~ 𝑪𝒂𝒏𝒐𝒏 ~ 𝑫𝒆𝒓 𝑺𝒑𝒊𝒆𝒈𝒆𝒍

La chica escuchó a su amiga con atención mientras le relataba la mayor locura que sus oídos habían podido escuchar en la vida. Pero era Hina. Ella no mentía

Aún así, todo lo que escuchaba era la mayor sandez que podía contarle alguien.

Los dolores le habían vuelto, pero estaba tan centrada en el relato de la pelirrosa, que ni les prestó atención.

Estaba inquieta. No sabía dónde se había metido su novio. 

Lo único de lo que tenía conocimiento era de que esa misma mañana él se reuniría con el rubio de los lentes para hablar con él y volver con ella lo antes posible. Y justo eso era lo que la inquietaba: el hecho de que no hubiera vuelto. Ni recibido ningún mensaje ni ninguna llamada del porqué se estaba retrasando tanto.

Él siempre solía avisarla si algo pasaba.

Sin embargo, a sus pensamientos no llegaban otras ideas que las de que quizá se había entretenido y, tras leer el mensaje de Izana, habría ido directamente a la pelea sin ella. Quizá él sabía que ese día se pelearían con la ToMan y no quería que ella se involucrara, al igual que intentó hacer aquel día de Navidad. 

Pero... ¿y si le había pasado algo y por eso no volvía? No quería pensar eso, por lo que siguió decantándose más por otras teorías.

Creyó haber averiguado sus intenciones, y los nervios se apoderaron de ella. No sabía qué hacer, pero una loca idea se le pasó por la mente.

Si ese tipo, ese Izana, estaba dispuesto a pelear contra Mikey y, uniéndolo al hecho de que quizá él fuese aquel hermano del que la rubia le habló una vez, quizá la motivación del peliblanco no tenía nada que ver con las pandillas y era algo más personal. 

Pero lo desconocía.

No conseguía encontrar el nexo que unía todas las ideas. Y no podía quedarse ahí sin averiguarlo. Menos aún, cuando sospechaba que el de manos tatuadas estaría también en el muelle.

Miró la hora que marcaba su teléfono, comprobando una vez más que no tenía ningún mensaje de Shuji. Y se dio cuenta de que apenas quedaba tiempo para que la pelea diese comienzo.

¿Acaso Draken no va a ir? Él tiene que ir... no puede dejar a Mikey solo...

 —Hina, ¿puedes decirle a Emma que venga un momento?

 —Claro. Oye, Reika ¿Estás bien? Te veo algo pálida.

La de cabello largo hizo un aspaviento con la mano:

 —Sí, no te preocupes por mí, solo avísala, ¿vale?

Hinata salió de la habitación y, cuando ella se cercioró de que ya no podía verla, se asomó por la ventana y vio las dos motos estacionadas en el porche.

Tengo que hacerme con las llaves de una de ellas.

 —¿Qué miras? —la rubia había entrado a la habitación y se colocó detrás de su amiga, la cual se asustó al no haber siquiera escuchado cómo ya no se encontraba sola en el habitáculo.

 —Emma, ¿te acuerdas de cuando me hablaste acerca de Izana?

 —Sí, claro que me acuerdo, ¿qué pasa con él?

 —Si ese chico es quien creo, va a pelear con tu hermano, con Mikey, en un rato. Creo que tu Izana es el líder de Tenjiku, Emma. Si le digo a Draken que quiero ir no me va a dejar hacerlo. Pero tengo que ir. Además, tengo que hablar con Mikey y... —Reika recordó las palabras que Hina le había dicho hacía escasos minutos—. Y quizá todo esto pueda terminar por fin, Emma. No tengo idea aún de qué es lo que se le pasa por la cabeza a Izana, pero necesito ir. ¿Vendrías conmigo? Evidentemente, tú te quedarás en un sitio seguro, como siempre.

