𝟕. 𝐈𝐬 𝐢𝐭 𝐛𝐞𝐭𝐭𝐞𝐫 𝐭𝐨 𝐬𝐩𝐞𝐚𝐤 𝐨𝐫 𝐭𝐨 𝐝𝐢𝐞?
And I would say I love you, but saying it out loud
It's hard so I won't say it at all
And I won't stay very long
But you are the life I needed all along
I think of you as my brother
Although that sounds dumb
And words are futile devices
Sufjan Stevens- Futile devices
La noche se extendía con una calma inquietante, como si el universo estuviera tomando un respiro. Arabella se encontraba en su habitación, sentada en su pequeña mesa junto a la ventana del balcón. La luz plateada de la luna se filtraba suavemente a través de las cortinas abiertas, tocando su rostro mientras estudiaba un fósil, concentrada en cada detalle, como si todo el caos de su vida quedara suspendido por unos momentos en la quietud de la lluvia.
La lluvia caía de manera constante, como un suave murmullo que solo ella podía escuchar, pero que no lograba calmar las inquietudes dentro de ella. Los fósiles siempre la habían fascinado. Había algo terapéutico en la manera en que las formas y las texturas de las piedras contaban historias, historias tan antiguas que no había manera de alterarlas. En ese instante, Arabella se sentía conectada con algo más grande que ella misma, alejada de los negocios, de la boda, de las tensiones con Noah, y del torbellino de emociones que experimentaba cada día.
La pequeña mesa estaba dispuesta con libros y documentos, pero el fósil de piedra en particular había capturado su atención. Era un fragmento, una parte de algo mucho más grande. Su mente, por un instante, se olvidó de todo lo que no fuera esa pieza de historia. Las gotas de lluvia tamborileaban suavemente en el vidrio, y Arabella sentía cómo la paz la envolvía, aunque por un breve momento.
Pero esa sensación de calma se rompió de golpe.
La puerta se abrió con un crujido que la hizo tensarse. No había llamado, no había tocado. Noah entró sin pedir permiso, como si se sintiera con derecho a irrumpir en su espacio. Arabella levantó la mirada lentamente, sabiendo lo que se venía.
—Tenemos que hablar— dijo Noah, con la mandíbula apretada, sus ojos brillando con una furia contenida.
Arabella suspiró con pesadez, sin desviar la vista del fósil.
—No tengo tiempo ahora, Noah.
—No me hagas perder el tiempo— dijo él, caminando directo hacia ella y, en un gesto impaciente, quitó el fósil de la mesa con una brusquedad que la dejó sin palabras. Lo dejó sobre el tocador de la habitación, como si fuera algo sin valor, una simple decoración.
Arabella se levantó de golpe, el golpe de ira le recorrió las venas, y antes de que pudiera contenerse, dio un rápido manotazo sobre el brazo de Noah.
—¡No toques eso!— le gritó. —¡Son fósiles! No se tocan con las manos sucias, ¡joder!
La discusión que se desató fue feroz. Ambos comenzaron a hablar al mismo tiempo, cada uno elevando la voz, una tormenta verbal que se mezclaba con la lluvia en el exterior. Noah, incapaz de controlar su enojo, le respondió con furia:
—¡Lo que pasa es que estás obsesionada con esos malditos fósiles! ¡¿Por qué no puedes ver más allá de tu puto trabajo?! ¡Esto es lo que importa ahora!
—¡Lo que importa ahora, Noah, es que tu ego está jodiendo todo! ¡No puedo vivir en un mundo donde todo gire alrededor de ti y de tus negocios!— le gritó Arabella, dándose cuenta de lo lejos que estaban de lo que alguna vez fue una relación llena de promesas.
—¿Qué quieres que haga? ¿Te gustó ver cómo me alié con Simotomo mientras tú firmabas con los surcoreanos? ¿Ahora me vas a decir que soy el villano en esta historia?— dijo Noah, acercándose a ella con su tono arrogante.
Arabella apretó los dientes, frustrada.
—Tú y tus alianzas, Noah. Todo lo que haces es una forma de controlarme, y me estoy hartando.
La tensión siguió creciendo, y Noah, incapaz de controlar su furia, le lanzó una amenaza que la golpeó con la fuerza de una ola.
