~ 𝑻𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒄𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 ~

Intenté convencerla de que no se fuera aquella noche, pero al día siguiente tenía que trabajar en la tienda, y no tenía cambios de ropa, por lo que no me quedó más remedio que llevarla a casa.

¿Iba a intentar no enamorarse de mí? No sé si lo dijo en serio, pero en cierto modo creo que es mejor que no lo haga. 

Me dolió un poco que lo dijera, pero quizá no mereciera el amor de nadie.

Ni siquiera el de ella.

¿Qué coño me pasa? mi cabeza no para de darle vueltas a esa puta frase.

Pasamos el domingo juntos, entre caricias y besos. No podía separarme de su lado ni un segundo. Cada cosa que descubría de ella me gustaba aún más que la anterior. Pero esas palabras...

Nunca me he enamorado. Bueno, nunca me ha gustado nadie, no hasta el punto que ella lo hace, pero decírselo seguramente la asustará, sé que le gusto, aunque ella tampoco quiera admitirlo, pero ¿para qué? Si no pretende ir a más, ¿Qué hago pensándolo tanto?

Mi mente estaba dividida, tenía un lío de cojones; quería estar con ella otra vez, pero por otro lado, tenía que tener cuidado con Kisaki, parecía que no iba a hacerle nada, pero no quería olvidarme de que su idea principal era la de eliminarla. 

Estoy en medio de todo, como siempre, soy la marioneta de alguien más, y, lo peor de todo, es que Kisaki piensa que estoy con ella de esta forma por órdenes suyas, y ni se acerca a la realidad.

Esa noche recibí un par de mensajes.

Enana, recibido el 12 de febrero a las 23:49

A mi también me ha costado despedirme, que lo sepas. Un beso

Sonreí, aunque la sonrisa en mi cara duró poco al ver el siguiente.

Kisaki, recibido el 12 de febrero a las 23:49

Voy a intentar ganarme su confianza, tenías razón, igual nos sirve más de nuestro lado que muerta. Es... avispada, por decirlo de alguna manera. Me gusta.

No contesté. Básicamente porque al leerlo destrocé el teléfono contra la pared. No tenía ni puta idea de qué hacer. Tenía a las dos personas más divertidas del mundo tirando de cada uno de mis brazos hacia direcciones diferentes. 

Lo que sí sabía era una cosa. Si en algún momento su vida corría algún peligro, elegiría protegerla por encima de todo, hasta por encima de mí mismo.

Volví a pensar. La presión de mi pecho cobró sentido: era ella.

Tengo que comprar un teléfono nuevo, qué pereza.

~ 14 de febrero de 2012, 11:00 a.m. ~

 —¡Qué fuerte! ¡Me muero! —gritaba Emma al teléfono. Estaba en la tienda, pero salí a la puerta a fumar para hablar con ella y contarle lo que había pasado el fin de semana.

 —Ya, ya... pero desde el domingo no sé nada de él, al final es lo que yo pensaba, si es que lo sabía, al final iba a pasar de mí, ni un "hola" ni "buenos días", menudo teatro, de verdad Emma, que tengo unas ganas de darle una paliza a alguien que no son normales.

 —Te presto a mi hermano si quieres, está súper pesado desde el sábado, quiere saber dónde estabas y yo cada vez que le repito que estabas en tu casa dormida me mira raro, no se lo cree.

 —No, si al final hasta tendré que contarlo, verás tú —en realidad quería llorar de rabia.

 —¿A quién vas a darle una paliza? ¿Puedo ir? —me atraganté con el humo del cigarro.

 —Emma, te cuelgo, está aquí, luego hablamos —hablé al móvil.

 —¡Pégale! —gritó la rubia al teléfono antes de que colgase y yo reí, aunque la sonrisa se borró de mi rostro rápidamente.

 —A ti —le dije a Shuji, que me miraba sonriente y eso me enfadaba aún más—. "No te quiero alejar de mí" "No te vayas" al final no va a hacer falta que yo haga nada, ¿no? 

No me dejó seguir hablando, acunó mi cara con una de sus manos y me besó.

 —Se me ha estropeado el teléfono y no me sé tu número de memoria, ayer trabajé todo el día y he venido directamente aquí al salir del turno de la noche, imagino que en la tienda vendéis teléfonos, ¿no? —volvió a besarme—. ¿Aún quieres darme esa paliza? Lo siento, debí avisarte antes.

Mi enfado pasó a vergüenza, me había comportado como una niña pequeña de nuevo.

 —Lo siento... —bajé la cabeza—, pensaba que... 

 —No te dije aquellas cosas por decir, tonta —suspiró—. ¿A qué hora sales?

 —Pues tengo que estar toda la mañana aquí, la jefa hoy no viene y estoy sola.

