~ 𝑹𝒆́𝒒𝒖𝒊𝒆𝒎 ~ 𝑺𝒆𝒒𝒖𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂
He hecho una lista de reproducción por si queréis ponerla durante estas partes, aun así recomiendo la siguiente canción para esta.
Dancing with your ghost – Sasha Alex Sloan (en bucle está bien)
~ 20 de diciembre de 2018 ~
La idea era haber ido directamente a Aomori, pero el trayecto, a pesar de ser apenas unas cinco horas o menos en coche, me estaba costando más trabajo del que creía. El hecho de saber que iba a volver a encontrarme con sus palabras me frenaba en cierta manera.
Tenía el presentimiento de que ella no había cambiado con el paso de los años. Seguro que seguía siendo esa chica intensita que le gustaba sembrar el caos allá donde fuera y a la que le gustaban todo este tipo de juegos de misterio.
Recordé cuando me contó que, de pequeña, veía una serie de un detective que era un niño, y que le encantaba; se podía quedar horas viéndola y no se aburría nunca. Decía que siempre intentaba sacar sus propias teorías sobre quién había sido el asesino de aquel capítulo mientras de fondo su abuela la llamaba para comer cientos de veces.
¿Cómo coño se llamaba ese puto niño? Mira que me lo dijo varias veces y nunca me acuerdo. Bueno, tampoco es importante.
Por esos motivos estaba seguro de que, fuera donde fuera, iba a haber algo esperándome. Y ojalá fuera así.
Pero, a la vez, me daba miedo.
Cada vez que me encontrara algo más de ella, mi viaje estaría avanzando; acercándose a un final bien definido desde que comenzó. Y, cuando ese final llegara, podría jugarme el alma de que sería la última vez que encontraría algo de ella.
Y no quería.
Nada más salir de Akita me paré al cabo de poco tiempo. Con el recuerdo de ese trozo de papel que la señora me entregó en mi mente me era imposible conducir. Fue prácticamente casi a la hora de haber emprendido el camino a Aomori, que me detuve en un pequeño pueblo costero llamado Mitane.
No había mucho que hacer allí y, aún así, retrasé mi partida desde ese lugar unos días. Durante ese corto tiempo, aproveché para vagar por las calles y dar paseos por las marismas y las playas, donde la gente parecía tener especial interés en hacer figuras con la arena.
Eran enormes. Incluso les eché alguna que otra fotografía con la cámara de mi teléfono. Aunque... ¿a quién querría yo enseñarle aquello?
A nadie...
Recordaba cuando era joven y fotografiaba absolutamente todo. De hecho, le mandaba a ella la mayor parte de las fotografías cuando empezábamos a hablar... solo para tener algún tema de conversación con la enana. Si hubiera estado aquí conmigo... tenía claro que el carrete de mi cámara estaría lleno con fotos de ella.
Tras esos días perdidos en Mitane, volví a ponerme en marcha.
Pero, encontrarme otra vez en el coche, en silencio, hizo que mi mente volviera a derrumbarse. Más aún cuando tuve la brillante idea de poner la radio y que justo empezara a sonar la canción, esa maldita canción que le encantaba poner en casa y cantar a grito pelado mientras bailaba y hacía el intento de recoger el desorden de ropa que había por el suelo y los muebles.
Tuve que pararme en el siguiente punto en el que la autopista me permitió salir. Al menos había conseguido conducir un par de horas más hacia el norte de la isla de Honshu. Aquella salida me llevó a Odate, otra ciudad sin ningún interés en particular, pero en la que decidí quedarme algunos días más.
Prácticamente no salía del hostal en el que me hospedaba. Me la pasaba borracho cambiando los canales del televisor. Hasta que, tras tres o cuatro días de la misma manera, decidí que ya no podía postergarlo más, si no, iba a consumirme al igual que todo el tabaco que me estaba metiendo en el pecho.
Al día siguiente me iría de allí y, de una vez por todas, llegaría a Aomori fuera como fuera, a encontrarme de nuevo con lo que ella quisiera depararme.
Y así lo hice, empaqué mis cosas de nuevo y las metí al coche, en el que me monté dispuesto a abandonar Odate, de no ser porque, al pasar por la estación de trenes que había allí, algo llamó mi atención y decidí parar un momento a fumar para comprobarlo.
Había una estatua de un chucho frente a la estación y me recordaba a una que había en nuestra... en mi ciudad, en Tokyo; más concretamente en Shibuya.
