~ 𝑪𝒖𝒂𝒓𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒐𝒄𝒉𝒐 ~

Recomendación de canción: Lento - Eva Ruiz ft Cruz Cafuné 

Reservé una habitación con una pequeña terma privada. La señora de la recepción me dijo que no había casi nadie hospedándose y que tampoco esperaba que viniese mucha gente esos días, pues era una fecha complicada por la fiesta de halloween. Así que, al final, me salió hasta bien la jugada y me dejó una habitación mejor al precio de una normal. 

Shuji había preparado todo, como siempre. Metió algo de ropa de los dos en un par de mochilas grandes, varios paquetes de tabaco, un par de pijamas y, revolviendo un poco en ellas, encontré en el fondo algo que me hizo sonreír.

 —Parece que nos vamos a divertir —murmuré.

Habíamos entrado a la habitación, una estancia en la que destacaban los tonos amaderados y de color cañizo, con un tatami tradicional por suelo y lo que parecía ser una gran puerta corredera que daba al exterior. No había cama, en su lugar, habían un par de futones bien gorditos para combatir el frío. No solía dormir en futón, aunque recuerdo que de pequeña me gustaba coger el que tenía en casa e irme a la habitación de la abuelita a dormir en el suelo al lado de su cama; nos quedábamos siempre las dos dormidas cogidas de la mano.

 —Te han dado una buena habitación, ¿no? —preguntó Shuji cuando cruzamos la puerta—. No se te habrá ocurrido gastarte todo el dinero de la casa, ¿verdad?

 —Sí, eso mismo he hecho. Lo siento, ahora estamos en la ruina absoluta —bromeé—. Pero mira que habitación más bonita —le di un par de codazos suaves en el costado y él rio. 

Sabía que estaba de coña, pero así empezaban nuestras conversaciones de besugo.

 —Y, si no tenemos dinero, ¿de qué se supone que viviremos? ¿De aire? Yo necesito comida... este cuerpo no se mantiene solo —dijo, levantándose la camiseta, dejando ver sus abdominales y pasando la palma de la mano por encima de ellos.

Sonreí burlonamente.

 —¿Sabes lo que voy a decirte que puedes comerte no? O más bien, comerme —dejó caer la mochila de su hombro al suelo y se acercó a mi.

 —No sé, no sé —se agachó y rozó sus labios con los míos, sin llegar a tocarlos—. No creo que sólo con eso pueda sobrevivir, pero podría soportarlo —susurró. 

Me pellizcó el culo y se alejó hacia aquellas puertas correderas mientras yo me retorcía de dolor por el pellizco.

 —¡Qué brutito eres a veces! No veas qué pellizco.

 —Mira quién fue a hablar, doña berrinches.

Abrió las puertas y ambos nos quedamos en silencio. Era precioso. Una terma no muy grande pero lo suficiente para dos o tres personas, decorada a su alrededor con piedras de color oscuro que se apilaban al fondo y por las que caían pequeñas cascadas de agua caliente hacia abajo, donde se acumulaba en una masa humeante de esta.

Nos miramos el uno al otro y sonreímos, ni nos lo pensamos y nos quitamos la ropa casi al instante y nos metimos en el agua de golpe. Después de tantas horas de viaje nos sentó como la mismísima gloria. Sacamos las cabezas y reímos. 

Estuvimos jugando en el agua como dos niños pequeños en una piscina, nadie podía vernos, ya que la terma estaba rodeada de altas paredes hechas de cañizo. 

Shuji estaba sentado dentro del agua, en una de las piedras que servían como asiento. Me arrastró hacia él y me sentó en una de sus piernas mientras me hacía cosquillas en la espalda, quitando de en medio los mechones de pelo que caían por ella. 

 —¿Te gusta? —preguntó, dejando un ligero beso en mi hombro.

 —¿El sitio? Sí... es precioso... Lo que me sorprende es que lo hayas organizado todo así porque sí.

 —Nah, te hacía ilusión viajar y yo quería venir  a uno de estos. Ya lo hablamos, ¿te acuerdas?

 —Claro que me acuerdo, estúpido —apoyé mi cabeza en su hombro—. ¿No estás cansado de tantas horas conduciendo? Yo estoy muerta del viaje.

 —Sí, la verdad es que un poco sí —pasó su mano a mi cabeza y empezó a acariciarme el pelo, con la otra mano me acercó un poco más a él agarrándome el muslo—. Aunque no lo bastante como para ir a dormir ya... —dijo, agravando la voz en mi oído.

Empezó a dejar besos suaves en el lateral de mi cuello y su mano bajó hasta mi culo, agarrándolo de vez en cuando con más fuerza. Bajé mi mano por su pecho y su abdomen, yendo lentamente hacia abajo. Teníamos las frentes pegadas la una con la otra, pero no nos besábamos, nuestros ojos se miraban entre ellos, ambos con la cara colorada debido a la temperatura del agua y de la tensión que se había generado en apenas unos segundos. 

