~ 𝑹𝒆́𝒒𝒖𝒊𝒆𝒎 ~ 𝑩𝒆𝒏𝒆𝒅𝒊𝒄𝒕𝒖𝒔


~ 4 de julio de 2019, en la tarde ~

 —Joder... qué daño.

Tenía la vista borrosa, no veía bien, por un momento parecía como si me hubiese quedado dormido, pero un dolor en mi pierna me había despertado. Era como si se me hubiera caído la rama de un gran árbol en ella. Pero no era eso.

Lo último que recordaba, antes de que todo se hubiese vuelto negro ante mis ojos, era el estar llegando a la altura de Gifu y distraerme por un momento para mirar un mensaje que Koko me había mandado. Aunque creo que no alcancé a leerlo, pues todo se volvió negro de repente.

Estaba en el coche, eso lo tenía claro, pero lo que no entendía era el por qué a mi nariz solo llegaba el olor a humo y gasolina. En mis oídos solo se escuchaba un pitido agudo y continuo. La cabeza empezó a dolerme horrores y aquel nauseabundo olor estaba haciendo que me encontrase realmente mal.

 —¡Ayuda! ¡Por favor! ¡Sáquenme de aquí! —alguien gritaba de manera agónica cerca de allí. Parecía estar sollozando mientras gritaba de esa manera tan desesperada.

Cuando mis ojos por fin empezaron a ver mejor, pude ver que lo que causaba ese dolor en mi pierna no era otra cosa que la parte frontal del coche. Acababa de tener un accidente y ni si quiera me había dado cuenta de nada. Toda la delantera del coche que conducía se había hundido hacia dentro y había aprisionado una de mis piernas. Intenté moverla un poco y funcionó.

 —Menos mal... creo que podré salir de aquí —musité entre algunos quejidos. 

Me removí un poco en el asiento, aún aturdido por el golpe, haciendo patosos movimientos que lograron que mi pierna saliese de ahí. Cada vez olía más a gasolina y eso no me daba buena espina, así que salí lo más rápido que pude y casi arrastrándome cuando atravesaba la puerta del coche hacia la carretera.

 —¡Socorro! —de nuevo los gritos de aquella persona. Era la voz de una mujer.

En ese momento miré hacia un lado y pude comprobar lo que había pasado.

Hacía unos instantes estaba conduciendo por una carretera secundaria que fluía en ambos sentidos y, al parecer y seguramente por mi distracción, había chocado de frente con otro automóvil. Al ver mejor aquel accidente, comprobé que ambos vehículos habían quedado para el arrastre; totalmente destrozados por la parte delantera y, desde esa parte, podía verse cómo el motor de ambos colgaba hacia el suelo. Me cercioré de que el olor de gasolina provenía del coche con el que me había chocado; el líquido caía sin cesar desde el motor, formando un reguero de combustible que se esparcía alrededor de ambos autos.

 —¡Estoy aquí! ¡No puedo salir! —cada vez los quejidos de la mujer eran más angustiosos.

Reaccioné de una vez por todas ante ellos e intenté levantarme del suelo para acercarme hacia su vehículo. No parecía haber pasado ningún otro coche, así que solo yo podía ayudarla en aquel momento.

Tuve que ir cojeando hacia donde ella estaba y con la poca fuerza que tenía abrí la puerta del piloto. Me fijé en que ella se había quedado al igual que yo: con las piernas atrapadas en el vehículo. Tenía sangre en la cara, proveniente de una herida que se había hecho en la frente y ocasionada seguramente al impactar con el volante, pues parecía que los airbags no habían saltado.

 —¿Estás bien? ¿Puedes moverte? —pregunté en tono amable.

 —¿A ti qué te parece? ¿No has visto que te ibas saliendo de la carretera? Auch... —se quejó de mala gana al intentar moverse y emitió un ligero gemido de dolor—. Pero sí, creo que puedo moverme, ¿puedes ayudarme a salir de aquí? Por favor.

