~ 𝑪𝒂𝒏𝒐𝒏 ~ 𝑰𝒏𝒇𝒊𝒏𝒊𝒕𝒐
~ Unas horas antes ~
—¡Chico! ¡Hijo! —alguien me estaba zarandeando—. ¿Estás bien? ¡Oye, responde!
Era la voz de un hombre mayor. Lo sabía por el tono de voz, y, extrañamente, me resultaba familiar.
No podía casi moverme, aún mi vista era completamente negra, y solo podía escuchar la llamada de aquel señor junto con la de una mujer que imaginaba estaba detrás de él. Tras esos gritos, también diferencié el sonido de las sirenas de la ambulancia y la policía.
—¡Está vivo! —el hombre continuaba moviéndome los hombros con cuidado—. ¡Vengan rápido!
Por fin mi vista se fue aclarando, y vi el rostro de quien me había estado llamando y sacándome de aquella oscuridad.
Imposible...
—Hijo, ¿cómo te llamas? ¿Puedes hablar? —se giró hacia la mujer—. ¿Qué están haciendo los médicos? Ve a avisarles de que este chaval aún respira, corre, Kaiyo, date prisa. Tienen que atenderle enseguida.
Esto es una puta broma...
Mi cara dejó salir una sonrisa.
—Shu...ji...
—¿Cómo? Eso es, hijo, háblame. No te vuelvas a dormir, mi mujer ha ido a buscarte ayuda. Dime tu nombre, mantente despierto, concéntrate en mi voz.
Ahora también llegaban a mis oídos los gritos de un hombre, parecía estar discutiendo con la policía.
—Han...ma... Shuji...
—¿Shuji? Está bien, Shuji. Ya viene la ayuda —el hombre miró hacia otro lado y lo siguiente que noté fueron a varias personas a mi alrededor, habían comenzado a mirarme el cuerpo—. Yo soy Iwao, Kimura Iwao. No te preocupes hijo, no te ha pasado nada, estás bien.
—Cariño... ¿qué hacemos?
—Disculpen —la voz de un oficial de la policía se dirigía ahora hacia ellos—. ¿Ustedes han visto lo que ha pasado?
—Todo. Pasábamos por aquí y lo hemos visto todo. Ese camión... se ha saltado el alto... y...
Era su mujer la que hablaba ahora... Esa mujer... ¿Qué hacían en Tokyo?
Comencé a toser y los enfermeros me incorporaron para que pudiese respirar mejor. Notaba que, poco a poco, y aunque me dolía absolutamente todo el cuerpo, mi respiración y mi conciencia iban regresando.
—No pareces tener más que contusiones y alguna que otra herida, aún así vamos a moverte con cuidado, ¿de acuerdo? ¿Crees que podrás caminar?
Uno de los médicos se había agachado y me hablaba lo suficientemente fuerte como para que me terminara de espabilar.
—Sí... creo que sí... —miré a la anciana pareja que me había ayudado a despertar, estaban hablando con la policía.
¿Qué hacían los Kimura en Tokio? ¿Y por qué justo ellos...
—Señores, tendrán que acompañarme a comisaría si no les importa. Solo es para prestar declaración sobre lo ocurrido en calidad de testigos del accidente. No les llevará mucho tiempo.
—Sin problema, agente —el señor Kimura hablaba, pero su mujer no paraba de mirarme.
Y yo sabía bien el motivo de aquello.
—Disculpe, agente... Ese chico... ¿podemos quedarnos con él hasta saber que está bien?
El uniformado puso cara de sorpresa, pero no le negó el poder hacerlo.
A mí me habían llevado a la ambulancia y me habían colocado una manta térmica por encima mientras revisaban mis heridas, curando la mayoría de ellas y comprobando que mis articulaciones y huesos no estuvieran rotos.
—Es increíble —una enfermera murmuraba—. A pesar del golpe que te has llevado... A ver, mueve un poco este hombro.
Me movió el brazo izquierdo y sentí un dolor inmenso.
—Retiro lo dicho, no lo tienes roto, pero te habrás hecho una luxación... Vas a tener que llevar cabestrillo un tiempo, así que vamos a ir colocándolo ya antes de que empeore.
Continuaron examinándome y durante todo ese tiempo permanecí callado. La señora Kimura se había acercado a la ambulancia y se quedó a mi lado. Pero mis ojos, que hacia unos momentos andaban perdidos, ahora se fijaban en otra cosa.
Una tela negra y de material plástico que cubría algo sobre el asfalto y, por debajo de la cual, aún podía verse algo de lo que imaginaba sería un gran charco de sangre.
Kisaki... al final...
—Chico... Tu amigo...
Sacudí la cabeza, no hacía falta que me dijera nada, lo estaba viendo con mis propios ojos.
Y me sentí mal, no por él... sino porque no sentí ninguna pena.
No entristecí de saber que un chico más joven que yo acababa de morir. No sentí pena de su familia.
No sentí nada.
Nada, salvo el alivio de saber que lo había conseguido y que, con suerte, esas dos seguirían bien.
Miré hacia otro lado, mi moto estaba destrozada, pero al menos esta vez no habían sido mis manos las que habían terminado haciéndolo y había sido por un motivo más coherente que un ataque de ira mío.
—Hijo... —la señora Kimura se acercó a mí—. Parece que te van a llevar a comisaría, nosotros también vamos a ir, ¿estás bien? ¿Puedes moverte bien? ¿Te duele mucho?
—Tranquila, señora... —aún mi voz era débil, pero al menos podía hablar aunque fuese en un tono bajo—. Estoy bien... Creo que estoy bien...
Ella sonrió aliviada y casi al instante el policía que hablaba con su marido se acercó, indicándome que debería ir con ellos a la comisaría.
Me metieron al coche de la patrulla, pero no de malas maneras, y solo lo hicieron una vez los médicos les dijeron que no me había pasado nada más grave, y que, aún así, debería ir al hospital para que me hicieran el parte de lesiones, en caso de que quisiera presentar una denuncia contra aquel conductor que se había saltado el alto.