—Cuando nos casemos, tomaré posesión de Kaplan Corporation. Y me desligaré de Beresford Capital. Es tu elección, Arabella. ¿Te atreves a seguir desafiándome?
Arabella lo miró fijamente, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
—Sobre mi cadáver, Noah. No voy a dejar que me hagas lo que quieras.
El silencio que siguió fue tan pesado que casi podía oírse el sonido de la lluvia en el exterior, como si todo el mundo estuviera sosteniendo la respiración. Noah, con una mirada furiosa y una última explosión de ira, la tomó por la mandíbula con fuerza, apretándola hasta que Arabella sintió un dolor agudo.
—No lo olvides— murmuró, antes de soltarla y marcharse de la habitación.
Arabella, con la mandíbula adolorida y el pecho apretado por la rabia y la impotencia, se quedó allí, mirando la puerta por donde Noah había salido. El caos y la frustración la invadieron por completo, y su primer impulso fue gritar, pero en su lugar, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Se sentó en el borde de la cama, sintiendo cómo todo su cuerpo temblaba. ¿En qué momento su vida se había convertido en esto? No era la vida que quería, no era la vida que soñó cuando era joven. Había creído que el amor y los negocios podían coexistir, que la gente podía elegir lo que quería ser, pero Noah le había demostrado que no era así.
En su confusión y dolor, el sonido de un mensaje entró en su teléfono. Era un mensaje de Clay.
"Arabella, necesito tu consejo, ¿qué opinas sobre cómo debo decirle a mi madre que estoy comprometido con Sam? Estoy buscando la mejor forma de abordarlo, pero no sé cómo hacerle."
La pregunta de Clay la golpeó con más fuerza que cualquier palabra que hubiera dicho Noah. Era una pregunta sencilla, pero había algo en ella que la hizo sentir como si un puñal le atravesara el corazón. ¿Por qué esto dolía tanto? Ella miró el teléfono con ojos llenos de lágrimas, incapaz de dejar de leer el mensaje una y otra vez.
Ella lo amaba.
Se levantó y caminó hacia la ventana, abrazándose a sí misma, observando la lluvia que caía con la misma melancolía que sentía en su alma. El sonido de la tormenta afuera parecía comprenderla. Con cada gota que tocaba el vidrio, Arabella lloraba más, mientras la certeza de que su vida había tomado un giro irrevocable la consumía. Y entre esas lágrimas, una sola idea se apoderó de su mente: ¿Por qué seguía con Noah?
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Arabella llegó a la oficina con la mente aún atrapada en la tormenta que había dejado la conversación con Noah. No sabía si sentirse enojada, frustrada o simplemente agotada. Después de la discusión que había tenido con Noah la noche pasada, donde él había amenazado con tomar posesión de la compañía si llegaban a casarse, Arabella sentía un nudo en el estómago. La presión era insoportable. Todo parecía estar cayendo a pedazos, y lo que menos necesitaba era una conversación más sobre su futuro con Noah o la boda que nunca había querido.
Entró en su oficina, dejando atrás los murmullos del personal y las risas forzadas de los colegas. Cerró la puerta suavemente y se dirigió al escritorio, donde había dejado algunos papeles desordenados la noche anterior. A medida que se acercaba a su escritorio, algo captó su atención: una pequeña caja de madera con un lazo negro. Estaba justo en medio de su mesa, como si hubiera aparecido de la nada.
Se detuvo frente a ella, el corazón latiendo un poco más rápido, sin saber qué esperar. ¿Un regalo de Noah? No, él nunca era tan detallista. Podía oler que esto venía de alguien más, pero... ¿quién?
Arabella deslizó el lazo con los dedos, abriendo la caja con cautela. Dentro había un libro, un volumen de tapa dura con el título "Fósiles del Jurásico: Una mirada profunda a la historia". El nombre le resultaba vagamente familiar. La portada tenía un dibujo detallado de un esqueleto de dinosaurio, algo que, aunque no era exactamente su campo de estudio, había mencionado en alguna ocasión durante una de las tantas conversaciones con Clay.
Se quedó mirando el libro en silencio, recorriendo cada detalle de la portada. Un libro raro. Difícil de conseguir.
"¿Cómo... cómo lo consiguió?" pensó, sorprendida.