No dije nada más. Me sentía culpable de toda la situación, así que intenté colocarle mejor las piernas y conseguimos que pudiera sacarlas de ahí. Pero le dolían, así que con sumo cuidado la saqué del coche en brazos y, aunque mi pierna me punzaba como mil demonios cada vez que la apoyaba, caminé con ella hacia el arcén.

 —Mejor que nos alejemos un poco más... —musitó ella con sus ojos puestos hacia los coches, asomándose por mi brazo.

 —¿Por qué dices eso?

 —Porque tiene pinta de que todo va a explotar. ¿No hueles la gasolina?

La caja...

Corrí lo más rápido que pude, saltando el quitamiedos. Hice caso omiso al dolor que punzaba en mi pierna y me alejé con ella en brazos a la máxima velocidad que mi cuerpo pudo alcanzar. Estábamos rodeados de campo, no había nada más que pasto a nuestro alrededor y, cuando creí estar lo suficientemente lejos del accidente, la dejé en el suelo con sumo cuidado.

No lo pensé ni un segundo más. No tenía tiempo que perder.

 —Ahora vengo, no te muevas si no quieres que te duela más —le pedí antes de alejarme.

Volví a correr como un loco hacia el coche.

 —Pero, ¿¡qué haces!? ¡Estás loco! ¡Vas a saltar por los aires!

Ella gritaba en la distancia, pero no le presté atención. No podía dejar que todo aquello se quedara allí y que se desvaneciera si los autos explotaban. Simplemente no podía.

Llegué al coche y, con prisa, abrí la puerta del copiloto y agarré lo que allí había: la caja negra, junto con la cartera y mi móvil. Con eso bastaba. 

Miré hacia un lado y vi que del otro coche habían empezado a brotar llamas. Tenía que salir de ahí lo antes posible así que, con todo entre mis brazos, volví a apresurarme, escapando de aquel lugar. Pero, al saltar de nuevo por el quitamiedos, noté un empuje en mi espalda que me hizo salir disparado hacia delante.

Mi campo de visión se volvió a tornar en un tono tan oscuro como aquella caja que quedó frente a mí en ese instante.

~ 7 de julio de 2019 ~

 —¿Dónde estoy? —carraspeé al abrir los ojos, aún un poco aturdido.

 —Al fin despiertas. No veas en la que nos has metido. Que sepas que me debes un coche —la voz de una chica llegó a mis oídos. Estaba recostada en una camilla a mi lado. Me fijé un poco mejor en lo que me rodeaba, descubriendo que era una habitación de hospital.

 —¿Qué ha pasado? ¿Por qué estamos aquí? Bueno... —mientras hablaba recordé todo el tema del accidente— Eres esa chica, ¿no? ¿Cómo te llamas?

 —Gen. Shimizu de apellido.

 —Agh... —solté un quejido. Me dolía la cabeza, por lo que volví a recostarme en la almohada—. Está bien, Shimizu... ¿Cuánto tiempo llevo dormido? Y... ¿por qué estás tú también aquí?

 —Un par de días. No te ha pasado nada más allá de las heridas y algún que otro golpe, lo peor se lo ha llevado tu pierna. Pero tampoco es nada que un poco de reposo no cure. ¿Sabes? Tuve que arrastrarme hacia ti cuando saliste disparado. Menos mal que en tu arrebato de puto loco te dio por agarrar el teléfono y con eso pude llamar a una ambulancia, si no aún seguiríamos allí tirados.

Sonaba bastante enfadada. Y la manera que tenía de expresarse empezó a inquietarme en cierta manera.

Una forma bastante peculiar.

 —Gracias por eso, supongo... Y perdona por meternos en esto. Fue mi culpa, me distraje con un mensaje del trabajo.

Joder, me había puesto hasta nervioso.