Aparqué casi delante de la estatua, me bajé del coche y me apoyé en él encendiendo un cigarro mientras observaba la estatua.
—Qué poco me gustan los perros, en serio.
Me acerqué un poco más para ver la inscripción de aquella estatua, pero estaba toda oxidada y casi no podía distinguirse nada. Intenté darle un poco con la mano por si era suciedad, pero no funcionaba.
—Ah, joven, eso no va a funcionar —la voz grave de una persona mayor hizo que diera un brinco en el sitio, había hablado desde mi espalda y me asustó.
—¿Por qué hay un perro aquí?
—¿No conoces a Hachiko? ¿Eres japonés o extranjero? —el señor, que rondaría casi los ochenta años por lo menos, me miraba de arriba abajo como analizándome—. ¿Qué os dan de comer hoy en día para que crezcáis tanto? Hay que ver... en mi época con suerte teníamos un boniato que llevarnos a la boca... ¡y a compartir para toda la familia!
El señor había empezado a hablar solo, divagando y quejándose de su niñez. No parecía el típico viejo cascarrabias, solo alguien que estaba falto de conversación, pero quizá había ido a dar con la persona menos indicada para charlar en ese momento, pues debía continuar mi camino. Aún así, hice un esfuerzo e interrumpí su monólogo.
—¿Pero ese perro no era de Tokyo? Es decir, este chucho tiene una estatua en Shibuya.
—Ay, joven... sí... ¿sabes? Ese perro tan leal es famoso en todo el mundo, de hecho, su raza debe el nombre a esta prefectura, a Akita... sí... hasta los japoneses olvidan esas cosas a veces... todo se olvida —el hombre sonrió—. Este perro sí vivió en Tokyo con su dueño, aquel profesor de la universidad que se lo llevó, lo que mucha gente no recuerda es que ese perro nació aquí, a las afueras de Odate... pero bueno... supongo que a veces lo único que se recuerda de él es por lo que es conocido, ¿verdad? —tosió unas cuantas veces y volvió a reír—. A pocas personas les parece importante el inicio de las cosas o dónde lo hicieron, solo quieren saber lo más llamativo de la historia y punto, se acabó.
Me quedé pensando en eso último que había dicho el anciano. Una sarcástica sonrisa apareció en mi rostro.
—Sí... puede que sea así... —qué irónico.
—Oye hijo, ¿tienes un cigarro para este anciano?
Iba a dárselo, pero la tos que le escuché no me gustó y por un momento alejé mi mano con el paquete de tabaco.
—¡Ah! Está bien, de vez en cuando fumo a escondidas de mis hijos, ¿sabes?
Asentí y le di uno de los cigarros, pero no lo encendió, se lo puso en la oreja y se fue del lugar despidiéndose con la mano.
¿Así seré de viejo yo también? ¿Fumando a escondidas? Nah, ni de coña, que se atrevan a tocarme el tabaco.
Sonreí para mí mismo y miré una última vez hacia aquella estatua por la ventanilla del coche antes de partir de nuevo.
—¿Sabes chucho? Sí que hay gente a la que le gusta saber los inicios de las historias...
Tampoco es que hubiera estado perdiendo el tiempo aquellos días en el hostal. Estuve intentando averiguar sobre aquello que me dijo que vio de Aomori en una foto, pues seguramente habría ido allí. En la lista no se especificaba nada, solo la prefectura de Aomori, y tampoco iba a ir recorriendo ciudad por ciudad buscando aquel dichoso puente con la puta pagoda...
Mentira, sí que hubiera ido ciudad por ciudad buscándolo, aunque me hubiera llevado meses encontrarlo. Lo hubiera hecho.
Por suerte, le pregunté al dueño del hostal si conocía algún tipo de pagoda famosa por esa prefectura colindante a la de Akita, y sobre ese puente rojo. No esperé que encontrar la respuesta me iba a costar solo esa pregunta, pues me indicó que, a solo una hora de viaje, estaba uno de los castillos más conocidos de Japón, el castillo de Hirosaki, que se encontraba en la ciudad con el mismo nombre, y que era uno de los más fotografiados justamente desde el puente de ese color que había al lado. Al parecer cuando nevaba se formaba una imagen bastante bonita.
Que fuera más o menos bonita me daba igual, lo único que quería era ir a aquel lugar y averiguar si quizá ella también habría dejado algo allí o solo fue algo que hizo en el onsen. Esa era mi mayor preocupación. Pues no sabía si me daba más miedo el hecho de que hubiera más palabras de ella allí... o que no las hubiera.
