Emergency

20: Emergency.


OC y pedido de Mikashitaka2125



El reloj analógico de mi muñeca marcó la una de la madrugada. Suspiré agotada y me llevé las manos a las sienes, agotada. Jamás había tenido tanto trabajo. Llevaba casi dos años ejerciendo en el mismo sitio y nunca había atendido a tantas personas seguidas. La cabeza me iba a estallar.

-Carla.

Me di media vuelta y me encontré con el señor Beasley, mi jefe y el hombre que me había estado ayudando a ejercer como veterinaria incluso mucho antes de que llegara a la clínica. Era bastante mayor. Tanto que debería haberse jubilado ya, pero amaba tanto los animales que le era imposible dejar de ayudarlos.

-Siento que hayas tenido que quedarte hasta tan tarde- se disculpa, apenado -, pero Gertrude ha tenido un accidente y está en el hospital, ¿te importaría cerrar tú?

-En absoluto, señor Beasley- respondí, negando tranquilamente con la cabeza -. Vayase tranquilo, yo me ocupo.

-Gracias, querida- dijo, aliviado y feliz. Se dio media vuelta y salió casi corriendo del edificio.

-Que se mejore su esposa- exclamé, antes de que se metiera en el coche para irse.

Solté un suspiro otra vez y volví a una de las consultas para ordenar todos los instrumentos y colocar la camilla. Algunos animalitos venían tan asustados que se aferraban a ella y hacían que se moviera. Provocar estrés a los perros, gatos, conejos y demás era una de las partes que más odiaba de mi trabajo.

Guardé algunas cosas en los cajones de forma ordenada y tranquila. Nadie me esperaba en casa, así que no tenía demasiada prisa.

Bostecé.

En realidad, tenía algo: mi cama.

Los párpados se me cerraban y el cuerpo me pesaba como si estuviera hecho de plomo. Tenía ganas de ir a la entrada y tumbarme en el sofá que había en la sala de espera, pero me contuve. Quería hacer bien mi trabajo. Siempre he querido.

Una vez acabé de colocarlo todo y limpiar el pelo que había en el suelo, me quité el mono que llevaba puesto y me cambié de ropa. Cogí mi bolso, me acerqué a la entrada con las llaves en la mano y apagué la luz. Sin embargo, un estruendo me paralizó en el sitio. Vi una sombra enorme del otro lado de la puerta y solté un chillido cuando esta se abrió de golpe.

-¡Tú!

Retrocedí un paso cuando mis ojos atinaron a distinguir en la oscuridad a tres chicos. Todos llevaban la cara oculta y dos de ellos cargaban a uno que, al parecer, no podía caminar.

Oh, Dios mío.

¿Atracadores? ¿Delincuentes? No estábamos en fechas de disfraces.

-¿Q-qué?

Empecé a temblar. El sueño se me fue por completo y las manos me empezaron a sudar. Me dolía el pecho de lo rápido que me palpitaba el corazón y un mareo me sacudió como cuando una ola choca contra las rocas de la costa.

-Es una emergencia, ¡tienes que curarlo!

Bajé la mirada al chico de gafas amarillas, el que no podía caminar. Ahogué un gemido en cuanto advertí la sangre que manchaba su sudadera y sus pantalones.

-Y-yo no...

-¡Vamos!

Uno de los chicos, el que tenía el rostro cubierto por un pasamontañas, me arrastró hacia el interior de una de las consultas agarrándome del brazo con una gran fuerza. El otro muchacho nos siguió llevando al chico de gafas a rastras.

-¡E-esperad, por favor!- supliqué -¡Esto no es un hospital!

-¡Me importa una mierda!- gruñó el de la máscara amarilla, tras dejar al chico de gafas amarillas sobre la camilla. Se acercó a mí hasta que su pecho casi chocó contra el mío -Si te niegas a curarlo, te mataré aquí y ahora.

Palidecí al ver mis ojos enrojecidos por el sueño y llorosos reflejados en la hoja de un cuchillo de caza.

