~ 𝑸𝒖𝒊𝒏𝒄𝒆 ~

Recomendación canción: Arcade (Slowed) - Cozy Sounz, está en Spotify.

~ 31 de octubre de 2011, 19:45 ~

¿Casualidad? 

No creo en cosas del destino ni nada por el estilo, pero algo tiene que haber o alguien se está riendo de mí.

Sea lo que sea, que pare. No me gustan estas cosas ni lo más mínimo. Son entretenidas y todo lo que quieras, pero me dan mal rollo, no miedo ni nada así, es más como un mal presentimiento. 

Ahí estaba, cargando a aquella chica sin ninguna idea de por qué accedí a llevármela de allí, fue casi instintivo. 

La enana pegaba fuerte. Me dolía la espalda debido a los puñetazos que me había dado hacía escasos minutos, pero no la solté, tenía el presentimiento de que si lo hacía se escaparía y ahora mismo lo único que me interesaba era saber el por qué Kisaki había puesto tanto empeño en encontrarla. 

"Es una chica, ella es "el tipo" al que estaba buscando" "Encárgate de ella" las palabras de Kisaki resonaban en mi cabeza. ¿Por qué se tiene que complicar todo siempre? 

Joder.

Noté una mirada en mi nuca y alcé mi vista por encima del hombro para mirarle la cara a la chica.

 —Hola, enana.

Se quedó callada y bajó la mirada. 

 —Bájame —dijo de repente y en un tono mandatorio

 —No puedo hacer eso, no me apetece tener que ir corriendo detrás de ti, estoy cansado y si te bajo lo único que vas a hacer es salir corriendo. 

 —Bien, entonces espero que te queden las fuerzas suficientes para llevarme a mi casa — la escuché decir con la voz temblorosa ¿acaso iba a llorar? 

 —¿Con quién te crees que hablas? —empecé a reírme—. Otra cosa no, pero resistencia tengo para rato.

No me contestó. 

Por un momento volví a pensar en las palabras de Kisaki. Me había dicho que me deshiciera de ella, pero ... ¿de verdad esta simple chica era tan peligrosa? No parecía muy fuerte, aunque el dolor de mi espalda a causa de los puñetazos me dijese lo contrario. No parecía ser más que una enclenque con fuerza, no entendía el por qué Kisaki querría que la hiciera desaparecer, pero bueno... si era lo que él quería quizá... un momento ¿está llorando ahí atrás? 

Seguí caminando sin un destino fijado, no tenía ni idea de por dónde ir y ella tampoco hacía por guiarme. Estaba temblando y la notaba sollozar en mi espalda cada vez más continuamente.

Cuando la escuché ahogar el llanto decidí bajarla de mi hombro. Lo hice con cuidado y ella se sentó en el suelo, parecía derrotada. 

Joder. Kisaki va a matarme.

 —Oye...—me agaché y le quité algunos mechones que le cubrían la cara—. No puedes quedarte aquí tirada...venga...

Ella alzó la mirada y algo se removió en mi interior al verle la cara; con los ojos llenos de lágrimas, la cara hinchada, e incapaz de articular ninguna palabra. Me estaba mirando, pero sus ojos no tenían ninguna expresión, se los veía vacíos. 

 —Qué fea estás.

No sé por qué le dije eso. No lo pensaba. 

Sorprendentemente, ella rió.

 —¿En serio? y yo que pensaba que eras amable —me dijo recuperando algo la voz. 

En cuanto sonrió y entrecerró esos oscuros ojos, aquello que se había removido en mi interior volvió a dar otra sacudida, esa cara que había puesto... ¿por qué me dio añoranza? No lo sabía, pero esa sensación me gustó y asustó a partes iguales.

 —Vaya, si sabes hablar —le tendí mi mano para que se levantase del suelo—. Venga, te llevo a casa, pero dime por dónde es, que llevo dando vueltas cargándote un rato y ya me duele la espalda.

 —¿No que aguantarías conmigo a cuestas? —bromeó, aunque había vuelto a ponerse seria. 

 —Sí, claro que aguanto —pero no podía escucharla llorar más, me estaba poniendo nervioso—, ¿te gusta ir en mi hombro o qué, enana? 

 —Tengo nombre, ¿sabes? 

 —¿En serio? Y yo que pensaba que eras fruto de mi imaginación, siempre apareces cuando hay problemas, pensaba que me estaba volviendo loco —bromeé.

