Recomendación de canción: Soon You'll get better - Taylor Swift (feat The Chicks)

No podía dejar de mirarla, ni un solo segundo. 

Habíamos pasado la tarde entre charlas y piques con los demás en el salón de la casa hasta que cayó la noche. Takemichi y Draken se ausentaron un momento para ir a buscar ropa de cambio tanto para sus novias como para ellos mismos y, de paso, acompañar a Chifuyu a su casa.

Nosotros tres, con ellas, pasaríamos la noche aquí, alejados de todo lo demás, todo lo que pudiera suponer cualquier peligro para cualquiera de las tres chicas.

Había cambiado. 

No, ella me había hecho cambiar. 

De haber sido otra época, solamente me hubiera preocupado por ella, pero todos los acontecimientos, así como todo lo que mis ojos habían tenido que presenciar con el paso de los años, habían hecho que mi mentalidad cambiara hasta tal punto, que todo lo que la rodease se había vuelto, en cierto modo, algo que tendría que preservar. 

Pues sabía que, si algo de eso le faltaba, ella no estaría bien. Y, por consiguiente, yo tampoco. 

Mi felicidad dependía de ella.

Ya no me importaba admitirlo y tener que tragarme todas las palabras si con eso conseguía que esa sonrisa no se borrara jamás de su rostro.

Estábamos en la cama de la antigua habitación de mi madre. Draken y Emma habían ocupado el que una vez fue mi cuarto y, tanto Takimichi como Hina, permanecieron en el salón en unos futones que tenía guardados en el armario de la planta superior.

Era tarde, pero aún el sueño no nos había llegado a ninguno de los dos, y mi cabeza reposaba en su pecho mientras ella cosquilleaba mi pelo al igual que mis dedos lo hacían sobre su abdomen.

Oye... ser diminuto que estás ahí dentro... ¿estás bien? Se lo estás haciendo pasar mal a la enana ¿eh? Pero supongo que eso es por que eres mío, si no lo fueras, no estarías dando tanta guerra desde el principio...

Posé toda mi palma y la acaricié gentilmente, hundiendo un poco más mis yemas en la zona con cariño.

Para. No te encariñes.

Pero era imposible. 

Ambos éramos jóvenes, no llegábamos ni a los veinticinco ninguno de los dos. Ni teníamos unos trabajos que nos aseguraran la vida... 

Pero si lo pensaba bien... mi madre tampoco era que estuviera en las mejores condiciones y aún así fue capaz de salir adelante conmigo, al igual que su abuela con ella. 

Al menos teníamos casas donde poder vivir, y quizá si vendíamos alguna de las dos... preferiblemente esta, la de mi madre, porque ni de coña me la llevaría a vivir cerca de aquel barrio

Y menos sabiendo que por allí la gente que deambulaba era justo la que ella estaba intentando evitar.

Deja de ilusionarte, Shuji.

Sacudí mi cabeza aún apoyada en su pecho de manera suave, para bajar a su abdomen y posarla ahí. Dejé un ligero beso en él y mis dedos caminaban por encima de este como si fueran dos piernas andando.

 —Shuji, estás muy callado, ¿estás bien?

 —Enana, ¿tú crees que yo sería un buen padre?

 —No, definitivamente no —rió alto—. Sería como tener a dos críos por casa. Además, lo primero que haría sería contarle cómo su padre no dejó de fumar por mí, a pesar de que estaba viendo que los nervios por fumar no me dejaban dormir.

 —Tres, inclúyete, eres una maldita mocosa —reí y alcé mi vista para verle la cara, estaba sonriendo—. Y ni pienses en fumar. Cuanto más lo pienses peor... ah.... Y hay otra cosa.

 —¿Hay algo más que no pueda hacer?

Verás la cara... ya me la estoy imaginando...

 —No puedes beber.

Su sonrisa se tornó en otro puchero más gracioso que los que había puesto esa tarde.