Me mantuve todo el camino hacia las diligencias policiales pensando si debía hacer aquello o no.
Yo había visto cómo ese camión se saltaba el alto, y aceleré, no lo pensé dos veces.
Eres un puto temerario...
Lo era, pero en ese momento no sabía qué hacer, y pensé que si seguía así, no conseguiría cambiar nada. Si yo hubiera tenido que morir por conseguir cambiar algo no me importaba, literalmente, y aunque nadie se hubiera dado cuenta, yo era el que había provocado ese accidente.
Yo había ocasionado el golpe y yo, solo yo, había matado a Kisaki con ese acto.
Dejé mi cabeza reposar sobre el cristal del coche durante lo que restaba de camino, y juraría que hasta me quedé dormido algunos minutos, pues cuando la puerta se abrió me sobresalté.
La pareja también había ido al mismo lugar, pero ellos iban en su propio vehículo y entraban delante de mí al edificio.
No sé el tiempo que pasó, pero parecía como si ese día, todos los criminales de la ciudad se hubieran puesto de acuerdo para que los pillaran; estaba abarrotado. Y de la sala en la que se supone que tomaban declaración a todos no hacían más que entrar y salir personas de toda índole, al igual que agentes.
Tengo que llamar por teléfono... y me lo han quitado al entrar aquí... mierda... joder... tengo que hablar con ella...
Los Kimura entraron a esa sala antes que yo. Cuando pasaron por delante de donde yo me sentaba, Kaiyo volvió a dirigirme una sonrisa.
No podía creer que estuvieran aquí.
Aunque un recuerdo se me vino a la mente; una conversación que mantuvimos hacía ahora un año... pero ellos no podían reconocerme. Ellos aún no me conocían.
Ni a mí, ni a ella...
Sonreí. Todo esto superaba cualquier límite de mi entendimiento.
Pasó otro rato más largo aún, y por fin fue mi turno.
Miré el reloj, pasaban las ocho de la tarde, ya estaba anocheciendo desde hacía buen rato, y aún me tenían ahí, me habían dado algo de la máquina para que comiera, aunque casi ni probé bocado, no sentía más que nervios por salir de allí y poder reunirme con ella, comprobar que estaba bien y que, al menos, todo esto había servido para algo.
Me tomaron declaración, expliqué cómo no me había dado tiempo a detenerme y que sí, vi que aquel hombre se había saltado el alto, pero mentí, omití la parte en la que yo se suponía que debería haber frenado y en lugar de eso aceleré.
Solo dije que no me dio tiempo a hacerlo.
Y todo quedó en un accidente, nada más. Me recomendaron que pusiera una denuncia, pero no quise. No tenía ganas de perder más tiempo allí. Además, ellos mismos se encargarían de hacerlo teniendo en cuenta que aquel supuesto accidente se había cobrado una vida. Así que no tenía caso que yo siguiera allí.
Pero la mayor sorpresa me la llevé al salir de comisaría un rato más tarde y comprobar que ellos seguían allí en la puerta. El hombre estaba fumando.
Me habían devuelto mis pertenencias y ahora por fin podía llamar a la enana, pero necesitaba fumar. Y, como ocurría siempre cuando me pasaban estas cosas, mi paquete de tabaco había desaparecido. Parece ser que lo único que permaneció conmigo fue el teléfono, que se había partido por todos lados, pero seguía funcionando.
—Disculpe... —me acerqué al señor Kimura—. ¿Podría darme un cigarro?
—Claro, hijo, toma.
Me tendió el paquete y el mechero. Tomé un cigarrillo y lo encendí. La primera calada me sentó a gloria y noté como los nervios disminuyeron un poco, la ansiedad de no haber podido fumar tranquilo en todo el día se acababan de ver saciadas con esa profunda calada.
—Perdón por arruinarles el día...
Me volví hacia la pareja e intenté hacer una ligera reverencia, pero me dio un pinchazo en el costado y no pude inclinarme mucho.
—Ah... No te preocupes por eso, hijo... De hecho ya íbamos a irnos de Tokyo, venimos de bastante lejos, ¿sabes?
Coño que si lo sé.
—Sí... No tienen pinta de ser de por aquí, la verdad —sonreí amablemente y la mujer le dio un pequeño tirón a la chaqueta del hombre, el cual giró su mirada hacia ella.
—Ya lo sé, Kaiyo. Ya lo sé... —el hombre suspiró y volvió a mirarme—. Oye, hijo ¿necesitas que te acerquemos a algún lado? Tu moto quedó destrozada... Y a nosotros no nos importa llevarte a casa.
—Eso estaría bien... gracias.
No hablamos más, simplemente me guiaron al coche y me monté en la parte trasera.
Les iba indicando el camino para llegar a las afueras de Kabukichou y que me dejaran por allí. Se había hecho tardísimo, y no quería que ellos estuvieran por ese barrio a estas horas.
Además, mientras les indicaba, ya no podía esperar más y comencé a llamarla al teléfono, pero no respondía. Tras dos o tres intentos fallidos, llamé a Takemichi, y tampoco hubo suerte. Probé con Draken y más de lo mismo.
Los nervios volvieron. Y entonces vi el mensaje de texto de Izana avisándonos sobre la pelea.
No... no puede ser... no creo que...
Era imposible que estuvieran allí, les había dicho que ni se les ocurriese salir de casa. Pero... si ella había recibido este mensaje, y al yo no volver con ella en todo el día...
Mierda.... Mierda...
No podía salir mal, había hecho todo lo posible. Pero era ella más temeraria que yo. Y sabía de sobra que no iba a haberse quedado en casa sabiendo que yo estaba por ahí.
Otra vez, ese mal presentimiento volvió a hacer que mi cuerpo se agitara.
—Hijo, ¿estás bien? Te noto nervioso —el señor Kimura miraba por el retrovisor.
—Sí, viejo, no es nada. No se preocupe.
