~ 𝑹𝒆́𝒒𝒖𝒊𝒆𝒎 ~ 𝑰𝒏𝒕𝒓𝒐𝒊𝒕𝒐

~ 17 de noviembre de 2018 ~

Llovía. Me encontraba en el despacho principal de la sede de la organización, fumando un cigarro mientras miraba por el gran ventanal como las gotas de agua caían y caían del cielo, dejándolo todo empapado en las calles. No parecía que fuera a parar en todo el día. Todo estaba gris, incluso en mi interior.

 —¿Cómo que te vas? —preguntó una voz que entraba al despacho en ese momento.

 —Pues eso mismo, pero es solo por un tiempo, ya volveré.

Kisaki me miró algo extrañado, parecía no entender esa decisión tan repentina que había tomado. No le había dicho nada hasta ese día, a pesar de que ya lo tenía todo preparado desde la pasada semana.

 —Supongo que habrás dejado todo listo, ¿no?

 —Sí, Koko se encargará de mis funciones mientras yo no esté. Ese tío es un poco estúpido, pero es inteligente para lo que le interesa. Así que no creo que aparte de llevar la contabilidad le suponga ningún problema arreglar algunos papeles más.

 —Bien, ¿y dónde vas, si puede saberse?

 —Es personal, tengo que arreglar unos problemas fuera.

Con el paso de los años, y a base de numerosas amenazas, Kisaki por fin entendió que mis asuntos eran solo míos y no tenía que entrometerse.

No me importaba hacer trabajos para él, sin embargo, si tenía algo personal, él ya no me preguntaba por detalles. En realidad, cuando le decía que tenía que hacer algo personal no solía ser otra cosa que ir a la vieja casa de mi madre a estar tranquilo y ordenar mis pensamientos.

Pero esta vez era diferente, de verdad no quería que supiera a dónde iba. Y tenía un buen motivo para ello.

Apagué el cigarro en el cenicero que había en el escritorio de caoba, que estaba lleno de papeles y pude ver una carpeta similar a la que nos entregó hacía unos días.

Desvié mi mirada en cuanto vi aquel objeto.

 —Kisaki —Llamé su atención—. Hay una cosa que aún me estoy preguntando.

 —¿El qué?

 —¿No faltaban nombres en esa lista?

 —¿A quién te refieres?

 —Que sepamos y que no estén entre rejas o no sean de importancia... ¿Mikey?

 —Mikey lleva años desaparecido, es imposible localizarle.

 —¿Hanagaki?

 —De él iba a encargarme yo, pero, misteriosamente ha desaparecido junto a su familia y ahora estamos en las mismas que con Mikey... hay que volver a empezar.

 —Comprendo.

 —¿No me preguntas por ella?

Me hirvió la sangre, pero no podía decirle que la había visto, y menos aún que le conté lo que estaba planeando, aquel día flaqueé debido a la emoción de volver a tenerla entre mis brazos. Pensé en dejarlo todo y escapar con ella, pero era tarde, ya no podíamos hacer nada, ella se fue corriendo a los brazos de Draken y al final todo terminó en desgracia.

 —¿No que no dabas con ella? —pregunté, pues pensaba que Kisaki me estaba ocultando algo.

 —Y es cierto, ya sabes que nunca puse especial empeño en encontrarla —eso era cierto, o al menos yo quería creer que era cierto.

 —Si tú lo dices... mejor así, igual ella se fue de la ciudad para no volver... —no podía mencionarle lo que sabía, si le contaba que la había visto las consecuencias iban a ser peores de lo que ya lo estaban siendo.

 —Quizá... en fin —se recostó en el sillón que había del otro lado del escritorio—. ¿Cuándo te vas?

 —Mañana.

 —Pues nada, supongo que nos veremos cuando vuelvas. A ver si se te quita esa expresión de mierda en este tiempo.

 —Es la de siempre, gilipollas —le dije con media sonrisa en la cara, aunque no era porque quisiera sonreír, sino para disimular. Pocas eran las veces que sonreía.

Salí del despacho y por el pasillo me crucé con los Haitani. Estaban riendo mientras fumaban y charlaban de sus asuntos en Roppongi. No podía evitar sentirme violento cada vez que me cruzaba con ellos, fueron ellos los que lo hicieron, pero no tenían ni idea de que al final no solo terminarían matando a Draken... sino a ella también... seguro que ya ni se acuerdan de lo que le hicieron pasar, me atrevería a decir que ni se acuerdan de ella, en fin. Continué hacia delante haciéndoles un gesto con la cabeza sin pararme a hablar con ellos.

 —Mechitas, ¿cuándo te vas? —Koko salió de su despacho al verme pasar.

 —Mira que eres molesto, mañana —le contesté, rodando los ojos.

 —¿Y ahora con quién voy a meterme? —se llevó la mano a la boca adoptando una postura pensativa.

 —Pues con Inui, como siempre

 —Tienes razón —me guiñó un ojo mientras sacaba la lengua.

Esa maldita expresión siempre hacía que mis nervios florecieran.

 —Bueno, encárgate de todo lo que te he dicho, me voy ya.

 —Pásalo bien, tráeme algún recuerdo —gritó mientras me dirigía al ascensor de la décima planta.

Conduje hasta mi apartamento y empecé a empacar una maleta con lo necesario, no pensaba llevarme nada fuera de lo común; algo de ropa cómoda, tabaco, dinero y poco más. 

Y, por supuesto, la caja que ella había dejado. Estaba en el escritorio de mi habitación, la volví a abrir una vez más y cogí la lista, al fin y al cabo, ese iba a ser el itinerario.

Se había hecho de noche mientras recogía y preparaba las cosas. Bajé la maleta al coche y la metí en el maletero. 

Miré el coche y encendí un cigarro... sonreí ¿Por qué esperar a mañana? A tomar por culo, me voy ya. 

Subí una vez más al apartamento, dejé todo apagado y cerré la puerta con la llave.

Mientras volvía al coche noté que la emoción recorría de alguna manera mi cuerpo una vez más. Nunca había vuelto a sentirme así desde todo aquello. Al final siempre era ella la que me salvaba de cualquier pozo sin fondo. Incluso ahora.

Arranqué el coche y me puse en camino. Sería un viaje largo, pero las carreteras de noche no estaban tan abarrotadas por lo que sería un camino tranquilo.

Fueron muchísimas horas de viaje, pero llegué a la prefectura de Akita, una de las más al norte de Honshu. Ya había estado aquí, este era el único lugar de la lista donde pudimos venir juntos, y si ella había vuelto... quizá quede algo de ella por aquí, y si lo está, sé perfectamente a dónde debo ir.

Holis!

Los réquiems tienen su propia playlist. Tenéis el enlace en la descripción de la historia, pero os dejo el banner por aquí también por si preferís escanearlo. 


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