𝟖. 𝐈 𝐭𝐡𝐨𝐮𝐠𝐡𝐭 𝐈 𝐰𝐚𝐬 𝐠𝐨𝐢𝐧𝐠 𝐭𝐨 𝐛𝐞 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐟𝐢𝐫𝐬𝐭.
There's a million reasons why I should give you up
But the heart wants what it wants
The heart wants what it wants
The Heart Wants What It Wants - Selena Gómez.
El trayecto hacia el hospital fue largo, o al menos eso le pareció a Arabella, quien no podía dejar de sentir la mezcla de nervios y ansiedad que la invadían. En su pecho, un torrente de emociones luchaba por salir: miedo, incertidumbre, tristeza, y una especie de esperanza vacilante. Cada vez que cerraba los ojos, su mente volvía a lo sucedido con Clay, a sus palabras, a sus decisiones, y al dolor que había dejado atrás. ¿Estaba haciendo lo correcto al venir aquí? ¿Realmente podía dejar atrás todo lo que había ocurrido entre ellos y centrarse solo en él, en su bienestar?
Finalmente, después de unos veinte minutos que parecieron eternos, el coche frenó frente a las imponentes puertas del hospital. El chofer se giró y le indicó que iría a dejar su equipaje a la casa, lo que le dio a Arabella una oportunidad para pensar por un momento. Con un asentimiento agradecido, Arabella tomó su bolso y salió del vehículo, tomando una respiración profunda antes de comenzar a caminar hacia la entrada del hospital. Sabía que el tiempo se le estaba agotando y que, de alguna forma, esto era un punto de no retorno. Tenía que estar allí por él, tenía que estar con Clay, aunque la incertidumbre la devoraba por dentro.
Mientras caminaba hacia la recepción, el sonido de sus tacones resonaba en el pasillo. Con cada paso que daba, sentía una carga más pesada en sus hombros. Pero de repente, una voz familiar la sacó de su ensimismamiento.
—Arabella.
Se giró de inmediato, y allí estaba Lilith Beresford, sentada en una de las sillas de espera, con su porte elegante pero con una expresión que reflejaba su preocupación. Arabella se acercó a ella rápidamente.
—Lilith, ¿cómo está todo? —preguntó, más por cortesía que por otra cosa, pero sabiendo que la respuesta no sería fácil.
Lilith suspiró, una expresión que cruzaba entre el cansancio y la esperanza.
—Estamos esperando a que llegue Clay. —Su voz era suave, pero había una tensión palpable en ella. Se notaba que Lilith estaba preocupada, incluso más de lo que Arabella imaginaba. La mujer hizo una pequeña pausa antes de continuar—: Clay quiere que lo opere el Doctor Jack Harper, un gran amigo de él... pero, Arabella, yo no estoy tan convencida de esa decisión. Harper ha tenido más de tres casos de negligencia médica en los últimos años. Mi instinto me dice que no es la mejor opción.
Arabella frunció el ceño. Sabía de la importancia que Clay le daba a la opinión de su madre, y ese detalle sobre el doctor Harper la hacía sentir aún más incómoda.
—¿Qué harás entonces? —preguntó, sin saber muy bien cómo abordar el tema.
Lilith le dio una mirada que hablaba de una decisión difícil.
—Quiero que sea el Doctor Meyer quien lo opere —dijo, y aunque su tono no mostraba duda, Arabella pudo ver que estaba profundamente conflictuada. La mirada de Lilith estaba llena de una determinación tensa, pero también de una vulnerabilidad evidente—. Es un cirujano muy respetado y no tiene antecedentes negativos. Si Clay lo acepta, confiaré en él.
Antes de que Arabella pudiera responder, el Doctor Meyer apareció por el pasillo, saludando amablemente a las dos mujeres. Arabella se levantó, y Lilith hizo lo mismo, con una leve sonrisa en los labios.
—Buenas noches, Doctor Meyer —saludó Lilith, dándole un asentimiento con la cabeza—. Gracias por venir.
Meyer, un hombre de alrededor de 50 años, con una mirada serena pero algo cansada, asintió a su vez y las saludó.
