3. 𝐩𝐥𝐚𝐲 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐟𝐢𝐫𝐞, 𝐛𝐮𝐫𝐧
Jueves por la mañana, la luz de otoño se colaba por las enormes ventanas de la oficina de Arabella. El aire olía a café y a papeles recién impresos, mientras ella estaba rodeada de muestras de colores y texturas que, francamente, no le importaban. "¿Realmente es necesario elegir entre dorado champán o blanco marfil?", pensó con una pizca de frustración mientras descartaba un color sin siquiera mirarlo dos veces.
Arabella mantenía una postura elegante, aunque su mente estaba a mil kilómetros de distancia. Los decoradores le hablaban sobre flores, centros de mesa y cortinas, temas que le parecían insignificantes, pero que tenía que supervisar debido a la importancia de su futura boda judía. Cada detalle debía ser perfecto, cada tradición respetada. Sin embargo, su verdadera prioridad estaba lejos de los listones de seda. Como CEO de Kaplan Corporation, tenía que asegurarse de que tanto su imagen como su legado fueran intachables.
De repente, tocaron a la puerta. Ari alzó la vista. Sebastian, su eficiente asistente, entró acompañado por una figura que no esperaba ver: Lilith Beresford, la madre de Clay. El rostro de la mujer, normalmente firme y confiado, mostraba una nerviosidad palpable. Sebastian hizo una reverencia discreta antes de hablar.
—La Señora Beresford desea hablar con usted, señorita Kaplan —anunció, su tono neutro.
La israelí frunció ligeramente el ceño, no por sorpresa, sino por la tensión silenciosa que emanaba de Lilith. Aclaró su garganta antes de ponerse de pie y recibirla.
—Señora Beresford, un placer tenerla aquí —dijo con una sonrisa cordial, extendiendo la mano para un breve apretón.
Kaplan, siempre estratégica, giró hacia las chicas que estaban con ella para indicarles que se marcharan. Les pidió que confirmaran los detalles con Noah, quien había pedido también confirmar los preparativos para que todo fuese perfecto. Con un asentimiento, las decoradoras recogieron sus cosas y salieron rápidamente.
La CEO señaló una pequeña sala dentro de su oficina, donde ambas podrían hablar en privado. Arabella condujo a Lilith hacia el cómodo sofá y se sentaron. Sus movimientos eran tranquilos, pero sus pensamientos comenzaban a acelerarse. ¿Qué querría Lilith de ella, ahora?
—¿Café? —ofreció Arabella con un tono educado.
—Sí, por favor —respondió Lilith, su voz apenas quebrada por los nervios.
Bella hizo una seña para que Sebastian trajera dos tazas. Luego, el silencio se asentó brevemente entre ellas, cargado de anticipación. Finalmente, Lilith habló, sus palabras cautelosas y temblorosas.
—Arabella, estoy aquí porque... Clay... su situación ha empeorado.
El corazón de Arabella dio un vuelco imperceptible, pero mantuvo su rostro impasible. Ya sabía sobre la condición cardíaca de Clay, pero algo en el tono de Lilith sugería que había más. Lilith respiró profundamente antes de continuar.
—Su trasplante de corazón... está cerca. Ha habido avances, y la donación está casi asegurada —dijo, su voz quebrándose un poco al final—. Pero... lo que me preocupa no es solo su salud, sino lo que pasará con la empresa. Si algo le sucede a Clay durante la cirugía o la recuperación, Beresford Capital podría colapsar. Es por eso que vengo a ti —Lilith tragó saliva, reuniendo fuerzas—. Ara, quiero que consideres una fusión entre nuestras empresas.
La petición cayó como una bomba en la mente de Arabella. Por unos segundos, el eco de las palabras "fusión" y "Clay" resonaron en su cabeza. Las tazas de café llegaron justo a tiempo para darle una pausa necesaria. Arabella tomó un sorbo, su mente trabajando rápidamente.
—Lilith... esto es complicado —dijo finalmente, dejando la taza sobre la mesa—. Clay y yo no tenemos la mejor relación. Sabes lo competitivos que somos... No sé si una fusión es lo mejor.