 —¿Por qué la vida es tan cruel? Espera —me señaló con el dedo—. ¿Ni siquiera una cerveza?

Negué con la cabeza haciendo un ruidito de negación con la garganta:

 —Quizá. Si es sin alcohol, sí.

 —Eso es lo mismo que el pis, Shuji... —su mano tomó la mía y las dejó reposar encima de su ombligo—. Bueno... si tengo que hacer ese sacrificio... solo espero que se porte bien.

¿Quiere tenerlo?

No dije nada más. Ya no podía seguir con esto, no sabiendo lo que sabía. 

Me elevé y tomé su rostro entre mis manos para acariciarle las mejillas y quedarme mirándola una vez más. 

Hacía unas horas la lloraba como nunca, mientras apaleaba a quien le había hecho sufrir tanto, y ahora la tenía entre mis manos.

Seguía siendo irreal.

El mayor regalo que podía haberme hecho la vida era este: volver a sentir como podría dejarme guiar por el vaivén de su oleaje.

 —Eres mi vida entera, Reika... 

No la dejé contestar, solo dejé que mis labios se posaran en los suyos una vez más antes de que los dos cayéramos en un profundo sueño. 

Un sueño, que hacía años no conseguía conciliar con tanta facilidad.

Pues me había vuelto tan dependiente de notar su tacto mientras dormíamos, aunque fuera un mísero roce de mi piel con la suya, que, cuando ella ya no estaba, me pasaba horas dando vueltas en la cama hasta que por fin las pesadillas decidían hacer acto de presencia y consumirme mientras mi mente intentaba descansar de todo el infierno en el que vivía.

~ 22 de febrero de 2013, 3:00 a.m. ~

 —Shuji, quédate aquí un momento, ¿vale?

El pequeño, medio dormido, casi no escuchó las palabras de la mujer.

 —Mhmm —se removió en su asiento, con la cabeza apoyada en la puerta del vehículo—. No me despiertes...

 —Sigue durmiendo, tú no te muevas de aquí. Mamá tiene que salir un momento.

La mujer no tardó mucho en volver. 

El pequeño se había quedado dormido, pero unos ligeros murmullos no le dejaban conciliar el sueño completamente. A pesar de eso, él no se enteraba de nada. 

Solo sentía el traqueteo del coche en el que iban y cómo este se detuvo tras una extraña llamada de su madre por teléfono, tras la cual volvió a abandonar el coche por unos instantes y volver al mismo al cabo de un rato aún algo agitada, indicándole al que conducía que los llevase de vuelta a casa.

La imagen cambió.

 —Por mi culpa... —la mujer sollozaba, sentada en la mesa de aquel salón—. ¿Por qué... por qué siempre tiene que salir todo mal?

El chico se acercó a ella.

A pesar de su corta edad, sabía que esa actitud de su madre no era normal.

 —¿Mamá? ¿Qué te pasa?

 —Nada, mi vida... —ella lo estrechó entre sus brazos—. Vamos a estar bien... te prometo que vamos a estar bien... Que tú vas a estar bien.

...

Me desperté de golpe.

¿Y ese sueño? Hace años que no soñaba con mi madre... ¿por qué ahora? Quizá haya sido por pasar el día aquí.

Giré mi vista, Reika seguía durmiendo tranquilamente. 

Sonreí como un bobo y volví a reposar mi espalda sobre el colchón, pasándole mi brazo por debajo de la cabeza para que se apoyara en mi pecho y siguiera durmiendo ahí.

Pasé una de mis manos a mi nuca, mientras que la otra le acariciaba el pelo a ella y me quedé mirando al techo por un rato.

No solía soñar con nada.

Los últimos años solo había tenido pesadillas en las que ella era la protagonista; sus lágrimas, sus gritos pronunciando mi nombre y mi mano siempre intentando alcanzarla. Sin éxito ninguno.

Pero hoy, que por fin había conseguido conciliar el sueño de manera tranquila...

Bah... solo ha sido un mal sueño...