La mujer giró la cabeza hacia su marido, tapándose la boca casi al instante y con cara de sorpresa. El hombre simplemente soltó una carcajada:
—¡Pues no lo parece! ¡Estás todo agitado! ¿No consigues hablar con nadie? ¿Has intentado llamar a alguien más?
A alguien más... ¡sus primos! Ellos deben estar en el muelle, y si ella está allí...
Marqué rápidamente el teléfono de Ran y, gracias al cielo, este contestó casi al momento.
—¡Ran! Joder, menos mal.
—¿Hanma? ¿Dónde te has meti-
—Eso da igual ahora, ¿está ella allí? ¿Reika está allí? Rápidamente, llevo todo el día en comisaría, he tenido un accidente. Pero no tengo tiempo de explicarte, solo dime si Reika está ahí. Por favor.
—Sí —sonaba tranquilo—. Está aquí, ¿sabes?... Tenjiku ha perdido....
—¡Que eso me importa una mierda, joder! ¡Sácala de ahí! ¡Que ni la toquen! —había alzado la voz y los Kimura se asustaron.
—¿Por qué gritas, Hanma? ¿Qué pasa? Ella está bien... de hecho viene hacia acá, espera y te la paso-
—¡Ran! ¡Me suda los cojones la puta pelea! ¡Que la saques de ahí! ¡Está embarazada joder!
—¿Có-
Ya no escuche más que un estruendo, como si el teléfono se le hubiera caído de las manos.
—¡Gilipollas! —Ran parecía gritar a lo lejos—. ¡Rindou!¡Llévala al hospital!
—¡Ran! ¡Está sangrando! —ahora Rindou.
¿Cómo?
—¡Qué está embarazada jo-
La llamada se cortó, y aquello último hizo saltar todas mis alarmas. ¿Por qué sangraba?
—¡Viejo, lo siento! ¿Puede llevarme al hospital? Por favor, es urgente, no tengo tiempo de ir a recoger mi coche, por favor... —estaba perdiendo los nervios, y casi suplicándoles.
¿Qué coño hacías allí, estúpida?
Lo tenía todo planeado, todo previsto para que ni a ella ni a Emma les pasara nada, y ahora... esa sensación acababa de volver a mí: la incertidumbre de saber qué era lo que pasaba.
Las preguntas que rondaban mi cabeza sobre el porqué Rindou acababa de decir que ella estaba sangrando y los miles de motivos posibles que se pasaron por mi mente no hicieron otra cosa que generarme la misma ansiedad que sentí al enterarme en el futuro de todo lo que le había pasado.
—Tranquilo, hijo, al hospital sabemos llegar... De ahí es de donde veníamos... Tú no te preocupes, vamos para allá enseguida.
Comenzó a conducir más rápido.
Yo enterré mi cara entre mis manos, los pies me traqueteaban en el suelo de los asientos traseros de aquel viejo coche, haciendo que todo mi cuerpo temblase.
Pero una mano, una gentil mano apartó una de mis manos de ahí y la tomó con fuerza. Era la señora Kimura, que ahora me miraba con esa misma mirada que recordaba haber visto cuando hice el viaje:
—Estamos aquí contigo, Shuji. Tranquilo... todo va a estar bien. Ya verás que todo está bien.
Y no lo pude evitar, dos lágrimas salieron de mis ojos. Intenté tranquilizarme y empecé a rezar a todos los dioses que conocía por llegar cuanto antes al hospital.
Entré corriendo al hospital, buscándola, pero no la encontré por ningún lado. Recorrí todos los pasillos con los gritos de las enfermeras a escasos metros detrás de mí recriminándome que no podía estar ahí.
Me dolía cada paso que daba, pero en ese momento no podía hacerle caso al dolor físico que sentía.
Los Kimura se habían quedado en la puerta, decían que esperarían a saber que todo estaba bien, pues les había contado en el camino, una vez que me había calmado un poco, todo lo que estaba pasando.
Seguí caminando por los blancos pasillos, hasta que los vi en uno de ellos. Estaban todos ahí; Draken, Emma, Mikey, Takemichi, Hinata, Chifuyu y todos los demás capitanes y subcapitanes de la ToMan, así como algunos de Tenjiku, los Haitani, Sanzu, Koko, Kakucho e Izana.
Takemichi conversaba con Mikey, algo apartados de los demás, pero solo los pasé de largo llegando a escuchar algo de la conversación que estaban manteniendo. Al parecer el rubio de ojos claros le estaba explicando toda la locura de los viajes temporales, pero yo no tenía tiempo de pararme con ellos y fui directamente donde estaba Emma.
—¿Tú estás bien?
—Sí... pero...
—¿Dónde está? ¿Qué ha pasado?
Draken se levantó del asiento.
—¿Por qué no nos dijiste que estaba embarazada?
Nada, que parecen querer que me altere.
Casi asesiné a Draken con la mirada en ese momento.
—Primero, porque no te interesa. Segundo, porque eso os lo tendría que querer decir ella. Y, tercero, no es momento de eso. ¿Puede alguien decirme qué coño pasa?
Sin embargo, esta vez el tatuado no me respondió.
Se quedó mirándome, como si me compadeciera por algo.
¿No habrá...
—Hanma... —Ran posó su mano sobre mi hombro—, cálmate... Reika está en urgencias, pero nos han dicho que no nos preocupemos, que en un rato saldrá de ahí.
Respiré tranquilo. Por un momento pensé lo peor. Sin embargo, la tranquilidad me duró poco, pues, al recordarlo, el mundo se me volvió a caer encima.
—No me digas que... No ha habido manera de detener eso... No... Yo...
Ya no podía hablar más.
No había podido evitar aquello, era algo que sí o sí tenía que pasar.
Me había creado yo mismo la ilusión de que quizá podría salvar todo, y no había sido así. Y, por ser un puto iluso, acababa de darme una punzada en el pecho al encontrarme con esta realidad que me hizo perder los nervios otra vez .
Me dejé caer en una de las sillas.
—Oye —Draken se había agachado, yo tenía la mirada perdida—. Ella está bien, es lo que importa, ¿no?