 —Pues ya podía ser importante, porque mira —Levantó las sábanas y descubrí que tenía las dos piernas escayoladas—. Vete tú a saber cuando es que yo pueda volver a trabajar. Me has metido en un buen lío, señor desconocido.

Un escalofrío recorrió mi espalda al llamarme de aquella manera.

 —Hanma Shuji, ese es mi nombre completo —resoplé, tratando de alejar esa sensación extraña—. No te preocupes. Yo me encargaré de todos los gastos del hospital... Y de todo lo que te pueda suponer la recuperación... Oye... —Eché otro vistazo por la habitación—. ¿Dónde están mis cosas?

Ella hizo una seña con la cabeza.

 —Ahí, en ese armarito, ¿a quién coño se le ocurre volver al coche a coger una caja de zapatos? —dejó salir una pequeña risita. 

Antes de contestar, me fijé un poco mejor en ella. Era guapa, tenía media melena castaña que hacía juego con el color de sus grandes ojos y su piel, aunque en algunas zonas la tenía amoratada debido al accidente, se veía lisa y algo pálida gracias a la iluminación del sol que entraba por la ventana del hospital.

 —Tu teléfono ha estado sonando todo el tiempo, pero dejó de sonar anoche. Igual se quedó sin batería. Parece que alguien te echaba de menos —soltó ella en otra risita antes de que yo pudiera articular palabra.

De nuevo esa sensación.

 —Nah... —sacudí la cabeza—. Será del trabajo, seguramente.

Noté que ella me miraba de arriba abajo con cara de extrañeza y arqueé una ceja.

 —¿Tú trabajas? —preguntó de manera incrédula.

Y me hizo gracia.

 —Claro —respondí con una ligera sonrisa en el rostro—. Pero digamos que me he tomado unas vacaciones desde hace un tiempo, ¿por qué lo dices?

 —Por las pintas que llevas con esas greñas —Volvió a arroparse y se recostó en la cama. Parecía que se disponía a intentar dormir—. El médico dijo que tendrías que estar aquí un par de días en observación. Así que intenta no molestarme mucho.

 —Lo intentaré — murmuré mientras me levantaba de la cama para poder ir hacia aquel armario.

Ella no volvió a hablar más así que, con cuidado, abrí el armario y respiré tranquilo. Todo lo que había sacado del coche estaba ahí, pero su caja era lo que más me importaba. Se había estropeado un poco, pero al menos había podido salvar sus recuerdos.

Menos mal...

~ 10 de julio de 2019 ~

Era increíble. ¿Qué posibilidades había de que una persona me recordase tanto a ella? Muy pocas. Sí que era cierto que había muchas diferencias, pero se parecían demasiado, tanto físicamente como en personalidad. Ella siempre me dijo que las casualidades eran algo común en su vida, pero en la mía nunca lo habían sido.

Desde que ella no estaba en este mundo, desde que dio su último suspiro entre mis brazos, parecía como si me hubiese traspasado ese "don", por llamarlo de alguna manera, a mí. Pero yo no lo quería. Había vivido tranquilo toda mi vida, dejando que las cosas fluyeran y ocurriesen, siguiendo el curso natural de la historia, sin buscarle un sentido más lejano del que podían llegar a tener.

Estaba a punto de abandonar aquella habitación de hospital, pues el médico recién había salido de la habitación tras darme el alta médica, y me encontraba recogiendo las pocas cosas que tenía allí y vistiéndome con mi ropa tras aquel biombo que había en una esquina.

Habían sido un par de días tranquilos en los que mi única compañía había sido Shimizu, a la que, justo anoche, y tras haber cogido algo de confianza, le conté sobre el viaje que estaba haciendo. Le hablé de ella. Aunque omití toda nuestra historia y los detalles. Solo le expliqué que estaba viajando para recordar a una persona muy especial para mí. 

Cuando se lo conté, noté que ella entristeció su mirada por unos instantes y, justo ahora, ahora parecía mirarme de la misma manera.