Me fijé en el cielo durante el viaje, llevaba ya varios días que no se despejaba y las nubes iban adquiriendo un tono cada vez más gris.
—Parece que podré verlo con nieve, ¿no? —sonreí pensando una vez más en la maldita lista—. ¿Habría venido ella también en época de nieve?
Acerté con la predicción casi como si fuera una especie de brujo.
En mitad del camino tuve que parar, pues empezó a nevar con tanta fuerza que instantáneamente las carreteras se congelaron. ¿O quizá ya lo estaban de antes y no me había dado cuenta? Seguramente sería esto último, pues cuando me di cuenta fue porque el coche había patinado en una curva y me asusté. Iba distraído pensando y no me había dado cuenta del estado de la carretera. Por eso, decidí parar a ponerle las cadenas a los neumáticos y de paso, a fumar.
—Vaya fastidio... —la nieve no paraba de caer y acumularse, sería mejor darse prisa y llegar a Hirosaki cuanto antes.
A causa de la nevada, en cuanto llegué a la ciudad, no pude hacer más que irme a un hotel y quedarme allí, era imposible estar en la calle. Sin embargo, sabía con certeza que al día siguiente no dudaría como la última vez. Iría a aquel castillo y preguntaría directamente a quien estuviera a cargo de las visitas, o lo que fuera de aquel lugar, si, de casualidad, había visto un sobre o algo similar como al que llevaba conmigo.
~ 24 de diciembre de 2018 ~
No había nada.
Todos los malditos días que pasé allí iba al puto puente.
Todos.
Dándole vueltas a la cabeza, no tenía sentido el hecho que no hubiera nada ahí, o al menos, no quería darme por vencido, pero no tenía ni una sola pista que seguir más que el trozo de papel con los destinos, y, sabía que, si abandonaba la prefectura de Aomori, me iría con la sensación de que algunas de sus palabras se perderían en el camino, tenía ese presentimiento.
Así que ahí me encontraba otro día más, como un loco mirando el castillo desde el puente. Sí, era bonito, no podía negarlo, pero ya tenía la imagen tan grabada en mi mente, y los codos tan adoloridos de apoyarlos en la barandilla de la estructura del color de la sangre, que me empezaba a plantear seriamente en partir hacia el próximo destino... solo que hoy no sería ese día... Las carreteras estarían abarrotadas de coches, con personas felices en su interior yendo a visitar a sus familias para pasar la nochebuena.
¿Mi plan? Emborracharme. Ese era mi plan... otro año más.
La nieve que empezó a caer hacía unos días había cubierto todo de un manto blanco inmaculado. En mi camino del hotel al puente, todos los días veía a niños jugando con bolas de nieve o haciendo muñecos con ella.
Hace un par de días y cerca del puente, vi uno de esos muñecos que trajo un recuerdo a mi mente. Lo habrían hecho los mocosos esa misma mañana, pues el día anterior no estaba ahí. Era horrible y tuve que reírme para mis adentros mientras me acercaba al muñeco.
—Coño, "Chungo"... qué de tiempo. Sí que has crecido —le daba una calada al cigarro y volvía a recordar aquello que un día me hizo tanta gracia hacer. Me quité el cigarro de la boca, lo miré y se lo puse al muñeco—. Toma, supongo que ahora ya tienes edad suficiente.
Ese día una señora me miró raro, ahí hablándole solo a un muñeco, pero no le di importancia. Había dejado de prestar atención a todo, hasta a mí mismo. Desde mi pasado cumpleaños, cada vez que me miraba al espejo por las mañanas podía ver como las ojeras iban creciendo, a la par que lo hacía mi despeinado cabello, al que dejé de darle la importancia que siempre le había dado. Total, ¿para qué? Tenía otras cosas en la mente como para andar pensando en cortarme el pelo, o si en algún mechón estaba en su sitio o no. Y lo mismo ocurría con lo que pensara la gente de mí.
Si me tomaban por loco, me daba igual. De todas formas, siempre pensé que lo era.
—Soy un vagabundo navideño ahora mismo, eso soy, o al menos eso parezco, aquí plantado en lo alto del puente; con un cigarro, una lata de cerveza, una sudadera enorme y la peor cara del mundo —reí en voz baja mirando por última vez aquella pagoda.