Tenía razón...
—Y dime, ¿lo conseguiste?
Asentí y sacudí la cabeza.
Me seguía doliendo por dentro, pero yo ya no tenía más poder en este tema. Solo podía esperar que ella saliera bien de la sala de urgencias y que la noticia no le sentara como acababa de hacerme sentir a mí.
Me levanté y apoyé mi espalda contra la pared. No decía nada, no quería hablar con nadie, solo miraba de reojo la lucecita roja que había encima de la puerta que me separaba de ella.
Pero miré a Draken y un pensamiento se me cruzó por la mente, y o le preguntaba, o solo iba a conseguir ponerme más nervioso.
—¿Por qué estaba en el muelle?
Pero no fue Draken quien me respondió, Izana y Mikey se habían acercado a mí.
—Ella... ella es así —de esos dos, fue el rubio el que tomó la palabra—. Nunca se ha podido estar quieta, ya te dijimos que era así de intensita.
Sonreí.
—Lo recuerdo bien... Y lo sé de sobra... Pero, aun así... Ellos no tenían que haberlas dejado salir de casa, eso les dije.
—Ya, Takemichi me lo ha contado todo —hizo una pequeña mueca y giró la cabeza hacia un lado—. Gracias por eso... Supongo, por lo de Emma.
—Lo siento, Mikey... Yo... No sabía... —Izana se había girado hacia el muchacho, no parecía el mismo peliblanco al que yo había conocido y todos tenían pavor.
—Bueno, ya está bien de remordimientos —el enano sacudió la cabeza y sonrió—. Supongo que ya ha sido suficiente para todos. Solo tenemos que esperar que ella salga bien de ahí... y todo esto se habrá quedado en una pesadilla, ¿no?
Eso espero....
~ 23 de febrero de 2013, 4:15 a.m. ~
Había nevado, y hacía un frío de cojones, pero ellos se habían quedado todo el tiempo en el hospital
Estaban ahí fuera, los dos.
El viejo fumaba un cigarro mientras su esposa lo acompañaba.
—Oigan... No hace falta que se queden más. Nos han dicho que pronto la van a subir a planta...
—¿De verdad? ¿Tú estás bien? ¿Necesitas algo?
—No... De verdad. Ya han hecho demasiado por mí —más de lo que se imaginan... si yo les contara...—. Pueden irse tranquilos, en serio... Pero, oigan —antes de que se fueran quería cerciorarme si de verdad eran ellos o era yo que me estaba volviendo loco, ya nada me extrañaba a estas alturas—. Si son de tan lejos... ¿Qué hacen en Tokyo?
—Ah... —el hombre suspiró—. Es por nuestro hijo, Isao... Bueno, hemos tenido que venir a arreglar unos papeles... Tú te pareces mucho a él, ¿sabes?
Sí, definitivamente son ellos. Y sí, lo sé.
Sonreí, pero no les dije nada más, solo volví a agradecerles todo lo que habían hecho por mí.
—Váyanse, antes de que les pille la nevada por el camino.
—Sí... —el viejo tiró el cigarro al suelo—. De aquí a Shirakawa hay un largo camino.
El más largo de todos...
—Oye, hijo —la mujer se acercó y me tomó las manos—. Venid algún día por allí, tú y ella. Nosotros os recibiremos con los brazos abiertos. Solemos hacerlo con los turistas, así que, si algún día vais, no dudéis en preguntar por nosotros. Toma —me tendió un papelito—, aquí tienes mi teléfono. Por si os perdéis de camino o queréis avisar o quizá-
—Ya, mujer, no le agobies —él le posó la mano en el hombro—. Nos vamos, hijo. Cuídate.
—Cuídense... y gracias de nuevo.
Eran buenas personas. Parecía que siempre lo habían sido y que eso no había cambiado en el futuro del que venía. El viejo hasta me había dejado el paquete de tabaco casi entero para que pudiera fumar y que los nervios se me calmaran.
—Hanma.
Me giré y vi a Takemichi detrás de mí, pero me había asustado.
—Coño, avisa. Haz ruido. Algo. Casi se me sale el corazón por la boca.
Removí un poco el brazo que llevaba en el cabestrillo, me molestaba, y, además, estaba cansado. No había dormido en toda la noche y no paré quieto. Me recorrí todo el hospital dando vueltas e intentando que el tiempo pasase lo más rápido posible, por lo que las ojeras bajo mis ojos se habían pronunciado bastante.
—Acaban de subirla a planta. ¿Quieres ir?
Ni contesté, solo le hice un gesto con la cabeza y entré corriendo de nuevo al hospital.
Me moría por verla. Por saber que estaba bien y que por fin podría respirar tranquilo. Necesitaba hablar con ella, quería ser el primero en hacerlo.
Pero no pude.
Cuando llegué, Emma salía de la habitación donde la tenían.
—Está dormida... aún no se ha despertado —la rubia bostezó.
Todos los demás se habían ido a casa hacía rato, solo Takemichi, Hina, Mikey, Draken y Emma se habían quedado allí a aguantar mis nervios. A pesar de que yo apenas hablé con ellos en toda la noche, se habían quedado allí, ya no sé si por mí o por ella, pero lo habían hecho.
—Nosotros vamos a ir a casa a descansar un poco, ¿vale? —Emma volvió a hablar—. ¿Tú que vas a hacer?
—¿Yo? Pues quedarme. No puedo hacer otra cosa —miré hacia la puerta de la habitación y comencé a abrirla—. Vosotros iros, no os preocupéis. Creo... creo que ya está todo bien.
Emma asintió, aunque, a pesar de que los demás la estaban llamando, permaneció frente a mí unos instantes más.
—¿Te pasa algo?
—No... Es solo que... —se rascó la nuca, nerviosa—. Gracias, Hanma. Muchas gracias.
Sonreí casi sin fuerzas y le removí el cabello.
—No es nada, Emma. No te preocupes por eso. Vete, anda.
Tras eso, todos se despidieron y por fin pasé a la oscura habitación.
