~ 𝑺𝒆𝒔𝒆𝒏𝒕𝒂 ~

~ Muchos años atrás, antes de que la ToMan fuera formada ~

 —Ken, ¿te acuerdas cuando te contamos lo de Emma? —el pelinegro, mayor que el chico rubio que se encontraba en ese momento en la residencia de los Sano pasando la tarde como usualmente hacía, lo apartó de sus amigos por un momento.

 —¡Sí! ¿Qué pasa con Emma?

 —No es de ella de quien queremos hablarte, sabemos que has escuchado la conversación que tuvimos el otro día sobre vuestra nueva amiga.

 —¿Sobre Ryo? —un joven Draken palideció al escuchar las palabras del que acompañaba al hermano de su amigo, un tipo peliblanco con un arete que le colgaba del lóbulo de la oreja.

—Sí, sobre ella —Shinichiro exhaló algo de humo del cigarro que en ese momento fumaba—. Ken, cuando Emma llegó a casa tenía la misma expresión que ella. Y, por la manera en la que tiene de correr a los brazos de Wakasa cada vez que os andáis metiendo con ella... puedo decir que ella y Emma no se han hecho tan amigas solo por ser las dos únicas chicas, sino porque ambas parecen entender lo que es el que vayan a crecer sin unos padres que las cuiden. Ambas fingen ser fuertes y estar bien. Quizá Emma lo haya sobrellevado algo mejor por el hecho de tenernos a nosotros, pero ella... Ella sigue fingiendo estar bien cuando está con nosotros.

El peliblanco asentía a todo lo que su amigo decía mientras que Draken escuchaba atento a sus palabras.

 —Ken, de momento ella no puede enterarse de nada, ¿de acuerdo? Quizá no sean más que rumores, pero no comentes nada de momento a los demás... Ahora tienes una misión que cumplir, ella parece llevarse especialmente bien contigo —Shinichiro apagó el cigarrillo y le dirigió una sonrisa al pequeño rubio que aún parecía algo tenso delante de él—. Tienes que hacer lo que puedas para que ella sonría, igual que Emma lo hizo.

 —¡SÍ! ¡Entendido! —el chico parecía haberse emocionado con aquello y en su rostro se dibujó una amplia sonrisa.

Mantuvo esa promesa que hizo Shinichiro durante años. 

Pero ahora que había visto lágrimas en el rostro de su amiga, no podía perdonarse ser el culpable de todo esto.

~ 28 de diciembre de 2012, 4:50 a.m. ~

 —Draken...

Otra vez está hablando dormida. No sé si estará teniendo una pesadilla, pero no quiero despertarla, le costó quedarse dormida tras lo de la tarde anterior. No había llorado, pero seguramente tenía ganas de hacerlo, pues me di cuenta de que estuvo conteniendo la respiración en repetidas ocasiones en la cama mientras me miraba antes de conseguir dormirse.

Vislumbré, gracias a la poca luz de las farolas que entraban por la ventana de la habitación, que una lágrima le rodó por la mejilla. Pasé mi pulgar por ella para quitársela intentando no despertarla y dejé mi mano ahí posada, acariciándole suavemente.

 —Reika...

No me iba a ser fácil acostumbrarme. Casi nunca la llamaba por su nombre, pues siempre que quería tener su atención era con un "enana" o un "poca cosa"... Aun así era raro, y, si lo era para mí, imaginaba que para ella sería aún mil veces peor. Sin embargo, había sido ella misma la que había decidido, desde el momento que abandonamos el santuario y tras que ambos le hubiéramos pegado a Draken, adoptar el nombre que le dieron sus padres. Aquel que debería haber tenido siempre y el que le había sido ocultado.

Cuando salimos del santuario ella y Kisaki discutieron. Bueno, quizá discutir no era la palabra, pero ella sí le dio un par de voces por el susto que se llevó con todo el misterio de los Haitani llevándosela de allí. Yo me quedé atrás mientras ambos hablaban, pues sabía que la principal causa de que Kisaki hubiera ideado ese plan era por que yo no quería que ella estuviera en la iglesia, así que quería evitar que la ira y la violencia de los puños de ella cayera en ese momento sobre mí. Pero me sorprendí cuando le vi darle un abrazo a Kisaki, agradeciéndole por, al menos, haberlo ideado para que ella se enterase de primera mano de quién era.

De hecho, en aquel momento me hizo un gesto para que yo también me acercara y nos rodeó a ambos con sus brazos.

