~ 𝑺𝒆𝒊𝒔 ~

~ 7 de julio de 2011

 —Bueno papá, mamá, abuelita, me voy —Me levanté del suelo separando mis manos. Antes de que se me hiciera más tarde, cogí una sudadera negra ancha y me la puse encima de la camiseta de tirantas blanca. No hacía frío, era verano de hecho, pero siempre llevaba la sudadera puesta. Me subí las medias hasta la mitad del muslo y me coloqué las zapatillas. 

Mi teléfono empezó a sonar.

 —¡Oye Riri! ¿Te queda mucho? —la voz de Mikey sonaba del otro lado.

 —Siempre con las prisas. Ya voy, enano del demonio —escuché de fondo como todos se reían, distinguiendo algunas de las voces, como la de Draken y Pah.

Me estaban esperando como todas las mañanas para acompañarme al trabajo. Necesitaba dinero para poder sobrevivir de alguna manera, pues desde que mi abuela falleció, había estado viviendo sola en su pequeña casita. 

El trabajo no era nada del otro mundo, en una tienda de alimentación que llevaba toda la vida en el barrio. El sueldo no era malo para los pocos turnos que tenía y, además, la dueña era bastante agradable. Siempre me dejaba llevarme algunos de los dulces que no se habían vendido. Aunque al final el que se los terminaba comiendo era Mikey, así que a él le encantaba acompañarme allí por las mañanas y ver con qué delicias se encontraría por la tarde.

¿Ah?, ¿Mis padres? No los conocí, pero no porque no me quisieran y me abandonaran ni nada por el estilo. 

Cuando era muy pequeña íbamos de vacaciones a la playa, o quizá era a la montaña, nunca supe a dónde en realidad, era demasiado pequeña como para acordarme. El coche volcó y bueno, solo yo sobreviví.

Así es como terminé viviendo con mi abuela, al parecer ella era la única familia que me quedaba y que podía hacerse cargo de mí. 

No me entristecía pensar en mis padres, ya que como decía, nunca los llegué a conocer lo suficiente como para acordarme de ellos, solo tenía algunos recuerdos difusos. Lo que sí me llegaba a generar a veces algo de tristeza era la idea de haber crecido sin su presencia. Aunque eso me hizo madurar mucho antes que al resto de la gente de mi alrededor. 

O eso pensaba yo, porque mis amigos siempre decían que a mi cabeza le faltaba algún que otro tornillo. De hecho Draken decía que tenía una bolsa de canicas por cerebro, y que, cuando se agitaba, todas chocaban ahí dentro sin control ninguno.

Reí para mí misma. Ellos eran mi familia ahora.

Eché un último vistazo al altar que había en la salita, con tres fotografías bien dispuestas y me aseguré de apagar el incienso que tenía cada una de ellas justo delante. No quería un incendio repentino en casa, bastante tenía ya con qué lidiar como para encima quedarme sin un techo donde vivir. 

Sin entretenerme mucho más, salí de casa y me puse en camino a la esquina de la calle, donde me estaban esperando los demás. 

A lo lejos vi a Emma intentando que Draken le diera un abrazo, a lo que éste no hacía otra cosa que intentar apartarse algo sonrojado. Mikey los miraba, riéndose, Mitsuya parecía en otro mundo, como siempre. Pah estaba hablando algo con Peyan, y bueno, Baji... Baji estaba mirándome a mí, haciendo aspavientos con el brazo indicándome que me apurase.

 —¡Ryoko! Venga, que vas a llegar tarde otra vez.

Sonreí y fui corriendo hacia ellos. Otro día más en la normalidad de mi vida, aunque ellos hacían que estos días fueran los más felices. Siempre, desde que los conocí gracias a Pah... agradecí encontrar en ellos la familia que nunca pude tener.

 Recuerdo 

 —Estúpida corre y ve a decírselo a tu mamá —aquel niño reía mientras miraba como yo me limpiaba la tierra de la cara—. Ahh...no, que no tienes —volvió a reír, mirando a los niños que estaban detrás de él.

Siempre había sido el objeto de burla de los niños en el parque. No llevaba ropa bonita, ni mi cabello se veía como el de las niñas de los anuncios, pero la verdad, no me importaba. La abuela siempre intentaba peinarme lo mejor que podía con sus débiles manos. Y lo hacía con una sonrisa y mientras me decía lo mucho que me quería, que le gustaba mucho mi pelo largo que se parecía al suyo de cuando era joven y, para mí, cualquier peinado que me hiciera era el más bonito del mundo solo por tener esos momentos en los que la veía tan feliz.

Y ahí estaba yo, una niña de no más de ocho años, levantándose del suelo con el puño en alto para que ese niño aprendiese a dejar de meterse con los demás. Recuerdo que una mano muy grande agarró mi muñeca parando mi puño en seco. Era un chico grande que tenía algunas marcas en la cara.