En ese momento, sintió el peso de la emoción. Clay sabía. Lo recordaba. Había escuchado su comentario despreocupado sobre su pasión por los fósiles, algo que nunca había mencionado realmente como algo importante para ella. Pero ahí estaba: un libro que había mencionado alguna vez, que ni siquiera ella pensó que podría conseguir tan fácilmente.
Arabella pasó la mano por la cubierta del libro, tocando el título con la punta de los dedos. Se sintió tonta. "¿Cómo me hace esto?", se preguntó a sí misma. El gesto era tan genuino, tan inesperado... ¿Por qué le afectaba tanto?
Fue entonces cuando la puerta de su oficina se abrió suavemente. Sin levantar la mirada, Arabella sabía quién era, incluso antes de escuchar el suave crujir del marco. Clay.
—¿Te ha gustado el regalo?— dijo él, con una sonrisa ligera, entrando sin mucha ceremonia. Arabella no pudo evitar mirar hacia arriba, y se encontró con sus ojos, esos ojos tranquilos, seguros, y llenos de una calidez que la desconcertaba. Algo tan sencillo como un libro, pero en su interior sentía que significaba más.
Ella se levantó de la silla, aún sosteniendo el libro en las manos.
—¿Cómo lo conseguiste?— le preguntó, casi sin querer, sorprendida por la atención que había puesto en ella. Sus dedos seguían acariciando la portada, y no pudo evitar sonreír por lo bajo. —No esperaba que... no sabía que escucharas esas cosas.
Clay dio un paso hacia ella, sus ojos nunca apartándose de los suyos.
—Escucho todo lo que dices, Arabella. Incluso las cosas que no dices, las que dices sin pensar.— Su voz era suave, casi como un susurro. —Quería hacer algo especial para ti. Algo que de verdad supiera que te gustaría.
Arabella no sabía cómo reaccionar. Se sentía una mezcla de agradecimiento y confusión, y algo en el fondo de su pecho comenzaba a latir más rápido, como si una verdad estuviera a punto de salir a la superficie, una verdad que aún no estaba lista para enfrentar.
—Gracias, Clay— susurró, sin poder dejar de acariciar el libro. —Realmente no sé qué decir... No es solo un libro, es... me has escuchado.
Clay la miró fijamente, y por un momento, el ambiente entre ellos cambió. Se acercó un poco más, el aire entre ellos cargado de una tensión nueva, algo que no era solo el trabajo ni la amistad. Era algo más profundo.
—Arabella— dijo él, casi con una suavidad peligrosa. —¿Qué pasa contigo? ¿Por qué te sigues alejando de mí?
Ella lo miró, sorprendida por la pregunta directa. Aún con el libro en sus manos, intentó cambiar el rumbo de la conversación, pero no pudo. El dolor de la discusión con Noah seguía en su pecho, y la angustia que sentía por las decisiones que debía tomar la mantenía atrapada en un lugar del que no podía salir fácilmente.
—Yo... No sé qué quiero. Este compromiso, esta boda, los negocios, Noah... Todo es demasiado.— Su voz se quebró un poco al final, y, por un segundo, todo lo que había mantenido dentro de sí misma explotó. No solo la presión de la empresa, sino también la creciente frustración que sentía por estar atrapada entre dos mundos que no la hacían feliz.
Clay la observó con atención, sin interrumpirla. Se dio cuenta de que no solo estaba hablando de negocios, sino de algo más profundo, algo más personal.
—Si alguna vez necesitas hablar, sabes que puedes hacerlo conmigo, ¿verdad?— Clay dijo suavemente, caminando hacia ella con un paso seguro, casi como si entendiera la tormenta que se estaba desatando dentro de Arabella. —No estás sola en esto.
Arabella sintió su voz quebrarse de nuevo, pero esta vez de una manera diferente. El calor de su apoyo, su cercanía, la envolvió.
—Gracias, Clay... pero lo que más me duele es que no sé qué quiero en este momento. Solo... estoy tan confundida...— Su voz fue un susurro, como si finalmente pudiera decirlo en voz alta, aunque no tuviera ni idea de lo que eso significaba.
Clay no dijo nada más. Se acercó un poco más, apenas un paso, pero suficiente para que ella sintiera su presencia, reconociendo que lo que acababa de decir no había sido solo una confusión. Era una verdad. Y él estaba dispuesto a esperar, a escuchar, a ser parte de ese proceso, sin apresurarla.