Nuestras respiraciones se iban agitando conforme él iba acariciándome y yo empecé a tocarle.

 —Shuji... alguien puede vernos por ahí —señalé con la mirada hacia las paredes de cañizo. Si alguien se asomaba entre las cañas podría vislumbrar la escena, aunque fuera un poco.

 —¿Te imaginas que hay alguien mirando? —me sentó sobre él a horcajadas, metiéndomela poco a poco—. Que miren lo que quieran —empezó a moverme encima de él, agarrándome las nalgas y moviendo mis caderas. Shuji ahogó un ronco gemido mientras continuaba hablando.

 —Que disfruten del espectáculo, me la suda completamente.

Cada vez que me hablaba así me volvía loca, ya no podía pensar en nada más que en él y todo a mi alrededor se nublaba. Mi cuerpo se movía por sí solo encima de él, mis manos se posaron en su nuca, agarrándole el cuello con cuidado, jadeando cada vez que bajaba y notaba que se introducía por completo. 

Sus manos recorrían mis piernas, alternando apretones con sus dedos en mis muslos y mi culo al ritmo de las subidas y bajadas de mi cuerpo.  

 —No voy a cansarme nunca de esto, ¿sabes? —Se levantó del asiento y me llevó a una pared por la que caía una de esas cascadas, apoyando mi espalda ahí. Empezó a embestir un poco más rápido. 

 —¿De qué? —pregunté en un jadeo.

Sabía a lo que se refería, pero escuchar cómo me hablaba cuando lo estábamos haciendo me encendía aún más de lo que ya pudiera estarlo.

 —Joder —gimió desde su garganta y al escucharlo se me erizó una vez más toda la piel—. Estúpidade ti, ¿de qué va a ser si no?

Me reí en voz baja en su oído y le mordí el cuello suavemente.

Aún en esa postura, con mis piernas alrededor de su cintura, bajó una de sus manos a mis pechos y apretó uno de ellos, haciendo que mi espalda se presionara aún más contra las rocas de la terma. Con su otra extremidad me sostenía para que no me bajase de él. Continuó con las embestidas; en algún momento la sacaba y la rozaba contra mí para darme aún más placer.

 —Vamos fuera —sentenció, agarrándome con fuerza y sacándonos a ambos de la terma.

Me dejó en el suelo, se colocó entre mis piernas y levantó una de ellas un poco, yo tapaba mis pechos con las manos.

 —¿Qué haces tapándote? ¿Eres tonta? Como si no hubiera visto ya todo de ti.

No lo hice por nada, solo que mis manos habían decidido posarse ahí en ese momento. 

 —Ay, cállate —respondí en un quejido—, lo he hecho sin pensar.

 —Vergonzosa...

Alcé una ceja mientras comprobaba cómo él inclinaba su cuerpo hacia delante. 

 —Ya sabes que contigo no tengo... idiota.

Abracé su cintura con mis piernas y lo atraje más hacia mí. Quería volver a sentirle dentro.

Él besó el dorso de mis manos mientras volvía a penetrarme. En ese momento, aparté las manos de mi pecho. Shuji mordió con cuidado uno de mis pezones para luego subir su cara hacia la mía y besarme. Empezó a aumentar la velocidad de sus embestidas y al poco me dio la vuelta, levantándome la cadera y siguió con sus movimientos. 

Empecé a gemir un poco más alto, a lo que él se abalanzó sobre mí y me tapó la boca 

 —Loca, una cosa es que nos vea, y otra que te escuchen en todo el hotel —dijo en mi oído.

Como respuesta, me di la vuelta y le tumbé en el suelo con cuidado, colocándome encima de él y moviéndome ahora yo. Dejé caer mi pecho sobre el suyo y continué botando lentamente sobre él.

 —Si a ti te da igual que nos vean, a mi me da igual que me escuchen.  

Se mordió el labio y empezó a follarme desde abajo. Más rápido y agarrándome la cintura con una mano. Incorporé mi espalda y seguí moviendo mi cadera, mientras él acariciaba mi abdomen y me miraba fijamente con la boca entreabierta. 

Ya no le faltaba mucho, conocía esa cara a la perfección, por lo que intensifiqué los movimientos y él bajó su pulgar para tocarme y que ambos llegáramos al clímax a la vez, entre jadeos y gemidos ahogados en su garganta; algunos de ellos salieron de la mía en un tono más elevado.

Me quedé con mi cuerpo encima de él, ahora sí que estaba para el arrastre, me temblaban las piernas y ya no podía moverme. 

 —No te vayas a dormir encima de mí, ¿eh? —fingí roncar y él rio—. ¿Qué haces? Si tú no roncas, qué mala mentirosa eres. 

 —Mierda. Pues tú sí roncas, ¿sabes? 

 —Eso es por el tabaco, por cierto, ¿fumamos? —me dio una palmadita en el culo y me levanté. Me enrollé en una toalla y le tiré otra a él.