 —¿Ya te vas? —acababa de despertarse y se restregaba los ojos con ambas manos.

 —Sí, acaban de darme el alta.

 —Ya veo... —Se quedó mirándome fijamente—. ¿Ha dejado de dolerte la pierna?

 —Ya estoy mejor, sí —Me acerqué a su cama y me senté en la silla que había al lado de ella—. A ti te queda un tiempo aquí, así que no seas cabezona con los médicos y hazles caso.

Posé mi mano en su pierna y ella pegó un pequeño chillido de dolor.

 —¡Gilipollas! ¡Que me duele!

Abrí muchísimo los ojos y me reí antes de levantarme de la silla. 

 —Bueno, me voy, ya no te molesto más. Si me quedo más tiempo creo que tu salud no hará más que empeorar.

 —No me has molestado... —oí que murmuró algo, pero no llegué a escucharla bien. O quizá sí, y simplemente lo ignoré.

 —¿Qué dices?

 —Nada, nada —ella hizo un aspaviento con la mano—. Oye, Hanma... Esa persona especial de tu viaje... ¿Es una novia o algo así? 

Se había puesto colorada.

 —Sí, bueno... algo así —contesté con un hilo de voz. Se me había encogido el pecho de repente.

 —Ya veo... —Shimizu apartó la mirada hacia la ventana, pero al momento sacudió la cabeza y volvió a mirarme sonriente— Bueno, qué más da, toma —me tendió un papelito.

 —¿Qué es esto?

 —Mi número de teléfono. Me debes un coche, ¿recuerdas? Así que más te vale llamarme en cuanto puedas encender tu teléfono —me dio un ligero empujón con sus manos, apartándome de la cama—. Y venga, vete ya. Si no al final te van a echar del trabajo por retrasarte tanto con las malditas vacaciones.

Algo me estaba escondiendo, pero no le di importancia, le revolví el pelo y sonreí.

 —Está bien. Mejórate. Prometo llamarte y no te preocupes por el coche, haré que te manden uno en cuanto vuelva a Tokyo. Incluso antes.

 —Por eso, cuanto antes vuelvas a Tokio antes tendré mi coche nuevo, así que venga —hizo otro gesto con las manos, echándome de allí—. Fus, fus, fuera de mi vista.

Solté una carcajada y me encaminé hacia la puerta de la habitación.

 —¡Hanma! —antes de que cruzase la puerta llamó mi atención de un chillido y giré mi cabeza hacia ella—. Espero que lo que te queda de viaje te sirva de algo... ¡ah! ¡Y la próxima vez conduce con cuidado! Adiós.

 —Sí... Gracias, Shimizu. Estaremos en contacto.

Salí de la habitación, cerrando la puerta tras de mí y con la intención de abandonar cuanto antes aquel hospital para buscar un sitio donde poder hablar tranquilo por teléfono.

... 

Había comprado un cargador de teléfono en un bazar y me senté en una cafetería donde me dejaron cargar el teléfono. Al encenderlo, guardé el número de Shimizu, antes de que perdiese aquel papel. Después me entretuve en revisar todas las llamadas perdidas que tenía. Todas eran de Koko, que no solía ser tan insistente, así que decidí que lo mejor sería ver que quería y le llamé.

 —¿Koko?

 —Joder, mechitas, llevo llamándote un par de días. ¿Qué es de ti? ¿Dónde andas?

 —¿Dejarás de llamarme así algún día?

 —¡Nunca! Ya te dije el precio para que dejase de hacerlo.

 —Puto tacaño, siempre igual, en fin, ¿qué querías?

 — Primero cuéntame, ¿qué tal el viaje? ¿vuelves pronto? Nos haces falta aquí.

Miré al cielo, estaba despejado y los rayos del sol me calentaban el rostro. 

