~ 𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆 ~
~ 19 de noviembre de 2011, 23:00 p.m. ~
—El "Dios de la Muerte" y "El Ángel de la ToMan", ¿suena bien, no?
—Suena rimbombante. No te montes películas, Hanma. Solo estamos en la misma división.
No sabía por qué —aunque me hacía una idea—, seguía molesta por la bromita de los arañazos en la espalda. Me crispaba los nervios sobremanera, y más, pensando que lo conocía de las escasas veces que de casualidad habíamos coincidido.
Ahora que lo pensaba, siempre aparecía cuando había algún problema; primero, el día que pasó lo de Pah, luego, el día que Draken terminó en el hospital y, por último, el día que Baji...
Las veces siguientes que nos habíamos encontrado fueron gracias a esta última. No es que me disgustara su compañía, ni mucho menos. Siempre he tenido como un sexto sentido para estas cosas y sabía inmediatamente si alguien me iba a caer bien o no, y quizá no desde la primera vez que nos vimos, pero el día de festival, que pase un rato más con él, no hubo nada que me indicase que no podría llegar a ser amiga de Hanma. Aunque claro, por aquellas fechas seguía siendo un desconocido.
Sin embargo, aunque ahora habíamos cruzado más palabras y podía decir que me caía bastante bien, notaba algo. Era diferente, desde el primer momento provocó en mí sensaciones que en los libros de amor adolescente definirían como "flechazo", pero no era como si yo creyera mucho en eso. Aunque sí lo hacía en el destino, ya que, por un motivo u otro, a lo largo de mi vida habían pasado cosas que me llevaban a creer en ello.
Pero...esas sensaciones...no sabía muy bien cómo interpretarlas...
Quizá era la falta de sexo que me estaba nublando la mente y veía a cualquier tío como una posibilidad. Cualquier tío, fuera de los de siempre. Estaba claro que con mis amigos de toda la vida no iba a pasar nada y, si se diera el caso, el único con el que podía imaginarme de nuevo era Kazutora. Pero no por nada, sino porque al haberlo hecho ya con él, sería gracioso ver cómo ha evolucionado. Pero como ya sabemos es un imposible.
Vale, le estoy dando muchas vueltas, definitivamente necesito algo de acción, quiero pero no tengo ganas, que sensación más rara. A lo tonto llevo casi cuatro meses a palo seco.
—Pffff —resoplé, hundiéndome en aquél sillón.
—¿Qué piensas tanto? —Me había olvidado completamente de que Hanma seguía allí.
Habíamos terminado de cenar y encendimos el televisor, estaban echando una película de acción y en teoría nos habíamos puesto a verla, pero mi mente pareció perder el interés por la película e irse a otra parte. Ese estilo de películas no me gustaban mucho.
—¿Hola? —insistió y le miré mientras me mordía las uñas.
—En nada que te interese, cosas mías —no se me ocurrió nada que decirle y creo que me pasé un poco de borde. Él puso una cara que, sinceramente, hasta me dio pena.
Decidí intentar arreglarlo.
—Hanma —llamé su atención.
—Dime, Ryoko.
Creo que es la primera vez que se dirige a mi tan seriamente y no me llama "enana" o me dice algún insulto. ¿Está molesto?
—Perdón, he sido una borde, solo pensaba en cosas del pasado —intenté sincerarme de alguna manera sin decirle lo que verdaderamente estaba pensando—. En todo caso, ¿tú no tienes novia?
—No, ¿por? —me miró arqueando las cejas—. ¿Qué pasa? ¿quieres serlo?
—Sigue soñando —parece que estaba funcionando, él volvía a contestar como siempre, con sus bromas— Tienes pinta de ser un mujeriego vicioso.
—No te creas, a ver —movió sus manos señalándose el cuerpo de arriba abajo— es evidente que llamo la atención, no me lo puedes negar, pero nunca he tenido nada parecido a una relación, he estado más tiempo con algunas y menos con otras, pero bah...nada del otro mundo. Y en cuanto a lo de vicioso... no te diré nada.
Me guiñó un ojo, sonriendo.
—Ya...—lo miré sarcástica, mira que se lo tiene subidito el amigo.
—¿Y tú?
—¿Yo qué? ¿Si soy una viciosa?
—No, tonta, ¿tienes novio? —humedeció sus labios—. Aunque si quieres puedes contarme tus fantasías, total, soy una tumba.
Arqueé una ceja. Este tío era igual o más desvergonzado que yo.
—No, nunca he tenido novio —busqué entre los cajones de mi memoria, pero no encontré nada—. Es más o menos como tú, salvo...
La imagen de Baji se me cruzó por la mente, él no había sido mi novio, pero si las cosas hubieran seguido tal y como iban, igual, por el simple hecho de no haber conocido a nadie más... quizá hubiéramos terminado juntos por costumbre.
Noté como mi expresión se nublaba e iba ennegreciendo.
—Salvo nada, perdón.
Hanma también pareció notar mi cambio de expresión y me di cuenta de que intentó hacerme pensar en otra cosa.