La Señora Beresford, visiblemente más nerviosa ahora, se inclinó hacia ella, rogando con los ojos.
—Lo sé, pero esto es... una cuestión de vida o muerte, Arabella. Si Clay no sale de esta... todo lo que ha construido caerá. Necesito tu ayuda para asegurar que todo siga en pie, por el bien de todos.
Arabella suspiró, la tensión en su pecho creciendo. Era una situación difícil, sin duda. Si aceptaba, podría salvar la empresa de Clay, pero también se pondría en una posición vulnerable. Además, acababa de cerrar un trato crucial con los tailandeses, quienes habían dejado en claro que no querían tener nada que ver con Beresford Capital. Esto complicaba todo.
Con una mezcla de empatía y cálculo, la empresaria finalmente habló.
—Lilith, necesito tiempo para pensar. Esta no es una decisión que pueda tomar a la ligera. Mi empresa también está en juego.
Lilith asintió, agradecida por lo menos por la apertura. Se levantó lentamente, abrazando a Arabella con una leve muestra de gratitud.
—Gracias por tu tiempo, Ara. Sé que harás lo correcto.
Cuando Lilith salió de la oficina, Arabella se dejó caer en el sofá, agotada mentalmente por la conversación. Sabía que esta decisión era una encrucijada para su futuro. Por un lado, estaba la posibilidad de ampliar su imperio con la fusión. Pero también sabía que cualquier asociación con Beresford podría costarle el acuerdo multimillonario que acababa de asegurar.
En su cabeza, la ambición y la responsabilidad se enfrentaban en una batalla silenciosa. Si jugaba bien sus cartas, no solo salvaría a la empresa de Clay, sino que podría controlarla eventualmente. Pero, si fallaba... todo podría desmoronarse.
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La luz tenue de las velas iluminaba la mesa, proyectando sombras suaves en el comedor de Noah. Arabella estaba allí, sentada frente a su prometido, pero su mente no estaba presente. La conversación giraba en torno a los últimos detalles de la fiesta, la celebración de la confirmación de su boda, algo que en otros momentos la habría emocionado. Sin embargo, esa noche, su entusiasmo estaba ausente. Cada vez que su mirada se posaba en Noah, que llevaba su kipá después de estudiar, su corazón latía más rápido. Le encantaba verlo con esa serena devoción, pero no podía concentrarse.
Noah, astuto como siempre, lo notó al instante.
—Ara, dijiste que las flores de la boda serían... ¿azules? —preguntó con una sonrisa, sabiendo que Arabella jamás elegiría un color tan peculiar.
Arabella parpadeó, sacudiéndose de sus pensamientos. Había dicho algo sin sentido, y Noah no dejó pasar la oportunidad de preguntar.
—¿Qué sucede? —dijo, dejando su tenedor a un lado y mirándola con atención.
Arabella soltó un pequeño suspiro, sintiéndose culpable por su distracción.
—Lo siento... —murmuró, tomando un bocado de la comida que Noah había preparado con tanto esmero. Él siempre cocinaba cuando necesitaba desconectar, y esa noche había preparado algo especial para ella.
Noah se inclinó un poco hacia adelante, con una expresión tranquila y cálida.
—Puedes contármelo, Ara. Estoy aquí para ti.
Un silencio cargado se apoderó de la habitación, mientras Arabella dejaba el tenedor a un lado. Sus manos temblaban ligeramente, y no pudo evitar que sus ojos se humedecieran al pensar en lo que había sucedido esa mañana en su oficina.
Las lágrimas comenzaron a amenazar con salir mientras su mirada se volvía nostálgica. A pesar de su fortaleza habitual, hablar sobre Clay y la propuesta de su madre la hacía vulnerable. Su voz se quebró levemente al hablar.
—Es Clay... —dijo, su voz apenas un susurro—. Está mal, Noah... su corazón. —Suspiró profundamente, luchando por mantener la compostura—. Lilith me dijo que el trasplante está cerca, pero si algo sale mal... su empresa, todo lo que ha construido, podría venirse abajo.
