~ 𝑵𝒖𝒆𝒗𝒆 ~
~ 3 de agosto, 23:00 p.m ~
Estoy cansado. Habíamos estado peleando con la Toman cerca del festival. Todo iba a pedir de boca hasta que apareció el "poca-cosa" de Mikey, y al rato de llegar él apareció su pandilla al completo.
Me esperaba algo más del Gran Mikey, la verdad.
—¡Agh! Cómo sea, qué cansado estoy — me senté bajo un árbol al lado del aparcamiento, apoyando mi espalda en el tronco.
¿Y mi tabaco? Lo busqué en los bolsillos pero no lo encontré, se habría caído durante la pelea
—¡Bah! — exclamé.
Me puse a pensar en lo que aquel chico con gafas me dijo. Estuve atento durante toda la pelea, pero no vi a nadie que encajase en el perfil que él me había descrito.
No creía que Kisaki pudiera equivocarse. Me comentó que buscase a un tipo, pero no pude distinguirlo entre toda la ToMan. Joder, eran por lo menos cincuenta, ¿y cómo quiere que lo encuentre entre tanta gente?
— "Búscalo, encuéntralo y mátalo" —imité la voz de Kisaki con tono burlón— ¿Cómo coño quieres que encuentre a alguien durante una pelea? Bueno, ya tendré más oportunidades...
Cerré los ojos echando la cabeza hacia atrás por unos minutos. Me dolía un poco la cara a causa de los puñetazos que había recibido, pero no se comparaba a la satisfacción que me producía la quemazón en mis nudillos de haber asestado yo otros tantos.
Pasó otro rato y ya me estaba aburriendo. Seguía ahí, sentado.
—Joder, a ver si deja ya de llover, me estoy empapando.
De repente, escuché algo chapoteando. Parecía alguien corriendo por el aparcamiento. Los pasos cesaron y escuché una voz, algo jadeante.
—Ah...ah... —se le escuchaba intentar recuperar el aliento—. Pero, ¿¡Dónde coño se han metido!? Estoy empapada, ya no puedo más, me niego, paso de todos, joder ¿por qué tanta intriga?, os tengo dicho que me lo contéis todo —gritó y yo pegué un brinco en el suelo.
Me asomé al aparcamiento para ver a una chica hablando sola. Parecía cansada, llevaba el pelo revuelto y vi cómo, mientras hablaba, se estaba deshaciendo de todas las horquillas que llevaba en él, dejando caer una larga melena castaña que cubrió por completo aquel yukata azul.
No sé por qué, me quedé embobado viendo la escena. Hasta que reaccioné.
—¿Estás loca y hablas sola? —grité desde el árbol bajo el que me cubría de la lluvia.
Se giró y pude verle mejor la cara. Estaba colorada, parecía que venía corriendo desde hace un rato. Llevaba un zapato en la mano, al parecer se le había roto e iba descalza de un pie. No me di cuenta de que me estaba mirando extrañada, como intentando caer en la cuenta de algo, hasta que al final me habló.
—¡Eres tú! —dijo sonriendo mientras se acercaba
¿Quién es?
—Oye, me voy a quedar aquí debajo contigo un ratito ¿Vale? Como puedes ver, estoy empapada, se me ha roto el zapato y encima mis amigos han decidido esconderse de mí —parecía algo enfadada y tras esa sonrisa que traía seguramente estaba aguantándose las ganas de pegarle a algo, conocía bien ese tipo de sonrisa, pues yo hacía lo mismo cuando me enfadaba.
Conforme se acercaba la recordé. Era la chica de aquella nave abandonada. Mi mente tuvo un momento de lucidez por una vez en la vida.
—Sí, soy yo, oye... ¿Tú no me debías algo? —le dije.
—¿Qué te ha pasado en la cara?
¿Ha evitado la pregunta?
Empezó a buscar en el bolsito de tela que llevaba para sacar un pañuelo y dármelo.
—Límpiate la cara, anda —me dijo. Cogí el pañuelo y me lo pasé por los rastros de sangre que tenía, limpié un poco mis manos y luego guardé el papel ensangrentado en uno de mis bolsillos.