Acababa de decidir en ese momento, que al día siguiente partiría hacia el siguiente destino en la prefectura de Gifu. Esta vez sí iba a ser un viaje largo y de bastantes horas.
Antes de salir del puente eché la vista atrás, suplicando que alguna de las casualidades que a ella le pasaban ocurriera en ese momento. Algo que me diera una puta pista, cualquier cosa...
—Mamá, ¿mañana iremos al templo con el abuelo? —Un niño con su madre pasó por delante de mí. El enano iba dando saltitos de emoción gritándole a ella con una sonrisa en la cara.
—Claro mi vida, como todos los años. —ella le devolvía esa sonrisa cálidamente, pero cuando vio que yo estaba al lado, su sonrisa se borró del rostro y aceleró el paso agarrando al niño con fuerza.
—Joder, ¿tan mala pinta tengo que asusto a las madres? Qué pena de mí... —me burlé de mí mismo, pero la sonrisa de mi rostro duró poco—. Un momento... ¿acaso?
Volví corriendo al puente y me apoyé en la barandilla con entusiasmo y sonriendo como un loco. Acababa de recordarlo.
—¡Los templos! ¡Los putos templos que querías ver! ¡Era eso! —estaba casi gritando en dirección al cielo. No entendía cómo podía haberlo olvidado. En la lista solo se especificaban los de Kioto y el de Nara pero, estaba seguro no, segurísimo, que habría ido visitando los templos de todos los sitios en los que hubiera estado.
Al haber estado tan centrado en el castillo, ni se me había pasado por la cabeza que hubiera podido ir a los templos de esa ciudad, o a los de algunas cercanas. Saqué mi teléfono e inmediatamente me puse a buscar algún templo que destacase en Aomori... Y lo encontré, si había algo, tenía que ser ahí, y si no era ahí, iría al siguiente, así hasta recorrerme todos los templos de la prefectura si hacía falta.
Miré al cielo, pensando en que ese niño había sido la casualidad que estaba esperando que sucediera, era como si ella me estuviera retando esa nochebuena a rebanarme los sesos para encontrarla, para encontrar la verdad de su juego. Sonreí aún con la mirada en las pocas estrellas que brillaban a través de las nubes.
—Ey enana, parece que decidiste que me tocaba reto, ¿no?
Salí corriendo de allí hacia el coche y conduje por donde me guiaba el GPS hasta las afueras de la ciudad que daba nombre a la prefectura. El destino era el templo Seiryu. Sabía que ese sería el templo que a ella le habría llamado más la atención, al tener la estatua de mayor altura de Buda de todo Japón.
Pero, al llegar allí, me dio igual la estatua, el paisaje, el edificio y todo lo que lo rodeaba.
Aparqué de cualquier manera y fui directo a la puerta del templo. Parecía estar cerrado. No sabía qué hacer, si me ponía a aporrear la puerta seguro alguien que estuviera por allí de guardia me echaría la bronca, así que me dediqué a dar vueltas alrededor del edificio como un loco, a subir y bajar las escaleras cada dos por tres. Hasta que por fin alguien apareció.
—Chico, ¿qué haces aquí a estas horas? No está abierto al público ahora mismo... puedes venir en unos días...
Era un anciano que salía por la puerta del edificio.
—Disculpe —me acerqué a él de manera agitada—. Le va a parecer una locura pero, ¿reconoce esto? —le mostré el sobre con los kanjis de mis tatuajes.
—¿Usted cree que es hora de venir a preguntar esas cosas?
—Por favor, sólo deme cinco minutos y me iré —el hombre, que tenía una expresión apacible, pareció ver que mis nervios estaban aumentando y sonrió amablemente.
—No te preocupes, a ver, déjame ver qué tienes ahí —le tendí el sobre para que lo pudiera ver más de cerca.
—Estos kanjis... acompáñame un momento, hijo.
Lo sabía.
Ambos caminamos hacia el interior, a una pequeña sala donde parecían guardar montones de papeles que la gente iba dejando allí en los tablones; deseos y plegarias, cosas de esas que yo nunca había hecho, pero había visto tantas veces que era imposible no saber qué eran. Se puso a rebuscar en uno de los cajones de una mesa del fondo y sacó de él un sobre similar al que sostenía en la otra mano.
—¿Esto es lo que buscas?
Asentí frenéticamente, aún no podía creérmelo.