—Es un placer —respondió, con una sonrisa suave. Después de un breve saludo, se dirigió directamente a las dos mujeres—. Si Clay está dispuesto, haré todo lo posible por asegurarme de que todo salga bien.
Las palabras del doctor ofrecieron un poco de alivio a Arabella, pero algo en el aire todavía no se sentía bien. El tono de la conversación era cortés, pero había una capa de tensión que no podía ignorarse. Parecía que Lilith, aunque aliviada por la presencia de Jonathan, seguía sin estar completamente convencida.
No mucho después, Clay y el Doctor Jack Harper aparecieron a lo lejos, caminando por el pasillo con paso firme, pero cuando Clay se acercó, Arabella pudo ver que su rostro no era tan seguro como ella esperaba. Había una energía contenida en el aire, como si algo estuviera a punto de estallar.
Clay sonrió brevemente al ver a su madre, pero su mirada hacia Arabella fue más difícil de leer. Arabella intentó sonreír, pero lo que sentía en ese momento era una mezcla de emociones confusas que la hacían casi incapaz de reaccionar con normalidad. Clay estaba allí, aunque su expresión no era tan confiada como Arabella habría esperado. Él era consciente de lo que estaba en juego, pero su rostro estaba marcado por una tensión apenas disimulada.
Lilith se enderezó en su silla, su mirada fría y firme. No pasó mucho tiempo para que las palabras comenzaran a volar.
—¿Hijo, ya te tomaste tu tiempo? —dijo la Señora Beresford, con una mezcla de exasperación y desesperación contenida, mirando a Clay con una ceja alzada. Había un tono casi autoritario en su voz, como si estuviera lista para tomar las riendas de la situación.
—Mi cirujano realizará el trasplante —respondió Clay, con una voz más firme de lo que se sentía en ese momento. Arabella lo miró, no sabía si sentir alivio o más tensión.
La reacción de su madre fue inmediata, un cambio palpable en su expresión, como si las palabras de su hijo le hubieran golpeado de lleno.
—¿Qué? —preguntó la Señora Beresford, sorprendida y visiblemente disgustada al mismo tiempo. Arabella también frunció el ceño, completamente desconcertada.
En ese momento, el Doctor Jack Harper apareció al lado de Clay, con una presencia que era difícil de ignorar. Saludó con una sonrisa forzada al Doctor Jonathan Neyer, quien estaba a su lado. La interacción entre los dos hombres era tensa, pero contenida, como si ambos intentaran mantener las apariencias.
—¿Ya se conocen? —preguntó Clay, algo desorientado por la frialdad en el aire, como si no estuviera al tanto de las complejidades entre los dos doctores.
Arabella y Clay no pudieron evitar reírse levemente por lo último, pero la risa fue más nerviosa que divertida, como si tratara de aliviar la creciente tensión en el aire.
—Suenas como mis ex-esposas —respondió el Doctor Harper, con una sonrisa tensa en los labios, tratando de restar seriedad a la situación, pero el malestar era evidente.
Lilith no era de las que se quedaban calladas, y menos ante las bromas de mal gusto.
—¿Sigues pescando en horario laboral, Jack? —preguntó el Doctor Neyer con sarcasmo, dirigiendo una mirada burlona hacia Harper.
—No todos tienen la dicha de poder viajar a lugares exóticos cada fin de semana —respondió Harper, su tono desafiante. La alusión a sus propios hábitos personales era clara y había algo de rabia contenida en sus palabras.
La atmósfera se tensó aún más. Arabella se sintió incómoda, y el rostro de Lilith se endureció. Era evidente que la conversación no estaba tomando el giro que había esperado.
—Clayton, tu cirujano tiene tres demandas por negligencia médica —dijo Lilith, sin dejar de mirar a su hijo—. Lo investigué a fondo. Si vas a ponerte en manos de alguien, que sea alguien de confianza.
—¿Cuatro, no es cierto? —interrumpió Clay, un tono sarcástico en su voz—. Son cuatro, ¿no, Jack?