 —Pues no te lo digo.

 —Cómo quieras, acabaré averiguándolo tarde o temprano. Venga, vamos, levanta de ahí —le insistí moviendo la mano que le había tendido y ella la agarró.

La levanté del suelo y cuando lo hizo, para mi sorpresa, no soltó mi mano. 

 —¿Puedes acompañarme a casa?

 —¿No te he dicho que iba a llevarte hasta allí? —le contesté mientras le daba una palmada en la cabeza—. Tonta.

 —Es por allí —señaló con el dedo y yo empecé a andar, con ella tomando mi mano.

Iba casi arrastrándola, ella caminaba muy lento, pensé que igual era por la diferencia entre la longitud de mis pasos y los suyos, así que empecé a caminar algo más despacio y me situé a su altura. Tenía la sensación de que cuando le di ese toque en la cabeza lo que ella haría sería contestarme de alguna manera, pero no lo hizo, su mente no parecía estar pensando bien.

Ella seguía caminando y me iba indicando por dónde ir hasta que llegamos a un parque donde había unos bancos y una pequeña fuente en frente. 

 —¿Podemos parar? —al decir eso, ella apretó un poco más mi mano.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo por completo.

 —Claro...

Se sentó en uno de los bancos, subiendo las rodillas y enterrando su cara en ellas. Me fijé en su espalda y en el tatuaje que la cubría. Hacía frío, o por lo menos, eso sentí yo a pesar de llevar puesta una chaqueta.

Se tiene que estar helando

 —Toma —me quité la chaqueta y se la eché por encima—, déjate esto puesto, hace frío, igual no es de tu agrado, pero mejor así que enferma en la cama.

Ella levantó su vista, viendo la prenda de color blanco que le había colocado encima. 

 —Gracias —se la abrochó—, pero pienso quemarla después —sonreí a ese comentario. 

 —No importa, no creo que la necesite más —contesté mientras tomaba asiento en el banco a su lado.  

 —¿Por? —parecía que ahora igual podría hablar con ella.

 —Bueno...— busqué mi tabaco en el bolsillo del pantalón y saqué un cigarro. Caí en la cuenta y le ofrecí uno a ella también. Ella lo cogió sin decir más que un simple gracias murmurado. 

 —Nos habéis ganado ¿no? Ya mi grupo no va a tener motivos para seguir existiendo —proseguí.

 —¿Qué...os hemos ganado? ¿Por qué me incluyes? —preguntó. Parecía algo desconcertada.

 —Eres de la ToMan, ¿no? —pregunté, dándole una calada al cigarro y mirándola de reojo—. Sino, ¿a qué venía ese haori a juego con los uniformes de los demás? y ¿por qué estabas allí? 

 —Por Baji...él es...era...—empezó a romperse de nuevo.

 —¿Qué? ¿tu novio? —noté una cachetada en la cara. Joder, dolía. Me tapé la cara instantáneamente.

Esa enana acababa de darme una de las hostias más fuertes que había recibido en la vida. 

—¿¡Qué te importa!? ¡Ni te conozco en realidad! ¡No sé qué hago aquí! ¡No debería estar aquí! ¡Tendría que estar allí con él! ¡No aquí hablando contigo, Hanma! 

¿Me está gritando?  Sí, lo está haciendo. 

Me había quedado inmóvil con la mano en mi mejilla, al final sí que tenía fuerza la mocosa esta, pero, siendo sinceros, mi comentario tampoco es que hubiera sido de lo más apropiado, así que, al menos, esta bofetada me la merecía. 

Sonreí. 

 —Así que estamos en desventaja, tú sí sabes mi nombre —le desvié la conversación a mi terreno, quizá cambiándole de tema se calmaba un poco.

 —¿¡Qué!? ¡No! No sé cómo coño te llamas, ¿Sora? ¿Shiro? ¿Farola? ¡Solo conozco tu puto apellido y todos los problemas que nos ha traído! —parecía desquiciada.

 —¿Traído? Entonces admites que eres de la ToMan...—le di otra calada al cigarro—. En realidad...esto no debería haber terminado así... —ella se calmó un poco y volvió a retomar la postura fetal en el banco, con la mirada hacia delante. No dijo nada más. 

Al poco se levantó del banco. Siquiera había encendido el cigarro que le había dado.

