~ 𝑺𝒊𝒆𝒕𝒆 ~

~ 7 de julio de 2011, 19:30 p.m. ~ 

Un chico alto, pelinegro con un mechón rubio en medio me estaba mirando fijamente. Lo notaba analizar todas y cada una de las partes de mi cuerpo. Yo no me quedé corta y le miré de la misma manera. 

Era atractivo, tenía tatuajes en las manos aunque no alcancé a ver qué eran, pues estas se movieron para sacar algo del bolsillo trasero de su pantalón. Por un momento me asusté, había visto muchas películas y sabía que una chica sola, en un sitio abandonado con un desconocido no era una buena escena que digamos. 

Di un paso para atrás haciendo un amago de postura de defensa.

Él dejó escapar una risita.

 —Ey, ey, tranquila, no me interesas en lo más mínimo —vi como sacaba un paquete de tabaco y un mechero. Le dio un golpecito al paquete, haciendo que un cigarro saliera un poco de éste para cogerlo con sus labios.

 —Oye —me atreví a hablarle, pasando antes saliva por la garganta.

Sinceramente, sólo estaba pensando en lo mucho que necesitaba fumar.

El chico me miraba, esperando a que continuara hablando.

 —Esto...— noté como un ligero rubor aparecía en mis mejillas, ¿por qué mierda de repente me daba vergüenza pedirle un puto cigarro? Respiré hondo y sacudí la cabeza, yo no era así— ¿Me darías uno?

 —¿Un cigarro? —preguntó.

 —Claro, ¿qué si no? —dije, alzando mis manos a modo de pregunta.

Se acercó a mí y detuvo su avance a escasos centímetros de mi posición. ¿Por qué este tipo sonreía de aquella manera? No tenía ni idea, pero suponía que él mismo estaría a puntito de decírmelo.

 —No sé —dijo mientras encendía su cigarro —. No te conozco, igual quieres hacerme algo aquí ahora que no hay nadie, como en las películas. 

No pude evitar reírme. Era justo lo que yo había pensado al entrar y encontrarlo aquí.

 —No te preocupes, no me interesas en lo más mínimo —imité las palabras que él mismo me había dicho hacía tan solo unos momentos.

El chico abrió los ojos, demasiado quizá para lo rasgados que los tenía. Pero terminó por sonreír ampliamente, dejando salir una carcajada.

 —Anda toma —sacó otro cigarro del paquete y lo puso en mis labios para después acercarme el mechero. Un poco de viento entraba por la gran puerta de aquella nave, por lo que puse mis manos por encima de la suya que sostenía el mechero con la llama prendida para evitar que se apagara. 

En ese momento pude ver más de cerca sus manos, eran grandes y parecían tener algunos rasguños.

 —Uf...—dejé salir un suspiro una vez di la primera calada—. Gracias, lo necesitaba.

 —¿Un mal día? —me preguntó mientras pasaba caminando por mi lado hacia otro montón de vigas que había detrás de mí. Al pasar justo por mi lado, su brazo rozó el mío y no sé qué fue, pero algo recorrió mi espalda e hizo que me tensara. 

 —Sí... —contesté—. Algo así. '

Me fijé en la bolsa con los dulces. 

 —Mierda, Mikey va a matarme.

Al escuchar ese nombre, el chico pareció reaccionar, pues se giró de golpe y se me quedó mirando con cara de extrañado.

Miré el reloj de mi muñeca y me di cuenta de que se estaba haciendo tarde y, para colmo, no había cogido el móvil. Seguramente los demás ya estarían en mi casa aporreando la puerta al ver que no contestaba a las llamadas. Me agaché a mirar si alguno de los dulces de la bolsa podía salvarse pero se habían manchado todos. Maldije en voz alta mi torpeza.

 —Agh...¿Algo más hoy? 

Me levanté y dirigí de nuevo la mirada a aquel chico, que no hacía más que observarme. Volví a sentir otro escalofrío por mi cuerpo.

 —Bueno, yo me voy ya —decidí salir de allí—. Te debo uno. —le dije mientras caminaba hacia la entrada de la nave señalando el cigarro que me había dado.

No le di tiempo de contestar, no quería iniciar ahora una charla y que eso me entretuviera. Así que, simplemente aceleré mis pasos.

 —¡Adiós, amable desconocido! —grité de manera burlona justo antes de salir de la nave—. ¡Ah,  y gracias de nuevo!

Solo alcancé a ver cómo levantaba la mano para despedirse y salí de allí.