—Oye, ¿antes has dicho que los hielos eran de una fiesta? —dijo señalando el trapo húmedo que había en mi tobillo, que antes albergaba algunos hielos—. ¿Hacéis fiestas en la ToMan o qué?
No era entrometido. No al menos con los temas que parecían que me molestaban o me ponían triste. O eso, o es que no le importaba lo más mínimo que me empezara a sentir mal en algún momento, cosa que no me sería difícil de creer, viendo lo creído que es, seguramente piensa en sí mismo y en nada más.
—Sí, solemos hacerlas, cuando hay algún cumpleaños, por ejemplo. Si nos apetece solemos organizar algo pequeño entre los más cercanos... básicamente suelen ser Mikey, Draken y los capitanes y subcapitanes de las divisiones, que al fin y al cabo, somos los de siempre. De vez en cuando viene alguien más pero no suele ocurrir.
Me encantaba hablar de las fiestas de la ToMan, así que empecé a explicarle, igual que esa misma tarde había estado explicándole el funcionamiento de la pandilla, pero esta vez el funcionamiento de las fiestas .
—Además, siempre que hay alguna fiesta local intentamos ir juntos, bueno, y en fin de año vamos a ver los fuegos artificiales —me estaba empezando a emocionar, se me había pasado totalmente el enfado. Me perdían las fiestas—. Y luego está San Valentín, aunque desde que salen juntos, Draken y Emma no suelen venir y somos menos. Y en verano casi siempre hacemos fiestas, hay muchos cumpleaños en verano.
Yo odiaba que cumpliésemos años tantos en las mismas fechas, pues el dinero se me iba en regalos
—Además, solemos hacer pequeñas excursiones a la montaña y cosas así, como si fuéramos una pandilla de amigos normales.
Hanma se mantuvo en silencio, escuchando con atención todo lo que le estaba contando.
—Parece que os lo pasáis bastante bien.
—Bueno, al menos lo intentamos, yo casi siempre acabo borracha —reí.
—¿En serio? No me lo creo —dijo con esa mirada de incredulidad que a veces le había visto poner.
—Ya lo verás —él ladeó la cabeza, confuso.
—¿Se supone que puedo ir a esas fiestas?
—Claro, eres capitán de una división y tendrás que coger confianza con los demás capitanes fuera de la vida de la ToMan...Si quieres, claro. Además, me caes bien. Así que, si les digo que vienes por invitación mía a las fiestas que son más "privadas", no se van a oponer —dije lo de privadas entre comillas, pues al final en esas fiestas en las que empezábamos ocho personas siempre acabábamos unas treinta haciendo tonterías en la calle y conmigo al frente diciendo sandeces de borracha.
El pelinegro sonrió y se incorporó un poco en el sofá, apoyando sus codos en las rodillas. Se frotaba las manos y sonreía mientras las miraba.
—Estoy deseando verte en una de esas fiestas, seguro que eres divertida cuando vas borracha y, con suerte, no intentarás matarme a almohadazos o tirándome de una escalera.
—Sí...claro... —contuve la risa como pude, aún recordaba aquella vez que, sin querer, le partí la nariz a Peyan porque no quedaban hielos y lancé el vaso de cristal vacío, que se suponía tenía que haber ido a la pared y terminó estampado en su cara.
Mi puntería, cuando estaba borracha, era malísima en cuanto a lanzar cosas se refería.
—Oye, ¿y en Navidad no hacéis nada? No me has mencionado esa fecha.
—No, nada en realidad —empecé a jugar un poco con los mechones de cabello que me caían por el pecho—. Todos suelen pasar ese día con sus familias, yo algunos años he ido con Draken a dar una vuelta, o con Mikey y Emma, pero esto más por insistencia de ellos para que no estuviese sola en Navidad. Aunque en realidad no me importa mucho estar sola, estoy acostumbrada a ello y, para mí, algunas fiestas son como días normales —dije con la voz algo más apagada—. ¿Y tú? ¿Cómo pasas la Navidad?
—Nah, poca cosa, quedo con algunos conocidos y tomamos algo. Nada del otro mundo.
—Ajá... —me estaba entrando sueño después de todo el día de jaleo. Miré la hora en el reloj que había en la pared del salón, eran las doce menos cuarto de la noche.
—Es tarde ya...
¿Captaría la indirecta?
—Eso parece, será mejor que me vaya, aún me queda rato para llegar a casa.
—¿Vives muy lejos?
—Un poco, pero no te preocupes, me viene bien el paseo.
—¿Has venido andando? —asintió— No, no, ¿qué dices?
Me incorporé en el sofá y moví un poco el tobillo, parecía que el dolor había disminuido un poco, al igual que la hinchazón, con suerte no sería nada más. Me levanté del mueble, apoyándome en una sola pierna y empecé a dar saltitos a la pata coja. Solo por si acaso, no quería cargarme en el tobillo malo y tener que ir al médico a estas horas. Me acerqué a la cómoda de la entrada de la casa de esta manera mientras Hanma me seguía por detrás.
—¡Loca! ¡Te he dicho que no te muevas!