Nos quedamos un rato más ahí fuera, charlando y escuchando el ruido del agua caer mientras fumábamos. Recuerdo que, en cierto momento, dejé mi peso caer sobre él y cerré los ojos. Estaba realmente agotada.

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Se ha dormido. Mira que se duerme fácil esta niña, no sé cómo lo hace.

 —Oye, que vas a coger frío, despiértate y ponte algo encima, enana.

Nada, totalmente caída en combate. Sonreí y le pasé los brazos por las axilas para levantarla, al menos se agarró a mí con las piernas y pude llevarla adentro de la habitación. Le coloqué uno de los pijamas que había traído y ella, medio dormida, extendió los futones en el suelo y se metió corriendo dentro de uno de ellos. Yo aún no tenía sueño, estaba cansado, sí, pero me había relajado con el baño y aún no quería dormir. 

Me senté en el pequeño porche de madera que había al otro lado de la puerta que daba a la terma, encendí un cigarro y me quedé mirándola desde lejos. Lo hacía muchas veces.

Verla dormir me relajaba y eran los momentos en los que me ponía a pensar.

Hace un par de días hablé con Kisaki. Algo estaba tramando y tampoco me había contado mucho, siempre era todo "tú sigue tal como ahora", "no la alejes de ti", y cosas por el estilo. Pero, eso no hace falta que me lo diga, ya lo hacía porque quería, no porque fueran directrices suyas.

Mi voz interior comenzó otra noche más aquel monólogo.

No deseo que ella se vaya de mi lado, nunca.

Me preocupa el hecho de que sus amigos la están dejando un poco de lado. No sé si será por mí, pero si es por eso, vaya amigos de mierda... 

Ella está contenta conmigo. Al menos, yo la veo feliz así.

¿Quizá es un poco egoísta pensar que prefiero que esté contenta conmigo a que lo esté con ellos? A ver, que lo ideal sería que estuviera contenta con todos, pero si ella estuviera en la tesitura de tener que elegir... ¿se quedaría conmigo o con sus amigos? 

Es un caso hipotético, pero de suceder, preferiría que se quedase conmigo... 

Sí, es egoísta y narcisista, pero es lo que siento y no puedo cambiarlo, ya sean celos o lo que coño sea.

Le di una calada al cigarro y suspiré, expulsando el humo.

No, no son celos... es miedo. 

Miedo de que algún día se vaya y me quede vacío de nuevo. En fin... yo no sé ni qué cojones hago pensando estas cosas, qué manera más gratuita de comerme la cabeza.

Apagué el cigarro y fui a dónde ella estaba acostada, dormía aún con el pelo mojado.

 —Te vas a poner mala, imbécil, sécate el pelo antes de acostarte —dije en voz baja, aunque ella ni se inmutó. 

Cogí una toalla seca y se la puse como pude alrededor del pelo, con cuidado de no despertarla. No sé en qué puto momento, ni por qué, noté que se me humedecieron los ojos y me cayó una lágrima. Pero no era de tristeza, no me sentía triste. 

Me dejé caer en el suelo con cuidado y crucé las piernas una encima de la otra, llevándome una mano a la cara.

 —Joder... —me toqué el pecho y sonreí, el simple hecho de estar ahí con ella, había hecho que, por un segundo, fuera el puto hombre más feliz del mundo, hasta el punto de soltar un par de lágrimas de felicidad. 

Me reí, ni yo mismo me reconocía. Menos mal que no me ha visto, si no, se estaría cachondeando de mi. 

Me acosté en el futón que ella había colocado al lado del suyo, pero no estaba cómodo, no podía abrazarla al ser individuales, y ya me había acostumbrado a su tacto por las noches; no podía dormirme si algún pedazo de mi piel no la tocaba. 

 —Bah, a la mierda —salí del futón y me metí en el de ella. 

La escuché decir algo inentendible en voz baja, estaría soñando. Puse de nuevo la colcha por encima de nosotros y la abracé contra mi pecho, quizá demasiado fuerte. Abrió los ojos un momento y me miró.

 —¿Qué haces aquí? —preguntó medio dormida—. Si tienes un futón enterito para ti solito...

Le di un único y corto beso en los labios.

 —Déjame quedarme aquí, ¿vale, enana?

Ella pasó su brazo por mi cintura y asintió, apoyando la frente en mi pecho. No fue hasta ese momento, en el que ya la tenía cerca, que mi mente no había parado de pensar y sólo entonces conseguí conciliar el sueño.

Este capítulo iba a ser muchísimo más largo, pero es que hubiera quedado demasiado demasiado largo, entonces lo divido en dos y así por lo menos tenéis hoy actualización ^^

Besitos y no olvidéis votar y comentar pls :) osq.

Por cierto mirad que cosita la imagen de abajo <3. (Creo que es Nishinoya de Haikyu pero es que son iguales jajajajajajaja)

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