Las cortinas estaban echadas, a pesar de que aún la noche no terminaba y por la ventana no entraba más iluminación que la que la propia ciudad otorgaba.
Me acerqué a la cama y pude verla. Dormida. Tan tranquila como cuando lo hacía en casa, con el pelo algo alborotado y la boca entreabierta.
Tuve un dejavú de un mal recuerdo, en un hospital, ese día que la vi por última vez más o menos en la misma situación.
Del día en el que no pude hacer nada por ella más que verla desaparecer ante mis ojos. Más allá de ver cómo el brillo en su mirada se apagaba cuando vio las noticias en el televisor y comprobó la realidad de que todos sus amigos ya no estaban con ella.
Agarre una de las sillas, la coloqué al lado de la cama y me quité el cabestrillo para poder apoyar mis brazos en el colchón, dejando que mi cabeza descansara en ellos:
—Reika... Joder... Perdóname. Por todo. Debí haber hecho esto mucho antes. Hace años...
Mi mano tomó la suya, pero ella no despertaba. Seguía bajo los efectos de la anestesia y aún le llevaría unas horas hasta que consiguiera abrir los ojos.
Giré mi cabeza para mirarle el rostro y mi mano viajó hasta su mejilla, acariciándola con delicadeza. Estaba demasiado exhausto, y la tranquilidad que ahora sentía hizo que mi cuerpo empezara a notar ese cansancio acumulado, dejando que mis ojos se cerraran mientras aún mi mano continuaba dejando ligeras pasadas en su piel.
—Ahora todo está bien, enana...
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Notaba unos dedos acariciarme el cabello, una calidez ajena a mi cuerpo que me rozaba con cariño y jugaba con los alborotados mechones como tanto me gustaba.
Entreabrí los ojos.
Me había quedado dormido sentado en la silla del hospital al lado de su cama, y la imagen que contemplé nada más abrirlos solo me hizo pensar que estaba aún soñando. A pesar de que, esa noche, no había tenido ningún tipo de sueño.
Me estaba mirando. Y su mano era la que me proporcionaba esas caricias.
Parecía estar amaneciendo, y los escasos rayos de sol de la mañana le iluminaban el rostro. Se la veía cansada, tenía los ojos hinchados, quizá había estado llorando antes de que me despertara, pero esbozaba una ligera sonrisa.
Mirara por donde la mirara, siempre me había parecido preciosa.
—Buenos días, Shuji... —hablaba en un hilo de voz, y esas míseras palabras fueron las que me nublaron la vista, haciendo que instintivamente escondiera mi rostro entre mis brazos—. ¿Estás llorando otra vez? ¿Qué te pasa? ¿Te has vuelto un llorón con los años o qué?
¿Qué?
Alcé mi vista y ella no había borrado la sonrisa.
—Hina me lo contó. Takemichi es un poco boca-chancla, ¿sabes? Ahora entiendo porque él era tan raro. Aunque es una locura. Pero no sé, ya me creo cualquier cosa...
Su mano bajó a mi mejilla y me secó la lágrima que corría por ella con cuidado. No lo pude aguantar y me subí a la cama con ella, necesitaba abrazarla como nunca.
—Reika, perdóname...
—¿Por? —mis brazos la rodeaban y ella subió su mano para tocarme de nuevo la cara—. No sé por qué me pides perdón Shuji... pero está bien, ¿no? Emma está bien. De hecho, creo que yo debería darte las gracias por eso... Gracias, Shu-
—No, enana. No quiero que me las des... No he podido cambiar esto... —mi mano bajó a su abdomen y ella también hizo lo mismo, posando su palma sobre la mía—. Yo lo sabía desde el principio, desde que volví. Y no he podido cambiar esto...
—Shuji, ya, para —me dio un ligero manotazo—. El médico ha venido mientras dormías. Era imposible que saliera adelante. No sé qué palabreja ha dicho, pero nada. El caso es que es complicado que me quede embarazada y punto, que lo más seguro es que si algún día queremos tener hijos tendré que hacerme un montón de pruebas, controles y esas cosas. Así que no tiene sentido que te culpes por esto —la escuché reír ligeramente, aunque parecía apenada—. Ya te dije que las pastillas me las tomaba por las hormonas... así que no es nada nuevo...
—Espera... —me coloqué en la pequeña cama en la que apenas cabíamos de manera que nuestros rostros quedaran uno frente al otro—. ¿Has dicho "queremos tener"?
—Sí, ¿qué pasa con eso?
—Nada... —idiota, díselo...—. No, sí...
Mis manos le tomaron el rostro, quería que me mirara con esa profunda mirada, directamente.
—¿Hasta qué punto te ha contado Hina?
—Pues... que los dos, Takemichi y tú venís del futuro y que andáis intentando solucionarlo todo. No me explicó mucho los detalles pero, por lo visto, teníais que salvar a Emma porque el futuro del que venís está mal, ¿no? Si te soy sincera, perdí el hilo un poco cuando me lo contaba, solo estaba pensando en dónde coño estabas y en que quizá estabas en la pelea... Y se me ocurrió que si lo que queríais era arreglar el futuro... Quizá Izana y Mikey... Ay... —acababa de quejarse—. No te preocupes, aún me duele un poco... pero estoy bien, no es nada.
Mis manos la seguían acariciando y mis ojos no podían despegar la mirada de sus labios, donde no dudé un segundo más en dejar un suave beso.
—Escúchame, Reika... No hables más, descansa. Solo escúchame.
Me separé un poco de su rostro y ella se limitó a mirarme a los ojos.
—No te lo he dicho nunca, no de la manera que voy a hacerlo ahora, y tampoco creo que me escuches hacer esto más veces porque sigue dándome una vergüenza horrible hacer esto. Así que escúchame bien.
Hice una pausa para tomar aire. Tenía la intención de decirle todo aquello que debí haberle dicho cuando tuve tiempo y no pude.