Arabella se quedó mirando el libro en sus manos por un largo momento. Aunque aún sentía el eco de la charla que había tenido con Clay, había algo en su interior que no terminaba de cerrarse, como si todo se estuviera alineando poco a poco pero aún faltara una pieza para completar el rompecabezas.
De repente, Clay rompió el silencio.
—Hay algo más de lo que quería hablar contigo —dijo con una expresión seria en su rostro. Se recargó levemente en la puerta de la oficina, su mirada fija en Arabella—. Uno de nosotros tiene que viajar a Corea del Sur para ver detalles y avances con la alianza.
Arabella lo miró con curiosidad, pero Clay continuó antes de que pudiera hacer una pregunta.
—Yo no puedo ir —explicó él, su tono ahora más grave—. Estoy esperando una llamada. Cuando me avisen que hay un corazón compatible con el mío, debo estar listo para el trasplante. Es algo que podría pasar en cualquier momento.
Arabella asintió, comprendiendo al instante la magnitud de lo que estaba implicado. El trasplante de corazón de Clay había sido un tema recurrente, pero nunca había sido tan directo al respecto. Ella lo observó, algo en su interior sintiendo una mezcla de preocupación y solidaridad por lo que él estaba atravesando.
—Entiendo —dijo con suavidad, sin dudar. —Voy yo entonces. Necesitas estar aquí para eso. Además, tal vez un viaje a Corea sea justo lo que necesito. Mi vida está demasiado... complicada ahora mismo.
Clay la miró fijamente, como si quisiera asegurarse de que hablaba en serio. Sabía que Arabella no era alguien que tomara decisiones a la ligera, y su disposición a ir sin pensarlo dos veces lo sorprendió gratamente.
—Gracias —dijo él, con un tono genuinamente agradecido. —Te lo debo.
Arabella asintió, dándole una mirada más seria. Al principio había pensado en tomar un respiro, algo que le permitiese alejarse del caos que había invadido su vida, pero esa sensación de sentirse útil, de aportar a algo más grande que ella misma, la hizo sentir que era la decisión correcta.
Un silencio breve se alzó entre ellos, hasta que Clay rompió la tensión con una nueva revelación.
—Hay otra cosa... —dijo, mientras se acercaba un paso más a ella—. Estoy pensando en decirle a mi madre, que Sam y yo estamos comprometidos. Quiero que sepa la verdad pronto.
Arabella frunció el ceño al escuchar el nombre de Sam. Un leve escalofrío recorrió su cuerpo. Había algo en Sam que no le terminaba de encajar, una sensación que nunca había podido sacarse de encima, pero, por respeto a Clay, había preferido guardarse esos pensamientos. Sin embargo, ahora que Clay le mencionaba el compromiso, esa intuición se intensificó.
—Sam... —dijo, con un tono cauteloso. —No estoy segura de que ella sea lo que tú necesitas.
Clay la miró en silencio, como si buscara algo en sus ojos. El desconcierto se reflejaba en su rostro, como si intentara entender lo que Arabella estaba insinuando, pero ella no podía ser más clara.
—Es solo una sensación... —agregó, sin querer profundizar demasiado. —Pero si decides seguir adelante, te apoyaré, Clay. Tienes que hacerlo, ya es hora de que tomes esa decisión, sea cual sea.
Clay asintió, sin decir nada más. Luego se acercó a ella y le dio una palmada en el hombro, un gesto de camaradería, pero con algo más de lo que normalmente transmitiría. Como si quisiera mostrarle, sin palabras, que le agradecía todo lo que había hecho por él, todo lo que había soportado en silencio.
Arabella, por un momento, pensó que todo volvería a la normalidad, que tal vez la conversación estaba por terminar, pero lo que dijo a continuación Clay la tomó por sorpresa.
—Quiero pedirte una disculpa, Arabella... —su voz se volvió más suave, casi vulnerable. —Soy un cobarde, y por eso todo esto ha sido un desastre. Dejé que los años pasaran, y nunca te dije lo que sentía... Lo peor es que ahora estamos con otras personas, y yo... aún te amo.