—¿Eres tú? Esa chica nos dejó esto aquí hace unos años. Insistió mucho en que lo tuviéramos a mano, decía que era su deseo de aquel año; que guardásemos esto con recelo y que quizá algún día alguien vendría. Nos lo pidió con tanto entusiasmo, como si fuera una niña pequeña, que, a los que vivimos aquí y cuidamos de este lugar sagrado, nos fue imposible el negárselo. Le prometimos también que nunca lo abriríamos, y así hicimos —hizo una pausa—. Aunque... ¿Sabes? A veces nos aburrimos tanto aquí que nos ponemos a imaginar cuál es su contenido.
Otra vez me tocaba hablar con un anciano que divagaba, pero ya no podía esperar más.
—Si me deja abrirla aquí mismo, le cuento el contenido, y puede ir a decírselo a los demás si quiere.
El hombre pareció alegrarse de aquello y, sin embargo...
—No te preocupes, no ha venido nadie en todo este tiempo a reclamarla, desvelar el misterio de su contenido nos quitaría los pocos ratos de diversión que tenemos aquí. Así que te la daré. Pareces buen chico, por como te veo actuar, tengo la certeza de saber que esto es para ti y para nadie más. Así que toma, ten, y ya, vete de aquí, los ancianos tenemos que descansar bien.
—¡Gracias! —tomé ambos sobres de sus manos y salí a paso ligero del lugar.
Bajé las escaleras y me senté en el último escalón. Aún ni había mirado el anverso del nuevo sobre que llevaba en mis manos y cuando por fin lo hice, volví a verlos. Estaban ahí, en una esquina, aunque algo mal escritos, como si no se hubiera apoyado en una superficie lisa para trazarlos.
Tomé aire y desdoblé el papel de su interior.
~ Interludio ~ Octava
Ehm, ¿hola?
Se supone que estoy escribiendo mis deseos de año, pero bah, paso, si no van a cumplirse da igual que los escriba o no, así que he decidido hacer otra página del "diario no diario que no pienso guardar" Voy a dejarlo aquí, igual que hice en Akita, ¿aquella señora leería el contenido? No lo sé, pero tampoco me importa mucho.
He estado durante un tiempo vagando por la prefectura de Aomori y por fin he podido ver aquel castillo desde ese puente rojo. Al final no era para tanto como lo pintaban. A ver, era bonito, pero estuve seis o siete días y ya no sabía qué más hacer, así que me he puesto a recorrer los templos que hay por aquí, y este es el último al que vengo, quería dejar lo mejor para el final, antes de partir hacia el sur de Honshu.
De verdad que menos mal que traigo dinero suficiente, porque me está saliendo caro el dichoso viajecito... entre autobuses, entradas a los templos, comida y alojamiento, me estoy dejando un dineral, pero bueno, tengo las cuentas bien echadas y EN PRINCIPIO debería sobrarme bastante dinero.
Cuando estuve en Hirosaki se me ocurrió dejar allí también alguna hoja como esta en el castillo, pues conocí a una chica que trabajaba ahí y me cayó bien, seguro que me hubiera hecho el favor. Pero esos días no estaba bien, era esa época del año en la que todo se me viene encima, y no me apetecía escribir nada... hubiera sido muy fácil dejar algo escrito allí... y que de casualidad... si volviese a ese onsen y leyera aquello, sabría que quizá en ese castillo le esperaría algo más... pero esta vez no.
Esta vez, me gustaría pensar que anda como loco buscando por todos lados para encontrar esto, como yo estuve haciendo al poco de que me dejara... sin conseguir dar con él de ninguna manera. Menos mal que paré, me estaba volviendo loca y todos me lo decían, pero no lo quería creer.
No quería pensar en que de verdad te habías ido, Shuji.
...
No quería pensar que no me recordarías nunca más.
Porque yo sí lo hago, yo me acuerdo de todo.
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Volví a cerrar una vez más otro sobre y a llevarme las manos a la cara.
—Estúpida... si estoy aquí leyendo esto es por que me acuerdo de ti... recuerdo perfectamente cómo eres... o al menos... cómo eras cuando eras feliz. Antes de empezar a llamarte así... y antes de decidir que nunca más lo haría.
...
Frase para tirarme odio aquí (o no)
Frase para preguntas
Frase por que sí
Frase por que estoy llorando
Ah, casi se me olvida, ehm... sí, me ando estudiando el puto mapa de Japón para esto. Hago sufrir pero oye, también os hago de guía turística ^^ al final de la historia haré estilo una guía de los sitios por donde han estado yendo.
os quiero <3
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