 —¿Estás loca? ¿Qué dices? —la rubia sonreía de manera nerviosa—. Hanma nos ha dicho que no salga-

 —¿Tú ves a Shuji por algún lado? ¿No, verdad? —Se estaba agitando cada vez más y le temblaban las manos—. No creo que le haya pasado nada pero, como esté allí y haya decidido quitarme de en medio, aunque tenga sus motivos... —se tocó instintivamente el abdomen y su amiga se dio cuenta de eso, aunque decidió no hacer preguntas y dejar que ella siguiera explicándose—. Aunque tenga sus motivos, debería habérmelos dicho. Siempre está con las incógnitas y los secretos. Me saca de quicio. Y eso se acabó. Pienso echarle una bronca de las gordas... 

Volvió a mirar por la ventana.

 —Emma, ¿confías en mí o no?

 —Pero, ¿qué pinto yo allí?

 —No lo sé. Pero tengo el presentimiento de que tienes que venir. No me preguntes el porqué, simplemente lo sé. Además, necesito que me hagas un favor.

La rubia se quedó pensativa unos instantes, pero terminó por sacudir la cabeza y sonreírle a su amiga:

 —Tú sabes que nos van a matar, ¿verdad? Draken y Hanma van a matarnos por esto.

 —Que lo intenten si se atreven. Bastante mosqueada me tienen ya los dos; uno no aparece, y el otro me encierra aquí como si fuera... qué sé yo, ¿una delincuente? Que sí, lo soy, pero coño, él también. No tiene caso que me encierre aquí, ¿a qué no?

 —Touché —Emma dejó escapar una risita—. ¿Qué necesitas?

 —Vamos a hacer una cosa. Ven aquí.

Reika se sentó en la cama y palmeó a su lado para que su amiga se acercara. No quería que nadie escuchara la conversación y prefirió hablar en voz baja:

 —Ve abajo y, sin que se den cuenta, agarra las llaves de una de las motos. Creo que las vi antes en la cómoda de la entrada.

Se levantó de la cama y abrió la ventana, comprobando que no había mucha altura y que, justo debajo de por donde se asomaba, había una especie de techo que le permitiría bajar por ahí sin tener que saltar mucho.

 —Y cuando te avise, invéntate algo para salir al patio; que necesitas aire, cualquier cosa. Di que yo estoy durmiendo. Me duele la tripa y Hina lo sabe, así que se lo creerán.

 —Pero... Se van a dar cuenta de que no estamos en algún momento, ¿no?

 —Bah,... Para cuando se den cuenta, tú y yo ya nos habremos ido y estaremos lejos. Lo que me preocupa más es saber llegar al puto muelle ese... No he estado allí en mi vida y ni sé por dónde hay que ir. Pero imagino que de una forma u otra lo encontraremos —le dirigió una sonrisa tranquilizadora a la rubia a pesar de que esta última parecía necesitarla menos que ella misma—. ¿Vamos?

Emma asintió. Sabía de sobra que podía confiar en ella. Siempre lo había hecho. Y en todas las ocasiones, las cosas habían salido bien. Más que cuando se fiaba de los planes de su novio o de su hermano mayor. Por lo que no lo pensó más y bajó las escaleras con cuidado, fingiendo dar pasos cortos para no hacer ruido y, sin que los demás lo notaran, antes de entrar al salón, agarró uno de los dos juegos de llaves que había en la entrada.

 —¿Ya estás aquí? ¿Qué quería? —preguntó Draken.

 —Nada... solo quería hablar un rato, distraerse. Se ha quedado dormida otra vez. Dice que le duele la tripa... 

Se sacudió un poco la camiseta, aireándose y fingiendo agobio.

—¿Estás bien? —su novio se preocupó. 

 —Sí... Solo tengo la cabeza un poco agitada.

Mientras Emma hablaba con los demás, Reika había abierto con sumo cuidado la ventana de la habitación, saliendo por ella y apoyando sus pies en aquel pequeño techo que había debajo. Volvió a cerrar la ventana y miró hacia abajo, habría unos dos metros de altura y se rió para sí misma.