 —Oye... —dijo aquel desconocido—. ¿No creéis que sois demasiados para enfrentaros a una niña sola? ¿Acaso tenéis miedo de que ella os pegue y tenéis que venir todos juntos? 

Ese chico infundía miedo. Tenía cara de malas pulgas aunque no aparentaba ser mucho más mayor que yo. 

Los otros niños lo miraron aterrorizados. Parecía ser que a ellos sí había logrado asustarlos.

 —N-no...ya nos íbamos.

Salieron corriendo. Yo no me lo podía creer.

Como pude, me terminé de incorporar y aquél chico me sonrió extendiendo su mano.

 —¿Estás bien? No me gusta que se metan con las niñas —yo le miraba tímidamente pero, por alguna razón, no me daba ningún miedo—. Mi nombre es Haruki Hayashida, pero puedes llamarme Pah.

 —Hola Haruk...Pah, yo soy Ryoko...— respondí sonriéndole mientras le daba la mano.

 —¿Estás sola? —me preguntó—. Venga, que te acompaño a casa. 

Pah habló conmigo durante todo el camino hacia casa. Me contó un par de chistes para subirme el ánimo y la verdad que nos reímos bastante. Era la primera vez que hablaba con alguien de mi edad y me lo pasaba bien. Me contó acerca de sus amigos, por lo visto tenía muchos y se llevaban muy bien. Me dijo que también había una chica entre ellos, la hermana de un renacuajo que a veces se les unía y quedaban a jugar en el parque de al lado de mi casa.

 —¡Seguro que os lo pasáis genial todos juntos! —dije con un poco de envidia.

 —¿Qué pasa? ¿Acaso tú no te lo pasas bien con tus amigos? 

No le contesté y me limité a mirar al suelo con algo de pena. 

 —No, la verdad es que nunca he tenido amigos con los que jugar. 

Pah se sorprendió y de la nada soltó:

 —Pues ya no podrás decir eso nunca más... A partir de ahora, ¡yo seré tu amigo! y algún día te presentaré a los demás. ¡Ya verás! Son muy divertidos.

Lo miré con una cara de ilusión que solo hizo que él empezase a reír muy alto. 

Cuando llegamos a casa, mi abuela salió por la puerta y al ver que iba llena de tierra me riñó, pero Pah se asomó a la puerta y le explicó lo que había pasado. 

 —No se preocupe señora —dijo aquel niño, un poco nervioso e intentando parecer un adulto—. ¡Yo protegeré a Ryoko! Ahora soy su amigo y ya nunca más va a estar sola, además, yo vivo en la casa que está un poco más allá —señalaba hacia el final de la calle—. Así que podemos quedar siempre que quiera.

A mi abuela se le quitó el enfado de repente, de hecho, casi que obligó a Pah a pasar a casa y quedarse a merendar. Yo me moría de vergüenza. No quería que se enterase de que no tenía padres y que vivía con mi abuela en una casita casi sin nada, pues apenas tenía juguetes o cosas divertidas con las que entretenernos. 

No quería que al final fuera como los demás niños y empezara a burlarse de mí.

Pero no lo hizo. Jamás.

Al poco tiempo me presentó a esos amigos de los que tanto había hablado. Primero me presentó a Baji Keisuke, un niño con el pelo negro que no sé porqué nada más verme empezó a hablarme de su gato y yo lo escuché con mucha atención. Luego vinieron los demás, Mitsuya, Kazutora, Mikey, Emma, la hermana menor del último y con la que desde el primer momento se convirtió en mi mejor amiga.

Y, por último, a Draken.

Éste último hizo que mi pequeño corazón, con tan poca edad que tenía, me diera un brinco. Sin embargo, conforme pasaba el tiempo Emma y yo cogíamos más confianza, me dijo que a ella también le gustaba desde siempre y, a espaldas de ella, Mikey y Pah me contaron que a Draken también le gustaba Emma. Yo no era caprichosa, por lo que en realidad mi enamoramiento por Draken sólo duró unos pocos años. Hasta que teníamos unos quince o dieciséis años y vi como Emma y él se besaban y ahí me di cuenta de que en realidad valoraba más la felicidad de mi amiga que un amor infantil. Por lo que me alegré por ellos y me volví un poco como Mikey, empecé a hacerles bromas para ponerlos nerviosos y que acabaran siempre juntos encerrados en cualquier cuarto.

— Fin de recuerdo —

Todos habíamos crecido. Yo era de las más pequeñas, tenía diecinueve años y bueno, desde aquél entonces pasábamos casi todos los días juntos; ideando planes, a los cuales más descabellados y siempre me preguntaban por mi opinión, ya que parecía que, de entre todas las locuras que se nos ocurrían, digamos que las mías eran las que más sentido tenían. O, por lo menos, en las que no terminaríamos ahogados en un río o dentro de un coche sin frenos. 

Por otro lado, mi manera de ver a los chicos cambió un poco cuando me olvidé de Draken. 