 —Me voy —me dijo, cortante. La agarré de la muñeca antes de que pudiese alejarse y ella se giró. Tiré mi cigarro al suelo y resoplé.

 —Espera —mi cuerpo había reaccionado involuntariamente—. Yo...lo siento...no sabía que Baji era tan importante para ti...no lo sé  en realidad, tampoco es que me importe mucho...pero lo siento por bromear, a veces soy así de imbécil.

 —Vale, disculpas aceptadas, señor imbécil —se zafó de mi agarre y se quedó ahí plantada frente a mí, mirándome como si me estuviera juzgando.

Nos quedamos en silencio mientras la miraba con cara de consternación. ¿Qué hago? Joder, que cagada. Sentía puñales por dentro solo por el hecho de haber metido la pata con un comentario delante de ella. ¿Quizá es que me intimida?  Qué dices Shuji... si mide medio metro ¿eres tonto?

Ella se encaminó alejándose mientras parecía buscar algo. Resoplé y bajé mi mirada al suelo, tapándome la cara con las manos.

 —¡Eh! —su grito hizo que volviera a mirarla—. ¿Vas a acompañarme o no? 

¿Cómo? Me levanté y fui hacia ella casi instintivamente. 

 —Pensaba que te habías enfadado conmigo —empecé a andar de nuevo a su lado, pero no dejé de observarla de reojo ni por un momento. 

 —Ahora mismo no tengo tiempo para enfadarme con nadie, y menos con alguien de quien solo sé el apellido.

 —Shuji.

 —¿Qué? 

 —Mi nombre completo, Hanma Shuji. Shuji es mi nombre... lo que tú conocías es mi apellido.

 —Ah...eso era...—se quedó pensativa y volvió a callar.

Caminamos un poco más hasta llegar a la puerta de una casa; ni muy grande ni muy pequeña, pero, aun así a mí me pareció enorme en comparación al apartamento donde yo vivía. Al final estaba lejos y habíamos tenido que andar por un buen rato.

 —Es aquí.

 —¿Esta es tu casa? — pregunté mirando la fachada y viendo que todas las luces estaban apagadas a pesar de que ya se estaba haciendo de noche y el cielo oscurecía cada vez más—. ¿No hay nadie? 

 —No, vivo sola.

 —Pero...¿Cuántos años tienes? —no parecía tener edad suficiente como para poder vivir sola en una casa de ese tipo.

 —Cumplí diecinueve en agosto, ¿qué? ¿parezco más mayor? 

 —No, todo lo contrario, pensaba que eras más pequeña y me ha extrañado eso de que vivas sola.

 —Pues así son las cosas —fue cortante de nuevo, aunque le veía algo melancólica.

 —Pues así son las cosas —repetí sus palabras casi en un murmullo—. Bueno, pues ya que estás aquí, me voy.

Empecé a caminar alejándome de ella mientras escuchaba como sacaba las llaves y abría la puerta.

¿Vas a irte así sin más? 

Giré mi vista una vez había avanzado unos cuantos metros en aquella calle.

 —¡Adiós, enana! 

 —¡Espera! —Ahora sí me giré por completo y la vi allí parada con la puerta entreabierta.

 —¿Qué? —pregunté.

 —¡Ryoko! —gritó, quizá demasiado fuerte

—¿Qué dices? 

—Mi nombre, imbécil, ese es. —respondió.

Sonreí como un tonto y ella pudo verlo. Cambié la cara al instante y le contesté.

 —Nah, enana me gusta más.

Me fui de allí, de nuevo, como cada vez que me había encontrado con ella, con una sensación rara que apretaba mi pecho. Saqué mi teléfono y marqué. Esperé hasta que la voz al otro lado del teléfono contestó.

 —Sí...No...Se ha escapado... —mis palabras salían en un hilo de voz mientras mis ojos se fijaban en el cielo nocturno con media sonrisa en la cara.

Una pequeña brisa trajo consigo una hoja de arce que rozó mi mejilla. Un resto de la otoñal estación que cubría toda la ciudad de esos tonos cálidos que de pequeño tanto me gustaban. 

Venga, que comienza lo bueno.

Me da mucha pena la prota por lo de Baji, pero tendrá que superarlo, recordemos que no eran novios, pero a ella le ha afectado fuerte lo que ha pasado.

Espero que hayáis tenido buen Halloween <3

Todos los créditos de las imágenes a quién corresponda.

Besis

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