¿Esto es lo que ve el amigo de las nubes? Qué puto miedo. No sé cómo no le da vértigo ser tan alto.

Se sentó como pudo en el techo y, ayudada por sus manos se encaramó a este para poder bajar su cuerpo y hacer que la distancia entre sus pies y el suelo no fuera más que de apenas unos cuarenta centímetros. 

Finalmente, se dejó caer intentando no hacer ningún ruido y, cuando por fin tocó el suelo, se agachó para pasar por debajo de la ventana del salón y asomarse sin que nadie la viera.

Divisó a Emma, quien justo miraba hacia la ventana en ese momento, y ella le hizo un gesto con la cabeza para indicarle que ya podía salir.

 —Oye, Draken... voy a salir al patio un momento, ¿vale? — la rubia se acercó a su novio y le habló al oído—. Necesito un poco de aire.

 —¿Te acompaño?

 —No... —dejó un beso en la mejilla del chico—. Tú quédate aquí. Va a ser solo un momento.

Pudo salir sin problema de la casa y se encontró con su amiga, que parecía una fugitiva.

De hecho, en ese momento lo era, pues se encontraba escapando de los que la tenían ahí capturada. 

Ella, como siempre, a pesar de tener los nervios a flor de piel y sentir algo de rabia por toda la situación, seguía encontrándole la gracia a cualquier situación.

 —Misión cumplida, segundo movimiento del comando... Emma, ¿cómo deberíamos llamarnos?

 —¿¡Qué más da eso ahora!? Corre, estúpida. Toma las llaves, son de la moto de Takemichi.

Reika sonrió, aunque aún seguía en un nombre para llamar al dúo de chicas, tomó las llaves y sacó la moto hacia la calle. Las dos se alejaron de la casa arrastrándola y, cuando se cercioró de que ellos no podrían escuchar, sacó los cascos del cajón de la moto y le tendió uno a su amiga, para que después ambas se subieran y arrancarla para salir de allí.

Hace años que no me monto en esta moto... sigue quedándome enorme... quien me iba a decir que te iba a robar la moto un día, ¿eh, Shinichiro?

La reconoció en cuanto la vio. La moto de aquella persona a la que tantas tardes acompañó de pequeña mientras le cambiaba las piezas y las engrasaba. Era imposible que ella no reconociera aquel vehículo. Además, era casi gemela de la que su otro amigo tenía, cosa que hacía a ambos vehículos aún más inconfundibles.

 —¿Vas bien? —Reika asomó la cabeza por encima de su hombro para comprobar que la rubia estaba bien sujeta.

 —¡Sí! —su amiga sonreía, parecía entusiasmada y... ¿feliz?—. ¡Verás la cara de Draken! ¡Ya me lo estoy imaginando cuando vea que nos hemos escapado de ahí delante de sus narices! —reía sin parar—. ¡Te echaba de menos tonta! ¡Echaba de menos estas cosas!

La castaña se quedó con la boca abierta y mirándola. Volvió su vista al frente y una pequeña lágrima se escapó de sus ojos.

 —Yo también te he echado de menos, rubia estúpida...

 —Mierda, gira a la derecha.

Las risas de su amiga cesaron de golpe, pues acababa de ver al que faltaba de sus amigos sobre su propia moto, el que los había acompañado el día anterior dirigirse de frente hacia ellas, justo en la dirección de donde ellas estaban escapando. Si Chifuyu las veía, estaban perdidas.

Pero lograron esquivarlo y, aunque él consiguió ver aquella moto desaparecer doblando una esquina, imaginó que serían Takemichi y Hina volviendo a casa y no le dio importancia.

 —Bien... No nos ha visto. Ahora sí, vamos al muelle.

Estuvieron dando vueltas por largo rato. Reika sabía que debían estar cerca pero, aun así, su mala orientación había vuelto a fallarle una vez más.