Noah frunció el ceño, escuchando con atención. Sus dedos acariciaron suavemente el brazo de Arabella, dándole un gesto de apoyo sin interrumpirla.
—Lilith me pidió... que Kaplan Corporation se fusione con Beresford Capital, para que no colapsen si algo le sucede. Pero es complicado, Noah... ya sabes cómo somos Clay y yo. —Arabella intentó sonreír, pero fue inútil.
Noah mantuvo su mano en su brazo, ofreciéndole la estabilidad que necesitaba.
—Ara, tal vez sea el momento de dejar esa rivalidad de lado —dijo con suavidad—. Si esto realmente es una cuestión de vida o muerte, tal vez deberías considerar trabajar con él antes de que sea demasiado tarde.
Arabella lo escuchó, pero la decisión no era tan sencilla. Sus pensamientos iban y venían, y antes de que pudiera evitarlo, las lágrimas finalmente comenzaron a correr por su rostro.
—No es solo la empresa... —dijo, con la voz ahogada—. No quiero que le pase nada, Noah. No puedo dejar de pensar en aquel niño rubio que solía llamarme "Cel"... —Arabella cerró los ojos por un momento, reviviendo imágenes de su infancia, de un Clay que ya no existía, al menos no de la misma forma.
Noah la observaba con una mezcla de compasión y reflexión. No quería entrometerse, pero la realidad no se podía ignorar.
—Ara, si decides fusionarte con su empresa... ¿cómo se lo dirás a tu padre? —preguntó con tacto, intentando no empeorar su angustia, pero sabiendo que esa conversación era inevitable.
Arabella soltó un largo suspiro, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros.
—Eso es otro problema... —dijo, llevándose una mano a la frente—. Mi padre siempre ha sido muy celoso con sus negocios. Nunca ha aceptado fusiones, ni siquiera como estrategia. Pero también sé cuánto cariño le tiene a los Beresford, especialmente después de la muerte del padre de Clay. Se encariñó con él, lo veía casi como un hijo...
El silencio volvió a llenar la sala, pero esta vez era más denso, más difícil de soportar. Noah no dijo nada más, comprendiendo que la decisión final recaía completamente sobre Arabella. Ella debía elegir entre su orgullo empresarial, la lealtad a su padre y, de alguna manera, su empatía hacia un hombre que una vez fue su amigo y ahora estaba al borde del abismo.
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Arabella se encontraba en su habitación, el brillo tenue de su iPad reflejaba en su rostro mientras deslizaba imágenes de vestidos de novia. Aunque había visto decenas de diseños, ninguno lograba captar su atención... hasta que encontró uno. El vestido tenía una elegancia única, un escote profundo en forma de V que destacaba su figura, con finos detalles de encaje en las mangas largas y un delicado toque de pedrería en la cintura que acentuaba su silueta de manera sofisticada, dejando ver un aire sutilmente sensual. Era el tipo de vestido que lograba un equilibrio perfecto entre lo clásico y lo atrevido.
Ese vestido, sin querer, la transportó a un momento de su pasado, hace tan solo dos años en una conferencia empresarial en España. Arabella apenas se estaba posicionando en el mundo de los negocios. Para muchos, era solo una joven ambiciosa y temeraria, pero esa noche... todo fue diferente. Recordaba la gala que se organizó después de la conferencia, y cómo, entre luces suaves y copas de champán, había visto a Clayton.
Había algo en el ambiente esa noche, tal vez fue el alcohol que ambos habían consumido, o el modo en que el traje negro de Clay le ajustaba a la perfección. Pero ella también sabía que su vestido fue parte del encanto. Uno muy similar al que acababa de ver en su iPad: elegante, pero seductor, con un corte atrevido que destacaba su confianza.
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Las luces del hotel apenas iluminaban el largo corredor, pero la tensión entre Arabella y Clay era tan palpable que casi se podía cortar con un cuchillo. Ambos, aún cargados de la energía de la gala, se miraban con una mezcla de desafío y deseo. Clay la observaba con esa sonrisa arrogante que tanto la irritaba... pero también la intrigaba.