—Cállate —saqué un manojo de llaves de un cajón—. Ven, ayúdame a llegar al patio de fuera.
Él se acercó a mí y pasó el brazo por debajo de mis hombros, se tuvo que agachar bastante.
—Creo que es mejor si te cargo en brazos —hizo el ademán de cargarme pero le frené.
—Uy ,creo que vas demasiado rápido —imité las palabras que él me había dicho un par de veces.
Hanma no me respondió más que con una mirada pícara y detuvo el intento de cargarme.
Apoyándome en él como pude, y ambos andando torpemente, llegamos al lateral de la parte exterior de mi casa. Retiré la lona que cubría mi moto y le tendí mis manos con el manojo de llaves.
— Mira, te la presto porque me siento algo culpable de que te hayas tenido que quedar hasta tarde aquí —me abracé al manillar de la moto—. Pero... como le hagas algo a mi princesita...créeme que no vas a tener ciudad suficiente para correr, eso sí.
—No hace falta, me iré andando. Ya te lo he dicho.
Yo insistí, pues parecía que estaba cansado y de verdad me sentía algo responsable de que se hubiese quedado, por todo el tema de la caída por la escalera lo había entretenido y se había hecho tardísimo como para tener que caminar ahora a saber cuánto tiempo.
—Venga, no te hagas el duro y coge las llaves, a fin de cuentas, a la moto hay que darle uso de vez en cuando, y ya hace unos días que no la cojo, así que es como si me hicieras el favor tú a mí —rodó los ojos y me arrebató las llaves de la mano.
La moto no estaba hecha para su tamaño, Hanma se veía enorme subido en ella, pero bueno, mejor eso que nada.
Me di la vuelta y cogí uno de los cascos que tenía en una estantería cerrada al lado de la casa. Me acerqué y se lo coloqué, abrochándole el seguro por debajo de la barbilla.
—Ala, así vas protegido — nuestras caras volvían a estar a una distancia relativamente corta y, al terminar de abrochar el casco, nos quedamos mirándonos a los ojos por unos instantes. No me había fijado bien en ellos hasta ahora, pero eran bastante llamativos; rasgados y del color de la miel... y del Sol. Una mirada penetrante que no dejaba a mis ojos escapar de allí.
—Esto...sí...bueno...para acelerar es aquí...para frenar es...—decidí desviar mi mirada hacia el manillar mientras movía mis manos frenéticamente, fingiendo que esa mirada no había ocurrido.
—Enana, tengo moto ¿te acuerdas? te llevé al hospital en ella. Sé cómo se maneja una moto —me interrumpió, dejando descansar una de sus manos en el manillar. Asentí.
Hacía frío afuera y me abracé a mí misma para intentar entrar en calor.
—Bueno, será mejor que me vaya, no quiero que también por mi culpa te enfermes —empezó a arrastrar la moto hacia la puerta de casa para salir a la carretera que por allí pasaba.
Una vez fuera, encendió un cigarrillo y se quitó el casco por un momento, dejándolo colgado de su brazo.
Se acercó a mí. Demasiado.
—¿Estarás bien con eso? —preguntó señalando al tobillo.
—Sí, no te preocupes, anda, vete antes de que sea más tarde.
—Bueno, en ese caso... —le dio una calada al cigarro y agachó su cuerpo ligeramente.
Sin venir a cuento levantó un poco mi cara, sosteniéndola con un par de dedos por mi mentón y me plantó un beso corto en la frente.
—Gracias por dejarme conocerte un poco más hoy.
Ay, Hanma... ¿qué? ¿Quieres jugar? Bien, juguemos...
—Hanma, agáchate un poco más—creo que no se esperaba ninguna respuesta y parecía desubicado en ese momento, pero se agachó. Le quité el cigarro de la mano y le di una calada. Me acerqué a su oído, para susurrarle.
—De nada...—dejé escapar el humo y puse la voz cada vez más suave—. Ah... y como le cuentes a alguien lo de mis bragas, puedes olvidarte de tu existencia.
Vi que se le erizaba el vello de la nuca. Había conseguido mi propósito.
Me separé de él y empecé a decirle adiós con la mano, sonriendo. Él se quedó ahí, plantado y mirándome con los ojos abiertos.
—¿No te ibas?— le dije mientras caminaba hacia atrás, con cuidado de no apoyar mucho el pie.
Él no dijo nada, siquiera se puso el casco, sólo se montó en la moto y arrancó. Antes de empezar a caminar, me dirigió una última mirada, dejó escapar una risita irónica mientras se mordía el labio inferior y movía la cabeza suavemente hasta dirigirla al frente. Empezó a conducir y a alejarse.
—¡Cuídame la moto! —grité.
La moto estaba como nueva gracias a lo que los chicos le habían hecho por mi cumpleaños, el simple pensamiento de tener un arañazo en la pintura nueva me daba sudores fríos.
Él simuló como que perdía el control para luego mirar hacia atrás riéndose, yo dejé escapar un gritito, que él pareció escuchar y solo hizo que se riese más alto.
—¡Eres un idiota, Hanma!
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