"¿Y ahora qué hacemos? ¿Formamos una pandilla nosotros?", bromeó.

Ya la conocía lo bastante bien como para saber que, en cuanto llegase a casa, se iba a derrumbar. Y así pasó. Tal y como decía no lloró, pero estuvo seria todo el rato entre mis brazos, se limitaba a respuestas monosilábicas y a jugar con mi pendiente entre los dedos, al parecer le relajaba jugar con la cadenita y ver los reflejos en ella.

Estuve intentando animarla, pero era normal que los pocos chistes y bromas que salían de mi boca no le hicieran la gracia que podía haberle hecho en otra situación. Una en la que no hubiera descubierto que sus amigos le habían estado ocultando todo. 

En el momento de darle el puñetazo a Draken mi cuerpo había reaccionado solo. Toda la rabia que había estado conteniendo desde que volvimos de Roppongi se tradujo en un simple puñetazo, que hubiera ido a más, de no ser por que ella me detuvo e insistió en irnos del santuario.

Quité mi mano de su mejilla y me levanté sin hacer ruido a coger un cigarro, el cenicero y el mechero, sentándome en el suelo al lado de la cama mientras y empecé a fumar mientras la observaba dormir.

Si se hubiera enterado de cualquier otra manera, ¿habría actuado de la misma manera?

Estaba completamente sola ahora mismo, salvo con una excepción: yo. Si en algún momento se separaba de mí... No quería ni imaginarlo pero, de nuevo, mi pecho se encogió ante esa idea.

Apagué el cigarro y volví a meterme en la cama. Ella se removió y pasó un brazo por mi cintura.

 Shuji, te he dicho que no fumes aquí... que luego huele la habitación a tabaco y no me gusta... estaba hablando casi con un hilo de voz.

 —Perdóname, ¿vale? No vuelvo a hacerlo

 —Es broma, haz lo que quieras, esta también es tu casa ahora se acurrucó en mi hombro y volvió a suspirar para intentar conciliar el sueño.

Mi casa... 

Mi casa no eran estas cuatro paredes que nos rodeaban. Ni ningún edificio... Bajé mi mirada hacia ella y sonreí. Giré mi cuerpo para colocarme de lado con ella entre mis brazos y así intentar dormir algo.

Ahí era dónde mi hogar residía. En ella.

~ 29 de diciembre de 2012 ~

Han pasado dos días desde aquello y de verdad, no quería saber nada de la ToMan, o más que de la ToMan, de ellos. No me apetecía hablar con ellos ni verlos. 

Durante la primera noche me estuvieron llamando algunos de ellos. Pero Draken no. De él no tuve ni una sola llamada, ni un mensaje, absolutamente nada. Tampoco lo tuve de Mikey ni de Takemichi, ni Chifuyu... Básicamente, el que más me había estado llamando era Mitsuya, pero imagino que desistió cuando se dio cuenta que no pensaba descolgar en ningún momento.

Estaba siendo orgullosa, lo sabía de sobra. Pero si me tomaba tan a la ligera que me hubiesen ocultado aquello, y recordando la pelea con Agatsu, donde también descubrí que actuaban a mis espaldas amenazándoles... ¿Qué más cosas serían capaces de ocultarme? ¿Acaso habría algo más? Si lo había, ya no me importaba. Seguramente, no creo que nada pudiese superar a lo que acababa de descubrir hacía cuatro días.

Higanbana Reika, ese sería a partir de ahora mi nombre. 

Seguramente tendría que preguntarle a Ran y Rindou si había algún papel o algo que pudiera certificar aquello, para poder ir al registro a cambiarlo, pues en todas mis identificaciones aparecía el anterior... Imagino que quien fuera el que me hiciera desaparecer de la faz de la tierra cuando mis padres murieron se ocupó de todo aquello de alguna manera.

Pf, qué pereza, bueno, ya lo haré más adelante, de momento tengo que hacerme al nombre. Además, no sé si es buena idea adoptar formalmente mi nombre de verdad... ¿atraería eso a la mafia? ¿Se enterarían de alguna forma? Joder... qué lio...

Resoplé con fuerza y alcé mi vista hacia el cristal que tenía al frente. Tomé aire profundamente.

 —Encantada me llamo Reika... —estaba delante del espejo del baño hablando en voz baja con mi propio reflejo—. ¡Hola! Soy Reika... No, así suena muy artificial... 

Froté mi frente con la palma de la mano y empecé a reírme de mí misma, ahí, como una tonta, ensayando como si tuviera que interpretar una obra de teatro.