 —¿¡Dónde mierda está el puto muelle!? Joder... —se tocó el abdomen, había empezado a dolerle más intensamente que todas las veces anteriores. Pero en ese momento no tenía tiempo de pensar en ella misma—. ¡Emma! ¿Tú ves algo?

 —¡Por allí! ¡Mira!

Reika giró su vista y vio una gran cantidad de motos aparcadas en lo que parecía ser la entrada.

 —¡Ahí están! Joder, por fin. Pero...

Tragó saliva. Acababa de ver la moto de Draken estacionada junto a las demás, y eso solo podía significar una cosa: se habían dado cuenta de que no estaban en casa. Pero, ¿por qué habían ido allí en lugar de ir a buscarlas?

Una vez estacionó la moto de Takemichi junto a las demás, pudo comprobar que la de Chifuyu también estaba ahí y sus nervios comenzaron a aumentar de nuevo.

Buscó entre los demás vehículos, pero no la encontró. 

No veía por ningún lado la llamativa moto de su novio, no encontraba ese estampado tan característico por ningún lado.

Shuji... ¿Dónde coño estás?...

Ambas se adentraron en el muelle y lo que se encontraron las dejó con la boca abierta.

Una marea de uniformes rojos enfrentándose a otra de prendas azabaches, tan oscura como la noche que estaba por caer. Y, en medio de todos ellos, un peliblanco de piel morena lanzaba patadas al aire contra el hermano de una de ellas.

 —Ese es Izana, ¿verdad? —Emma rompió el silencio.

Las dos se escondían tras uno de los enormes contenedores y contemplaban el baile de piernas al aire que se disputaban entre esos dos chicos.

 —Sí... Ese mismo. Es el líder de Tenjiku. De hecho, yo debería estar ahí con ellos pateándole el culo al enano... —se dobló un poco sobre sí misma a causa del dolor—. Agh...

 —Oye, Riri... ¿de verdad te encuentras bien?

 —Sí, no te preocupes. Ya te contaré. Ahora tenemos que detener esto, Emma.

Un grito las sacó de la breve conversación que estaban teniendo.

 —¡Emma está muerta, Mikey! ¡Ya no tienes a nadie! ¡Estás tan solo como yo!

¿Qué dices Izana? Emma está aquí conmigo...

Las chicas contemplaban la escena pero, los de una de ellas, a su vez, buscaban entre la multitud a aquel pelinegro con la mecha rubia. Sin éxito.

 —No está aquí... —comenzó a agitarse cada vez más—. Emma, Shuji no está aquí.

 —¿Dónde se ha metido?

 —Eso quisiera saber yo...

Otro pinchazo le provocó que su cara gesticulase una mueca de dolor.

 —¡Basta ya! ¡Ya te he dicho que no estás solo! ¿¡Qué dices de Emma!? ¡Llevo sin verla desde ayer! ¿¡Qué has hecho con ella!? ¡Tú-

Otro par de patadas más.

El rubio no sabía nada. No se había enterado del plan que sus amigos habían llevado a cabo a sus espaldas, y ni a los otros tres que ahora peleaban para quitarse a algunos de Tenjiku de encima les había dado siquiera tiempo de explicarle. Aunque lo habían intentado a voces. Pero su líder estaba tan inmerso en la pelea con Izana que no tuvo la oportunidad de escucharlos con claridad, ni de entender lo que le estaban diciendo.

 —¡Mikey! ¡Emma está aquí conmigo! ¡Ya basta! ¡Parad los dos! 

Reika sacó fuerzas de donde pudo para detenerlos por un momento. Ambos se giraron en su dirección e Izana levantó una de sus manos, indicando un alto en la pelea.

Todos parecieron obedecer, pues los sonidos de puñetazos y patadas cesaron en apenas unos instantes.

 —¿Emma? ¿Qué? ¿Cómo? Pero sí... —el líder de Tenjiku musitaba.

Izana estaba desconcertado. No entendía nada. No esperaba encontrarse con la rubia de frente pues, según tenía entendido, ella debería haber muerto esa misma mañana.