~ 22 de febrero de 2013, 9:00 a.m. ~

 —Enana, espérame aquí... Tengo que salir un momento —susurré.

Me había despertado hacía ya un buen rato, pero no podía seguir ahí tirado sin hacer nada más tiempo. Si todo salía bien, seguramente tendría toda una vida para estar con ella.

Le había dicho a Kisaki que quedaríamos en media hora, en aquel mismo puto edificio donde le rompí los dientes a uno por quitarle la moto hace años. 

Con suerte, hoy ese chico conservará las paletas...

Reí para mi mismo y, antes de salir, le di un ligero beso en la mejilla. Ella ni se inmutó. Solo suspiró un poco más fuerte y siguió durmiendo.

 —Ey... —me crucé de bruces con un Draken medio adormilado, con todo el pelo revuelto y que arrastraba los pies para bajar a la planta de abajo.

Le saludé de la misma manera y ambos bajamos. 

Takemichi y Hinata ya parecían llevar un largo rato despiertos, pues habían recogido los futones y los habían dejado bien doblados en un lateral del salón.

 —Buenos días... No tengo tiempo para nada, pero... —señalé la cocina—. Si queréis café o comida, ahí tenéis todo lo necesario.

 —¿A dónde vas con tanta prisa? —Hina se había acercado y se sentó a mi lado en el escalón de la entrada mientras yo me ponía las deportivas para salir. 

Alcé mi vista por encima del hombro y miré a los otros dos. Takemichi pareció tragar saliva de manera bastante notoria y Draken simplemente miraba, como siempre, con la cara seria y carente de expresión alguna.

 —Voy a ir a hacer un recado, Hina... no creo que tarde —volví mi vista a la labor de atarme los cordones de los zapatos—. Oye... Reika está mala con la tripa... ¿podéis cuidar de ella mientras estoy fuera? Creo que lo mejor es que se quede en casa. Y sé que tenía muchas ganas de pasar tiempo con vosotras dos, ¿por qué no pasáis el día juntas?

 —Ah... sí, por eso no te preocupes —ella alzó su brazo y se tocó el bíceps—. Nosotras nos encargamos —esbozó una amplia sonrisa que luego se desvaneció—. Nosotras también queríamos volver a verla, así que...

 —¿Qué? 

La miré de reojo mientras terminaba de tomar las llaves de la moto y el paquete de tabaco de la entrada.

 —Nada, nada... 

¿Ha mirado a Takemichi? Bah, da igual, no puedo perder el tiempo con esto. 

Abrí la puerta de la casa y me dispuse a salir por ella, pero, antes de cruzarla, alcé mi vista una vez más por encima del hombro.

 —Me voy ya —miré a los dos rubios—. Os aviso cuando vaya a volver. Hasta entonces... permaneced aquí.

Cerré la puerta tras de mí y saqué mi moto hacia la calle.

 —Oye, Hanma —Draken había salido al patio y llamó mi atención en un tono lo suficientemente fuerte como para que yo me enterara, pero sin ser escandaloso—. ¿En serio vas a ir solo? 

Miré a mi alrededor.

 —¿Ves a alguien más conmigo? Pues claro que voy a ir solo. ¿Tú crees que si voy con alguien va a ser mejor o qué? —saqué un cigarro y lo dejé en mis labios—. Ir con alguien más solo levantaría las sospechas y, aunque él no descubriera que no voy solo, ir con más gente solo me entorpecería.

Tomé el cigarro con una de las manos e hice un aspaviento con la esta una vez había arrancado la moto.

 —Así que tú... —lo señalé, sonriendo y comencé a acelerar—. Tú haz de chucho guardián. Si lo haces bien, igual luego te doy un hueso... Alguno tiene que quedar por ahí del perro que tuve cuando era pequeño.

Se le puso esa mirada oscura y llena de odio mientras comenzaba a caminar hacia la calle, pero yo fui más rápido y salí de allí acelerando al máximo mientras de fondo le oí gritar algo que no logré entender. Pero que, seguramente, sería cualquier maldición hacia mi persona.