—Te amo. Nunca te he mentido con eso. En el futuro del que vengo... te hice daño, muchísimo daño en esta misma fecha. Y tú tuviste que pasar por cosas que, cuando me enteré años después, me hicieron perder la cabeza. Nunca he dejado de quererte, ni un puto día, ni yo mismo entiendo cómo estoy aquí. Solo sé que he vuelto, y es una locura —reí un poco y ella pareció ser un espejo de mis emociones, pues todo lo que yo mostraba, ella lo repetía—. Te escuché llorar, como nunca quiero volver a hacerlo, enana... Se me iba la vida sin ti. Cada puto día que pasaba, todas las mañanas, todas las noches, todas las putas horas se me hacían eternas... Por eso lo sabía, sabía que tú eras la única a la que quería en mi vida. Y no estabas conmigo... y fue por mi culpa. Por haber sido un cobarde que no quiso enfrentarse a Kisaki.
—¿Kisaki?
—Ni me lo nombres. Si algún día me apetece te lo contaré, pero no creo que eso llegue nunca.
—Pero, ¿qué pasa con él? No lo vi ayer.
—Iba conmigo en la moto cuando tuve el accidente ayer... —tragué saliva—. Él no...
Soy un puto asesino... si se lo cuento... ¿Se alejará de mí?
Ella sacudió la cabeza.
—¿Eso era lo que ibas a hacer por la mañana? Así que... ¿por eso tienes todas esas heridas? Shuji... —se puso seria—. Ese accidente... ¿lo fue de verdad?
No pude decir nada, tenía miedo de que contarle la verdad, contarle que había matado a Kisaki la apartara de mi lado. Pero negué con la cabeza, no quería más mentiras para ella. No de ese estilo. No quería quitarme la culpa de nada y, si solo había una persona en el mundo a la que podía contarle la verdad, era ella.
Aunque el miedo aumentaba con cada segundo que ella no respondía.
Sin embargo, volvió a sorprenderme. Al igual que aquella navidad cuando le conté lo de la paliza al tipo que mató a mi madre.
—Entonces... No te preocupes. Ya hablaremos de esto en otro momento pero, si era lo que tenías que hacer... solo espero que hayas conseguido cambiar lo que querías. ¿Tú estás bien con eso? Es lo único que me importa, que tú estés bien. Al final de cuentas, Kisaki era tu ami-
Volvió a retorcerse, con intensidad.
—Dios... si supieras los pinchazos que me están dando... —rió—. Me han dicho que es normal y que se me pasará con este suero que me han puesto, pero joder si duele...
—¿No te he dicho que no hables? —le besé la punta de la nariz—. Déjame terminar, imbécil, que me cortas el hilo.
Le conté todo lo que había vivido desde que nos reencontramos en el futuro. De las cartas que encontré en su casa. Aunque omití el hecho de que ella en ese futuro estaba con Draken, pues aún eso me daba algunos celos, al igual que decidí no contarle sobre el contenido de aquel último sobre que recibí en el cementerio.
No quería que ella siquiera se imaginara el tener que pasar por eso. Bastante tenía yo con saberlo.
Quería protegerla hasta de la simple idea de que algo así le podría haber llegado a suceder esta vez.
—Soy una dramática... eso es lo que vimos en una película, ¿no?
—Deja de bromear, gilipollas, no tiene ninguna gracia.
Aun así, no podía borrar la sonrisa de mi rostro. Ella era así, sabía que estaba nerviosa con todo lo que le estaba contando, siempre hacía lo mismo: intentaba tener puntos graciosos cuando la situación era tensa, y justo eso, que a cualquiera podría haberle puesto de los nervios, era una de las cosas que más amaba de ella.
—Sí. Eres una intensita, una cabezota, una malhablada, estúpida y medio-metro y, aun así, me hiciste cambiar. Me hiciste amarte y que nunca pudiera dejar de hacerlo... Así que por favor... intenta no ser tan temeraria... No sé si voy a tener más oportunidades de-
Paré de hablar, se había puesto a llorar de la nada y se lanzó a mi cara como si no lo hubiese hecho en muchísimo tiempo. Aún le escuchaba algún que otro gemido salir de la boca, pero no sabía si era de dolor o a causa del llanto.
—Te amo, Shuji... así que, por favor, si de verdad te fuiste una vez... no lo hagas dos. Solo la idea me mata por dentro. Por favor. Quédate conmigo.
Se sorbía la nariz como una nerviosa niña pequeña y verla así volvió a removerme en lo más profundo.
Mis labios volvieron a posarse contra los suyos.
A nosotros nunca nos hicieron falta palabras bonitas, ni relatos de amor para expresarnos lo que sentíamos el uno por el otro, pues los dos nos conocíamos tan bien que era innecesario; una mirada, un simple gesto, siempre habían dicho mucho más que todo lo que pudiera salir de nuestras bocas.
Por eso ella nunca me terminó de creer, por aquel último beso que nos dimos en el muelle hace años.
Me dijo que era un mentiroso, pero no se refería a todo lo que se suponía que ella debía creerse, que la había engañado y mentido, sino a lo demás; al teatro que estaba montando. Ella nunca se lo creyó, porque ella, siempre, ha podido ver a través de mí.
Nos mantuvimos en ese beso por un rato. Era uno suave, con alguna risita y caricia de por medio. Si dijera que fue el más bonito que pude compartir con ella me quedaría corto, ya no por como era, sino por todo lo que estaba sintiendo. Por una vez en mi vida, estaba tranquilo. No pensaba en nada. No tenía nada que enturbiara mis pensamientos y no me dejara disfrutar del momento.
El tiempo pasaba. Había vuelto a colocarme en la silla para que ella pudiera estar más cómoda, pero no me moví de allí ni siquiera para salir a fumar. Ni lo recordé ni me entraron más ganas.
Había perdido el bebé de apenas semanas, pero no era nada que no supiera que podría pasar.
Aun así al final me ilusioné en cierta manera. Diría incluso que más que ella. Pero también eso era normal, pues no podía olvidar el hecho de que para mí sí habían pasado los años, yo era más adulto. Mientras que ella aún seguía teniendo apenas veinte, y en sus planes de seguro no entraba ser madre tan joven.