 —Conque Mikey...—murmuró el chico dándole la última calada al cigarro mientras sonreía con frialdad.

~ 7 de julio de 2011, 20:20p.m. ~ 

Corrí lo más rápido que pude hacia mi casa, y, como bien me imaginaba, allí estaban Mikey, Mitsuya, Peyan, Draken y un chico rubio al que no conocía. Draken aporreaba la puerta de mi casa gritando mi nombre.

 —¡Chicos! —grité desde el final de la calle mientras me acercaba más a ellos. Llegué casi sin aliento —. Un...momento —estaba jadeando, había venido lo más rápido que pude desde aquella nave, era eso, o ellos de seguro se habrían colado en la casa pensando que me había pasado algo.

Cuando recuperé el aire pude preguntar:

 —¿Qué ha pasado? —agarré a Mikey del cuello de su camiseta — ¿Por qué la policía se estaba llevando a Pah? 

 —Cálmate, vamos dentro y te lo explicamos todo —Mitsuya se acercó a nosotros y colocó una de sus manos en mi hombro.

Le lancé una mirada a éste y asentí. Me tranquilicé un poco y saqué las llaves de casa para abrir la puerta. Dejé pasar a los chicos y el último en cruzar la puerta habló.

 —Con permiso...—dijo aquel chico rubio de ojos azules con un ligero rubor en la cara. 

 —Vaya, alguien con modales — elevé mi voz para que los demás escucharan—. No te he visto antes, encantada soy Ryoko. Aunque aquí cada uno me llama como le da la gana, así que no te sorprenda escuchar otra manera de llamarme. 

Le sonreí amablemente.

 —Ah...—el chico se rascó la parte trasera de la cabeza—. Encantado, mi nombre es Hanagaki Takemichi.

 —¡Takemitchy! —gritó Mikey y no pude evitar soltar una pequeña risita.

 —¿Ya te ha puesto un mote? —él asintió, con vergüenza—. No te preocupes, lo hace con todos, hasta yo tengo el mío —le sonreí mientras nos encaminamos a la salita, donde todos nos esperaban sentados.

Fui a la cocina y, junto con la ayuda de Mitsuya preparamos algo de té. Lo servimos a los demás y nos acomodamos en los sofás de la sala.

 —Pah-chin ha apuñalado a Osanai —comenzó a hablar Draken.

 —¿Cómo? —mi cara en aquel momento fue todo un poema. No podía creer lo que acababa de soltar mi amigo por la boca. ¿Pah? ¿apuñalando a alguien? Eso era imposible.

 —La cosa se fue de madre —continuó—. Lo estaba sujetando y de repente Pah apareció por la espalda y lo apuñaló —paró por un momento—. Empezaron a sonar las sirenas de la policía y él decidió entregarse.

No me lo podía creer. En mi cabeza empezaron a aparecer mil y una maneras de ayudar a Pah como fuera, seguro que él no había tenido esa intención. Empecé a ponerme cada vez más nerviosa y Draken pareció darse cuenta de eso.

 —Ryo —dijo Draken—, no pienses, es lo que él quería, al fin y al cabo, los de esa banda le habían hecho más daño a uno de los amigos de Pah —seguido a esto, me contaron que fue lo que motivó a mi amigo a hacer lo que hizo.

Al parecer, una pandilla llamada Moebius había tenido ciertos problemas con uno de los mejores amigos de Pah, y él quiso vengarse. Pareció encontrar la oportunidad esa misma tarde cuando aquellos tipos se habían presentado en la nave donde se suponía yo debería de haber estado.

El tal Osanai, ese al que Pah había apuñalado, pertenecía a Moebius y según palabras de Draken, parecía tener gran parte de culpa de lo que el amigo de Pah había sufrido. 

Me sentí mal. Muy mal por no haber estado junto a mi amigo en ese momento. 

 —Comprendo...—adopté una postura pensativa—. Mikey.

 —Dime —me miró, pero parecía estar buscando algo mientras me recorría con sus negros ojos —. Oye ¿y mis dulces?  

 —Maldito enano, solo piensas en comer —le di una suave palmada en el hombro—. Se me cayeron en el camino, pero bueno, a lo que iba, ¿qué quieres hacer?  

 —Déjame pensar...—miró a todos fijamente.

 —Fue decisión propia de Pah, de momento tampoco es que podamos hacer mucho...él ya ha obtenido su venganza personal...y no ha habido que recurrir a peleas mayores, yo creo que estamos en paz —intervino Draken.