...

Notaba el fresco viento rozando contra mi cara. 

Hacía frío, pero eso ya lo tuve en cuenta antes de salir. Sabía que ese día caería una de las últimas nevadas del año, por lo que era lógico que en la mañana refrescara.

No tenía nada planeado. No sabía cómo iba a hacerlo. Pero, de que iba a llevar a cabo mi cometido lo tenía claro. Fuera como fuese.

Ya tuviera que emplear mis propias manos para acabar con él. 

¿Qué pasaría después de eso? Esa era mi mayor preocupación ahora.

Nunca había sentido tantos nervios. A excepción de hacía unas horas, cuando estaba a punto de enfrentarme a la misma situación que ahora mismo. Pero, entonces sí tenía todo bajo control.

Ahora iba a tener que dejarlo todo en manos de la suerte. Pero, pensándolo bien, siempre había sido así. Nunca ideaba planes para confrontarme a los demás. Tenía la suficiente confianza en mí mismo como para saber que era más fuerte que la mayoría, o, al menos, más resistente de lo normal, así que la preocupación nunca había tenido cabida en esto.

Pero, a diferencia de mi yo del pasado, de mi verdadero yo del pasado, ahora tenía algo por lo que luchar. Algo que proteger.

Y sentía que eso podía hacer que la adrenalina de mi cuerpo subiera a unos niveles que sobrepasaban cualquier límite.

Cuando me quise dar cuenta, acababa de girar la última intersección y tenía frente a mí aquel alto edificio.

Y ahí estaba. De pie, recostado sobre la pared.

Y lo más importante: solo.

Al final parecía que sí había dejado el tema de avisar a los de Agatsu para más tarde.

Paré la moto a escasos metros de él y respiré hondo. Decidí tomarlo con calma, no podía ver mis intenciones. Tenía que comportarme como cuando era joven. Como aquel descerebrado al que no le preocupaba más que lo que tenía frente a sus narices en ese momento.

 —Qué madrugador estás hoy, ¿no? ¿Qué pasa? 

 —Ya te dije. tenía que llevar a Reika a un sitio. y ya no tenía nada que hacer después, así que si luego íbamos a vernos... ¿qué más da quedar un rato antes, no?

 —Supongo que tienes razón... —Miró su reloj—. Pero, aún así, es pronto para ti. Siempre te levantas a las tantas.

 —Sí... —fingí un bostezo, ¿me dirá si se lo pregunto?— En realidad tengo un sueño de cojones. Pero bueno, ¿de qué se supone que querías hablar conmigo?

 —Luego te lo digo. Pero tienes que acompañarme a un sitio después.

Resoplé, manteniéndome en mi papel.

 —¿Y qué hacemos hasta entonces? ¿Vamos a por un café?

 —¿Ni siquiera te has tomado un café? Normal que estés así...

 —No. La enana tenía prisa —lo vi sonreír disimuladamente y se me crisparon los nervios—. Móntate. Si tenemos tiempo, vamos a dar una vuelta. Así me termino de despertar.

Estiré mi cuerpo y moví la cabeza de un lado a otro. Tras esa continuación de mi teatro, le tendí uno de los cascos de la moto.

Él no dijo nada. Simplemente tomó el casco y se montó en la parte trasera del vehículo.

¿Dónde voy? Tendrá que ser un sitio apartado, pero que tampoco esté muy lejos... Que no haya nadie... Sea donde sea, va a sospechar algo... Así que...

Conduje por no mucho rato, hasta llegar a la zona de la ciudad desde donde podía verse el puente Rainbow. Estacioné la moto y ambos nos acercamos a una de las máquinas expendedoras de bebidas calientes para comprar un par de cafés. 

No habíamos hablado en todo el camino, pero eso tampoco era nada nuevo. Él casi nunca hablaba. Siempre era yo el que se la pasaba soltando payasadas por la boca sin ton ni son mientras él solo me escuchaba. O, al menos, fingía escucharme.