Arabella lo miró, sorprendida por su confesión. El aire se volvió denso, como si todas las palabras que había reprimido durante años estuvieran finalmente saliendo al exterior. Un nudo se formó en su garganta, pero no podía dejar que eso le afectara. Su vida no podía depender de lo que Clay sentía, o de lo que ella sentía por él. No después de todo lo que había pasado.
—Lo comprendo, Clay —dijo, su voz algo rasposa, aunque ella misma no quería admitir lo que estaba sintiendo. —Ambos fuimos cobardes. Yo también te oculté mis sentimientos.
Clay bajó la mirada, como si sus propias palabras le pesaran demasiado. La verdad, después de tanto tiempo, los dos se habían alejado en formas que no podrían deshacer. Sin embargo, Arabella sabía que no era tarde para ser honesta, aunque la verdad doliera.
—Pero... —continuó Arabella, levantando la vista y mirando a Clay con una firmeza inesperada. —Yo no quiero vivir una vida infeliz. Y si eso significa que debo tomar decisiones drásticas, lo haré.
La mirada de Clay se endureció al escucharla. Su respiración se detuvo por un segundo, y no pudo evitar preguntarse si Arabella hablaba en serio.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó, su voz un tanto rasposa.
Arabella no dudó ni un segundo. Sabía lo que quería decir, aunque no sabía cómo lo iba a hacer.
—Voy a interrumpir mi compromiso con Noah —respondió con una determinación en los ojos. —Y no voy a quedarme atrapada en una vida que no quiero vivir. No voy a seguir esperando...
Clay la miró en silencio, procesando sus palabras, pero la intensidad en su mirada no podía ocultar el choque que le causaba escucharla tan decidida. Aunque él mismo se había sentido atrapado en su propia vida, nunca imaginó que Arabella tomaría esa decisión.
—¿Estás segura de lo que estás diciendo? —preguntó, un poco sorprendido.
Arabella asintió con la cabeza, su decisión ya tomada. No quería seguir viviendo una mentira, ni seguir atada a un compromiso que nunca fue suyo, no cuando su corazón siempre había estado dividido, y mucho menos cuando sabía lo que realmente sentía por Clay.
—Lo estoy —dijo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.
Clay la miró profundamente, como si quisiera decir algo más, pero no lo hizo. En lugar de eso, se acercó y la abrazó, un abrazo lleno de silencios y promesas no dichas. Ambos sabían que las decisiones que estaban tomando no serían fáciles, pero por primera vez en mucho tiempo, ambos se sentían un poco más libres.
Arabella cerró los ojos mientras sentía el abrazo de Clay, pero en su mente ya comenzaba a visualizar su futuro sin las cadenas de un matrimonio por conveniencia. Y aunque no sabía exactamente qué sucedería después, por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba tomando el control de su propia vida.
━━━━☆🫀☆━━━━━━━━
La lluvia caía con fuerza sobre el parabrisas del auto de Arabella mientras avanzaba por las calles oscuras, el sonido de las gotas golpeando el cristal como una melodía triste. Era una de esas noches en las que, a pesar de estar rodeada de luces y vida, todo parecía sumido en la oscuridad, en sus propios pensamientos. Arabella no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido en los últimos días: las decisiones, las conversaciones, y sobre todo, las emociones que había reprimido por tanto tiempo. Tenía que viajar a Corea del Sur en un par de horas, un viaje que le ofrecía una desconexión temporal, pero algo en su interior sabía que el caos volvería a encontrarla.
Cuando llegó a la mansión Beresford, el cual era su destino, ya que tenía que proporcionarle unos documentos a Clay, la lluvia aumentaba, transformándose en una tormenta que apenas dejaba ver a través del vidrio. Se detuvo frente a la entrada y frunció el ceño al notar algo extraño: la camioneta Mercedes de Clay, su vehículo habitual, se alejaba por el camino empapado. Esto la desconcertó, pues Clay nunca salía cuando llovía, no con su enfermedad del corazón. Era demasiado riesgoso para él.
Arabella pensó que tal vez la camioneta era de Lilith, la madre de Clay, que siempre estaba al tanto de las cosas. Se bajó del auto rápidamente, la lluvia empapando su abrigo y su cabello mientras caminaba con prisa hacia la entrada de la casa. Tocó el timbre varias veces, esperando, pero nadie la atendía. Lo repitió tres veces hasta que finalmente las puertas se abrieron.