Por eso no quise sacar más el tema de conversación.
Sin embargo, fue ella la que empezó con otra de las cosas que tanto echaba de menos... las conversaciones de estúpidos que me mantenían horas entretenido.
—Oye, una pregunta —me miraba sonriente, ya tenía mejor cara.
—Al final... ¿Eres como el vino o no?
—¿Ah? ¿Qué dices?
—Tú me lo dijiste, que eras como el buen vino, que mejorabas con la edad.
Reí, no me esperaba para nada que fuera a saltar con esas:
—Bueno, si quieres saberlo tendrás que averiguarlo tú solita.
—¿En serio? Joder... qué pereza, aún queda para eso... Para algo que podías decirme... —había hecho un puchero.
—Solo te diré que me tuve que poner gafas —le di un toquecito en la nariz.
—Ves, si yo lo sabía. ¿Qué comeré que adivino? —de repente, su expresión cambió—. Oye... ¿y ahora?
—¿Cómo ahora? ¿A qué te refieres?
—Que no sé, ¿se supone que puedes volver al futuro? ¿O te quedas aquí? Quizá deberías hablar con Take-
No quería irme.
—¡Reika! —Los Haitani acababan de entrar en la habitación junto con Sumire quien, tan pronto la vio, se abalanzó sobre la enana con cuidado de no aplastarla.
—¿¡Estás bien!? En cuanto estos dos me han dicho que mi única amiga estaba en el hospital por poco no me da algo... no querían traerme, ¿sabes? —la muchacha les dirigió una mirada asesina a los otros dos, que colocaban unas vistosas flores en unos jarrones que había bajo la ventana.
No hablaban. Pero todo fruto de parecer que la bronca que Sumire les había echado sí había sido fuerte.
—Buenos días... —Emma entró por la puerta, y vi que Draken se había quedado fuera.
La enana esbozó una sonrisa y miró a ambas chicas:
—Emma, ven, voy a presentarte a alguien —se dirigió primero a la rubia y luego a la morena—. Sumire, ¿cómo es eso de que solo tienes una amiga? No... a partir de ahora, tú también te unes a nuestra "alianza femenina contra los descerebrados de las pandillas".
No pude evitar reírme y hablar en voz baja.
—Valiente mierda de nombre... —murmuré sin que nadie oyera.
—¡Pero si tú formas parte de una imbécil! ¡No podemos llamarnos así! —Emma le había dado un capón y Reika había puesto otro puchero mientras se reía ligeramente.
Respiré aliviado.
Todo está bien... iré a tomar un poco el aire...
Me levanté de la silla y me acerqué a ella un momento:
—Enana, voy fuera, ¿vale?
Acababa de agobiarme un poco con el jaleo que se había formado, y el hecho de no haber dormido bien hizo que me pesara la cabeza y las heridas comenzaran a dolerme. Ahora sí veía necesario fumarme un cigarro, pero no se lo quise decir, para que no le dieran las ganas a ella también:
—No tardo, esta vez de verdad, vuelvo enseguida.... —dejé un beso en su frente—. Te quiero. Te quiero mucho.
Me coloqué el cabestrillo y antes de salir le dirigí una mirada. Estaba riéndose, con Emma, sus primos y Sumire. Pero justo antes de que saliera, me dedicó una de las sonrisas más bonitas que le había visto jamás. No pude hacer otra cosa que devolvérsela.
Movió sus labios, en los que pude leer un "yo más". Y volví a sonreír.
Debería llamar a Takemichi... ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? Ya lo he cambiado, ¿no? ¿Se supone que debo darle la mano a alguien para volver? Si es así... imagino que tendré que darle la mano a su cuñado... a ese tal Naoto. Parece que ese chico sea el nexo entre este año y del que él viene. Supongo que funcionara también para mí.
¿Y si no funciona?
Iba encaminándome fuera del hospital, pero me detuvieron a mitad del pasillo donde estaba la habitación de la enana.
—Oye, Hanma.
Era Draken, se había apoyado en la blanca pared y parecía que tampoco había descansado mucho.
—¿Tú no entras o qué? —sonreí pícaramente y miré hacia la puerta de la habitación—. Ahí no hay ningún cartel que prohíba el paso de animales... yo creo que puedes entrar, ¿eh?
—Mira... —estaba intentando aguantar el tipo, y eso solo me hizo más gracia, encima había intentado poner una sonrisa que solo le dio peor pinta a esa cara—. Te lo voy a pasar por hoy... porque ayer debería haber hecho una cosa y no la hice.
—Ah ya... —volví a ponerme serio—, por ejemplo, vigilar que esas dos no se escaparan, ¿no? —no me apetecía empezar una pelea, pero tampoco podía evitarlo, de verdad que no—. Supongo que al final te quedas sin hueso...
—Qué gilipollas eres, de verdad —se acercó a mí—. No te di las gracias por avisarnos con lo de Emma. Ni por hacer todo eso por salvarla. Pero que sepas que es la única vez que pienso agradecerte algo en mi vida, y lo hago a costa de que ella me viene obligando desde casa a hacerlo.
—Totalmente dominado...
—¿Quieres que te parta la boca? Dios, eres insufrible... —había levantado su mano derecha y con uno de sus dedos me daba toquecitos en el pecho.
—¡Nah! Venga, ya vale por hoy. Me pueden las ganas de fumar —saqué un cigarro y me lo dejé en los labios—. Venga, te acepto el agradecimiento y espero que sigas siendo un chucho fiel.
Le aparté la mano de mi pecho y la sacudí en el aire como si nos estuviéramos saludando a modo de burla.
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Maldito momento en que hice eso.
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Lo mismo que aquel día del cementerio, pero esta vez mil veces más intenso.
Todo lo que pasó a continuación ocurrió en cuestión de segundos.
Mis ojos se abrieron como platos y empecé a marearme un poco.
—Draken, no le cuentes nada de lo que te dije que le había pasado a Reika. Nunca.
—¿Qué?