—¿Qué haces aquí, Kaplan? —preguntó él, inclinándose un poco, acercando su rostro al suyo mientras su mano, casi por instinto, se deslizaba a su cintura.
Arabella lo miró con esa mirada desafiante que siempre reservaba para él, pero la proximidad de su cuerpo, el calor de su mano en su piel, hizo que su corazón latiera más rápido.
—Lo mismo que tú, Beresford. —Su voz era fría, pero había una chispa de algo más. Jugó con su corbata entre sus dedos, tirando de ella suavemente—. Pensando en cómo superarte, claro.
Clay rió, un sonido bajo y gutural, mientras se inclinaba más, su aliento rozando la piel del cuello de Arabella.
—¿Superarme? —susurró, su voz grave—. Qué ambiciosa eres. Pero, te advierto, nunca te ha salido bien.
Arabella dejó escapar una risa sarcástica, pero no se apartó cuando él se acercó más, cuando sus labios rozaron la línea de su cuello, dejando pequeños besos que le hacían estremecerse.
—No es lo único que se me da bien, Clay. —Lo desafió, tirando de su corbata para acercarlo más. Sus labios ahora estaban peligrosamente cerca de los suyos, y la tensión entre ellos era insoportable.
Clay la miró fijamente, sus ojos oscuros, cargados de algo más que solo atracción. Deslizó sus manos por su espalda, dejándolas reposar en la curva de su cadera.
—Tienes una forma muy peculiar de intentar intimidarme, Kaplan. —Su voz era apenas un susurro, mientras bajaba lentamente, dejando otro beso, más prolongado esta vez, en el cuello de ella—. Pero tengo que admitirlo... siempre me ha gustado.
Arabella cerró los ojos por un momento, sintiendo cómo el contacto de sus labios dejaba una sensación abrasadora en su piel. Pero no podía dejar que él la viera rendirse tan fácilmente.
—No estás mal para ser... Clay Beresford. —Sus labios rozaron los suyos, en un juego provocador, un toque tan leve que casi parecía accidental—. Aunque he visto mejores.
Su sarcasmo solo encendió más la situación, y antes de que pudiera reaccionar, Clay la tomó por completo, acortando la distancia entre ellos y capturando sus labios en un beso ardiente. Era todo lo que su rivalidad prometía: intenso, caótico, y lleno de una pasión que ni siquiera sabían que existía hasta ese momento.
El beso se volvió más profundo, más urgente, mientras sus manos exploraban los cuerpos del otro con una necesidad que iba más allá de lo físico. Arabella se aferró a él, tirando más de su corbata mientras sentía cómo Clay apretaba su cintura, atrayéndola más cerca, como si la quisiera grabar en su memoria.
—Esto es... ridículo, ¿sabes? —jadeó Arabella, separándose un instante para recuperar el aliento, pero sin soltarse de él—. Te odio.
Clay sonrió, su aliento cálido contra los labios de ella.
—Lo sé —respondió, antes de besarla de nuevo con la misma intensidad—. Yo también te odio.
Ambos sabían que era una mentira.
Arabella podía sentir el latido acelerado de Clay bajo sus dedos, mientras él dejaba suaves gemidos cerca de su oído. Era como si todo ese tiempo que habían estado en constante rivalidad solo hubiera servido para encender esa pasión que, ahora en ese pasillo oscuro, no podían contener.
Los minutos pasaron rápidamente, y sin poder controlarlo más, ambos se dirigieron a la habitación de Arabella. Esa noche no fue solo una interrupción momentánea en su rivalidad, sino un fuego que seguiría ardiendo entre ellos, con todas las consecuencias que eso traería.
De vuelta al presente, Arabella sacudió la cabeza, intentando alejar ese recuerdo tan vívido de su mente. Pero era imposible ignorarlo. El jadeo de Clay pegado contra su cuello, el calor de su tacto... eran recuerdos difíciles de olvidar. Apagó el iPad y miró al techo, abatida, pensando no solo en la fusión de las empresas, sino en cómo ambos siempre habían amado jugar con fuego.