 Soy Reika, ¿tú cómo te llamas? volví a decirle al espejo.

 —Encantado Reika, yo soy Shuji. Oye, qué bonita eres, ¿no? ¿Tienes novio? 

Di un respingo y miré a la puerta del baño. Como era habitual, Shuji estaba ahí, apoyado en el marco de la puerta, escuchando como un cotilla mientras fumaba y decidió que lo mejor para empezar el día era asustarme de esa manera.

Pero también eran esos los momentos en los que más me gustaba picarle.

 —Ajá, mira, pues resulta que sí que tengo —me acerqué a él y le posé mi mano en el pecho, poniéndome de puntillas me acerqué a su rostro, aunque era en vano, no llegaba nunca, pero algo es algo—. Pero, ¿sabes qué? Él y yo no andamos muy bien... 

Pasó sus manos por mi cintura y me atrajo hacia su cuerpo.

 —Qué pena... Menos mal que no soy celoso —rió, dejando un beso en mi frente.

Me aparté de él empujándolo con mis manos.

 —Serás mentiroso. Eres la persona más celosa que me he echado a la cara Shuji —reí—. Venga, no me entretengas más, que tenemos que hacer la limpieza de año nuevo.

 —¿Pero eso no se hace después de año nuevo?

 —Sí, pero qué más da. Prefiero dejarlo ya todo recogido, además tenemos la casa hecha un desastre —miré a mi alrededor, observando que en el baño había muchísima ropa para lavar y muchos botes que tenían que tirarse a la basura. El resto de la casa no me hacía falta ni verla, pues estaba de la misma manera, o incluso peor. De hecho, la otra habitación de la casa, la que era mía hacía tiempo, ahora servía como trastero y estaba llena de todo tipo de cosas inservibles que no hacían más que ocupar espacio—. Además, esta tarde hemos quedado con Kisaki, ¿no? Nos lo dijo, que nos veríamos hoy para eso que comentamos.

El otro día, cuando hice la broma sobre lo de crear nosotros tres una pandilla, Kisaki se había reído y alegó que parecía que le había leído el pensamiento. Por lo visto, él había pensado algo similar, y, quitando el hecho de que lo dije de broma, él comentó que quizá me vendría bien distraerme en esos momentos y conocer gente nueva. 

Al parecer, hacía un tiempo, él estuvo a punto de unirse a una pandilla diferente, pero finalmente terminó en la ToMan. Decía estar seguro de que, si volvía a hablar con cierta persona, lo admitiría en aquella pandilla y, por descontado, si nosotros queríamos, podríamos unirnos también.

Tampoco era que me apeteciera mucho entrar a otra pandilla, pero quizá él tenía razón. Conocer gente nueva podría venirme bien, sobre todo para distraerme un poco. Además, a Shuji sí pareció convencerle aquella idea. No podía recriminarle nada si él quisiese unirse a otra pandilla, le encantaba una pelea y meterse en problemas, era lógico que él sí quisiera.

Bajé las escaleras y fui al salón, hacia la zona donde tenía el altavoz y puse algo de música en un tono alto para motivarme a limpiar. Era algo que siempre hacía, si no me aburría muchísimo doblando toda la ropa y quitando el polvo de los muebles.

Así, sin pensarlo mucho más, me hice una coleta y empecé a quitar todo lo que había por medio en el salón. Shuji iba a encargarse de limpiar la cocina y el patio de afuera, yo recogería el salón y limpiaría el baño de la planta baja. Cuando hubiéramos terminado, ambos iríamos a la planta superior a recoger las habitaciones y limpiar el otro baño. 

La verdad que tener su ayuda agilizaba bastante esta tarea. Antes la hacía yo sola y era un tremendo calvario. Tardaba días en tener todo limpio, pues me entretenía con cada cosa que me iba encontrando o me paraba a fumar cada diez minutos con la excusa de "bueno, ya he recogido cinco camisetas, me merezco un descanso". Reí para mis adentros recordando la de mierda que había encontrado en la casa por aquellos entonces. 

Pero la canción que empezó a sonar me hizo agilizar mis movimientos en la limpieza y empezar a gritar como una loca, fingiendo que el palo de la escoba era mi micrófono.

 —¡SUMMER AFTER HIGHSCHOOL WHEN WE FIRST MET WE'D MAKE OUT IN THE MUSTANG TO RADIOHEAD!

 —¡No, por favor! ¡Otra vez esa canción no! —Shuji acababa de terminar de limpiar el patio y entró corriendo cuando me escuchó dar mi concierto pertinente del momento de limpieza.