Me había contestado, pero ya no pude decir más.
Mi vista fue hacia la puerta de la habitación desde donde podía oírla reír.
Esa risa... su risa... fue lo último que logré escuchar antes de que, una vez más en dos putos días, todo se volviera negro.
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Recomendación de canción: To Build a Home – The Cinematic Orchestra, Patrick Watson
Agh... otra vez ese puto dolor de cabeza... joder... ¿Dónde estoy?
Estaba de pie, en una cocina que reconocía, pero no era la de su casa, ni la de mi piso, era la de esa casa que escondía con tanto recelo de todos. La casa de mi madre.
¿Qué coño hago aquí?
Una idea horrible se me pasó por la cabeza. Si estaba en esta casa no podía significar nada bueno. Me miré en el reflejo de la ventana de enfrente, volvía a ser adulto, aún estaba algo aturdido, pero mi vista se había recobrado más rápido que la otra vez e iba viendo cada vez mejor.
Miré a mi alrededor. Era por la mañana, temprano, y por los cacharros que tenía enfrente me pareció que estaba a punto de hacer café.
Pero...
Aquí hay dos tazas.
Me giré de inmediato, tenía que comprobarlo con mis propios ojos, que todo había funcionado, que esas dos tazas que acababa de ver significaban lo que yo creía.
Pero no me dio tiempo ni de dar dos pasos, nada más darme la vuelta la vi.
Bostezaba y se restregaba los ojos con una mano, había cambiado, no fue como la última vez que la vi de adulta. Seguía con su melena larga, del mismo color de cuando era más joven y, por supuesto, seguía siendo una pequeñaja a la que le sacaba casi medio metro.
Me mordí el labio inferior con fuerza. Tratando de hacerme a la idea de que ella estaba ahí. Más preciosa que nunca.
—Buenos dí-
La abracé, mi cuerpo actuó solo. Había dejado lo que coño fuera que estuviera haciendo y fui corriendo a dejar que mis brazos la rodearan.
La elevé en el aire y empecé a girar como un loco de alegría. No me lo podía creer. Una vez más todo escapaba a mi entendimiento. Pero ella estaba aquí, no sabía lo que había pasado en este tiempo. Pero ella seguía aquí, conmigo.
—¡Shuji! ¡Tu puta madre! Que aún ni me despierto. ¿Qué haces?
Paré y la bajé para agacharme a su altura, dejando mis manos en su rostro.
—¿Lo conseguí? Enana... ¿Lo conseguí?
No sabía qué hacer con mis dedos. La acariciaba, pero a la vez me cercioraba de que ella fuera real; le tocaba las mejillas, la frente, los labios, todo en lo que mis ojos iban posándose.
Ella no dijo nada, sus ojos se clavaron en los míos y le empezó a temblar el labio inferior, el cual se mordió instintivamente, curvándose en el mayor puchero que le vi hacer nunca, pero sonreía.
—¿Has...vuelto? —masculló y dos lágrimas salieron de sus ojos.
—Eso parece... pero, ¿qué hacemos en esta casa?
Sorbió por la nariz y dejó salir aún más lágrimas:
—Estamos recogiendo las cosas para llevarlas a casa... —hablaba entre sollozos—. A nuestra casa, Shuji... La de siempre...
Mis brazos la rodearon y la apretaron contra mi pecho, una de mis manos acarició su cabeza, y ese sentimiento que creía que no volvería a sentir nunca más, regresó a mí tan rápido como había desaparecido años atrás.
Felicidad, una felicidad como ninguna otra me inundaba por dentro.
Bajé mi mirada y elevé su rostro con mis dedos, contemplándola, tenía esa cara que siempre me había vuelto loco. Recordaba la primera vez que la vi de aquella manera, cuando la saqué de la pelea en el desguace. Y no pude evitar decirle lo mismo que le dije por aquel entonces.
—Qué fea estás...
Le hizo gracia y esbozó una sonrisa aún más grande, mientras mi rostro se acercaba al de ella lentamente.
—Vaya... y yo que pensaba que eras amable...
Ella no había olvidado nada. Y no paraba de sonreír.
Sin embargo, el que no podía parar de sonreír era yo.
No le dejé decir nada más. Solo permití que nuestros labios se encontraran y que, de esta manera, ya jamás volvieran a separarse. No pensaba dejar que nada ni nadie volviera a arrebatármela, a privarme de estos besos... Ni a quitarme mi hogar.
Nos separamos un momento para recobrar el aire y nuestras frentes quedaron pegadas la una con la otra. Ambos sonreíamos como dos bobos, hasta que ella las pronunció, esas palabras que siempre quise escuchar, esas que anhelaba como ningunas otras... y solo porque era ella las que me las decía.
—Bienvenido a casa, Shuji.
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Volvían a estar juntos... y aún no lo sabían... pero el destino les tenía preparada la última sorpresa de sus vidas, una, que jamás imaginaron llegar a conocer, una revelación... que daría punto final a la mayor pregunta que siempre ambos se habían cuestionado.
T_T
no estoy llorando no estoy llorando no estoy llorando... vale sí lo estoy haciendo.
Al final van a ser 3 epílogos, igual son más cortitos que los capítulos normales (digo esto y luego los pongo haciendo gilipolleces y se me alarga, pero bah, en fin... que los quiero muchísimo y no quiero separarme de ellos)
Os quiero mucho, gracias por leer ^^
Dejadme por aquí vuestros comentarios, opiniones, hate (aunque no creo que mucho porque vrga, después de todo lo que hemos llorado esto es una caricia al corazoncito), no sé, si me decís algo os doy una paleta de esas de Wakasa.
Seguramente los tres epílogos los suba de golpe, o no, porque me muero de ansias por que podáis leerlos jajajaja y me pueden los nervios, de hecho esta parte iba a subirla con los epílogos, pero soy tremenda impaciente, así que alv.
Ya, que me enrollo, OS AMO <3 bebed agüita.
AH PD: ... mirad mejor el banner del final, el que siempre estuvo en todos los capítulos. je je.
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