Al escuchar a Draken, pude notar como Peyan se ponía tenso.

Mikey se quedó pensativo.

 —Dejad que lo piense por hoy —añadió.

Tras decir esto, dirigió su mirada a los demás.

 — Mañana habrá reunión en el santuario, que vengan todos —todos asintieron. Al fin y al cabo él era el comandante de la banda a la que todos pertenecían. 

Estuvimos charlando un poco más hasta que dieron las diez de la noche y todos decidieron irse. Cuando estaban saliendo, Mikey se quedó el último.

 —Ahora os alcanzo —les dijo a los demás haciéndoles un gesto con la mano para indicarles que se fueran adelantando. 

Se había quedado a mi lado mientras los demás caminaban alejándose.

 —Oye, quiero pedirte una cosa —me dijo cuando estaban lo suficientemente lejos como para no escucharle. 

Yo atendí a lo que tenía que decirme y, cuando terminó de hablar, no dudé ni un segundo. 

 —Acepto —Mikey me sonrió al escuchar mi respuesta. Se despidió y salió corriendo a alcanzar a los demás.

Había sido un día largo y de lo más inesperado, necesitaba algo de beber, algo más fuerte. Miré en mi nevera y vi que había algunas latas de cerveza. Las cogí todas y fui al salón a beberlas. Necesitaba despejarme, y en esas ocasiones, el alcohol me ayudaba bastante a no pensar en todos los problemas.

~ 8 de julio de 2011, 00:20 a.m. ~

Al cabo de un rato ya me encontraba mareada. Miré mi teléfono y vi que Baji había estado llamándome.

 —Pero qué mono —dije a causa del alcohol y decidí llamarle. No tardó en contestar, nunca solía tardar en hacerlo si era yo la que le llamaba. 

 —¿Dónde estabas? Te hemos estado buscando toda la tarde.

 —Keiii — mi voz salía en un tono meloso hablándole al aparato. 

 —¿Estás borracha?  

 —Un poco, ¿vienes? no quiero estar sola hoy —insinué suavizando un poco más el tono. 

 —Sí, no quiero más desgracias hoy, no te vayas a caer al abrirme la puerta.

 —Lo intentaré —dejé salir una risita.

Al poco tiempo llamaron a la puerta y me levanté del sillón, alcancé la manilla de la puerta y la abrí. Fingí caerme para que Baji me sujetase entre sus brazos. 

 —Ups —dije riendo y mirándole a la cara, de seguro el alcohol había hecho que tuviera una risita tonta—. Al final me caí, menos mal que estabas aquí —dos de mis dedos empezaron a recorrerle el pecho lentamente, yendo hacia su cuello, donde dejaron una ligera caricia. Vi como sacudía la cabeza con una sonrisa boba que dejaba ver esa parte de él que me gustaba tanto: esos pequeños colmillos que por alguna razón siempre habían llamado tanto mi atención.

Él me subió en sus brazos y me llevó dentro de casa, cerrando la puerta de una patada a sus espaldas. Aun cargándome se acercó a mi oído lentamente, noté su respiración cerca de mi oreja y me estremecí. Notarlo tan cerca de mí solo hizo que mi respiración fuera agitándose un poco más a cada segundo que pasaba. 

 —Estoy seguro de que no estás tan borracha —yo me reí de ese comentario de manera pícara, era cierto, no estaba tan borracha como parecía, solo estaba jugando. 

Sus labios pasaron lentamente hacia mi otra oreja, rozando por un instante su nariz con la mía y volviendo a posar sus labios en mi otra oreja volví a escuchar aquella profunda voz en un susurro.

 —No puedes llamarme de esa manera y pretender que no vaya a venir corriendo, eres más lista de lo que creo —sonreí ligeramente y mis manos pasaron hacia su cabeza para empezar a acariciarle el pelo con una de las manos. Noté que su pulso se aceleraba. En una de esas caricias, decidí darle un tirón de la pequeña moñita baja que llevaba hecha, haciendo que su cabeza se inclinase ligeramente hacia atrás. 

Mi boca fue hacia la parte delantera de su cuello y mis labios fueron rozándole hasta llegar a su mentón, donde dejé un ligero beso y continuaron hacia arriba, para quedar con mis labios rozando los suyos.

 —Puede que sea lista, pero tú tampoco eres tonto para no saber a qué vienes.