Me volví un poco más abierta con los demás y sí, me gustaba coquetear y ponerlos nerviosos. Sobre todo a mis amigos, me encantaba chincharlos, aunque sabían que estaba de broma, siempre conseguía ponerlos colorados de una u otra manera. Menos a Pah, para mí él era como mi hermano mayor, el primero que me tendió su mano sin querer hacerme daño, por lo que con él era diferente, de hecho, se partía de risa cada vez que yo montaba uno de mis numeritos.

 —Oye pequeña ¿en qué piensas tanto? —Baji interrumpió mis pensamientos.

 —¿Ah? Nada, estaba distraída pensando en ti —le guiñé un ojo y vi como apartaba su mirada y los colores se le subían.

 —No me digas esas cosas que luego ya sabes lo que pasa —contestó, desviando un poco la mirada.

 —Bueno —sabía a qué se refería, así que decidí cambiar de tema—, ¿entonces hoy hemos quedado allí no? Que me tengo que ir ya a trabajar —aceleré el paso y me adelanté a ellos.

 —¡Sí! Nosotros te esperaremos allí, intenta no llegar tarde —dijo Mikey.

 —¡Valeeee! — dije alejándome y lanzándoles besos en el aire a todos —.Nos vemos luego.

 —Está loca— dijo Mitsuya, en un tono que llegué a escuchar.

 —Sí, pero es nuestra pequeña loca, ella es feliz así, así que dejadla estar —Pah fue quien contestó.

~ 7 de julio de 2011, por la tarde ~ 

 —¡Ahhhhh! —Me había quedado dormida tras volver del trabajo—. Llego tarde, llego tarde.

Cogí la bolsa con los dulces que me había dado mi jefa y salí corriendo sin agarrar nada más, solo las llaves y la sudadera. Corrí lo más que pude hasta donde había quedado con los demás: una especie de nave abandonada.

Se suponía que iban a hablar algo que había pasado con un amigo de Pah y de lo cual yo no tenía ni idea, aunque solían contarme las cosas que pasaban en la pandilla, por algún motivo, esto habían decidido ocultarlo.

Llegaba realmente tarde, había pasado casi una hora desde que habíamos quedado y ahí estaba yo, con el corazón en la boca corriendo para llegar lo más rápido posible. Al cruzar la última esquina, vi coches de policía y a varias personas siendo arrestadas. 

 —¿Pah? —lo distinguí desde aquella esquina.

Él me vio y su cara se puso blanca. Me hizo un gesto como diciendo "Escóndete"  y eso hice, me quedé en un callejón que había un poco más atrás y me senté a esperar que todo pasara. ¿Qué hacía Pah con unas esposas? 

Estaba nerviosa, necesitaba un cigarro y no había cogido el paquete con las prisas. Me quedé imaginando multitud de escenarios durante otra hora más en aquel callejón hasta que decidí que quería ver qué había pasado con mis propios ojos.

Me asomé por aquella esquina de nuevo y vi que ya no parecía haber nadie alrededor, por lo que me dirigí dentro de la nave. No había nadie e investigué un poco el lugar. Vi un charco de sangre y me quedé allí plantada, con la mirada hacia el suelo, la bolsa que traía para Mikey se me cayó de las manos, esparciendo todo lo que contenía por el cemento.

 —Pah...¿qué has hecho? —murmuré.

 —¡Oye tú! —gritó una voz ronca desde una esquina oscura de la nave.

 —Joder qué susto —pegué un brinco que me hizo tropezar, aunque no me caí.

 —¿Qué haces aquí? —me giré para ver que aquella voz venía de una figura alta, que se levantaba de unas vigas que había apiladas y se acercaba.

Pasé de contestar.

 —Oye, contéstame ¿no? —repitió acercándose más, dejando que la claridad que entraba por aquellas ventanas sucias lo fuera iluminando de a poco.

 —Eh, hola, eso lo primero —le contesté algo burlona—. Y segundo, no te importa, ya me iba.

Al fin se dejó ver por completo y, al poder verlo, noté una pequeña punzada en el pecho.

Holis

Pues comenzamos con la historia del pasado y cómo se conocieron ella y los miembros de la Toman, me he quedado con ganas de seguir escribiendo, así que me da a mí que hoy se viene capítulo doble :)

No podía no incluir a Pah en este fanfic, esque es muy bueno jo. Desde el principio tenía claro que el sería al primero al que iba a conocer Ryoko.

La fecha de este capítulo es aproximada, ya que esto ocurre en julio pero creo que no se especifica el día, asique he puesto uno cualquiera. 

Me estoy leyendo el manga otra vez para cuadrar la historia más o menos, quitando el hecho del año en el que ocurren las cosas porque, como ya dije, les he puesto unos añitos más, pero intentaré serle fiel a cuando ocurren los principales puntos de la historia, como las batallas con Moebius, Valhalla, etc. Si me cuelo con alguna fecha me decís, que puede pasar que me confunda jaja

Me encanta leer vuestros comentarios y saber que os está gustando leerla, a mí me está encantando escribirla. Millones de gracias T_T.

Besis

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