Él mismo lo había ordenado. Era parte de su plan de venganza contra Mikey. Porque ese rubio le había robado todo el cariño de su hermano mayor, Shinichiro, cuando apenas era un crío.

Porque lo culpaba de la muerte de Shinichiro.

Lo odiaba. Quería arrebatarle todo de lo que él un día creyó ser despojado.

 —¿Izana? ¿Eres tú? —preguntó Emma, con cautela y sacándolo en ese momento del trance.

Las chicas se acercaron lentamente. Reika mantenía a Emma a su espalda, cubriéndola con su cuerpo, pues no quería que, por cualquier imprudencia, a pesar de que lo que ella hacía en ese momento era la mayor de todas, pudiera llegar a dañar a su amiga.

 —¿Ves? Emma está bien... No sé qué decías, Izana, pero... yo no estoy solo, la tengo a ella —declaró Mikey.

— ¡Te lo llevo diciendo un rato, gilipollas! —Draken se acercó a donde estaban los demás, enfurecido—. ¡Y vosotras dos! ¿¡Sois tontas!? ¿¡Cómo se os ocurre iros de allí!?

 —Emma, ve al lado de Draken un momento —pidió Reika y la rubia asintió, yendo con él—. ¡Tú! ¡Luego nos echas la bronca! Primero terminemos este asunto.

Mikey continuaba hablando con Izana. Parecía que las cosas se habían calmado con la llegada de las chicas y que, por una vez en la vida, podrían tener una conversación normal en medio de una pelea.

 —Mikey, perdón por traer a Emma...

 —No te preocupes, al menos sé que estaba contigo. ¿Ya no estás enfadada con nosotros o qué?

 —Un poco menos. Aún así... —la chica miró al peliblanco que tenían enfrente, parecía desubicado y la mirada se había quedado fija en su amigo, quien decidió romper el silencio que se había generado entre ambos.

Izana se sentía solo. 

Siempre se había sentido así. Su única compañía en todos esos años había sido Kakucho, aquel niño al que conoció en el orfanato.

Y quería esa misma soledad para Manjiro Sano. 

 —Mira, Izana —continuó Mikey—. Yo no estoy solo, pero tú tampoco lo estás... Siempre nos tuviste, aunque no quisieras verlo. Quizá debimos buscarte, haber hecho algo más... Y lamento todo eso... —se acercó un poco más al peliblanco, dejando su rostro apenas a unos centímetros del contrario—. Nos tienes a nosotros, Izana.

Él no decía nada, solo permanecía estático, con la mirada en los profundos ojos del rubio que tenía enfrente pero, poco a poco, la ira que sentía se estaba viendo aplacada por las palabras del chico. 

Miró hacia la rubia que se escondía detrás del tatuado.

Tenjiku estaba a punto de perder.

 —Yo... no puedo... Yo no puedo perder...

Hizo un movimiento rápido, queriendo sacar algo de la parte trasera de su uniforme, pero una rápida sombra pasó por delante de los ojos de Reika. Era Kakucho, aquel chico de la cicatriz, que acababa de detener a su líder de sacar un arma que llevaba escondida. Arrojándola lejos de donde estaban.

 —Izana... Tenjiku perdió... Hace rato que ha perdido.

La castaña echó un vistazo alrededor; sus primos estaban en un lateral, sentados y exhaustos, intentando recobrar el aire, al igual que todos los que conformaban el grupo de los más fuertes de Tenjiku. 

Parecía que la ToMan había ganado y, aún así, el peliblanco continuaba luchando por algo que tenía una solución más sencilla de la que él pensaba. Solo tenía que dejar de pensar en el odio, el rencor y la venganza. Dejar que las palabras del que siempre fue su amigo le guiaran una vez más por el buen camino.

Kakucho intentaba, por ese motivo, hacerle entrar en razón.