Las palabras de Clay hirieron a Lilith como una daga. Arabella, que no esperaba esa actitud desafiante, se tensó aún más. Los tres se miraban entre sí, las emociones a flor de piel. El Doctor Harper se quedó en silencio, claramente incómodo, mientras las mujeres lo observaban con desdén.
Arabella, incapaz de soportar más la tensión, rompió el silencio con dureza.
—¿Creen que estamos en un puto circo? —exclamó, su voz cargada de furia. Lilith la miró sorprendida, pero Arabella estaba más allá de los convencionalismos. Estaba harta de la situación, de los comentarios cargados de sarcasmo y de la indiferencia con la que todos estaban manejando el riesgo de la cirugía—. Esto no es un juego, ¡estamos hablando de la vida de Clay!
Lilith, visiblemente afectada, intentó calmarse, pero la tensión era demasiado. El Doctor Neyer la miraba con una seriedad renovada.
—Clayton —dijo el Doctor Neyer, de forma imponente—, el próximo año voy a ser Director General de Salud Pública. He escrito libros sobre este tipo de cirugía, y tengo décadas de experiencia. Soy la mejor opción para ti.
Clay, sin mirarlo a los ojos, se limitó a responder, su tono casi mordaz.
—¿En serio? —preguntó, mirando hacia el suelo, antes de levantar la vista y fijarse en el Doctor Harper—. Pues es grandioso. Seguro ya leíste esos libros, ¿verdad, Jack?
La tensión en el aire se hacía cada vez más insoportable. Arabella no sabía si estaba siendo parte de una conversación crítica o si todo se estaba convirtiendo en una especie de juego de egos y rivalidades. El sarcasmo, las bromas y las respuestas hirientes la dejaban sin palabras.
Antes de que alguien pudiera añadir algo más, Arabella, incapaz de soportar más el conflicto, se levantó abruptamente, apartando a Clay de la conversación.
—Lo siento —murmuró a todos—, pero esto está fuera de control.
Tomó a Clay del brazo y lo guió a un pasillo más tranquilo.
Clay, visiblemente confundido y agobiado, la siguió sin oponer resistencia.
El pasillo del hospital estaba desierto, a pesar del bullicio que se oía a lo lejos. Arabella y Clay caminaban en silencio, alejándose de la tensa confrontación en la sala principal. El eco de sus pasos resonaba en las paredes blancas, un recordatorio de lo que había estado ocurriendo y de lo que se avecinaba. Los nervios y la incertidumbre llenaban el aire, pero Arabella no podía ignorar la desesperación que sentía al ver a Clay tan decidido a tomar la peor decisión.
—Clay, por favor... —comenzó Arabella, su voz temblando con una mezcla de angustia y frustración—. No quiero perderte. Tienes que dejar que el Doctor Meyer te opere. Es el mejor, tú lo sabes.
Clay la miró con seriedad, su rostro marcado por la determinación, esa misma que siempre había tenido. Su mirada se endureció mientras negaba con la cabeza.
—No, Arabella. Yo confío en mi amigo, el Doctor Harper. Es quien me ha apoyado siempre. No voy a cambiar de opinión ahora.
Arabella sentía que la desesperación se apoderaba de ella. Se acercó más a él, mirándolo fijamente, tratando de hacerle ver lo que tanto le costaba entender.
—No todo en la vida es sobre amistad, Clay. No todo es sobre confiar ciegamente en alguien solo porque lo conoces. Este es un asunto de vida o muerte. Tienes que elegir a la persona más capacitada, la que tiene un historial comprobado. No puedes dejar que el afecto nuble tu juicio.
Pero antes de que pudiera decir más, algo en ella se quebró. Clay, con su típica suavidad y determinación, tomó sus dos manos entre las suyas. En ese momento, Arabella bajó la mirada, notando algo que no había observado antes. En su dedo, bajo la luz tenue del pasillo, brillaba un anillo. Un anillo de casado.
Un nudo se formó en su estómago. El peso de ese simple objeto fue suficiente para desbordar su corazón. Con dolor, miró el anillo, y la tristeza invadió sus ojos, como una ola arrolladora.