Ante esas palabras ya no dijo nada más, sólo sonrió mostrando una vez más sus colmillos, los cuales no tardó en clavar suavemente en mi cuello, sin ejercer mucha fuerza y comenzó a jugar con su lengua en él. 

Me hizo jadear y emitir un ligero gemido que solo hizo que su lengua se presionara aún más contra mi piel. Me coloqué un poco mejor entre sus brazos, de manera que él me sostuviera en el aire, con mis piernas apretándole alrededor de la cintura y sus manos agarrándome el culo.

 —Menos mal que no has tardado, Kei... —susurré en su oído y le mordí el lóbulo de la oreja. Con ese acto, sus dedos apretaron aún más mi trasero e hizo que mi cadera se moviese, frotándose suavemente contra él.

Notaba como su respiración se agitaba por momentos. Él estaba deseándolo, y yo también, así que no lo pensé más y me lancé a su boca para devorarla. Me gustaban sus labios, así como los pequeños jadeos que dejaba escapar cuando nuestros labios se separaban para que pudiéramos respirar. Mordí suavemente su labio inferior, quería hacerle saber que lo deseaba, en aquel momento no necesitaba otra cosa que no fuera esa piel contra la mía, en cualquier parte de aquella vacía casa. Pasé mi lengua por donde le había dado el mordisco y mis manos volvieron hacia la parte trasera de su cabeza, enterrando mis dedos en su cabello. 

Él me acercó a la pared y apoyó mi espalda ahí. Con cuidado, dejó caer una de mis piernas para que pudiera apoyarme en el suelo, pero mantuvo la otra en alto con una de sus manos y volvió a acercarse a mí, para rozarse conmigo mientras aún continuábamos con aquel beso lleno de deseo. 

En cierto momento, mi lengua bajó hasta su cuello y lo escuché respirar cada vez más fuerte. Me quedé ahí jugando contra su piel humedecida a causa de mis besos, encendiéndole y gimiéndole de vez en cuando en el oído, hasta que le escuché emitir un ligero gruñido y no pudo más. 

Volvió a levantarme y me llevó hacia el salón, donde me dejó caer de espaldas en el sofá y separó mis piernas con ambas manos para colocarse encima de mí.

No era la primera vez que esto pasaba entre nosotros, así que la vergüenza no tenía cabida entre estas paredes. 

Empezó a apretar su cintura con la mía. Sus movimientos habían dejado de ser suaves desde hacía unos segundos y ahora podía notar —aún más— cómo su erección presionaba contra el pantalón y contra mi cuerpo. 

Mis manos comenzaron a viajar por sus hombros, bajando con un dedo por su pecho hasta llegar al borde de la camiseta. 

 —Quítate esto —susurré y él sonrió pícaramente antes de quitarse la camiseta para que pudiera deleitarme con su torso. Tras quedarse semidesnudo, sus manos comenzaron a acariciar mi cuerpo lentamente. Pasaba las yemas de sus dedos por mi cuello, bajando hacia mis pechos, donde su palma ocupó uno de ellos y lo comenzó a masajear por encima de la camiseta. Vi cómo se mordía el labio mientras me miraba a la cara. 

 —Estás toda colorada, ¿Qué te pasa? —agravó un poco más su voz mientras se acercaba a mi rostro—. ¿Ahora te da vergüenza o qué? —una risita sonó en su garganta.

Volvió a besarme, no de una manera suave, de vez en cuando me mordía el labio y su lengua jugaba con la mía en un beso frenético. 

Llegó un punto en el que él pareció no resistir más y decidió que me sobraba ropa. Me levantó un poco del sofá y me quitó tanto la camiseta como los pantalones, dejándome en ropa interior. Se quedó mirándome y poco a poco se comenzó a desabrochar el pantalón mientras los dedos de una de sus manos jugaban con la tela de mis bragas. Daba pasadas con las yemas por encima de ella y yo no hacía más que mirar cómo se iba desvistiendo mientras me daba placer con tan solo ese roce. 

Se terminó de quitar el pantalón, no sin antes sacar un condón del bolsillo trasero que se dejó en la boca aún sin abrir y, mientras me miraba de aquella manera, continuó tocándome un poco más. Su otra mano fue hacia mi cuello y lo apretó un poco, presionando sus dedos en él y haciendo que mi cabeza se hundiese ligeramente en el cojín del sofá. 