 —Bien, ¿puedo pasar? 

 —Sí, sí, venga pasa dentro —estaba nerviosa de nuevo, no sabía si mi actitud había hecho que todo lo que habíamos conseguido avanzar retrocediera el doble.

Entramos y me volví a poner el delantal del trabajo. Fui con él a la zona de los teléfonos y le mostré los que había.

 —No te preocupes, usaré mi descuento de empleada, ventajas de conocerme —dije mientras miraba entre los teléfonos.

Se decidió por uno y fuimos al mostrador, no había nadie en la tienda en ese momento, así que aproveché para ayudarle con la configuración.

Nos llevó bastante tiempo, pues no sé qué coño toqué con los nervios que puse el idioma del teléfono en uno que no entendíamos para nada y reíamos imaginando a ver qué estábamos pulsando. Al final conseguimos ponerlo bien y configurarlo.

 —Tu número, dímelo.

 —Oye... de verdad... lo siento.

 —No estoy enfadado, no me voy a enfadar por eso, de hecho me ha parecido gracioso que te pusieras así.

Respiré tranquila.

 —Joder, qué tensión tenía, estabas tan serio que de verdad pensaba que ibas a mandarme a la mierda.

 —¿En serio? —rio alto—. Es solo que estoy un poco cansado, pero de verdad, quería estar contigo. Venga, dime tu número, no te desvíes.

Lo apuntó y me volvió a agendar de la misma manera que antes. Él mantenía el mismo número.

Solo esperaba que no le llegasen los mensajes que le mandé anoche, pues me dio un ataque de locura y le empecé a decir sandeces por mensajes que en ese momento me dio vergüenza recordar.

Me apoyé en el mostrador de la tienda, él estaba del otro lado de este, en una silla alta que tenía ahí para cuando venía alguien. Bostezó.

 —Podemos vernos después —le propuse, apartándole un mechón de pelo de la frente, me quedé mirándole esos ojos ámbar—. Si quieres puedes ir a mi casa y descansar allí.

Sonrió.

 —No quiero —se acercó para besarme—. Me quedo un rato.

Sus ojos se posaron en las cajas que había al lado del mostrador.

 —¿Y eso? —preguntó.

 —Tengo que montar el escaparate, hoy es San Valentín, ¿sabes? —contesté, agachándome para cargar con una de las cajas y llevarlas a la zona que tenía que arreglar—. Tú quédate ahí sentado.

Nada, que no me hizo caso. Al final terminó ayudándome a montar el escaparate. Desistí de mis intentos por que se estuviera quieto y terminé diciéndole dónde tenía que poner cada cosa. Se le veía cada vez más cansado.

Saqué mis llaves de casa del bolso. 

 —Vete a mi casa y descansa, no acepto un no por respuesta.

 —Cabezona —dijo sentado desde la silla y acercándome a él por la cintura—. Pero está bien, te espero allí.

 —Shuji, estoy trabajando, hay cámaras.

 —¿Y? —me besó suavemente, pero me aparté con cuidado.

 —Luego...anda vete —sonreí y lo acompañé, tirando de él casi a rastras fuera de la tienda.

Pasaron las horas y por fin pude cerrar la tienda, siempre salía por la parte de atrás para asegurarme de que todo quedase bien cerrado y apagado. Conecté la alarma y cogí una bolsa con los chocolates del escaparate que no se habían vendido. Siempre me los llevaba para mis amigos, y para Emma. A ella le encantaban.

Caminé de regreso a casa, pensando en qué habría estado haciendo él allí todo este tiempo, habían pasado al menos cuatro horas desde que se fue de la tienda. ¿Seguiría allí?

Llegué a la puerta y piqué al telefonillo, que se abrió de inmediato. Pasé la puerta de fuera y después la de dentro. Y ahí estaba. 

Una sensación de felicidad recorrió mi cuerpo. ¿O era nostalgia?

 —Bienvenida a casa —me sonrió.

No sé por qué, se me escapó una lágrima y me tapé la cara. 

En realidad sí sabía lo que pasaba. Hacía tiempo que nadie me recibía en casa, que no escuchaba a alguien decir "bienvenida a casa". Fingía que no me afectaba el vivir sola en una casa llena de recuerdos más o menos felices con la abuela, aunque a veces sí me dolía. 

Esas pequeñas cosas que toda familia normal tiene; sentarse a comer juntos, ver la televisión acompañada, celebrar las navidades en familia...

Otra lágrima recorrió mi mejilla.

Destapé mis ojos un momento y lo miré. Pensé en darle las gracias por darme la bienvenida, pero iba a parecer una loca.

 —Ya estoy aquí —le sonreí como buenamente pude.

 —¿Por qué lloras?