—¿Sabes qué, Clay? —dijo con voz baja, apenas conteniendo las lágrimas—. Claro, siempre sabes lo que hacer.
Soltó sus manos con rapidez, como si ese contacto la quemara. Apretó los labios, intentando controlar la emoción que amenazaba con quebrarla. Sin mirarlo, sus palabras salieron más fuertes, impregnadas con un veneno de tristeza.
—Felicidades por tu casamiento, Clay.
El silencio que siguió fue espeso. Clay miró su anillo, como si por primera vez notara realmente lo que significaba. Un suspiro escapó de sus labios, como si el peso de la situación le cayera de golpe.
—Nos casamos con Sam hace unas horas —dijo en un susurro, su voz cargada de una tristeza que no sabía cómo ocultar.
Arabella tragó saliva, y aunque su corazón latía con furia, intentó mantenerse firme. Su voz temblaba, pero no podía dejar que la desesperación la consumiera.
—Espero que ella te haga feliz, Clay —murmuró, su mirada fija en él mientras trataba de mantener la compostura. Sus ojos brillaban, pero el llanto aún no caía. Suspiró profundamente, con una tristeza infinita que apenas podía entender. No era solo la cirugía, no era solo el anillo. Era todo lo que había estado acumulando en su pecho durante meses.
Clay la miró con la misma seriedad, pero sus ojos mostraban algo más: un remordimiento que no había sabido cómo expresar.
—¿Quién viajó a Corea del Sur? —preguntó, como si la respuesta fuera crucial, como si todo lo demás dejara de importar en ese instante.
Arabella, sintiendo una creciente molestia, lo miró fijamente. Las lágrimas comenzaron a empañar sus ojos, pero no podía dejar que se desbordaran.
—¿Solo te importa la puta empresa, no? —preguntó, la rabia y la tristeza impregnadas en cada palabra. Las lágrimas amenazaban con caer, pero su voz no dejaba espacio para la duda.
Clay, aunque confundido, no pudo evitar notar el brillo en los ojos de Arabella. La ira que se reflejaba en su rostro le recordó que tal vez nunca había entendido lo que realmente significaba para ella.
—Fue Anne —respondió ella, su voz más suave, pero aún con un dejo de amargura—. Ella sabe cómo manejar todo. No te preocupes por eso.
Clay sonrió levemente, aunque la sonrisa parecía más triste que alegre.
—Ella hará un gran trabajo —comentó, y aunque la frase sonaba a consuelo, no alcanzaba a calmar la tormenta interna de Arabella.
En ese instante, Clay, como si algo en él finalmente lo hubiera hecho actuar, dio un paso hacia ella. Con una ternura que parecía incongruente con la situación, acarició su mejilla suavemente. La delicadeza de su toque, el gesto tan sutil, fue suficiente para que Arabella sintiera una oleada de emociones encontradas. Miró sus ojos, buscando respuestas que nunca llegarían.
Sin mediar palabra, Arabella se inclinó hacia su mano, y con un gesto casi automático, besó la palma de su mano. El contacto de sus labios con su piel fue un adiós tácito, un deseo de suerte que, en su corazón, sabía que era lo último que podía hacer por él.
Clay la observó, el dolor en su mirada tan evidente que le dolió ver cómo sus propios sentimientos se desmoronaban ante sus ojos. Ara segura decidió alejarse de él, Clay sin pensarlo mucho, tomó a Arabella del brazo, como si ese gesto fuera lo único que podía hacer en ese momento. La atrajo hacia él, y con una suavidad que contrastaba con todo lo que había ocurrido antes, la besó en los labios. Un beso lento, lleno de arrepentimiento y de algo más profundo, algo que ninguno de los dos había logrado comprender.
—Te amo, Arabella —susurró, su voz quebrada por la emoción—. Lamento haberte perdido. Lamento haberte dejado ir... y lamento habérmelo hecho a mí mismo. Casarme con Sam fue una cobardía.
Arabella, con el corazón retumbando en su pecho, lo miró fijamente. Las lágrimas ya caían libremente, pero no le importaba. Al final, lo único que quería era que él estuviera bien. Que todo se arreglara.