 —Se acabó, Izana. Escúchale, todos queremos salvarte y sacarte del puto pozo en el que llevas toda la vida. ¿Es que acaso no lo ves? No quiero ver como te destruyes más, amigo, por favor.

 —Izana... —Emma lo llamó desde detrás de la espalda de su novio—. Oye... ¿sabes una cosa?

Se notaba tímida, hacía años que no veía a aquel chico, desde que su madre la abandonó en la casa de los Sano cuando apenas tenía cuatro o cinco años. Izana estaba allí. Aquel día.

El último día que se vieron. 

Él no era su hermano de sangre. Solo el fruto de una aventura del padre de Emma con una mujer filipina y del cual la madre de la rubia se hizo cargo sin desearlo.

Pero, para ella, sí era su familiar. 

Siempre lo consideró parte de ella, a pesar de ni siquiera compartir lazos de sangre, a pesar de no haber vivido con él más que un corto tiempo de su vida, ella siempre lo estimó lo suficiente como para que, cada día, aquel moreno se le viniera a la mente.

 —Izana... yo... —Emma trataba de hablar—. Siempre deseé que volvieras... Que volviéramos a vivir juntos como cuando éramos pequeños, ¿te acuerdas?

Él no contestaba. 

A su mente solo venían recuerdos fugaces de aquellos años que le mencionaba la chica, seguidos de otros en los que la promesa de tener a un hermano le habían hecho ser el chico más feliz del mundo.

Pero ese mismo chico murió, a causa de uno de los integrantes del bando cuyo líder tenía justo enfrente. 

Volvió su vista hacia Mikey y, como si de una alucinación se tratara, lo vio.

Vio al alto pelinegro que le prometió todo aquello: Shinichiro. Al lado del rubio con el cual sí compartía un vínculo. Pero sonreía, parecía tan amable como siempre.

 —¿Por qué está contigo?

Reika no aguantaba más. Los dolores le estaban haciendo perder la paciencia. 

Y, sobre todo, la ironía que tenía delante. Una familia que podía estar junta, y por gilipolleces no lo hacía.

Ella no podría tener eso.

Nunca.

Y, por eso, decidió intervenir.

— Ya basta... Izana, ¿no estás escuchando? Joder... —se acercó a los dos—. Dejaos ya de tonterías. Me da igual que seas mi líder —señaló primero al peliblanco y luego al rubio—. Y más igual me da que tú lo hayas sido —a este último le dio un capón en la cabeza—. Estáis aquí como dos tontos sin daros cuenta de que os tenéis el uno al otro. Y a ella, joder.

Señaló a Emma.

 —Vosotros sois familia. Da igual la sangre. Da igual todo... Agh... Joder —se apoyó en el hombro de Mikey y se dobló un poco a causa del dolor.

 —Oye, ¿qué te pasa? —el rubio acercó su cabeza a la de ella para preguntarle.

 —Calla un momento, enano —volvió a alzar la vista hacia Izana—. Terminad con esto y sed una puta familia, joder. Hay algunos que la perdimos y no vamos a poder recuperarla nunca. ¿Cuál es el afán por destruir a las que aún pueden estar juntas? 

Sus ojos empezaban a nublarse, pero llevaba ya mucho tiempo harta de todo, y había decidido que le daba igual todo. Solo quería lo mejor para todos los que allí se encontraban.

Bueno, quizá no para todos, pero sí para aquellos a los que consideraba importantes.

 —Así que... —otro pinchazo más—. Mira, yo necesito sentarme pero, en serio, habladlo tranquilos, y no queráis destruiros el uno al otro, joder. Que sois hermanos... ¿Qué mierda pensaría Shinichiro de todo esto?

Ambos la miraban con la boca abierta, y no pudieron evitar esbozar algo parecido a una sonrisa. 

Los dos conocían su historia y, de una u otra manera, comprendieron todas y cada una de las palabras que les había dicho.

 —¿De qué os reís? Iros a la mierda, me voy a sentar allí —señaló el lugar donde momentos antes había divisado a sus primos—. Que les tengo que preguntar una cosa a esos dos.