 —No es nada, voy a cambiarme —fui corriendo escaleras arriba y de reojo pude ver se había quedado algo extrañado en la entrada.

 —¿He hecho algo? —estaba asomado en la puerta de la habitación.

 —Qué susto, coño —di un saltito en la habitación, no le había escuchado.

 —Contéstame —dijo algo más seco.

 —No, bueno sí —le sonreí y él parecía aún más confuso—. Pero nada malo. Solo me ha dado nostalgia que alguien me reciba en casa, es una tontería pero me ha hecho feliz. Gracias.

 —Intensita —murmuró por lo bajo, girando su mirada hacia un lado pero sonriéndome y con sus orbes fijos en mí por el rabillo del ojo.

 —Ya te avisaron —le reprendí.

Él se acercó y me abrazó.

 —¿Qué haces? déjame vestirme, vamos a salir.

 —Yo también hacía tiempo que no le daba a nadie la bienvenida a casa, podría acostumbrarme de nuevo si eres tú la que cruza la puerta —susurró.

Me sonrojé entre sus brazos.

 — Vuelves a ir muy rápido —a pesar de decirle eso, le abracé más fuerte, haciéndole entender que no me molestaba, solo quería que las cosas no fueran precipitadas; que todo fluyera y no empezásemos a tirarnos al vacío de esta manera, tan abruptamente.

 —No te estoy proponiendo nada, solo te digo lo que pienso, ¿dónde vamos? 

 —Con los demás, he quedado con ellos, si no quieres venir... 

 —Iré, venga vístete.

 —¿Qué has hecho mientras he estado fuera? No habrás hurgado en mi ropa interior, ¿no? 

Mierda. Le vi poner esa sonrisa pícara que precede a una de sus contestaciones.

 —Eso ya lo hice el otro día, y bastante bien por lo que creo recordar —adoptó un tono burlón pero seductor a partes iguales.

Madre, si es que se lo he puesto a huevo para que me dijese eso. 

Recordé el momento en el lateral de la nave y le miré las manos.

 —Punto para ti —me reí— no, en serio, ¿qué has hecho?.

 —Dormir, me puse a ver un rato la tele pero me quedé dormido casi al momento, me has despertado tú con el telefonillo, así que, poca cosa, ¿dónde guardas la ropa interior? Así la próxima voy directa-

Le empecé a tirar ropa del armario y él no paraba de reírse.

 —¡Que es broma, es broma!

Me terminé de vestir mientras le miraba de reojo. Cogí la bolsa con las cajitas de chocolate y guardé el paquete de tabaco y el mechero en los bolsillos de la sudadera.

 —Lista, ¿vamos?

 —¿Qué es eso?

 —Para los chicos, les llevo todos los años los chocolates que sobran —arqueó la ceja—. ¿Y esa cara? No me digas que estás celoso.

 —Para nada —sonrió y me atrajo a él por la cintura.

 —Bien, no tienes por qué estarlo —besé sus labios—. Vamos con los demás.

 —¿Tenemos que ir? —preguntó hundiendo su cabeza en mi cuello y comenzando a dejar ligeros besos sobre mi piel.

 —Será un momento, para darles esto —levanté la bolsa—, y nos vamos al poco, ¿vale? Seguro que querrán saber dónde estuve el sábado, necesito que corrobores mi coartada.

Él había venido en moto, así que nos montamos en ella y fuimos con los demás, al lado del río. Hacía frío y estaban todos sentados cerca unos de otros, para intentar contrarrestarlo. Mitsuya, Mikey, Emma, Draken, Takemichi, Hina y Chifuyu estaban descansando mientras hablaban; Draken y Takemichi tenían a sus novias entre los brazos.

 —Hola chicos, feliz San Valentín. Tomad.

Fui uno por uno dándoles las cajitas con bombones. Había para todos, aunque a Mikey le di dos cajas.

 — Toma, a ver si creces —mi amigo hizo un puchero, aunque agarró las cajas como si fuera su tesoro más preciado.

Repartí las demás entre los que quedaban

 —Hanma ha venido conmigo.

 —Hola —saludó a todos y se sentó con los demás, no parecía muy cómodo entre ellos, para qué mentirnos. Me senté a su lado.

 —¿Dónde te metiste el sábado? —preguntó Mikey algo serio.

 —Con este, me llevó a su casa —Shuji giró su mirada hacia mi instantáneamente y los demás hicieron lo mismo.

 —Vive cerca de donde era la fiesta, y era eso, o le iba a vomitar todo el coche en lo que llegábamos a mi casa, así que me quedé allí a dormir en el sofá, ¿contento? ahora me toca a mí —cogí una piedra pequeña y se la tiré—. ¿¡Por qué aporreas mi puerta a las putas cinco de la mañana!? Cualquier día viene la policía.