Sin embargo, hoy no había dicho absolutamente nada. Estaba tenso. 

Hoy no tenía frente a mí al adulto que se había cobrado las vidas de tantas personas solo por una loca obsesión. Tenía a un chico joven que quizá no sabía en lo que se llegaría a convertir.

Contrario a lo que pudiera parecer, no sentía ninguna pena. 

De no saber todo lo que estaba planeando, quizá si me la hubiera dado, solo por el simple hecho de que él, junto con Reika, habían sido las únicas personas en muchos años que le trajeron algo de color a mi vida. Y hubo tiempos en los que ambos parecían tirar de mis brazos en direcciones opuestas. Ambos con la misma intensidad y firmeza.

A pesar de eso, la balanza se había inclinado claramente hacia uno de ellos dos hacía ya mucho tiempo. Hacía muchos años.

Era raro. 

Más bien, me sentía raro.

Sí, estaba furioso. Y también algo nervioso. Y, si lo pensaba a conciencia, las mismas emociones que había sentido el día anterior volvían a mí, pero desaparecían casi al instante.

Imaginé que sería por el hecho de que había desfogado todo mi enfado con él en aquel despacho y, aunque no consiguiera nada, mi cuerpo de algún modo se había liberado de toda la rabia contenida desde que me enteré de lo que pasaría esta noche si no lo detenía.

 —Oye, Kisaki —ambos reposábamos los brazos en la barandilla, el puente se erguía ante nosotros que, de vez en cuando, dábamos sorbos a los cafés—. ¿Por qué haces todo esto? Me refiero a tu plan de terminar con la ToMan.

 —Ah... es verdad. Nunca hemos hablado de eso —dio otro sorbo y se dio la vuelta para apoyarse ahora sobre sus codos—. Supongo que tengo mis motivos. Si todo sale bien, si no vuelve a fastidiarme los planes, estoy seguro de que algún día... Si Takemichi no se mete de por medio con sus tonterías... Quizá así...

 —¿Qué? ¿Serás el criminal número uno de todo Japón? —esbocé una falsa sonrisa—. ¿Pero por qué? ¿Qué tiene que ver Hanagaki en todo eso?

Lo sabía. Pero quería comprobar si me lo contaría ahora. 

Quizá estaba buscando algo, cualquier excusa para no tener que matarlo. ¿Hablar con él e intentar convencerle de que no hiciera lo que tenía pensado llevar a cabo? Lo veía algo imposible y poco efectivo, sinceramente. 

De todos modos, lo que contestó tampoco ayudó.

 —Creo que no lo entenderías, Hanma.

Un escalofrío recorrió mi espalda. 

Sí que lo entendía, podría decir que incluso más que tú, imbécil. 

Volvió a mí toda la rabia. Todas esas palabras que me dijo el día anterior.

Él organizó mi encuentro con ella en el futuro, ¿arrepentimiento? Eso era lo que me dijo, pero ya no podía creer ni una sola de las palabras que salían por su boca. Ni aunque estuviera al borde de la muerte, pues él siempre tenía un plan.

Él mismo lo dijo. "Él siempre gana".

Se creó de nuevo el silencio mientras mi mente iba cada vez perdiéndose más en las garras de la ira.

Habían pasado un par de horas desde que abandoné la casa, lo que suponía que se me agotaba el tiempo. Y aún estaba ahí, sin saber cómo hacerlo.

 —Hanma, tengo un plan. Y tú vas a acompañarme.

 —¿Qué plan?

Volvió a explicarme todo lo que tenía pensado hacer. 

Cómo eso haría que Reika se desligara por completo y buscara venganza en aquellos a los que quería dejar atrás. 

Volvió a pedirme ayuda para que lo acompañara al cementerio a terminar con la vida de una inocente. Pero, esta vez, decidí jugar un movimiento contrario.