—Sé lo que hiciste, Clay —respondió, con el corazón roto—, pero lo que importa ahora es que tienes que sobrevivir. Y, para eso, tienes que dejar que el Doctor Meyer te opere. Tienes que hacerlo.
Sin decir más, Arabella dio un paso atrás, para luego comenzar a alejarse de él sin más, dejándolo solo en sus pensamientos.
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Arabella estaba sentada en una de las sillas de la sala de espera, sosteniendo un vaso de café entre las manos, su mirada fija en el vacío. El aroma cálido de la bebida no lograba calmar el nudo en su estómago, ni distraerla de la ansiedad por el estado de Clay. Miraba la puerta que conducía al largo pasillo que encamina hacia la sala de cirugía con una preocupación palpable, pero lo que más la inquietaba era la elección de Clay de operarse con el Doctor Harper, a pesar de todos los riesgos. A su lado, Lilith notó el nerviosismo de Arabella y, con una leve sonrisa, apretó su mano con suavidad.
—Tranquila, Arabella. Todo va a salir bien —dijo Lilith, su tono suave pero firme.
Arabella la miró, agradecida por el apoyo, aunque sus pensamientos seguían viajando hacia Clay, hacia el futuro incierto que enfrentaba. Aunque Lilith tenía una confianza casi inquebrantable, ella no podía dejar de preocuparse por la decisión de su hijo.
—Eso espero —respondió Arabella, bebiendo un sorbo de su café mientras su mirada se mantenía fija en el pasillo.
Lilith, observando su estado, cambió de tema para intentar distraerla un poco. Sonrió de manera cálida y cambió de conversación.
—¿Y cómo van las cosas en la empresa? He escuchado que está prosperando mucho. Estoy muy impresionada con lo que has logrado, Arabella. Nunca conocí a una chica tan joven y tan inteligente. —Su elogio fue genuino, algo que la misma Lilith no solía expresar a menudo.
Arabella sonrió, tocada por sus palabras. A pesar de su nerviosismo, no pudo evitar sentirse un poco halagada.
—Gracias, Lilith. Estoy trabajando duro para que todo salga bien. Hay muchas cosas que aún tengo que mejorar, pero... todo lleva su tiempo.
Ambas mujeres se quedaron en silencio por un momento, compartiendo ese breve instante de complicidad, antes de que el tema se deslizara de nuevo hacia Clay y su elección.
—Me preocupa lo de Clay —dijo Lilith, su rostro marcando claramente su descontento—. No entiendo por qué insiste en que el Doctor Harper lo opere. Lo que más me molesta es que no escucha a nadie, ni siquiera a mí.
Arabella suspiró, girando su vaso entre sus manos, intentando tranquilizarse. Sabía que Lilith tenía razón. Sin embargo, la conexión entre madre e hijo era fuerte, y no podía hacer nada para cambiar lo que él ya había decidido.
—Solo espero que todo salga bien —dijo Arabella, con un suspiro de resignación.
Lilith asintió, pero el aire pesado de la sala reflejaba el malestar de ambas. Justo en ese momento, la puerta de la sala de espera se abrió y Sam entró con una expresión nerviosa, que no pasó desapercibida por ninguna de las dos mujeres. Al verlas, intentó forzar una sonrisa, pero Arabella no la miró. Se concentró en su taza de café, ignorando por completo su presencia, lo que dejó claro que no estaba dispuesta a hacerle la más mínima cortesía. Lilith tampoco le prestó atención, pero su mirada no dejaba de observarla con evidente desconfianza.
Antes de que pudiera empezar a decir algo, el teléfono de Arabella comenzó a sonar. Miró la pantalla con sorpresa, era Noah. ¿Noah llamando tan tarde? Eso era extraño. Si no se trataba de algo relacionado con el trabajo o los preparativos de la boda, no había motivo para que él la llamara tan tarde, mucho menos para hablar sobre algo que no fuera urgente. Decidió levantarse, excusándose de la situación.
—Disculpa, Lilith. Volveré en un momento. —Se levantó apresuradamente, sin esperar respuesta, y salió del hospital.
