~ 𝑼𝒏𝒐 (𝑯.) ~
~ 27 de octubre de 2018, en algún otro lugar de la ciudad ~
—Buenos días —Dije sin muchos ánimos al señor que se encontraba en la recepción del lugar.
Acababa de llegar al edificio donde nos reuníamos para planificar todas las acciones del grupo.
Subí a la décima planta para entrar a la sala de reuniones, la cual estaba decorada de una manera demasiado ostentosa para mi gusto, con una mesa redonda de caoba y varias sillas semejantes alrededor, encima de ésta se encontraba un juego de vasos de cristal junto con varias botellas de alcohol, había whisky, brandy, vodka...
Eso que no falte de nada.
El resto de la habitación era más ostentosa si cabía; una moqueta color granate cubría el suelo, en las paredes había grandes ventanales con cortinas del mismo color, recogidas con cuerdas doradas de manera que se podía ver la ciudad a través de los cristales, de la pared colgaban cuadros que aún no tenía ni idea de quién coño eran o qué representaban ya que no eran precisamente de mi gusto. De hecho, me parecían insulsos en cierto modo, pero al "jefecito" le gustaban, así que ahí se iban a quedar, me gustase o no.
Me acomodé en una de las sillas y, a los pocos minutos y como todos y cada uno de los días, una de las secretarias -la cual cada día que pasaba comprobaba que intentaba acercarse más a mí- me trajo un café doble a la sala donde esperaba a que vinieran los demás.
Quizá yo tuviera la culpa de que ella estuviera malentendiendo mis gestos, pues había escuchado a las demás empleadas hablar en voz baja sobre mí y el hecho de que solía ir acostándome con las socias de la empresa o alguna que otra trabajadora.
Sin embargo, nunca pasaba de eso, un simple polvo y ya.
Nunca era nada más.
Nos había citado el jefe para no sé qué asunto que quedaba pendiente. Seguramente, cualquier ajuste de cuentas con algún desgraciado que nos debería una miseria, pero bueno, el pensamiento del jefe era el de que no podíamos dejar que nada ni nadie nos debiera nada, por poco que fuera, para no perder el respeto dentro de este mundo.
—Joder, siempre soy el primero —murmuré.
No me quedaba otra que esperar que los impresentables de mis compañeros, si podía llamárseles así, porque para mí no eran más que desgraciados que no tenían nada mejor que hacer en sus vidas de pequeños y fueron a toparse con el hombre que les solucionó la vida.
¿Suerte? para ellos quizá, para mí simplemente ha sido una manera de sobrevivir mejor que los demás.
Le di un sorbo al café.
—¡Hostia puta cómo quema!
Aparté corriendo la taza, no sin que antes se cayeran dos gotas en el pantalón de mi traje a la altura de los muslos. Chasqueé la lengua enfadado.
—Vaya manera de empezar el día...
—¡Señor!
Entró la mujer que me trajo el café hace un rato.
—¡Lo siento por interrumpir! le he escuchado quejarse desde afuera, ¿quiere que le haga otro café? —pobrecita, me miraba con cara de corderito asustado.
—No, no te preocupes, tomaré este...aunque...lo que si puedes hacer es bajar a la tienda de trajes de enfrente y comprarme un cambio de pantalón de traje, dile que es para mí, el sastre me conoce, se lo pagaré después. — La chica miró la mancha de café, se me acercó de una manera insinuante.
¿Qué haces?
Ella se agachó.
—¿No preferiría que se lo limpiase? — habló de manera insinuante e hizo el intento de limpiarlo poniéndome la mano en una de mis rodillas.
Le aparté la extremidad bruscamente.
—No —contesté—, no te dije que pudieras tocarme, ahora vete, y haz lo que te he pedido, por favor, la reunión está por comenzar.
Yo era uno de sus jefes, aun así podría decirse que era de las pocas personas que pedía las cosas con educación en este sitio, la gente que estaba aquí contratada no eran personas corrientes al fin y al cabo, había un poco de todo; delincuentes, exprostitutas, mafiosos, chavales que querían ganarse un dinero haciendo recados...
—S-si Señor, lo lamento — Me dijo asustada.
No le respondí y sólo le hice un gesto con la mano para indicar que se fuera mientras me acomodaba mejor, dejándome caer en el respaldo acolchado de la silla, y echando mi cabeza hacia atrás. Encendí un cigarrillo, y me quité las gafas por un momento para poder frotarme ambos ojos con mi índice y el pulgar.
Escuché un ruido tras de mí. La puerta de la sala se abría y sólo se escuchaban las estúpidas conversaciones que ellos siempre tenían: algo sobre unos coches de lujo que querían comprar o por el estilo. Sinceramente, no presté mucha atención.
Apagué el cigarro dejándolo a medias, una vieja costumbre.
—¡Buenos días mechas! —Me dijo Koko. Lo fulminé con la mirada.
—Buenos días, tacaño —contesté. Koko se puso algo serio pero disimuló una sonrisa mientras avanzaba. Los demás iban entrando y saludando cada uno a su manera, alguno incluso parecía que acababa de levantarse.
—Id tomando asiento y dejad de parlotear, que ya habéis tardado bastante en venir, llevo aquí veinte minutos —Todos me miraron haciendo silencio y uno a uno fueron tomando asiento en aquella mesa redonda.