 —¡Pero si es buenísima! Además, es súper animada para recoger la casa. Te falta calle, Shuji.

 —¿Qué dices? Es triste de cojones. Lee la letra anda, estúpida, y luego vienes y me lo desmientes.

 —¿Ah? Paso. Yo solo la canto, pero ni puta idea de lo que dice. Además, no quiero deprimirme —miré a mi alrededor, habíamos terminado de recoger toda la planta baja, salón, patio, cocina y baño estaban listos—. Venga, un descansito y me cuentas tu afición por leer la letra de las canciones, ¿vale?

Ambos nos sentamos en el sofá del salón y él encendió un cigarro. Yo le miraba con el cuerpo girado hacia él y mis piernas cruzadas sobre el sofá.

 —Bueno venga, habla —insté.

 —¿De qué quieres que te hable? —me miró de reojo mientras estiraba la espalda. Seguramente habría estado agachado ahí fuera quitando todo lo que había por el suelo del patio, y, con lo alto que era, la espalda debía de dolerle más de lo normal.

 —De por qué sabes todas las letras de las canciones. Bueno, de casi todas.

 —Ah, ¿eso? Nada, cuando vivía solo tenía mucho tiempo libre y me la pasaba escuchando música. Me ponía a leer la letra de las canciones que sonaban en la radio y a traducirlas, algo tenía que hacer para matar el tiempo, ¿no? Los videojuegos ya me aburrían muchas veces.

 —Qué poco te pegan esas cosas, de verdad, a veces me sorprendes.

 —Bah, ya ni tiempo tengo de estar solo, así que hace mucho que no hago ese tipo de cosas —me pasó el cigarro y puso su cabeza en mis piernas—. ¿Podemos terminar mañana la limpieza? Me está dando tremenda pereza guardar todo lo que hay arriba.

Me quedé pensando en lo primero que había dicho. No parecía haber proclamado aquello con molestia pero, aun así, era cierto que cuando estábamos en casa no nos separábamos ni un solo momento, solo cuando alguno tenía que ir a trabajar, pero básicamente esos momentos los aprovechábamos para dormir; yo por las noches mientras él estaba en el bar, y él por las mañanas cuando yo estaba en la tienda.

Por un momento sentí pena en mi interior. Una sensación extraña de que a él le estaba molestando no tener tiempo para sí mismo.

 —Shuji... —musité y sus ojos se posaron en los míos—. Si te agobio o algo... solo dímelo y te dejaré algo de-

 —¿Qué dices? —Se incorporó de golpe, volviendo a sentarse en el sofá—. No me agobias. No seas tonta, no lo decía por eso. Solo era un comentario sin ningún otro sentido.

Apagué el cigarro en el cenicero y acto seguido noté que sus manos me agarraban por la cintura para colocarme encima de él.

 —Decidido, mañana terminaremos con la limpieza —su mano viajó hacia mi culo y empezó a apretarlo con suavidad, su boca recorría mi cuello dejando ligeros besos en su camino hacia mi oreja—. ¿Te apetece hacer otra cosa y despejarte un poco?

 —Si me lo dices así... —me acomodé mejor sobre él y empecé a besarle lentamente.

Eran en esos momentos en los que me olvidaba de todo y solo podía centrarme en él; el tacto de sus manos rozando mi piel, como me empezaba a desvestir lentamente mientras su lengua jugaba con la mía en un beso que se iba intensificando de a poco.

Ya no podía pensar en todo lo que había pasado, no es como si estuviera deprimida ni nada por el estilo. ¿Me daba pena? Por supuesto, pero ante eso solo podía hacer dos cosas: hundirme o levantarme y resurgir del desastre aún más fortalecida. Era algo que había aprendido a lo largo de mi vida: no dejarme caer en el foso por nada. Ni por nadie.

Las manos de Shuji empezaron a ejercer cierta fuerza y me movía encima de él. Ya no era un beso inocente, era uno lleno de deseo, en el que los dos dejábamos escapar jadeos cuando nuestros labios se separaban. La temperatura de ambos volvía a elevarse y ya empezaba a sentir ese notable bulto chocando en mi entrepierna, lo que hacía que me pusiera aún más caliente si cabía.

Por supuesto, y como solía ocurrir en estas situaciones, mi teléfono empezó a sonar, pero no le hice caso y continué a lo que estaba con Shuji. Me había quedado solo con la ropa interior encima de él mientras seguían los movimientos sobre sus piernas.