Comenzó a alejarse lentamente, con la mirada de ambos chicos puesta en ella. Estos habían empezado a conversar, más tranquilos y con Kakucho ejerciendo de mediador.

Parecía que todo se arreglaría. Que todo saldría bien.

Por fin,

Reika vio, aún al lejos, que Ran sacaba el teléfono y contestaba una llamada. 

Parecía hablar con alguien de manera agitada y, tras unas breves palabras, su boca quedó entreabierta mirando en la dirección de la chica, posando sus ojos violáceos en ella. O, más bien, en los que se habían comenzado a acercar a impedirle el paso.

A pesar de que la pelea parecía haber terminado, un grupo de muchachos se plantó delante de ella, impidiéndole el avance hacia donde se encontraban los Haitani.

 —Oye, mocosa, ¿dónde está tu novio y su amiguito? Esta mañana no han aparecido.

 —¿Qué? ¿Qué dices? 

Miró con cara de asco a aquel tipo grande y mucho más alto que ella. Aquel tipo que siempre le produjo una aversión como ningún otro. El líder de Agatsu.

  —Vete tú a saber. Imagino que ni les apetecería verte ese careto... a mí no me preguntes. Déjame pasar, anda.

 —Maldita enclenque... Siempre has tenido esa soberbia de mierda...

 —Ay, mira... —se quejó y notó que empezaba a marearse—. De verdad, no me apetece ahora pelearme contigo, así que déjame tranquila —habló, débilmente.

Le estaba empezando a doler demasiado como para lograr articular apenas un par de palabras sin que eso le supusiera un dolor más agudo.

Pasó por su lado y su pequeño hombro chocó con el cuerpo del más alto. 

Sintió cómo la empujaban por la espalda. Pero no le dolió la caída. Le había parecido que ese empujón fue imaginación suya y que lo que le había hecho caer era a causa de que, en cuanto avanzó apenas dos pasos, su vista se ennegreció.

Estaba en el suelo. 

Ya solo podía escuchar lo que pasaba a su alrededor, aunque cada vez las voces se iban apagando, como si se estuviera quedando dormida. Logró oír unas últimas pisadas que habían corrido a su lado para abalanzarse sobre el tipo con el que había chocado hacía unos momentos.

 —¡Gilipollas! —Ah...es Ran—. ¡Rindou! ¡Llévala al hospital! ¡Y tú! ¡Yamanaka! ¡A ti pienso partirte todos y cada uno de los huesos! 

Reika escuchó un golpe seco y notó que unos brazos la alzaban.

 —¡Ran! ¿Qué le pasa? Está... —este es Rin...—. Está sangrando... ¡Está sangrando demasiado!

 —¡Que está embarazada, joder! ¡Hanma acaba de llamarme! ¡Ha tenido un accidente y lleva todo el puto día en comisaría!

Con eso último que acababa de escuchar, deseó poder tener las fuerzas para preguntar si él estaba bien. Pero no podía. Su cuerpo no le respondía y cada vez notaba cómo su conciencia se disipaba poco a poco.

Ha tenido un accidente...

 —¡Oye! ¡Despierta! ¡Oye! 

Escuchó las voces de sus amigos; Emma, Draken, Mikey, incluso escuchó a Kakucho y a Izana murmurar algo al otro lado de ello.

Todos la estaban llamando

Y ella los escuchaba levemente, pero sus labios ya no le respondían.

Ellos estaban ahí. Con ella.

Pero él no.

Shuji... ¿tú estás bien? ... ¿Qué... ¿Qué estás haciendo?... 

QUE SE ACABA Y NO QUIERO.

Lloro intensamente pero queda 1 canon más y los epílogos. Ah, y aun quedan un par de revelaciones gordas por salir, para que os quedéis hasta el final jaja. 

Frase para decirme lo que queráis.

Se os quiere <3 bebed agüita. 


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