Un movimiento que supondría que quizá los dos cayéramos, pero no me importaba, con tal de que los mismos hechos no se repitieran. 

Una jugada que me permitía mantenerlo vigilado en todo momento y, quizá terminar con esto de una vez por todas.

 —Está bien, Kisaki. Hagámoslo.

 —¿En serio? Pensaba que dirías que no —levantó las cejas y arqueó los labios, sorprendido.

Por eso ibas a darle la orden a los de Agatsu, ¿verdad?

 —¿Yo? —reí—. A mí me importan bien poco todos los de la ToMan, ya lo sabes. Además... 

Me mantuve serio y saqué un cigarro mientras nos dirigimos de nuevo a la moto, donde lo vi. Quizá por los nervios de antes no me había fijado, pero él había dejado ahí un bate. El mismo objeto con el que golpeó a Emma aquella vez. 

Pero tenía que seguir fingiendo, o todo se iría a la mierda:

 —Además... Si eso hace que Reika se quede a mi lado, haré lo que sea. Ya lo sabes. Te viene bien que ella esté con nosotros. Tú mismo lo dijiste.

 —Sí, lo sé. Todo esto también es para eso. Pero no sabía que no te importaría matar a su mejor amiga para conseguirlo —ahora sonrió, con total sinceridad—. A veces incluso consigues sorprenderme. Me alegro de haber dado contigo, Hanma. 

Ambos nos montamos en la moto y empecé a conducir más lento de lo normal.

Haría lo que fuera... acabo de decírtelo, Kisaki.

Dejé que mi mente se hundiera por completo en todos los recuerdos; en su llanto, sus gritos, en todas las palabras que ella había escrito en esas cartas y, sobre todo, en aquella última. 

Aquello último que pude saber de ella. Todo lo que este tipo que me acompañaba había dado permiso para que sucediera, y que, aún sabiéndolo, pasó año tras año a mi lado. Fingiendo. Sonriéndome y aparentando una normalidad propia del más astuto de todos los farsantes.

Estrechando mi mano a diario.

Qué asco.

 —Oye, Kisaki —giré mi cabeza con cuidado por encima del hombro.

 —¿Sí?

 —¿Qué era eso que tenías que hacer y no has podido? —mi mano soltó el manillar y se posó en una de mis piernas.

 —Ah... nada importante —¿ya no te hace falta darles el aviso?—. Más tarde me encargaré de eso. No te preocupes. Tú conduce hacia el cementerio.

Claro... Su objetivo nunca fue que ella estuviera a mi lado, sino utilizarla para tener a la mafia bajo control.

Y, si ella no quería, cosa que sabíamos de antemano, las cosas seguirían igual. Más tarde o más temprano, los de Agatsu iban a recibir esas órdenes.

O no.

Reí, esta vez reí de verdad. Y comencé a acelerar cada vez más.

 —Te equivocaste, Kisaki. Esta vez te equivocaste.

 —¿Qué dices?

Mi puño apretó aún más el manillar y la mano que tenía libre le hincó los dedos en su rodilla, haciéndole retorcerse de dolor. 

—Que has fallado. No siempre puedes tenerlo todo bajo control, ¿sabes?

Él ahogó un quejido.

 —¡Hanma! ¿¡Qué coño haces!? ¡Me estás haciendo daño! ¡Para! —empezó a dar golpes en mi espalda—. ¡Y ve más despacio, joder! 

Recorríamos las calles a toda velocidad. Ya ni iba mirando los semáforos. Ni si venía alguien en las intersecciones.

 —¿¡Daño!? —empecé a reír como un loco—. ¡Esto no es nada en comparación a lo que ya te hice una vez, cabronazo! ¿Qué coño ibas a hacer luego, Kisaki? ¡Venga, dímelo! 

Apreté más fuerte su pierna y la moto se tambaleó. Él no contestaba pero lo vi palidecer a través del retrovisor de la moto

  —¿¡Ibas a avisar a esos desgraciados de Agatsu para que nos mantuvieran separados!? ¿¡Eso ibas a hacer, verdad!? Maldito cabrón...