—Bueno, ¿me lo vas a dar o no? —le repetí.
—¿El qué? —me miraba extrañada y, por un instante, pude fijarme más en su rostro. Tenía los ojos oscuros y grandes, la nariz chata, con la cara redonda y cubierta por algunos mechones que le caían mojados por la lluvia. Era guapa.
Sin quererlo sonreí, hacía tiempo que ninguna chica conseguía llamar mi atención tan solo con verla un par de veces.
De repente pareció acordarse de lo que le estaba pidiendo y puso una cara bastante graciosa.
—¡Es verdad! —se puso a buscar algo en su bolso de tela. Sacó un paquete de tabaco—. Mierda —dijo mientras lo abría y me miraba—. Están todos empapados... — sonrió tímidamente cerrando los ojos.
Ver esa expresión provocó algo en mí. Una sensación extraña en mi interior. ¿Estaba nervioso? No, no era eso. Es una chica. No era la primera que me ponía esa cara, así que no había motivo para estar nervioso. Pero ¿por qué me había dado un escalofrío?
No pensé más en ello.
—Pues estamos bien entonces —suspiré con resignación y ella volvió a hacer un gesto gracioso.
—¡Ah! ¡Espera! —pareció haber caído en la cuenta de algo—. Eh...no mires un momento ¿Vale?
—¿Qué? Vale —me tapé los ojos con las manos, siguiéndole el juego. Aunque intenté ver algo entre mis dedos. Sin embargo, ella fue más rápida. Pude sentir unos toquecitos en mis manos, las aparté un poco y noté las suyas rozando las mías. Sentí otro escalofrío. La chica puso un cigarro en mis labios y se apartó.
¿A qué ha venido ese gesto?
—¿De dónde...? —empecé a preguntarle, pero me interrumpió.
—Es el de emergencia, pero no te pienso decir donde lo guardo, y no pienses mal, o no tan mal al menos —le lancé una mirada traviesa a lo que ella me mostró una pequeña bolsita de plástico y rodó los ojos—. Siempre llevo uno aquí por si se me pierde el paquete —sonreía mientras me lo enseñaba—. Soy una genio ¿eh?
—Si tienes mechero, sí —respondí sin borrar la sonrisa.
—¿Con quién te crees que hablas? ¡Estoy en todo! —sacó un mechero de un monederito que llevaba en el bolso y me lo dio para que pudiera encender el cigarro.
—Uf, gracias, ya estamos en paz —le dije mientras exhalaba el humo, me estaba sentando a gloria.
—¡Oye! Pero déjame la mitad ¿vale? Que sólo tenemos ese —no pude hacer más que asentir, evitando pensar en las cosas indecentes que empezaban a rondarme por la mente al verla con aquella cara tan divertida. Gesticulaba mucho y me hacía gracia.
Se sentó a mi lado y comprobé que me estaba mirando las manos, pero no hablábamos. Nos quedamos en silencio. Le di dos o tres caladas más al cigarro y extendí la mano para dárselo a ella, que lo cogió con una de sus pequeñas manos. El roce con sus dedos hizo que otra sensación fría más recorriera mi espalda.
Vi que no fumaba.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—¿Eh? —giró su vista hacia mí—. Ah, nada, solo pensaba que me va a saber a sangre, ¿te han pegado o qué? Estás hecho un asco.
—Ya, seguro que era eso y no pensabas en algo cómo "Vaya, un beso indirecto" —bromeé poniendo una voz cursi—. Tienes pinta de ser ese tipo de chica.
Pareció que mi comentario no le hizo demasiada gracia, pues no me contestó y simplemente se limitó a mirarme mientras se acercaba el cigarro a la boca. Le miré los labios, embobado. Eran carnosos y debido a la lluvia se veían algo húmedos. Por un momento mi mente dejó volar la imaginación y me imaginé besándola ahí mismo, a una completa desconocida.