Quizá debería decirle... él era el único de nosotros que parecía tenerle cierto aprecio y que, de hecho, de vez en cuando me la recordaba con algún chiste... aunque yo no me riese en absoluto... para él simplemente lo habíamos dejado ya... como si fuera una novia cualquiera...

Pero decidí no hacerlo.

 —El viaje bien. Estoy en Gifu ahora mismo, dentro de poco estaré de vuelta.

 —¿Me has comprado algo?

Sí lo había hecho, aunque no era la gran cosa, pero le había comprado un par de imanes con imágenes de coña para hacer la gracia, aunque se habían quedado en el coche y, evidentemente, se habrían consumido junto con él.

 —De eso quería hablarte yo —saqué un cigarro del paquete que acababa de comprar y lo dejé en mis labios—. He tenido un accidente, por eso no te contestaba.

 —¿¡Qué dices!? ¿Estás bien?

 —Sí. Eso es lo de menos. Necesito dos coches nuevos. ¿Puedes encargarte? Sólo dime donde puedo ir a recoger uno de ellos, el otro necesito que lo envíes a una dirección.

 —Claro. Pero... ¿Cómo que dos coches? ¿Tienes cuatro patas de esas largas tuyas o qué?

 —Gilipollas, me choqué con una chica.

 —¿Andabas mirando un culo o qué?

De verdad que me seguía sacando de quicio después de tantos años. Decidí cambiar de tema.

 —Koko, ¿por qué me necesitáis?

 —Ah eso... —se hizo un silencio al otro lado del teléfono—. Es Kisaki, está raro. No habla, solo murmura cosas en su despacho, además... él volvió el otro día. Parece haber terminado sus asuntos en el extranjero. Kisaki parece aún más desquiciado desde que él ha vuelto. Parece frustrado por algo.

¿Izana ha vuelto? 

Si lo había hecho, solo era por una razón.

 —¿Ha dicho algo?

 —Sí, que por fin ha terminado aquello que quiso hacer hace años.

 La cara del líder de los ToMan pasó por mi mente en ese instante.

 —Entonces... ¿ha muerto?

 —Eso parece, aunque no lo sé con seguridad. Pero bueno, imagino que Kisaki te lo contará todo cuando vuelvas, a ver si contigo habla, siempre has sido el único que consigue hacerle hablar.

Como para no hacerlo...

 —Está bien, intentaré no tardar mucho más... pero quizá me demore unos meses... tenedlo en cuenta. Llevo sin pedir vacaciones desde que empezó todo, así que dile a Kisaki que se esté quieto y no haga ninguna locura, ya llegaré.

 —Está bien, ya le diré. Espero que no me apunte con un arma cuando le diga que vas a tardar tanto, pero bueno, eres tú, supongo que comprenderá —le escuché reír al aparato, seguramente estaría poniendo la misma cara de siempre.

 —Lo hará. Adiós, Koko, y consígueme los coches para hoy mismo, necesito llegar a Kyoto lo antes posible.

 —Adiós, Hanma, cuídate, y no partas más cosas.

Colgué el teléfono y me quedé tomando el café que había pedido en aquella cafetería. Veía a los coches pasar desde la silla de la terraza, aún asimilando el hecho de que por poco no me mataba en ese accidente por ir a recuperar la caja.

Siendo sincero, no me hubiera importado. De no ser por el hecho de que aún tenía que buscarla en los sitios que restaban. Parecía que no habría nada que pudiera detenerme en mi búsqueda, siquiera el accidente... o que hubiese conocido a Shimizu...

Enana... ¿me estás avisando de algo?

 ~ 12 de agosto de 2019 ~

Lo sabía... 

Sabía que si había un sitio donde no iba a poder encontrarla era aquí... puto Kioto y putos templos... no me cansaré nunca de decirlo. Se lo dije una vez y lo repetiré hasta la saciedad.