-Esto... esto es una clínica veterinaria- murmuré -. Yo no trato a personas, sino a animales...

-¿¡Qué te acabo de...!?

-¡Masky!

El de la máscara blanca fue interrumpido por el chico de gafas.

-De-deja de hacerte e-el duro y-y haz que empi-empiece ya.

Parpadeé. No noté ningún atisbo de dolor en su voz. Ni un quegido, ni un gemido; nada.

Me acerqué a la camilla y observé aterrorizada toda la sangre que manchaba su ropa.

-¿Qué ha pasado...?- inquirí, con la voz temblorosa.

El del pasamontañas se impacientó y, directamente, me empujó con su hombro para hacerme a un lado y le levantó la sudadera para dejar al descubierto su estómago y parte del costado, donde pude ver un agujero que no dejaban de sangrar.

Se me revolvieron las tripas.

Recordé un caso en el que un hombre apareció con un perro al que había disparado sin querer en la pata mientras practicaba la caza y tuvimos que llevarlo al quirófano directamente.

No sobrevivió.

Los ojos se me llenaron de lágrimas al recordar.

-P-por favor...- pedí, mirando al chico del pasamontañas. Él se apartó, entendiendo mis súplicas y yo me moví por la sala hasta recoger una camiseta de enfermera. Me la puse sobre la ropa y abrí los cajones en busca de instrumentos para desinfectar heridas, sacar balas, unos guantes e hilo coser el agujero.

Me acerqué a la camilla y lo dejé todo sobre una bandeja de metal. Encendí la lámpara que había sobre la camilla y la apunté directamente a la herida.

-Te va a doler un poco...- susurré, mientras cogía un pañuelo para mojarlo en alcohol.

-No, qué va- respondió, con una risita.

Lo miré extrañada y limpié la sangre al rededor de la herida.

Nada. Ni un solo quejido.

Jamás había visto nada igual.

Tiré la pañuelos a la basura y examiné la herida. No le ha perforado el pulmón.

Después, cogí los separadores para abrir los agujeros e introducir unas pinzas.

-¿Puedes ir limpiando a sangre? Si no lo hago no podré ver bien y podría meter más la bala- le pedí al chico del pasamontañas.

Él cogió un pañuelo y empezó a limpiar la sangre al rededor de las pinzas. Yo las fui introduciendo poco a poco hasta que toqué algo duro: la bala.

Me temblaba las manos, estaba aterrorizada y la penetrante mirada del chico de la máscara blanca no ayudaba nada. Me mordí el labio inferior e intenté agarrarla con las pinzas, pero se me resbaló.

-¡Madre mía, lo siento!- chillé, con los ojos llorosos.

Estaba aterrada. No quería perderlo, no podía. Me había olvidado por completo de que, hace cosa de una hora, me habían amenazado con matarme si no lo hacía. Solo quería que él sobreviviera, que no muriera. Hice un juramento el día que terminé la carrera y debía cumplirlo. Tenía que hacerlo por él.

-Eh.

Bajé la mirada con la respiración agitada hacia el chico de gafas. Se las quitó a duras penas y las dejó caer al suelo.

-T-tranquila- habló. Su voz era grave y estaba calmada. Sabía que el balbuceo de su voz no tenía que ver con la herida de bala porque no había miedo en él.

Asentí. Volví a intentarlo con las pinzas y, esta vez, atrapé la bala.

Cerré la herida con el hilo quirúrgico y me aseguré de que todo estaba bien. Me quité los guantes y me llevé las manos a la cabeza. Estaba a punto de estallar. Sin embargo, el corazón me dio un vuelco cuando vi que se levantaba de la camilla e iba junto a sus amigos hacia la puerta.

-¡Espera!- grité. Sus amigos salieron, pero él se dio la vuelta para verme -No puedes irte todavía, tienes los puntos recientes, ¡se pueden abrir!

Escuché su risita otra vez.

-G-gracias.

Se marchó y cerró la puerta detrás de él.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top