 —¿Ves? —solté un ligero gemido mientras hablaba, sus manos estaban haciendo que deseara que entrase en mí más pronto que tarde, ya no podía soportar más estas ganas, así que hice lo que sabía que le volvería loco: provocarle—. Sabías a lo que venías —dije en un tono lascivo y el detuvo el toque de sus dedos. 

 —Calla —la mano que apretaba mi cuello pasó hacia mi nuca y acercó mi rostro al suyo—. Deja de hablarme de esa manera o no voy a poder aguantar como a ti te gusta —hablaba entre susurros con la respiración entre cortada—. Además...  —su mano liberó mi nuca y dejó caer el condón de su boca en mi pecho para que esta quedara libre y volviera a devorarme el cuello—. Hoy te tengo más ganas que de costumbre... así que quédate quieta y déjame follarte. 

Que me hablase así solo me ponía más. Vi cómo terminó de quitarse los bóxers y se colocó el condón en apenas un instante. Volvió a separar mis piernas e hizo mi ropa interior hacia un lado, rozando suavemente la punta de su miembro contra mi piel y haciendo que mi espalda se arqueara ante la necesidad de sentirle dentro. 

Al ver esta respuesta de lo que estaba logrando en mi cuerpo, no se pudo resistir más y dio una firme embestida, introduciéndose en mí y dejando salir un ligero gruñido de placer.

Comenzó a embestirme contra el sofá, de manera suave, hasta que mis gemidos y jadeos hicieron que su velocidad empezase a aumentar. Mi mano bajó hacia mi clítoris, para estimularlo mientras él continuaba con aquellos choques contra mí, eso provocó que se excitara aún más.

Nuestras calientes pieles rozaban la una con la otra, sus manos apretaban mi cintura, hundiendo sus dedos y ayudándose de ese agarre para comenzar a embestirme cada vez más y más rápido. Las estocadas solo cesaban cuando se introducía completamente en mí y movía su cintura para que su miembro pudiese recorrer todas las paredes de mi interior, lo que me provocaba aún más y hacía que la presión que tenía en el pecho comenzara a querer salir por mi boca. 

 —Kei, no pares —me incorporé un poco, apoyándome con uno de mis codos en el sofá y, con la mano que tenía libre, acerqué su rostro al mío agarrándole por la nuca —. No pares ahora

Vi que sonrió brevemente y sus labios rozaban los míos. Aumentó nuevamente la intensidad. Su mano bajó hacia mi entrepierna y comenzó a tocarme.

Eso pudo conmigo, el toque de sus dedos y el placer que me estaba dando provocó que no hicieran falta muchas embestidas más para que de mi boca se escapase el orgasmo que había estado deseando salir desde hacía unos minutos. Al escucharme llegar a mi clímax, él gimió y, con un par de embestidas más, escuché como él también ahogaba su orgasmo contra mi cuello.

Estaba exhausta, y él también parecía estarlo, por lo que nos quedamos por unos instantes recostados en el sofá, con su cuerpo encima del mío y recobrando el aire hasta que nuestras respiraciones volvieron a ser más calmadas. 

Al poco, nos sentamos en el sofá mientras él se ponía de nuevo los pantalones. Necesitaba fumar, por lo que encendí un cigarro y me quedé mirándole fijamente.

 —Baji —le llamé la atención—. ¿Sabes que es sólo sexo, verdad? 

 —Claro, ya lo hablamos hace tiempo. 

 —Aun así, ¿puedes quedarte esta noche? De verdad que no quería estar sola y, bueno, también necesitaba distraer la mente un rato.

 —Sí, en realidad yo también lo necesitaba —sonaba algo taciturno—.  Y claro que me quedo contigo, venga, vamos a ver algo en la tele y así no pensamos en nada, ya mañana se hablará todo lo relacionado con lo de esta tarde  —puso una mano sobre mi cabeza—. Pero tú no te preocupes, Pah va a estar bien ¿entendido? Y ponte algo o cogerás frío en esa bonita espalda.

Me acarició la espalda, recorriendo el dibujo que en ella había. Me puse una camiseta ancha que solía usar de pijama.

Aquella noche Baji se quedó conmigo, al igual que había hecho ya muchas veces anteriormente. Vimos un rato la televisión y después nos quedamos dormidos cada uno en uno de los dos sofás que había en la sala.


Que conste que este punto es necesario para la trama, ya he dicho que va a ser larga. Al menos para lo que tengo en la cabeza jajaja

Hanma: oye que yo también quiero de eso.

Shhhh ya te llegará.

Besis

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