El problema era que, con el fuego, siempre hay un riesgo de quemarse.
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Arabella Kaplan caminaba con una confianza inquebrantable al cruzar las puertas de Beresford Capital, irradiando una determinación que parecía casi palpable. Detrás de ella, su padre, su hermana, y su asistente la seguían en silencio, sabiendo que la joven empresaria estaba en su mejor momento. El recuerdo de la noche anterior, aquel instante cargado de tensión y deseo con Clayton, había dejado huella en ella, pero ahora la hacía ver las cosas desde otro ángulo. Había algo diferente en su mirada, una seguridad que nacía de saber lo que podía lograr... y de saber cómo jugar sus cartas.
Al llegar a la recepción, Sam, la asistente de Lilith Beresford, los saludó con amabilidad, sonriendo con cortesía. Arabella, sin perder tiempo, la recorrió de arriba a abajo con una mirada rápida y afilada, y luego pronunció, con una media sonrisa:
—Estoy aquí para hablar con la señora Beresford.
Sam, algo nerviosa, hizo una inclinación de cabeza, respetuosa, invitándolos a seguirla hacia la sala de juntas. Arabella, sin embargo, no pudo evitar notar cómo la chica jugaba con su anillo de compromiso, girándolo distraídamente. Con un destello de travesura en los ojos, Bella decidió felicitarla mientras avanzaban hacia el ascensor.
—Felicidades —dijo con voz suave, pero cargada de insinuaciones.
Sam, ligeramente sobresaltada, agradeció tímidamente. Pero antes de que pudiera alejarse, Arabella se inclinó apenas, susurrando algo con un tono enigmático que la hizo estremecerse. "Sé que estás comprometida con Clay", sus palabras flotaron en el aire entre ellas, cargadas de una verdad que Sam no esperaba que se conociera.
Sam tragó saliva, apretando los labios, pero se recuperó rápido, guiando al grupo hacia la sala de juntas con renovado profesionalismo. Tocó la puerta cuando escucharon la voz firme de Clay desde adentro:
—Adelante.
Arabella fue la primera en entrar. Lucía un traje negro impecable, ajustado de manera que resaltaba sus curvas con una mezcla perfecta de elegancia y sensualidad. Era imposible no notar el efecto que causó en Clay. Sus ojos se fijaron en ella como si el tiempo se hubiera detenido por un segundo. La sorpresa y el deseo cruzaron su rostro, mientras él sutilmente se lamía los labios, sin poder apartar la mirada de ella.
—Señorita Kaplan, señor Kaplan, señorita Kaplan —la madre de Clay, Lilith, los saludó cortésmente, haciendo un gesto para que todos tomaran asiento.
Arabella sonrió y avanzó hacia Clay, extendiendo su mano con firmeza. El contacto entre ellos fue eléctrico, como una descarga de fuego que recorrió ambos cuerpos al entrelazar sus dedos. Durante un breve segundo, sus miradas se encontraron, y una sonrisa pícara se dibujó en los labios de ambos. Había un desafío en sus ojos, pero también un entendimiento tácito, casi íntimo.
—He venido a negociar —declaró Arabella, su voz firme y segura.
Clay, con una mirada intensa que no se apartaba de ella, asintió ligeramente.
—Toma asiento, Arabella. —Su voz era suave, casi un susurro, pero la invitación a comenzar la reunión resonaba como un preludio a algo mucho más grande que un simple trato de negocios.
La negociación estaba a punto de comenzar, pero la tensión entre ellos era imposible de ignorar, y mientras todos se sentaban, la atmósfera prometía que este encuentro no sería meramente profesional.
Continuará...................
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Estoy segura que NADIE se lo esperaba JAJAJA. Creo que ni yo.
Definitivamente estos dos juegan con fuego, pero ¿Qué tanto soportarán el fuego?.........
¿Teorías?
¿Ideas?
Saben que son aceptadassssss.
¡Nos leemos prontooooo!.
xx Ali <3
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