Estaba en un bar, tomándome otro café más ese día. Llevaba desde que Koko me consiguió el coche dando vueltas por todo Kioto; había recorrido toda la puta ciudad e incluso los alrededores, preguntando y entrando a todos los malditos lugares... y siempre eran negativas y caras de extrañeza.

 —¿No querías que te encontrase? Si es eso... ¿por qué empezaste todo esto? ¿Por qué coño aun sin estar aquí sigues con tus putos juegos? En serio... ya basta... —murmuraba para mí mismo en aquella mesa y menos mal que no había nadie a mi alrededor, pues al verme con aquellas pintas y hablando solo, cualquiera hasta se habría ofrecido a llevarme a algún sitio para que me ayudaran.

Pero yo no necesitaba ningún tipo de ayuda, no de la que ningún médico podría darme... solo necesitaba leerla. Y, una vez más, no la encontraba.

Hoy sería mi último día aquí, sólo me quedaba un sitio al que ir... y había querido dejarlo para hoy.

Miré hacia el escaparate del bar, donde había una vitrina con diferentes tartas y postres para que la gente pudiera pedirlos para llevar o bien comérselos allí. Me fijé en uno en concreto y sonreí. Otra vez...

 —Disculpe —me disponía a abandonar el bar, pero antes decidí llevarme un poco de aquello en lo que mis ojos se habían posado a través del cristal, pensé que quizá así podría manifestarla de alguna manera—. ¿Puede ponerme un trozo de este para llevar? 

... 

~ Unas horas más tarde, en el templo Kinkaku – ji ~ 

Miraba mi reflejo en el agua; cómo me colgaban las piernas por aquella barandilla en la que apoyaba mis brazos y, encima de estos, descansaba mi cabeza. Tiraba trocitos del pastel al agua, así al menos los peces que vivían en ese charco hoy se darían un banquete.

Saqué la libreta que desde hacía un tiempo había acostumbrado a llevar conmigo y anoté un par de cosas para no olvidarme. Podría distraer un poco la mente con eso.

Los encargados del lugar donde me encontraba habían accedido a dejarme un rato el poder estar en este mirador pues, me habían visto de tal manera, que lo único que se les ocurrió hacer fue decir que me hacía falta un poco de aire fresco y la brisa rozándome la cara. 

Pero no era eso lo que necesitaba. Lo que me hacía falta no estaba allí. Ni en ningún otro sitio.

Me había engañado una vez más a mí mismo, volviendo a alargar más el viaje, dejando el lugar más obvio para el final: el templo más icónico de Kioto. Uno recubierto de láminas doradas y que se erguía al lado de un estanque.

Pensé que si la había dejado en algún lugar sería aquí, igual que en Aomori, en el lugar más evidente. La enana sabía de sobra que yo no era tan inteligente como ella o como Kisaki, así que si me complicaba mucho las cosas no podría encontrarla jamás. Pero, si no estaba aquí ni en ninguno de los demás sitios a los que había ido... era porque no había nada.

Todos estos días atrás intenté mantener mi mente ocupada con otras cosas para no caer en la desesperación de nuevo. Hasta me compré algún que otro libro para evadirme, pues estaba ya harto de ver programas tontos en la televisión, y en las noticias no aparecían más que desgracias que, si bien en el pasado hubieran llamado mi atención, hoy me parecían tan normales y aburridas que ya ni me dignaba a echarles la más mínima cuenta.

Cuando no estaba recorriendo los malditos santuarios y los tortuosos caminos de algunos de ellos, iba a las cafeterías y me ponía a leer tranquilamente, de nuevo, descubriendo cosas que no eran propias de mí y que jamás pensé que estaría haciendo en la vida  y sin embargo ahí estaba, con libros de toda índole en mis manos...

De hecho, no sé cómo ni cuándo llegó a mis manos un libro de poesía, del que no pude leer más de tres páginas, pues la tercera me hundió de tal manera que dejé ese libro "olvidado" en uno de los bares de la otra punta de la ciudad, esperando no volver a cruzarme esas palabras de nuevo. Porque llevaban razón, no creía que podría sentirme tan identificado con algo tan cursi y ñoño como lo era la poesía para mí. 

