier cosita u opinión podéis dejármelo en los comentarios :) 

Hasta pronto^^

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