Lilith apareció en el umbral, con los ojos rojos, como si hubiera estado llorando. Su expresión, aunque trataba de mantenerse controlada, reflejaba una profunda preocupación. Arabella, alarmada por la situación, no pudo evitar preguntar:
—¿Qué sucede, Lilith? —Su voz sonaba suave, pero también cargada de preocupación.
Lilith intentó evadir la pregunta, forzando una sonrisa débil. Pero Arabella no estaba dispuesta a dejarla ir tan fácilmente. La vio vacilar y, sin decir palabra, la siguió dentro de la casa. Una vez sentadas en el sofá de la elegante sala, Lilith finalmente cedió.
—Clay se fue... —susurró, su voz temblando ligeramente—. Se fue con Sam. No sé a dónde exactamente, pero se fue.
Arabella quedó en silencio por un momento, absorbiendo las palabras. Había algo en la mirada de Lilith que no cuadraba, y esa revelación no hacía más que aumentar la tensión en el aire.
—¿Pero... cómo? —preguntó Arabella, sin saber exactamente qué decir. —¿Por qué lo hizo? ¿Se fue sin avisarte?
Lilith dejó escapar un suspiro profundo, como si llevara tiempo guardando ese dolor en su pecho.
—Yo no apruebo esta relación, Arabella —dijo, su voz ahora más firme—. Un año de relación no es suficiente tiempo para hablar de amor verdadero. Yo no confío en Sam, no creo que sea la mujer adecuada para Clay.
Arabella la miró, preocupada, pero al mismo tiempo, sintió un alivio incómodo. Era una sensación extraña, pero sabía que, en algún lugar, compartía esa desconfianza hacia Sam. Sin embargo, también entendía que, si quería ser honesta consigo misma, debía admitir que el verdadero problema era Clay. Sus decisiones, sus silencios, su elección de estar con Sam, cuando todo lo que Arabella había querido durante tanto tiempo era poder estar a su lado.
Arabella intentó calmar a Lilith, pero las palabras que salieron de su boca fueron las mismas que había estado reprimidas por meses.
—No puedo decir que no comparto tus dudas, Lilith —admitió, mirando hacia el suelo por un instante. —Yo tampoco confío completamente en Sam.
Lilith la miró con una mezcla de gratitud y tristeza. Ambas mujeres sabían que el amor que Clay sentía por Sam no era tan claro, tan verdadero, como él quería creer. Pero Lilith lo sabía, Arabella también, y ahora era cuestión de tiempo para que Clay lo descubriera por sí mismo.
—No te preocupes, Lilith —dijo Arabella, tocando su brazo suavemente—. Verás, Clay se dará cuenta de que está en lo incorrecto. Puede que tarde, pero lo hará.
Arabella guardó silencio al ver el rostro pensativo de la Señora Beresford. Se sentó allí, en silencio compartido, mientras el tiempo parecía dilatarse en esa habitación, llena de recuerdos, dudas y promesas no dichas. La lluvia seguía azotando la ventana, como un murmullo de fondo que marcaba el ritmo del dolor compartido entre ambas mujeres.
Media hora pasó antes de que Arabella se levantara para marcharse. Sabía que tenía que seguir con sus planes; el viaje a Corea del Sur estaba a la vuelta de la esquina y no podía retrasarlo más.
—Debo irme —dijo finalmente, con una leve sonrisa. —Tengo que viajar.
Lilith asintió, agradecida por la compañía, pero con una mirada cansada, como si todo eso la hubiera desgastado más de lo que podía expresar.
—Gracias por estar aquí, Arabella. Realmente lo aprecio.
Antes de que Arabella se marchara, Lilith la detuvo un momento con una confesión silenciosa.
—Arabella... —dijo con voz baja, como si hubiera guardado esas palabras en su corazón durante mucho tiempo—. Sé que tú y Clay son el uno para el otro.
Las palabras llegaron como un golpe suave pero certero. Arabella la miró, sin saber exactamente cómo responder, y antes de que pudiera articular algo, Lilith la abrazó. Era un abrazo cálido, pero también triste, lleno de la comprensión de que ambos sabían lo que sentían, pero las circunstancias los habían alejado.