Y lo hice.

Aquellas palabras tenían razón, yo bendecía el hecho de poder vivir su recuerdo. Al menos de esta manera. Llevaba todo el viaje agradeciendo el poder acercarme a ella, aunque fuera tarde y a pesar de que eso me estuviera matando poco a poco, y que ni eso me inquietase, al final... aquello que siempre temí, el morir de manera aburrida, ya no me importaba en lo más mínimo.

Suspiré, estaba de nuevo sumiéndome en mis pensamientos, y dentro de poco tiempo seguro que vendrían a echarme del lugar, pues comenzaba a atardecer y el cielo se iba tiñendo de colores cada vez más cálidos.

Pero quizá antes de irme podría pecar de loco una vez más.

Giré la vista hacia un lado, donde había dejado la cajita y, encima de ella, un pedazo de pastel de esos que tanto le gustaban. Estaba perdiendo la cabeza lentamente, y cualquiera que me viera pensaría eso de mí. Este año no me olvidé de comprar una vela, que ahora yacía tumbada encima de los pocos pedazos que aún no les había tirado a los peces.

Yo no pude comer nada más que el primer bocado, pues sabía exactamente igual que aquel puto pastel de navidad, aquel que me habitué a buscar por todas las tiendas cada vez que se acercaba una fecha especial, o cada vez que me decía que se le antojaba algo dulce para cuando volviera del trabajo.

Miré las migajas y volví a colocar la vela en su sitio, sosteniendo entre mis manos el pequeño trozo que quedaba. Aún no la había encendido pero... podía intentar llamarla una vez más... para que no desapareciese... 

Ya me daba igual quien me viese o me escuchase. Saqué el mechero y prendí la diminuta mecha frente a mis ojos. Me quedé observando como la cera se iba derritiendo mientras recordaba todo; la de veces que ella me lo había dicho en aquellas cartas... y el hecho de que yo no había podido decírselo más que una vez en mi vida.

 —Feliz cumpleaños, enana...

Este no es tan triste ¿no? :')

Antes de enrollarme a deciros unas cuantas cosas: Frase para que me preguntéis, digáis lo que queráis :)

Os voy a dejar varias cositas por aquí. Lo primero, unos fragmentos del poema que leyó Hanma. 

¡Dulce y santa lamparita
dentro de mi corazón!

Luz que alumbra mi pesar
desde que tú te partiste
y hasta el fin lo ha de alumbrar,
que si me dejaste triste,
triste me habrás de encontrar.

Y al abatir mi cabeza,
ya para siempre jamás,
el mal que a minarme empieza,
pienso que por mi tristeza
tú me reconocerás.

Merced al noble fulgor
del recuerdo, mi dolor
será espejo en que has de verte,
y así vencerá a la muerte
la claridad del amor.

No habrá ni coche ni abismo
que enflaquezca mi heroísmo
de buscarte sin cesar.

Si eras más que yo mismo,
¿cómo no te he de encontrar?

¡oh, vida mía, vida mía,
agonicé con tu agonía
y con tu muerte me morí!

De tal manera te quería,
que estar sin ti es estar sin mí.

Bendita seas, por que me hiciste
amar la muerte, que antes temía.
Desde que de mi lado te fuiste,
amo la muerte cuando estoy triste;
si estoy alegre, más todavía.

En otro tiempo, su hoz glacial
me dio terrores; hoy, es amiga.
¡Y la presiento tan maternal!...
Tú realizaste prodigio tal.

- Amado Nervo

Otra cosita: mirad este fanart T_T

Ya lo último, a partir de ahora hay un cambio en el diseño de separadores para el pasado. Os los dejo por aquí y vuelvo a invitaros a quedaros hasta el final de la historia ^^ 

Besitos, se os quiere.


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