Los ocho asientos que había se fueron ocupando por esta panda de inútiles que podíamos llamar "Jefes" de la organización: Koko, Ran, Rindou, South, Muto e Inui.
Sólo quedaba un asiento libre en frente de mí.
—¿Qué con esta reunión tan repentina? — preguntó Inui.
—Nos ha convocado para hablar sobre varios ajustes de cuentas, desconozco la razón de la urgencia, pero si él ha decidido celebrar esta reunión hoy mismo será por algo importante — contesté —. Por cierto, ¿alguno sabéis dónde se ha metido? —miré la hora en mi reloj.
Justo en ese instante la puerta se abrió de nuevo, no hacía falta que me girase a ver quién era, su sola presencia hizo que todos se pusiesen rectos en sus asientos.
—Buenos días, Jefe.
Kisaki esbozó media sonrisa.
—Buenos días — tomó asiento en la silla que estaba frente a mí—. Los he reunido aquí por un par de razones. La primera es la menos importante y es de la que hablaremos ahora.
Agarró una carpeta y sacó varias fotografías de un tipo con no muy buena pinta.
—Este tipo ha ido endeudándose con nosotros desde hace varios meses, sin devolvernos nada hasta la fecha de hoy, digamos que... le haremos ver la importancia de pagar sus deudas dándole un toque de atención...¿Hanma? —me miró fijamente—, ¿puedes encargarte?
Asentí y Kisaki me pasó la carpeta con la información del tipo, un don nadie al parecer. Decidí dejarla a un lado para echarle un vistazo después, no me suponía un gran problema arreglar estos asuntos.
—Bien—Kisaki habló de nuevo, poniendo los codos sobre la mesa y cruzando los dedos de sus manos enfrente de su boca—. Ahora, el motivo principal por el que he querido reuniros hoy aquí.
Se puso serio y entrecerró los ojos.
—Los he encontrado— todos nos quedamos callados, escuchando interesados sus palabras —. He encontrado a los últimos resquicios de la ToMan.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando escuché ese nombre. Muchos recuerdos pasaron por mi cabeza y, de entre todos ellos, una figura que me atormentaba desde aquél entonces tomó presencia en mi mente.
—En los documentos que os he entregado encontraréis toda la información y lo que debéis hacer todos, sin excepciones.
No añadió nada más. Se levantó de su asiento y se dirigió hacia la puerta.
Justo cuando pasó por mi lado, Kisaki puso un gesto de desagrado y habló en un tono que solo yo podría escuchar
—Aun así, aún hay cierto elemento que se me resiste, aunque no me molesta, ya que se solucionará después de esto —Sólo dijo eso, dejándome algo confuso antes de que abandonase la sala.
Sacudí la cabeza y estiré un poco el cuello. No había dormido bien la noche anterior y me notaba algo agarrotado.
—Bueno, manos a la obra, nos veremos en la siguiente reunión —terminé por ser yo quien hiciera a los demás moverse del asiento.
Me levanté de la mesa, con la intención de ir a mi despacho a echarle un vistazo a los papeles que Kisaki me había dejado con el encargo de aquel tipo, no sin antes recoger el traje nuevo que encargué y que estaba cuidadosamente colgado en una percha. Tenía una nota colgando.
"Señor, aquí está el traje que me pidió, el sastre me dijo que no era necesario pagárselo"
—Normal — dije en voz baja, siempre le encargamos a él los trajes de todos los de la organización, ese hombre gana suficiente dinero como para poder hacernos la pelota de estas maneras. Continué leyendo
"Lamento lo de esta mañana, no era mi intención incomodarle. Para cualquier cosa, estoy a su disposición"
No pude evitar poner una sonrisa pícara, esta mujer había subrayado "cualquier cosa".
En serio, qué aburridas son todas.
Me senté en mi sillón y abrí la primera carpeta que me dio Kisaki, echándole un vistazo a la información sobre aquel tipo e hice unas llamadas para dejarlo todo planificado. Este asunto lo resolvería esta misma tarde y así ya no tendría que ocupar más de mi tiempo.
No le hice mucho caso a la otra carpeta con los encargos que Kisaki nos había dado, ya que hoy estaría ocupado con el primero y más sabiendo que era un encargo para todos, por lo que los demás seguramente se encargarían de hacerlo todo. Podía dudar de ellos para casi cualquier cosa, pero, en lo que concernía a órdenes directas de Kisaki, eran todos infalibles.
Todos le temían, todos, menos yo. Había pasado tanto tiempo, que ese temor que le tuve una vez había desaparecido por completo.
Miré de nuevo la información de la primera carpeta y le eché un vistazo a las fotografías del tipo.
—Bueno...parece que hoy tendré el día ocupado... qué aburrimiento —suspiré.
Lo que no sabía en aquel momento, era que en ese encargo iba a cruzarme de bruces con todo el pasado y con la única persona que, en algún momento de mi vida, había conseguido hacerme feliz.
¡Holis!
Como veréis, es un futuro en el que ninguno de la ToMan está en este grupo que no parece que haga negocios muy legales, ¿qué paso con ellos?
Besis
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