Mikey se rio, pareció no importarle que había pasado la noche con Hanma.

 —Tenías que haber visto a tu vecina, casi le doy con el zapato, ¿Verdad Ken-chin? —le miró aun riéndose. 

Escuché a Shuji reírse por lo bajo, conocía a esa mujer de otras veces, seguro que el acto de Mikey también le hizo la misma gracia que a él.

 —Ni me lo recuerdes —dijo Draken pasándole los brazos a Emma por los lados.

 —Bueno, Mikey, Kisaki te dijo lo de Agatsu ¿no? —pregunté y noté que Shuji cambió la cara.

 —Sí, en algún momento tendremos que pelear con ellos, pero bueno, de momento veremos a ver qué averigua Kisaki. Es bueno en eso, ¿siempre ha sido así Hanma? —le preguntó al más alto.

 —No lo conozco desde hace mucho tiempo, pero sí, lo es —le respondió.

Tras esa pequeña conversación, hablamos algo más sobre cosas de la fiesta. Emma aprovechó un despiste para darme un sobrecito y guiñarme un ojo. No tenía ni idea de lo que podría ser, luego lo vería.

Empezó a hacer más frío y miré la hora, eran casi las ocho de la tarde.

 —Bueno, me voy, ¿me llevas? —le pregunté a Shuji, disimulando.

 —Sí, vamos —se levantó para acompañarme.

Al final, habíamos estado un buen rato con ellos. Shuji pareció destensarse en algún momento de la tarde y hasta terminó bromeando con Draken, a su modo, picándose como siempre, pero a mí me hacía gracia y a Emma también, ambas reíamos por lo bajo mientras se lanzaban puyitas. Mi mente quería pensar que en realidad no se odiaban, sino que simplemente les gustaba picarse de esa manera por ver quién era más que el otro. En fin, cosas de ellos.

Mientras caminábamos hacia la moto abrí el sobrecito que me había dado Emma. Era una foto de la fiesta, la que me había hecho con Shuji. Salíamos bien. Sonreí para mi misma y la guardé en mi chaqueta.

 —Oye Shuji —le dije cuando estábamos de camino a mi casa en la moto—, a ti no te gustan los dulces ¿a qué no? 

 —¿Cómo lo sabes?

 —Me di cuenta el día de Navidad —apoyé mi cabeza en su espalda—. Por eso no te he dado una cajita de chocolates, aunque estaba pensando que igual sí querías una.

 —No te la hubiera rechazado, pero seguramente no me los hubiese comido, así que para que se acabaran estropeando has hecho bien.

En ese momento llegamos a mi casa y paró la moto.

 —Aun así, toma —saqué la foto de mi bolsillo—. Bueno, espera un momento, ahora te lo doy, ven —le arrastré dentro de casa y se quedó en la entrada.

 —¿Qué me vas a dar? 

 —Espera un momento —busqué un bolígrafo y detrás de la foto anoté la fecha de la fiesta—. Va... por qué no.

11/12 de febrero de 2012 - Para Shuji

Pinté un corazón en una esquina. Mi lado cursi había salido en ese momento, pero bueno, si no eran chocolates, por lo menos algo quería darle. Le hice una foto con mi teléfono a la imagen antes de volver a la entrada. Él seguía allí.

 —¿Por qué tanto misterio? 

 —Toma —le di la foto—. No digas nada, que me da vergüenza.

 —¿Vergüenza? ¿Tú? 

 —¡Sí! ¡Yo! 

Él rio y tomó el trozo de papel de mis manos. Miró la foto y puso su sonrisa. Le dio la vuelta y vio lo que había escrito.

Esa sonrisa se amplió aún más por uno de los lados, con satisfacción.

 —Me gusta como escribes la "S".

 —¿En serio vas a decirme eso? —resoplé.

 —No —guardó la foto en el bolsillo de la chaqueta. Se la quitó y la colgó en la percha de la entrada. Se acercó a mí y me subió poniendo mis piernas a su alrededor—. La guardaré, así podré verte siempre que quiera —me besó y mientras lo hacía me llevó a la cocina. Dejó que mi cuerpo reposara sobre la encimera y fue al frigorífico.

 —¿Qué haces ahí? ¿Tú también vas a asaltar mi nevera como Mikey? —reí.

 —No —le vi tomar algo de dentro del electrodoméstico—. A mí no me gustan los dulces, pero a ti sí, toma —me dio un paquetito envuelto de una pastelería que reconocí.

 —¿Cuándo...? 

 —Antes de ir a la tienda a verte. Lo compré en el camino.

Era un trozo de aquel pastel que comimos en Navidad.

A vomitar arco iris un ratito, quiero darle profundidad a esto.

Besitos y bebed algo, si es agua mejor.

















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