Volví a la realidad. Ella ya no me miraba, estaba fumando mirando al frente y sus ojos no parecían fijarse en nada más que en las gotas de lluvia que caían del cielo. Tenía la mirada algo triste, y, aun así, me parecía que seguía siendo guapa.
Qué cosas pienso.
Pasó un rato más, en el que ninguna palabra rompió el silencio que había. Finalmente, un sonido que venía del bolsito de ella lo hizo.
—¡Menos mal! —gritó mientras descolgaba el teléfono— ¡¿Dónde estás?! Maldita, llevo horas buscándote.... —parecía que hablaba con alguna chica cercana, una amiga quizá— ¿Qué te pasa?
Le cambió la cara de repente.
—¿Cómo? —la noté ponerse nerviosa—. Voy para allá.
Colgó el teléfono y se levantó. No entendía nada, de repente parecía tener prisa.
—Tengo que irme, lo siento —empezó a caminar con rapidez debajo de la lluvia, alejándose del árbol donde estábamos sentados hacía un instante.
—¡Espera! —me levanté corriendo hacia ella— ¿Qué haces? ¿Quieres acabar empapada de nuevo? —instintivamente, mi mano la agarró del brazo haciendo que su cuerpo se girase hacia mí.
Era mucho más bajita que yo, cosa que tampoco era muy difícil. Apenas me llegaba a los hombros. Siquiera sabía su nombre, pero en ese momento se me ocurrió uno bastante gracioso para referirme a ella.
Enana.
—No importa, tengo que ir a un sitio lo antes posible —ella miraba hacia todos lados y bajó sus ojos hacia el zapato roto—. El hospital...queda lejos.
—¿El hospital? Eso está a tomar por culo —miré hacia sus pies— ¿No pensarás ir andando hasta allí descalza, no?
—Pues sí, la verdad —se soltó de mi agarre y continuó hacia delante acelerando el paso.
La agarré de nuevo por el brazo reteniéndola, de nuevo.
—Espera, cabezona, ¿es urgente?
—Mucho — me dijo y noté que tenía los ojos llorosos. Algo que no había hecho nunca se me pasó por la cabeza.
—Agh... —no sé por qué pensé que quizá me arrepentiría de esto en algún momento—. Si no te importa mojarte, te acerco en mi moto —le ofrecí.
—¿En serio? —me miró de nuevo con aquella cara, algo más animada. Me gustaba esa expresión —. Por favor, ¿puedes?
—Claro que sí, espérame aquí.
Fui a donde tenía la moto, que no estaba muy lejos de allí.
—Voy a ponerme empapado de nuevo —dije para mí mismo mientras arrancaba la moto. No era propio de mí ser tan amable.
La recogí y le di mi casco. Ella se sentó detrás.
—Agárrate, vamos a ir rápido —no dijo nada y solo me abrazó por la espalda. Puso sus manos en mi pecho. Eché la mirada hacia abajo y sonreí.
¿Qué mierda?¿Por qué sonrío? Dios, Shuji, la pelea te ha dejado secuelas, seguro.
No lo pensé mucho más y nos pusimos en marcha.
Tardamos poco en llegar a su destino. Había ido lo más rápido que podía y notaba que ella de vez en cuando me apretaba un poco más. La lluvia nos había dejado empapados de nuevo. La chica se bajó de la moto y me devolvió el casco sin pensárselo dos veces.
—¡Muchísimas gracias! Vuelvo a deberte un favor —sonrió—. Bueno, lo siento, pero tengo que irme, me están esperando.
—Claro, no te preocupes, ve —contesté mientras arrancaba de nuevo la moto para irme.
La vi dirigirse a la puerta y antes de entrar se giró y alzó su mano para despedirse.
—¡Adiós, amable desconocido!
Si ella me ha puesto ese mote...
—¡Adiós, enana! —le respondí sin soltar las manos del manillar y me fui, riéndome en alto.
De camino a casa me encontraba extraño. Mi cuerpo estaba raro por dentro.
¿Habré pillado un resfriado?
¡Holis!
Espero que os haya gustado y como siempre, os leo en comentarios.
Besis.
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