Pero el teléfono estaba sonando incesantemente. Así que decidí parar un momento y comprobar el porqué de esa insistencia. 

Con cierta molestia por la interrupción, comprobé la pantalla del teléfono. Mi expresión cambió al instante.

Era Emma.

 —Date la vuelta y habla por teléfono si quieres, pero quédate encima de mí —Shuji susurró en mi oído.

 —No te pases, es Emma y me estoy imaginando para lo que me llama. No seas malo. O no tanto, al menos —le di un beso en los labios y me coloqué como él me dijo: encima de sus piernas y con mi espalda apoyada a su pecho.

Descolgué la llamada y pude escuchar la chillona voz de mi amiga casi al instante.

 —¿¡Me puedes explicar qué coño ha pasado!? Draken no hace más que lamentarse conmigo.

 —Hola Emma, ¿te ha contado? —el pelinegro se abrazó a mí por la espalda y posó su cabeza en mi hombro, pegando la oreja al teléfono para poder escuchar.

 —Claro que me lo ha contado, casi se lo he tenido que sacar a golpes y, cuando finalmente ha abierto la boca, juro por quien quieras que por poco no le tiro todos los muebles encima. Aunque por como traía la cara creo que tampoco hiciera falta que yo le diera más. Pero bueno, soy una debilucha. En fin, ¿cómo estás? ¿Qué mierda es todo eso de que te llamas Reika?

 —Pensaba que tú también lo sabrías... —Mientras hablaba con Emma, la mano de Shuji no paraba de acariciarme el abdomen, haciéndome cosquillas. Era una sensación rara, pero me tranquilizaba un poco.

 —¿Tú crees que este imbécil iba a contarme algo sabiendo que iría corriendo a decírtelo?

 —La verdad es que no. Pero Emma, en serio, no quiero saber nada ahora mismo de ellos —Sin embargo, ella era de la que más pena me daba alejarme. Una de las manos de Shuji bajó hasta mi ropa interior y empezó a tocarme mientras hablaba por teléfono—. Emma, hablamos mañana o en otro momento, ¿vale? No estoy enfadada contigo.

 —Pero... ¿de verdad vas a dejarnos?

Me incorporé de golpe y alcé la voz, Shuji paró de hacer lo que estaba haciendo y me coloqué de lado encima de sus piernas, él solo me miraba con cara de sorpresa.

 —¿¡Dejaros!? 

A pesar de haberse enterado, Emma no parecía entender que aquello podría afectarme como lo hizo, hasta el punto de no querer verlos más. Era así, ella intentaba solucionar los problemas afrontándolos de frente, al igual que hacía yo. Pero esta vez era diferente... Esta vez mi orgullo estaba ganándole a todo lo demás.

 —Emma, llevan meses dejándome ellos a mí, ¿no te diste cuenta? Sólo Draken era el que a veces se dignaba a venir y, al parecer era por insistencia tuya, que, si no sabías nada, era normal, pero no Emma, yo no he dejado a nadie, más bien han hecho que lo haga... —respiré profundamente, al fin y al cabo, ella no tenía la culpa de nada—. Perdona, no quería ponerme así contigo. Pero en serio, ahora no es el momento. Diles que no me llamen, no pienso contestar ninguna llamada. Tú no tienes nada que ver en todo esto, ¿vale? Pero no quiero ni oír hablar de ellos, de verdad. Lo siento, pero creo que por una vez voy a ser egoísta en algo. Ya hablamos, ¿vale?

 —Claro, pero llámame, ya hablamos.

Colgué la llamada y tiré el teléfono al otro sofá. Tenía una sensación extraña en el pecho, entre enfado y tristeza. Miré a Shuji y me abalancé sobre él, besándole e intentando descargar toda la rabia en sus labios, él sonrió.

 —Es curioso, cuando estás enfadada me pones muchísimo más. Pero, ¿estás bien?

 —Sí, estoy bien me separé un poco de él y le aparté un poco un par de mechones que tenía cerca de los ojos—. Ahora llévame a la cama.

 —Oye, oye, sin órdenes, ya sabes quién manda ahí, ¿no? —me levantó del sofá con mis piernas alrededor de su cintura y, dándome besos por el cuello, empezó a subir las escaleras en camino a la habitación.

 —Claro, yo —respondí con picardía y mordiéndole el cuello ligeramente.

 —¿Qué dices? Mentirosa —me tiró sobre la cama boca arriba y se colocó sobre mí.