De reojo lo ví coger el bate que llevaba en la espalda pero, en cuanto lo alzó, solté el manillar y en un movimiento rápido lo agarré con ambas manos por encima de mi cabeza para tirarlo lejos.

 —¿Qué coño haces? ¿Pensabas matarme otra vez? —cuestioné, harto.

 —¿Otra vez? ¿¡Qué dices!? ¿¡Estás loco!?

Pensaba llevármelo lejos, justo eso estaba haciendo. 

Pero también necesitaba volver a sentir la cólera para molerlo a golpes en cualquier sitio alejado de la ciudad, donde no pudieran ver cómo terminaba con su vida. Encontrarían su cuerpo en algún momento y seguramente me buscarían, pero huiría.

Me escondería, intentaría verla a escondidas sin que nadie pudiera descubrir mi paradero y encerrarme. Pero tenía que hacerlo, aunque eso supusiera el no poder estar con ella todos los días.

Aunque eso me costara la vida a mí también. 

Mientras a ella no le pasara nada, y pudiera vivir tranquila, a mí no me importaba tener que esconderme. 

No me importaba siquiera morir, mientras que hoy a ella no le pasara nada.

 —Kisaki, hoy no vas a matar a Emma 

Continuaba recibiendo golpes en la espalda.

Él hacía por tirarse de la moto, pero mi mano se lo impedía aguantándole uno de sus brazos bajo el mío con fuerza mientras que mi otra mano seguía apretando el puño y aceleraba cada vez más.

 —¡No vas a matar a nadie más! ¡Nunca!

 —¡No entiendo nada, Hanma! ¿¡Qué coño ha-

 —¡Gilipollas! ¡No hace falta que lo entien-

No lo vi venir.

Más bien, no lo quise ver. 

Lo único que vislumbré fue la oportunidad y, por un momento, mi cerebro reaccionó con sabiduría.

Solo noté un impacto y cómo el asfalto me quemó la piel de las manos al igual que golpeó mi cuerpo mientras éste rodaba por él.

Cuando me detuve, lo único que mis sentidos alcanzaron a distinguir fue sangre. Muchísima sangre. Que salía incesantemente del pequeño cuerpo del rubio que iba montado conmigo en la moto, el cual ahora yacía en el asfalto de una manera horrible.

Logré alcanzar a oír unas palabras saliendo de su boca.

 —¿Por... qué... —apenas hablaba con un hilo de voz que cesó, al igual que su leve respiración, tras lo último que alcanzó a decir—. No quiero...

 —Kisaki... —no sé de dónde saqué fuerzas para hablar, sentía que iba a desfallecer en cualquier momento—. Al final... la muerte es quien gana siempre... 

No vi nada más.

Todo volvió a sumirse en la oscuridad, una vez más. 

Notaba a mi corazón palpitar más fuerte de lo normal, intentando bombear sangre a todas las partes de mi cuerpo.

Y, sin embargo, igual que cuando caí por el edificio, volvía a sonreír.

Lo conseguí... creo que esta vez... al menos ella...

Mensaje recibido de Izana, 22 de febrero a las 12:45 p.m.

Este es un mensaje para todos. Hoy a las 20.00 p.m. en el 7º muelle de la Bahía de Yokohama, pelearemos contra la ToMan.

La chica se despertó por el sonido que emitió al recibir el mensaje. 

Había pasado la noche sin dolores, lo que le permitió dormir profundamente y descansar como hacía varios días no conseguía a causa de lo que ella ya tenía conciencia de lo que le pasaba.

Se levantó de la cama y fue al baño a asearse. Imaginaba que su novio se habría levantado antes que ella, dejándola dormir un rato más, pero se había pasado y le había dejado demasiado tiempo en la cama. 