Arabella se despidió y salió rápidamente hacia su coche. Al ponerse al volante, la tormenta no parecía querer amainar, y en ese momento, algo dentro de ella se rompió. Empezó a llorar, el dolor de la despedida, el dolor de ver cómo Clay se alejaba, cómo se unía a Sam, como si su vida ya no estuviera en sus manos.
Se sentía completamente vacía, sin saber si lo que sentía por él era amor o una ilusión rota. El dolor en su pecho era profundo, como una herida abierta que no dejaba de sangrar. Clay había elegido a quien amaba, y ella solo podía quedar atrás, viendo cómo se desvanecía su esperanza.
Ese sentimiento... ese sentimiento tan jodido, tan devastador, la estaba ahogando.
(.............)
La lluvia en Nueva York seguía cayendo con fuerza, pero comenzaba a despejarse a medida que la noche avanzaba. En la habitación de Arabella, el sonido del agua golpeando las ventanas era un eco lejano frente al bullicio que la rodeaba. Era media noche, y en unos minutos, su limusina la llevaría al aeropuerto. En pocas horas, ella y su hermana Anne estarían en el aire, rumbo a Corea del Sur. A pesar de la distancia, un sentimiento de incomodidad persistía en su pecho. Todo parecía un torbellino de decisiones, recuerdos y un dolor que no lograba dejar atrás.
Arabella estaba frente a su cama, cerrando con dificultad sus dos maletas. Se veía cansada, pero también decidida a seguir adelante. Tenía que hacerlo. Había tomado la decisión de irse de la ciudad, de alejarse de todo lo que la ataba, pero la idea de estar lejos de todo, incluida la tormenta emocional en la que había quedado atrapada por Clay, la angustiaba.
De repente, sonaron unos suaves golpeteos en la puerta. Era Anne, su hermana, con su mirada característica de alguien que siempre sabía qué hacer, incluso cuando las cosas no tenían sentido.
—El auto ya está aquí —le dijo con una sonrisa.
Arabella asintió, agradeciendo el gesto mientras se levantaba de la cama y se dirigía a las maletas. Le costaba un poco seguir adelante, pero sabía que debía hacerlo. Estaba a punto de dar un paso hacia adelante en su vida, aunque sus emociones seguían atoradas en el pasado. Mientras bajaba las maletas, su mirada se detuvo en un pequeño rincón de la habitación. Allí, en la mesa de noche, había una foto enmarcada de ella con Clay cuando eran niños. Se veían tan felices en ese momento, rodeados de la calidez de la mansión de su familia. Una sonrisa melancólica apareció en su rostro, pero duró solo un segundo antes de que su mente se concentrara de nuevo en el presente.
Con un suspiro, cerró la foto en su mente y salió de su habitación.
El chofer les ayudó a cargar las maletas en la limusina, y rápidamente se acomodaron en el interior del lujoso vehículo. Arabella aprovechó el trayecto para enviar algunos documentos urgentes, mientras su hermana, con la vista fija en su teléfono móvil, le daba poca importancia a la quietud del momento.
Las luces de la ciudad pasaban rápidas, pero Arabella estaba absorta en sus propios pensamientos. La tormenta había disminuido, pero su mente seguía tormentosa. No podía dejar de pensar en Clay, en todo lo que había sucedido, en la despedida que habían tenido, en sus palabras. ¿Debería haber hecho algo diferente? ¿Debería haberse quedado? Pero su mente fue interrumpida por el sonido del teléfono de Anne.
Anne contestó la llamada con una rapidez que la sorprendió. Arabella no pudo evitar escuchar algunas palabras que le llegaron nítidamente, aún a través del ruido del tráfico. Anne no dejó de sonreír mientras hablaba, y su tono era tan lleno de emoción que hizo que Arabella se quedara en silencio, prestando atención.
—¡Sí, sí! —exclamó Anne, su expresión iluminándose con un brillo que Arabella reconoció como la alegría de una noticia importante—. ¡Eso es increíble! Le contaré a Arabella lo antes posible.
Arabella frunció el ceño, pero no preguntó directamente. En cambio, esperó a que Anne colgara y le explicara lo que acababa de escuchar. Cuando finalmente colgó el teléfono, Anne se giró hacia ella con una sonrisa amplia y una mirada radiante.
—¡Arabella! ¡Es increíble! —dijo, casi saltando de emoción—. ¡Acaban de encontrar un corazón compatible para Clay! ¡Lo operan en unas horas!