 —Bueno, dejémoslo en un cincuenta-cincuenta, pero hoy me toca a mí —con una de mis piernas lo tumbé en la cama para quedar yo ahora encima de él. Ya no le dejé hablar más, comencé a besarle y a quitarle la ropa.

Quería sacar toda la rabia que tenía desde el otro día, y, desde luego, con él, y de esa manera, era una de las mejores terapias que mi cuerpo y mi mente podían tener... Porque me hacía pensar en otras cosas, distraerme y sonreír incluso cuando parecía imposible... y por esas razones y muchas más era que cada día que pasaba tenía más claro, que si no era con él, no podría ser con nadie más.

 —¿Queda mucho?

Shuji y yo íbamos en su moto a reunirnos con Kisaki. Al parecer quería que hablásemos los tres con alguien e iba a darnos algunos detalles antes de poder conocerle.

 —No, ya estamos llegando. ¿No reconoces este camino? Vamos a donde te llevé aquel día que quise conocerte mejor, ¿te acuerdas?

 —Ah, es verdad.

Recordé aquel parque con las mesas de madera, donde aquél día le conté sobre mí lo más tranquilamente que los nervios que me producía su presencia me dejaron. 

Al llegar, Kisaki ya estaba allí esperando en una de esas mesas. Estaba solo. Nos acercamos a él y permanecí de pie un momento.

 —Hola Kisaki, soy Reika, encantada —le tendí la mano, bromeando. Shuji se rio en mi espalda.

 —Lleva todo el día delante del espejo ensayando esto, no le hagas el feo y preséntate tú también —le instó a su amigo. 

Kisaki miró a Shuji como intentando aguantar una sonrisa, pero hizo caso de sus palabras y me dio la mano.

 —Encantado, Reika —volvió a tomar asiento y nosotros hicimos lo mismo frente a él—. Bien, vayamos al grano. ¿Qué os parecería si los tres nos unimos a una banda que se formó no hace mucho? Ellos controlan Yokohama y... Bueno, ya os dije que estuve a punto de unirme a ellos hace tiempo, pero quizá ahora sí sea el momento.

 —¿Quién es su líder? —pregunté. Shuji jugueteaba con una hormiga que había sobre la mesa y, como siempre, parecía no estar prestando atención.

 —Kurokawa Izana, no es muy conocido.

 —¿Cómo que no? Ese nombre... ¿sabes si tiene una hermana?

 —No que yo sepa. ¿Queréis conocerlo?

 —¿Quiénes están en esa pandilla?

 —Pues, que yo sepa... acaba de reclutar a los Haitani... Y luego está el líder de una antigua pandilla, un tal Mochizuki. Ah... Y un exlíder de los Black Dragons... Madarame Shion.

Sonreí para mis adentros, iba a ser interesante, pues quitando a los Haitani, esos otros dos nombres me trajeron recuerdos del pasado. Los Kawata tuvieron un encontronazo hace años con Mochizuki y, en cuanto a Shion... Básicamente fue a causa de aquella pelea con Kazutora que la ToMan fue creada.

Quizá sería divertido ver qué caras ponían si una ex fundadora de la ToMan estaba de su lado. Y, además, quería saber más del porqué en esa banda había gente que tuvo problemas con la que era mi pandilla hasta hace dos días. Quizá estarían buscando algún tipo de venganza o algo así, pero con Mikey al frente, eso me parecía algo imposible de lograr.

No tenía ningún interés especial en unirme a ellos, pero solo por la curiosidad y por no morirme del aburrimiento, quizá aceptaría esa oferta.

 —Está bien Kisaki. Sí, por el momento, me gustaría conocerlos y quizá unirme.

 —Yo me uno, no tengo que darle muchas vueltas —afirmó Shuji, que finalmente parecía mirarnos y prestarnos algo de su atención. 

Volví a dudar por un momento, pero llevaba todo el día pensando en aquello... Una nueva vida no suena tan mal, ¿no?

Wakala que se lía.

Jaja holita.

¿Cómo os suena una fiesta de fin de año en Roppongi con los hermanos más codiciados de TR y primos de la prota?

Hace un par de días publiqué un One Shot de Hanma, ¿os acordáis al principio de HEAVENS? Pues ese One Shot tiene sorpresita al final de una escena de los primeros capítulos relatada desde el punto de vista de él.

Poco más que añadir, este ha sido un capítulo de conexión y de inicio de... sí, arco final de Heavens...

Como siempre: 

Frase para preguntas.

Frase para quereros mucho <3

Besitos. 

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