Tras terminar en el baño, se colocó algo de la ropa cómoda que había traído y bajó las escaleras para encontrarse con sus amigos en el salón, que veían la televisión tranquilamente mientras comían.

 —Buenos días... —saludó, aún algo somnolienta—. Oye... —miró a su alrededor, pero no lo veía por ninguna parte—, ¿dónde está Shuji?

 —Salió a hacer un recado —Emma se acercó a ella y la tomó de la mano—. ¡Sí que has dormido! ¡Ven! ¿Quieres comer algo?

 —No... Quiero café... ¿queda algo? Así hago tiempo mientras llega y no...

Pero el tiempo pasaba. Y Hanma no regresaba.

Draken, Takemichi y las novias de ambos permanecieron en esa casa acompañándola mientras ella cada vez se ponía más nerviosa. Ya no solo por la falta de nicotina —que, además la estaba volviendo más irascible de lo normal—, sino también por la incertidumbre de no saber dónde se había metido aquél pelinegro de manos tatuadas.

Lo llamó, sin respuesta alguna.

Hasta que, al llegar la tarde, se hartó.

 —¿¡Cómo se le ocurre desaparecer así por las buenas!? —miró al rubio más alto—. ¿Tú sabes algo?

 —No, Ryo... —corrigió al instante—. Reika, no sabemos nada. Dijo que volvería.

 —¡Son casi las siete de la tarde, Draken! ¿Sabes qué? Al carajo, creo que ya sé dónde está. Tenía que ir con Kisaki a un sitio. Eso me dijo. Además... Tú vas a venir conmigo, así hablamos con Mikey. Seguro que están allí, en el muelle. Tú también tienes que ir. Se supone que nosotros tres deberíamos estar allí en una hora.

 —Ni de coña. Tú no te mueves de aquí.

 —¿Perdona?

El chico la tomó por el brazo y la llevó hasta la habitación de la planta superior.

Emma iba detrás de él, gritándole y cuestionando sobre qué era lo que estaba haciendo, pues no entendía nada.

Sin embargo, Hina se mostraba más pacífica y solo los acompañaba unos pasos por detrás.

 —Oye, Draken... déjame hablar con ella —pidió Hina.

El tatuado se apartó y ella entró a la habitación donde su amigo había encerrado hacía unos instantes a Reika, cerrando la puerta tras de ella y encontrándose a la de larga melena ante sus ojos, quien no paraba de dar vueltas por la estancia lanzando maldiciones al aire referidas al rubio que la había dejado ahí como si fuera una niña pequeña castigada.

Estaba preocupada, no entendía la ausencia del pelinegro. Ni tampoco nada del porqué había ideado todo el reencuentro con sus amigos.

Todo eso solo le hacía tener el peor de los presentimientos en su interior.

Y siempre había odiado esa sensación.

 —¿¡Tú eres imbécil!? ¡Draken! Te voy a matar —gritaba hacia la puerta cuando vislumbró a su amigo—. ¡Y a Shuji también! ¡A los dos! ¡Os pienso sacar los dientes y hacerme un collar con ellos! Dios... necesito un cigarro...

 —Reika, tranquilízate. ¿Podemos hablar un momento?

 —¿Hina? ¿Qué ocurre?

Kisaki x camión-kun canon. 

JAJA es coña. 

¿Qué os ha parecido el cap? He tenido algunos bloqueillos a la hora de escribir esta parte, no por no saber lo que quería que sucediera, si no más bien en algunos diálogos, así que si me decís qué tal lo agradezco, por que cómo digo, siempre puedo corregirlo más adelante si veis que falta algo o no sé... agh. 

PD: ando que no encuentro canción para la parte de Kisaki, literal que escuché una el otro día que dije: ESTA, y ahora no la encuentro jeje, imbécil me llamaban. Tonta soy por no guardarla en el momento pero así es mi vida. 

Ya va quedando menos :( 2 capítulos de estos de Canon y los epílogos 

Os quiero mucho <3 bebed agüita.