Arabella se alejó de la sala de espera, buscando un lugar más tranquilo fuera del hospital. Al contestar el teléfono, la voz de Noah le llegó cargada de curiosidad.
—¿Cómo está Clay? Me enteré que hoy recibió el trasplante.
Arabella respiró profundamente, intentando calmar su mente. Sabía que Noah se preocupaba, pero también conocía su tendencia a meter las narices en cosas que no le concernían.
—Está en cirugía ahora —respondió, con la voz aún tensa—. Por el momento debe estar estable. Lo único que podemos hacer ahora es esperar.
—Espero que todo salga bien —dijo Noah, con un tono suave pero que denotaba algo de inseguridad.
Arabella asintió, aunque no lo escuchaba realmente. Algo en el aire estaba cambiando entre ellos, y ella lo percibía. Noah, en su típica forma de tratar de molestarla un poco, continuó.
—Dime, Arabella, ¿no deberías estar en Corea del Sur? ¿Qué tan importante es Clay para ti?
Arabella se quedó en silencio por un momento, procesando su pregunta. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, sin entender por qué estaba haciendo ese tipo de preguntas en ese momento.
—Clay es mi amigo desde que éramos pequeños —respondió con calma, aunque una chispa de molestia asomó en su voz—. No voy a dejarlo solo ahora. Además, hace unas horas Clay se casó.
La respuesta de Arabella sorprendió a Noah, quien claramente no había esperado escuchar algo tan directo.
—¿Cómo dices?, ¿Con quién se casó? —preguntó, algo perplejo y alegre.
Arabella no podía evitar una pequeña sonrisa amarga. Sabía que Noah encontraría esto difícil de procesar.
—Con Sam, la secretaria de la Señora Beresford —dijo, sin dar más detalles.
Se escuchó un ligero resoplido en la otra línea, y Noah dejó escapar su disgusto, aunque trató de controlarlo.
—Mujeres como Sam son unas aprovechadas —dijo con desdén—. Se casan con empresarios millonarios solo para quitarles todo lo que tienen.
Arabella suspiró, de acuerdo en parte con lo que Noah decía, pero también sabiendo que la situación no era tan sencilla.
—Es cierto, pero Sam no tiene acceso a nada por el momento —respondió, tratando de restarle importancia a la situación.
Noah no parecía conforme con la respuesta, pero no insistió más. Tras desearle suerte a Clay, se despidieron.
—Espero que todo salga bien, Arabella —dijo Noah antes de cortar.
Arabella volvió a entrar al hospital, sintiendo el peso de la conversación. Nada había cambiado, solo había logrado hacerle frente a una verdad incómoda. Cuando regresó a la sala de espera, notó que la tensión en el ambiente había aumentado.
Lilith estaba mirándola, pero no dijo nada. Lo que sí llamó la atención de Arabella fue la conversación que se estaba desarrollando entre Sam y la Señora Beresford. La mujer, con una mirada inquisitiva, le preguntaba a Sam sobre los dos anillos en sus dedos, no pudiendo ocultar su desconcierto.
—¿Por qué tienes dos anillos y no uno? —preguntó la Señora Beresford, su tono firme, como si estuviera interrogando a un sospechoso.
Sam, visiblemente desconcertada, no sabía qué responder, pero finalmente murmuró:
—Cuando salimos de su casa... fue una decisión rápida.
Arabella frunció el ceño. La respuesta era insuficiente, y lo que siguió fue aún peor. Lilith dejó escapar una ligera risa, pero era un sonido frío, lleno de rabia. No dijo nada más, solo se dedicó a jugar con un juego de cartas que había sacado para pasar el tiempo.
Arabella se sentó junto a ella, observando en silencio, sabiendo que los secretos de esta familia solo se iban a hacer más oscuros y complejos con el paso de los días.
Continuará.......................
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¡AAAAAAAAH!, Aquí empezamos con el dramaaaaaa, recuerden que los capítulos futuros son más dramáticosssss.
¿Qué piensan?, ¿Ideas?, ¿opiniones?.
¡Sin mássssssssssssssss!.
Nos leemos prontooooooo
xx Ali <3
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