Arabella sintió un nudo en el estómago al escuchar la noticia. La emoción de Anne era palpable, pero el dolor en su pecho no desapareció. Por un momento, todo se desvaneció a su alrededor y solo quedó el peso de la situación. Sin embargo, sabía que tenía que hacer algo.
—Me alegra mucho por él —respondió Arabella, intentando esconder la inquietud en su voz.
Pero Anne, con su energía inquebrantable, no se conformó con eso. Le tomó la mano y le habló con una intensidad que Arabella no podía ignorar.
—Tienes que ir a verlo, Arabella. ¡Es lo que Clay necesita! No puede estar solo en este momento. Tienes que ir a apoyarlo.
Arabella la miró con una mezcla de incredulidad y resistencia.
—Anne, no puedo. Ya lo sabías. Él mismo me pidió que fuera a Corea... que lo dejara solo con esto —respondió, tratando de mantener la calma. Pero sabía que, en el fondo, algo dentro de ella se retorcía.
Anne la miró, sin entender completamente, pero sin rendirse.
—¡Los negocios pueden esperar, Arabella! ¡Necesita estar contigo! ¡No puede enfrentarlo solo!
Las palabras de Anne comenzaron a golpear con fuerza en su mente. Estaba cansada de pelearse con lo que sentía. Pero, por otro lado, la parte racional de ella sabía que había algo más grande que ella misma en esa situación.
La discusión continuó en el auto, entre palabras que se superponían y tensiones acumuladas. Finalmente, el vehículo se detuvo frente al aeropuerto, justo frente a la terminal privada donde el jet de los Kaplan estaba esperando.
Arabella bajó del auto con rapidez, pero al instante, algo en su pecho se quebró. Miró a su alrededor, observando el bullicio de la terminal, las luces brillantes reflejándose en el asfalto mojado, y las lágrimas comenzaron a aflorar. La sensación de que todo lo que había dejado atrás la perseguiría, que las decisiones que había tomado la atormentaban, la hizo sentirse perdida.
Se giró hacia Anne, que estaba observando desde la acera con una mirada que lo decía todo. Sin poder evitarlo, Arabella se acercó a ella, su voz apenas un susurro.
—Anne... ¿y si tú viajas a Corea? —preguntó, su tono quebrado, como si fuera una última esperanza. —Eres parte de la familia, conoces todo... podrías reemplazarme en caso de que algo pase conmigo. No puedo dejar a Clay solo con esto.
Anne la miró, entendiendo perfectamente lo que Arabella no podía expresar en palabras. No dijo nada, solo la abrazó, su cuerpo ofreciendo el consuelo que Arabella tanto necesitaba.
—Sabía que no lo dejarías solo, Ara —dijo Anne, con una sonrisa nostálgica. —Haré lo que tenga que hacer. Prometo que haré un gran trabajo.
Arabella sintió una mezcla de alivio y dolor mientras Anne se alejaba para pedirle al chofer que regresara las maletas de Arabella al auto. El chofer, Randy, sonrió y preguntó en voz alta:
—¿Al hospital, Señorita Kaplan?
Arabella asintió, y Anne, con el mismo brillo de determinación en los ojos, se subió al jet. Arabella, en cambio, subió de nuevo a la limusina con destino al hospital, mientras observaba a su hermana alejarse. Sintió que, en algún lugar, había hecho lo correcto, pero la sensación de incomodidad seguía allí.
Se acomodó en el asiento del auto, suspiró profundamente, y miró su mano. El anillo de compromiso seguía en su dedo, y, por un momento, no pudo evitar guardarlo en su abrigo. Luego observó su mano desnuda, la cicatriz en su muñeca. La cicatriz que se había hecho años atrás jugando con Clay en los columpios de la casa de su familia. La cicatriz que aún llevaba, como un recuerdo permanente de todo lo que había sido y todo lo que había perdido.
Sonrió sin dudarlo.
Continuará............................
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Ahora si se viene lo chidooooo JAJAJA, aquí ya estamos iniciando con todo el drama AAAA.
El siguiente capítulo sin duda veremos dramaaaaa.
¿Tienen teorías o sugerencias? ¡las leo con gusto!.
Sin más.............
¡Nos leemos prontoooo!
xx Ali <3
┗─━─━─∞💘∞─━─━─┛
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